Cap 18: Shun, la muñequita
- ¿Estás segura de que a tus abuelos no les importa que vaya? -volvió a preguntar Shun por enésima vez mientras intentaba encajar la mochila en el compartimento para el equipaje de mano.
- ¡Qué va! Para mi abuela, tú y tu hermano sois los hombres perfectos, de hecho, invitaros fue idea suya. Es una pena que Ikki no haya podido venir...
- Yo lo prefiero, así solo nos cortarán el rollo tus abuelos -dijo él, de buen humor, sentándose por fin.
Habían tenido la suerte de encontrar un billete a última hora en el mismo vuelo en el que Alma iba a volar a Madrid y, aunque a ambos les daba un poco de vergüenza dormir en casa de los abuelos de la chica, tenían demasiadas ganas de pasar tiempo juntos como para rechazar el ofrecimiento.
- Pienso llevarte a todas las "turistadas", así que prepárate para colgarte la cámara de fotos al cuello y actuar como un auténtico japonés loco... Vamos a comer bocadillos de calamares en el Brillante, ver el Museo del Prado, pasear por el Retiro y por el Campo del Moro... Todo lo de guiris, menos las Cuevas de Luis Candelas, que me dan grima los tunos -enumeró Alma, asustando con su entusiasmo a Shun, que ya se imaginaba atrapado en un tour interminable por el Madrid de los Austrias.
Miguel y Soledad les recogieron en el aeropuerto para llevarles a casa; realmente, estaban encantados con la visita de los chicos.
- Os hemos puesto juntos en tu dormitorio, Alma; total, ya nos imaginamos que no pensáis ser castos hasta el matrimonio como en nuestra época, que éramos bobos -dijo Soledad al abrir la puerta.
- ¡Abuela! ¡No digas esas cosas! ¡Qué vergüenza!
Alma cumplió su palabra y mostró a Shun lo más representativo de Madrid durante sus primeros días de vacaciones, pero a un ritmo bastante tranquilo de lo que él se temía. Tuvieron también ocasión de quedar con sus amigos, que acogieron a Shun con calidez y enseguida se rindieron a su encanto, aunque la comunicación en inglés se les hacía un poco complicada.
- ¡No podíais volveros a Japón sin enseñarle a Shun la famosa noche de Madrid! -gritaban sus amigos, intentando hacerse oír por encima de la música del pub.
- ¡No entiendo nada de lo que decís, pero vale! -respondía él, bailando sin parar.
El miércoles por la noche, los abuelos de Alma les avisaron de que tenían planes para ir al teatro y cenar con unos amigos, así que se quedarían solos en casa. En cuanto salieron por la puerta, ella se acercó a Shun y le abrazó, con coquetería.
- Chico guapo, hay una cosa que me gustaría hacer contigo, aprovechando que mis abuelos no están -le propuso.
- ¡Ya sabes que yo siempre estoy dispuesto! -respondió él, comenzando a quitarse la camiseta.
- No me refería a eso... Bueno, también, pero primero quería probar algo diferente.
- Lo que me pidas.
- Quiero que hoy tú seas mi muñequita -solicitó ella, con voz dulce. Él la miró, con una ceja levantada-. Quiero vestirte de mujer.
A Shun se le escapó una sonora carcajada.
- ¿En serio? Bueno, puede ser divertido- accedió.
- Y luego, haremos una tijera, como hacen las chicas -murmuró ella, besándole.
- No encuentro fallos en tu lógica.
Alma le sentó en la silla de escritorio y se colocó a horcajadas sobre él, acariciándole las mejillas con mimo.
- No mires hasta que estés listo... O lista -pidió, y sacó su bolsa de maquillaje-. Qué piel tan suave tienes, me encanta.
