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Cap 2 pt 2: El señor Lobo, al rescate

Caminó sin un rumbo determinado hasta llegar al proyecto de casa ecológica que los estudiantes de último curso de arquitectura ejecutaban cada año y que habían acondicionado para la fiesta como improvisado "pasaje del terror". Los jóvenes entraban y salían entre bromas y gritos y, sin pensarlo mucho, Alma se situó en la cola para entrar; quizá un buen susto conseguiría quitarle de la cabeza la imagen de Shun besándose con aquella chica. Estaba a punto de trasponer el umbral cuando escuchó un aullido, muy cerca. Se volvió y localizó al "autor": un chico alto, de pelo azul, disfrazado, como ella, de hombre lobo, que la miraba con aire socarrón.

-       Señora Lobo, ¿por qué esa carita tan seria? ¿No ha encontrado nadie a quien morder esta noche? –se acercó, sonriendo con descaro.

Alma le devolvió una pequeña sonrisa a cambio de tan ingenioso saludo.

-       Pues aún no, a ver si en el pasaje del terror aparece algún incauto...

-       No debería usted entrar sola, ¿me permite escoltarla? –el chico le ofreció el brazo con galantería.

-       Por supuesto, señor Lobo.

Recorrieron juntos la casa, que los estudiantes se habían esmerado en decorar de la forma más tétrica posible, con sus propios actores y efectos especiales. Alma se llevó algunos sobresaltos que le hicieron agarrarse con fuerza al hombro de su acompañante, que reía sin parar. Salieron, entre carcajadas, con el corazón acelerado, y pasearon hasta una zona más tranquila, sentándose finalmente en la hierba bajo la luz de la luna.

-       Qué casualidad que los dos vayamos disfrazados de lo mismo, ¿no? –dijo ella, alisándose la falda sobre los muslos.

-       Bueno, solo era cuestión de probabilidades encontrar una congénere en una noche como esta... Lo que no me imaginaba es que sería tan guapa –respondió él, estudiándola con la mirada.

-       ¿Y cómo es que está usted solo?

-       He quedado con unos amigos, iba a su encuentro cuando la vi a usted, señora Lobo... Y no pude evitar acercarme para comprobar si sus colmillos eran auténticos o solo un disfraz –de nuevo aquel descaro; Alma tuvo que admitir, en su fuero interno, que aquel chico le resultaba seductor.

La luna estaba llena, lo cual les dio material para unas cuantas bromas de lobos y algún que otro aullido guasón por parte del chico. Le contó que estaba formándose para convertirse en piloto de líneas aéreas y que le gustaba, como a ella, el rock duro; la chica le habló de su nueva vida en la universidad, relajada de nuevo tras el incidente con Shun. Parecía que la noche no iba tan mal, después de todo. Fue entonces cuando él se aproximó a ella y, mirándola con intensidad, sujetó su barbilla y la besó. Alma se quedó pasmada, pero no se retiró; sentía los labios, cálidos y húmedos, del hombre lobo, presionando los suyos de una forma muy agradable. El beso se prolongó y sus lenguas comenzaron a jugar hasta que sus colmillos postizos chocaron entre sí, haciéndoles reír.

-       Creo que deberíamos quitarnos las dentaduras, señora Lobo... –susurró él, con voz grave, acariciándole el cuello.

Aquella pausa devolvió a Alma de forma abrupta a la realidad. ¿Qué narices estaba haciendo? Tomó aire, buscando las palabras que necesitaba para no herir los sentimientos del chico.

-       Señor Lobo... verás... eres muy atractivo y, en otras circunstancias, ni me lo pensaría, pero ahora mismo no puedo. Me gusta otra persona... Lo siento.

El chico del pelo azul se separó ligeramente de ella y le rozó la mejilla con el dorso de la mano.

-       ¿Es por eso por lo que parecías tan triste en la cola del pasaje, lobita? – preguntó, en tono comprensivo.

Alma solo asintió.

-       Entiendo. Espero que, sea lo que sea lo que ha pasado, podáis arreglarlo. Pero, si te hace daño, cuenta conmigo para ocuparme de él –proclamó, blandiendo un puño con aire cómico. Ella sonrió-. Me gustaría seguir en contacto contigo, como amigos, ¿te parece? Y supongo que ahora sería un buen momento para acompañarte a encontrarte con los tuyos... –añadió, incorporándose y ofreciéndole la mano para ayudarla a levantarse.

El camino de vuelta resultó menos incómodo de lo que ella esperaba; él charlaba con normalidad, como si no hubiese pasado nada, disolviendo la posible tensión entre ambos. Cruzaron juntos la zona de baile hasta el centro en busca de sus respectivos grupos y allí, moviéndose al ritmo de la música, estaban Shun y los demás, con la chica rubia y varios compañeros de clase de los chicos. Alma sintió un pinchazo de tristeza en el pecho conforme se acercaban, pero se convirtió en pasmo al ver la eterna sonrisa de Shun:

-       ¡Hola, Ikki! Alma, ¿ya conoces a mi hermano?

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