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Cap 4 pt 1: Seiya, el insistente

El sábado, Alma despertó con el móvil abrasado de notificaciones de Seiya, que le preguntaba por qué no participaba en el grupo y si había leído el plan que habían preparado para esa noche. Intentó pasar de él, pero el chico era realmente insistente, así que acabó echando una ojeada: querían hacer una maratón de películas de terror en casa de Seiya, que compartía con Shiryu y Hyoga el apartamento que quedaba justo debajo del de Ikki y Shun. Alma se sentía muy incómoda con la idea de sentarse a mirar cómo Kitty y Shun se hacían carantoñas, así que decidió no contestar.

A la media hora, el móvil comenzó a sonar. Seiya la estaba llamando por teléfono. Lo ignoró hasta agotar los timbrazos dos veces, pero a la tercera se vio obligada a cogerlo, por educación.

- ¿Alma? Soy Seiya, te he escrito como veinte mensajes... ¿Es que estabas haciendo cochinadas? –sonaba tan bromista como siempre.

- Eh, no, nada de eso, estaba... Estaba cocinando.

- ¿Sí? ¿Y se te da bien? ¿Qué has preparado?

- Seiya, ¿qué quieres?

- Quiero que vengas a la maratón de cine de esta noche porque nos caes muy bien y nos apetece verte. También vendrán las chicas de la fiesta, ¿qué me dices?

- ¿Qué chicas? –preguntó ella, con un hilo de voz.

- Las amigas de Shun, las de Derecho: Kitty, Marie y Fer. Te necesitamos para equilibrar las fuerzas masculinas y femeninas, ¿te apuntas?

- No; tengo que estudiar y estoy cansada.

- Una pena, porque tengo una bolsa de palomitas con tu nombre.

- Pues te la tendrás que comer tú...

- Cuenta con ello, pero tú vienes sí o sí. Y tráete algo de eso que has cocinado, anda.

Seiya venció por agotamiento: tras quince minutos de tira y afloja llamándola muermo, aburrida y aguafiestas, Alma sucumbió y le dio la dirección de su casa para que pasara a buscarla, de forma que no tendría escapatoria.

El coche de Seiya era un utilitario pequeño y algo viejo, pero se movía y eso era lo importante. A la hora acordada, Alma escuchó el claxon bajo su ventana y, al asomarse, le encontró agitando enérgicamente la mano mientras le gritaba que no tardase. Bajó al trote los escalones, contenta de volver a encontrarse con él, y se sentó en el banco trasero, pues Hyoga iba de copiloto.

- ¡Hola, Alma! –saludó el rubio.

- Hola, Hyoga, qué bueno verte.

- Sí, he venido como refuerzo, por si teníamos que sacarte a rastras de casa... Seiya estaba convencido de que te encontraríamos metida en la cama con un pijama horrible y viendo películas cutres de Netflix.

- Ja ja, Seiya, muy gracioso, olvídate de probar estas galletas que os he preparado.

- ¡Pero Hyoga! ¿Por qué se lo has dicho? ¡Quiero galletas! –todos rieron.

El edificio donde vivían los chicos era un sencillo bloque de apartamentos rodeado de zonas ajardinadas, pero tenía todos los servicios necesarios y lo mejor era que se podía llegar a pie hasta el campus. Hyoga abrió la puerta y Shiryu, que estaba seleccionando las películas, se giró a saludarles.

- ¡Alma, has venido!

- Como para no venir, tus amigos estaban dispuestos a secuestrarme... ¿Te ayudo con algo? –dijo, dejando las galletas sobre la mesa.

- Sí, claro, a decidir qué vemos. ¿Te gusta el terror?

- Bueno, sí, aunque soy más de ciencia ficción.

- ¡Estupendo! Seguro que encontramos algo que mezcle ambos géneros. ¿Qué tal "Existenz"? ¿O te va más "Alien"?

Shiryu era muy agradable; en casa, llevaba unas estilosas gafas de pasta negras que le daban un aire intelectual y hablaba en voz baja y calmada. Parecía la antítesis de Seiya y, en cierto sentido, lo era; quizá por eso se llevaban tan bien. Estaba estudiando dos carreras a la vez, Historia y Filosofía: al parecer, le apasionaban los mitos y su interpretación en las diferentes culturas. A Alma le recordaba a su padre de joven, según las anécdotas que su madre y sus abuelos le habían contado.

Seiya, en cambio, había escogido Educación Física; decía que quería trabajar en algo relacionado con el deporte y los niños. Ella pensó que seguro que sería el típico profesor simpático al que todos los alumnos adoran.