Quince minutos después, le ofreció un espejo, orgullosa de su obra, y Shun se sorprendió con el resultado. Realmente parecía una chica, y una bastante guapa, a decir verdad, con los ojos perfilados con un delineador castaño que aportaba a su mirada un aire felino, los labios pintados de rojo y las mejillas sonrosadas, en parte por el colorete y en parte por su propio pudor. Ladeó la cabeza para ver el peinado, dos trenzas que le daban un toque ingenuo, y bromeó:
- Oye, pues sí que me queda bien, igual tendría que ir así a clase algún día...
- Pues espera a verte vestida...
Le hizo quitarse la ropa y le tendió unas bragas tipo culotte de color negro. Él se las puso, obedientemente, y ella le soltó un azote.
- Vaya culito lindo tienes, guapa... -le ayudó a abrocharse el sujetador y le colocó unos rellenos en las copas -. No me digas que no eres un bombón -susurró, contorneando su cintura con los dedos.
Completaron el conjunto con unas medias hasta el muslo y un minivestido negro anudado al cuello que disimulaba la ligera prominencia de la nuez.
- Y ahora nos lo montamos, ¿no? -propuso él, abrazándola.
- Estás irresistible -le besó-, pero no. Ahora nos vamos a la calle.
- ¿Qué?
La Ochenta era un bar situado en el barrio de Lavapiés, agradablemente decorado, que los miércoles celebraba una noche solo para chicas. Shun se preocupó cuando Alma se lo explicó, pero ella le aseguró que nadie podría darse cuenta de que no era una mujer.
Encontraron un sitio libre para sentarse a tomar algo y ella se acercó a la barra a pedir las bebidas. No hacía ni tres minutos que se había quedado solo, cuando dos chicas se le acercaron, interpelándole en español:
- Hola, guapa, ¿qué tal? ¿De dónde eres?
Él se limitó a sonreír. "Hola" era prácticamente la única palabra que entendía.
- ¿Estás sola? Eres preciosa... -una de ellas se acercó para presentarse con dos besos en las mejillas, sin que él se resistiese, y la otra la imitó- Me llamo Ana y esta es mi amiga Elena.
- Hola, Ana y Elena -saludó Alma, que volvía con un refresco en cada mano-, esta es Shun y es mi novia, yo soy Alma. Shun no habla español, por eso no os contesta.
- Ah, no sabíamos que estabais juntas, perdonad -las chicas cambiaron de tema y charlaron durante unos minutos. Finalmente se fueron, dejándoles a solas.
- Alma, qué mal rato he pasado, ¿cómo me dejas aquí sin más? ¿Y si ven que soy un hombre y me echan? -la regañó él.
Ella le miró de arriba abajo, apreciando su andrógina belleza y sus preciosas piernas enfundadas en medias de rayas.
- Shun, eres lo más bonito de este bar, no podrían descubrirte a menos que te viesen desnudo -le respondió-. Oh, mira, aquí vienen mis amigas, estaba deseando que las conocieras...
Un grupo de cinco chicas se les acercaba, saludando con la mano. Cuando llegaron a su altura, comenzaron a repartir besos y Alma hizo las presentaciones, anunciando a Shun como su novia, lo cual provocó que una de ellas torciese un poco el gesto.
- Esa es Silvia, solíamos salir juntas cuando estábamos en el instituto -explicó Alma a Shun al oído, en japonés-. No le hagas demasiado caso... Te odia desde que te vio en Instagram por primera vez.
- ¿Y yo qué le he hecho?
- Según ella, quitarle a su chica -rio Alma.
- Entonces, sabe que soy un hombre...
- ¡Qué va! Puedes estar tranquilo, ni ella misma se aclara...
A pesar de su incomodidad inicial, Shun fue relajándose y, cuando quiso darse cuenta, estaba bailando con las amigas de Alma, disfrutando de la música y tratando de hacerse entender por signos o en inglés. Su novia se mantenía pendiente de él para asegurarse de que se sintiese a gusto, guiñándole el ojo y haciéndole gestos cariñosos.
- Joder, Alma, vaya cosita te has traído de Japón, esta niña no se salta el crossfit ni el domingo -especuló una de sus amigas, mirando fijamente los fibrosos brazos de Shun.
- Sí, Shun practica lucha grecorromana y patinaje -afirmó ella, sin parpadear, y tradujo enseguida la broma a su pareja, que se echó a reír y le pellizcó el trasero-, por eso tiene este cuerpo tan bonito.
- Muñequita, estoy muerto de ganas de liarme contigo -dijo él, con su mejor tono inocente-, creo que me pone esto de ser tu chica.
- Eso no es ningún problema -Alma le rodeó la cintura y comenzó a besarle sin preocuparse de las miradas ajenas.
- El problema es que me estoy empalmando y me preocupa que se me note con esta ropa -susurró él.
- Pues vámonos a casa -propuso ella, y se despidió de sus amigas.
Cuando estaban cerca de la puerta, Silvia les detuvo e intercambió algunas palabras con Alma en español, en un tono que Shun encontró bastante adusto.
- Silvia quería saber si voy en serio contigo o solo eres un entretenimiento para cuando estoy en Japón -explicó ella, al ser preguntada por Shun durante el trayecto en taxi.
- ¿Se supone que tuvisteis una relación?
- Bueno, no era nada serio, nos veíamos de vez en cuando... Y, como Kitty contigo, ella no termina de convencerse de que nunca más pasará nada entre nosotras.
- Yo soy más guapa, normal que me prefieras... -rio Shun, con los labios apoyados en su cuello.
Soledad y Miguel aún no habían vuelto del teatro, así que Alma cerró con llave la puerta del dormitorio antes de sentarse junto a Shun para besarle y acariciarle los pechos falsos por encima del vestido.
- Eres mi chica -le mordió el lóbulo de la oreja.
- Soy lo que tú quieras -respondió él, dócil, dejándose tocar.
Alma le recostó en la cama, se desabrochó las hebillas que sujetaban su falda y arrojó la ropa interior de ambos al suelo. Apoyada sobre él, le sostuvo una pierna en alto por el tobillo, frotando con suavidad su vulva sobre la durísima erección de él, sin permitirle penetrarla.
- Me encanta -dijo él, con los ojos cerrados-, no pares.
Ella estaba dispuesta a complacerle: continuó rozándole, mojando su miembro y haciéndole estremecerse, hasta que le notó al borde del orgasmo. Entonces, se detuvo y le ofreció una bolsa cuyo contenido dejó perplejo a Shun: un frasquito de lubricante y un pene de goma, rematado en su parte posterior por una protuberancia estriada con un pequeño hueco que alojaba una bala vibradora.
- No entiendo bien... -lo miró, intentando dilucidar cómo se usaba. Alma se lamió los labios y lo cogió:
- Mira, esto es para mí -explicó, introduciéndose en la vagina la parte estriada y exhibiéndose ante él. Shun abrió la boca en un gesto de sorpresa: ahora, el pene quedaba acoplado al cuerpo de la chica como si aquella gran erección fuese parte de ella; era un arnés, sin correas de ningún tipo, que se mantenía en su lugar por la presión que su propia musculatura pélvica ejercía-. Y esta... Esta es para ti -colocó la mano de Shun sobre él.
Él lo acarició con fascinación, presionando y moviéndolo para comprobar las sensaciones que provocaba en Alma. Ella le entregó el lubricante y él extendió una pequeña cantidad sobre el falo.
- Buena chica -dijo Alma-; vuelve a tumbarte y levanta las piernas -él, como hipnotizado, acató la orden.
Con delicadeza, comenzó a dilatarle, utilizando una mano y el lubricante. Al principio, la impresión era extraña para Shun, pero en cuanto se relajó, le pareció extremadamente placentero. Los dedos de Alma entraban y salían de su cuerpo, con paciencia, haciéndole gemir mientras le besaba el cuello.