Por último, estaba Hyoga, muy atareado intentando evitar que Seiya se comiese las palomitas a puñados según las sacaban del microondas. Su ilusión era ser biólogo marino y, según decían sus compañeros de piso, se estaba preparando a fondo para ello.

Alma respiró hondo. Hacía mucho tiempo que no hacía planes y era agradable volver a la normalidad. Todo había sido muy raro desde que su madre... y, entre la mudanza y las clases, apenas había tenido tiempo de pensar en su familia y en los amigos que había dejado en Madrid. Pero se sacudió enseguida la tristeza y se concentró en ayudar a Hyoga a mantener a salvo las palomitas hasta que llegasen los demás.

El timbre sonó y le tocó abrir; eran Kitty y sus amigas, Fer y Marie, que la saludaron amablemente. Fer era muy simpática con ella: era mexicana y el idioma les servía como nexo. Kitty, por su parte, no parecía tener nada en su contra; seguro, pensó Alma, que Shun ni siquiera la mencionaba y por eso no la percibía como una amenaza. Al verla pasar al salón, con su vestido de línea skater y sus botas de tacón, Alma fue consciente de sus propios vaqueros viejos, su camiseta de Pacman y su melena desordenada. Había que reconocer que la rubia era preciosa y elegante; era normal que a Shun le gustase.

Hablando del rey de Roma, el timbre tardó apenas quince minutos en volver a sonar: Ikki entró primero, llevando una bandeja en las manos, y tras él, Shun, feliz como siempre.

- Gente, Shun y yo os hemos preparado brownies –anunció Ikki, con la bandeja en alto.

- Espero que los haya preparado Shun; si los hicieras tú, serían carbón radiactivo –bromeó Hyoga.

- ¡Yo los llevo a la cocina! –intervino Seiya enseguida, mientras Ikki le esquivaba.

- ¡Hola a todos! –la sonrisa de Shun desapareció cuando divisó a Alma sentada en el sofá junto a Fer y Hyoga. Ella sintió el corazón encogido al advertir que su presencia no le era grata.

- ¡Shunny! ¡Mi amor! –Kitty se le colgó del cuello y se lanzó directa a su boca, pero Shun la detuvo y la besó en la mejilla, intercambiando algunas palabras con ella en voz baja. Alma les miró con curiosidad, pero no pudo prestarles mucha atención, porque Ikki la llamó en un tono que no admitía réplica:

- Alma, ayúdame con los brownies, ¿quieres?

Pasaron juntos a la cocina; Ikki entornó la puerta y, por un momento, ella temió que fuese a besarla de nuevo, pero él parecía preocupado:

- Alma, ¿qué le pasa a mi hermano? Lleva unos días muy triste, tú vas a clase con él, ¿le has notado algo?

Ella bajó los ojos; Ikki se aproximó un poco más.

- No es broma; no es el mismo Shun de siempre. No creo que sea por lo que pasó entre nosotros, porque lo hablé con él y me dijo que no le importaba, pero está raro.

- Quizá haya discutido con Kitty –respondió ella, intentando desviar el tema y reprimir su propio dolor tras escuchar que a Shun le daba igual lo de la noche de Halloween.

- Discutir con Kitty es imposible, créeme. En fin, si te enteras de algo, por favor, cuéntamelo. No me gusta verle así.

Alma asintió y salió de la cocina en el mismo momento en que Shun recorría el pasillo, con Kitty de la mano, para encerrarse en el dormitorio de Shiryu. Dirigió a Ikki una mirada elocuente y volvió al salón.

- ¡Damas y caballeros –anunció solemnemente Shiryu, apagando las luces-, prepárense para gozar con este clásico del terror universal: "Hellraiser"!

Kitty y Shun tardaron más de media hora en reunirse con el grupo y, cuando lo hicieron, ella parecía molesta; cogió su chaqueta y se excusó con educación, alegando cansancio. Shun la acompañó a coger un taxi mientras los demás continuaban viendo la película y, al volver, se sentó en el suelo, apoyando la espalda en el sofá, junto a las piernas de Alma. Se le veía tranquilo y relajado, como si se hubiese quitado un peso de encima. Solo Marie advirtió, a pesar de la escasa iluminación, cómo el joven se inclinaba hasta apoyar la cabeza en las rodillas de su compañera de clase, y el gesto de placer que esbozó cuando ella, sin apartar la vista de la pantalla, pero visiblemente azorada, comenzó a jugar con su pelo.

Gracias por leerme. Por favor, si te ha gustado, déjame una estrellita y un comentario. ¡Siempre anima a continuar escribiendo!

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