- ¿Estás preparada? -preguntó, hundiendo los dedos hasta los nudillos.
- Creo que sí...
- Entonces, pídemelo.
- Alma... Por favor, fóllame.
Alma le quitó el vestido, le hizo ponerse a cuatro patas sobre la cama y después, con suavidad, posicionó el arnés, lo lubricó un poco más y presionó.
- Ah... Duele -se quejó él. Ella detuvo su avance, a la espera de una nueva indicación-. Vale... continúa.
El falo fue abriéndose camino dentro de Shun poco a poco, dándole tiempo para relajarse y habituarse. Alma se mantenía pendiente de sus reacciones, atenta a la tensión de sus músculos, progresando a la velocidad justa para que el placer superase al dolor en todo momento, hasta que sus cuerpos hicieron contacto.
- Ahora ya sabes lo que tú me haces sentir... -comenzó a moverse con lentitud, sujetándole por las caderas para ayudarse- Y se va a poner mejor -accionó la bala vibradora y se detuvo unos segundos para apreciar la sensación.
- ¡Joder! Es alucinante...
- Lo sé... -respondió ella, entrando y saliendo-, me moría por probar esto contigo...
Shun cerró los ojos y se dejó llevar: la combinación del vaivén, la vibración y su propia sensación de sumisión le volvía loco de una forma que jamás había vivido antes. Con los puños apretados y el vello de la nuca erizado, elevó el tono de sus gemidos, pidiendo más, y Alma se inclinó para poder masturbarle sin parar de sodomizarle, haciéndole echar la cabeza hacia atrás con un grito.
- ¿Te gusta como a mí? -preguntó ella- Estoy a punto...
Él asintió y ella incrementó la velocidad y la profundidad de sus movimientos, llegando al orgasmo apenas unos segundos antes de que él terminase también, entre jadeos. Intentando recuperar el aliento, se retiró y se dejó caer sobre el cuerpo de Shun, besándole los hombros.
- ¿Es mi impresión o el sexo juntos es cada vez mejor? -preguntó él, todavía inmóvil sobre la cama.
- Contigo todo es genial, siempre -murmuró ella, levantándose para quitarse el arnés.
- ¿Cómo se te ocurrió la idea de usar... esto?
- Pues... cuando lo hicimos el otro día, pensé que tú también deberías probarlo, así que busqué en internet para darte una sorpresa... Tenía un poco de miedo de que no te gustase, pero veo que los dos lo hemos disfrutado... -contestó desde el cuarto de baño, mientras lavaba y guardaba el juguete.
- Muchísimo, muñequita. Me encanta que hagamos cosas nuevas...
Alma se echó junto a él, tiró de la sábana para cubrir sus cuerpos y le abrazó. Desde que volvían a estar juntos, se sentía mejor que nunca. Cerró los ojos y se quedó dormida casi al instante.
Después de haber aprovechado al máximo aquel verano que parecía interminable, las vacaciones tocaban a su fin y Alma y Shun debían volver a Japón y prepararse para el inicio del segundo semestre. Reservaron su último día en Madrid para dar un paseo por el parque del Oeste y la Rosaleda, aunque aquella época del año no era la mejor para observar las rosas en todo su esplendor, y encontraron una pequeña tienda de artesanía cerca de la calle Princesa donde compraron un detalle para Ikki, para cuyo cumpleaños faltaba un par de días.
- Y el día 21 es el tuyo... Será la primera vez que celebremos nuestros cumpleaños juntos -recordó Shun.
- Es verdad, podríamos invitar a todos a cenar a la vuelta...
- Sí, pero paso de cocinar, mejor lo encargamos, muñequita. Y mañana, durante el vuelo, deberíamos probar el baño del avión...
- Lo tuyo es increíble, Shun, con esa cara de niño bueno y eres todo un pervertido -bromeó ella, besándole el lóbulo de la oreja.
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