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Cap 17: ¿Me la enseñas?

- Oye, Shun...

- Dime, muñequita.

"Blade Runner 2049" no parecía captar la atención de Alma, que cambiaba de postura constantemente en el sofá como si pretendiese que a su novio le naciese un tercer hombro en el que apoyarse.

- Quería pedirte una cosa, pero me da vergüenza...

- ¿En serio te da vergüenza hablar de algo conmigo? ¿Tengo que recordarte las cosas que hemos hecho? -repuso él.

- Ya... Tienes razón... Yo... Quería que me enseñes cómo es...

- ¿Cómo es qué?

- Ehm...

- Alma, arranca ya...

- Querría ver tu armadura.

- ¿En serio? ¿Eso es todo? -ella asintió, mirando al suelo para disimular su azoramiento- ¡Qué decepción! Pensé que ibas a pedirme que hiciésemos alguna cosa rara en la cama. Anda, ven conmigo.

En el dormitorio, Shun abrió el armario y sacó una extraña caja de metal con todos sus laterales labrados. Alma la miró boquiabierta.

- Llevémosla al salón, es mejor tener algo de espacio para abrirla... -propuso él, cargándola como si fuese una pluma.

Tras apartar el kotatsu y las sillas, dejó la caja en el centro de la estancia, indicó a la chica que se alejase con un gesto y se agachó para tirar de una cadena situada en el centro de uno de los lados. Al instante, la caja se abrió y el ruido sordo de sus paredes al entrar en contacto con el suelo hizo a Alma saltar del susto.

- Bonita, ¿eh? -dijo Shun, acariciando la silueta vagamente humana que formaban las piezas de la armadura- Cuando no está en uso, su forma recuerda a mi constelación guardiana, Andrómeda.

Alma se acercó un par de pasos, observando el brillante metal rosado con la misma expresión que si hubiese visto un alienígena. Él le sonrió:

- Estás alucinando, Almita. Tendrías que verte la cara... ¡Espera, eso tiene arreglo! -sacó el móvil del pantalón y se hizo una foto con ella para inmortalizar el momento. Ella intentó hablar:

- Shun... ¿Te la pondrías? Por favor...

- Bueno, en teoría no debo hacerlo salvo para proteger a Atenea, pero tampoco creo que pase nada... Eso sí, ve a un rincón porque esto se va a poner raro -le advirtió.

- ¿Que se va a...?

Entendió enseguida a qué se refería Shun: igual que si hubiese una atracción magnética entre él y la armadura, esta comenzó a moverse, como dotada de voluntad propia, posicionándose sobre su cuerpo pieza por pieza hasta que la caja quedó completamente vacía. Alma se llevó las manos a la cabeza, pasmada.

- Shun, es increíble... Me encanta... Estás súper sexy...

Él sonrió, un poco sonrojado al mostrarse ante ella con su apariencia de caballero.

- ¿De verdad no recuerdas haber visto el torneo galáctico, Almita? Debías de tener diez u once años por entonces...

- Mi madre no habría aprobado tanta violencia -repuso ella, acercándose despacio- ¿Puedo tocar?

- Claro, si tú quieres.

Ella se detuvo a su lado y pasó la palma por el peto, mirándolo fascinada. Le rodeó para observar la espalda y las hombreras.

- ¿Pesa mucho? -inquirió.

- Un poquito, todo es cuestión de acostumbrarse.

- Pero me has contado que no te impedía correr o atacar...

- Tampoco tenía opción -se rio él-. Toma, mira a ver si pesa o no - ofreció, quitándose una hombrera.

La chica sopesó la pieza de metal, con cuidado. Resultaba relativamente ligera para su tamaño, pero imaginó que la masa total del conjunto sería suficiente como para casi inmovilizar a alguien que no estuviese entrenado para usarlo.

- La verdad es que estás guapísimo así... Aunque admito que el momento de ver cómo te la ponías ha sido un poco "Sailor Shun"... -bromeó.

- No te pases, muñequita, que voy armado -replicó él con seriedad fingida, haciendo sonar la cadena.

- Solo digo que me siento como Pepper, quizá debería empezar a llamarte "Ironshun".

- Te estoy avisando por segunda vez, que te embalas... -dijo el chico, y la agarró por la cintura.

- Vale, creo que el cosplay de Robocop se te ha ido un poco de las manos... -le provocó ella, intentando no reírse.

- ... y tercer aviso -la besó.

Shun se sentía un poco extraño con la armadura puesta ante Alma; era como si su pasado y su presente se fusionasen de un modo que no se había imaginado nunca, pero le encantaba la reacción de su novia, cuyo pulso acelerado demostraba el morbo que le producía la situación.

- Me da la impresión de que te gustan los uniformes... -dijo al separarse para coger aire.

- Tú me gustas de cualquier manera, Andrómeda -respondió ella, acariciándole entre las piernas-. ¿Aquí no llevas protección?

- Ah, ¿ahora me llamas Andrómeda? -la hizo tumbarse sobre el sofá y se inclinó sobre ella para seguir besándola- Está claro que esta noche quieres saber qué se siente al hacerlo con un caballero... De acuerdo, tú te lo has buscado -ella soltó una risita nerviosa.

Le quitó las bragas y las arrojó a la otra punta de la sala, se incorporó y agitó un poco la cadena con ambas manos. Inmediatamente, el metal comenzó a moverse, avanzando hacia Alma, que lo miró sobresaltada.

- ¡Shun! ¿Qué es eso?

- ¿Shun? ¿Quién es Shun?

- Andrómeda...

- Tranquila, Almita, todo está bajo control... Incluida tú -afirmó él, con una sonrisa malvada, mientras los eslabones se enroscaban en torno a las muñecas y los tobillos de la chica, inmovilizándola-. ¡Qué suerte que hayas venido con falda! -dijo, haciendo que una vuelta de cadena le pasara entre las piernas.

Con lentitud, fue deshaciéndose de la armadura, disfrutando de la intranquilidad y excitación crecientes de Alma, que se retorcía al notar el metal frío sobre su piel.

- No te muevas demasiado, podrías recibir una descarga eléctrica... -dejó caer.

- ¡¿Qué?!

- Si te portas bien, no te pasará nada -dijo, ya desnudo, acomodándose junto a la cabeza de la chica-. Ahora abre la boquita y hazme disfrutar...

Ella entró al juego y, obediente, se aplicó a dar placer al chico, que jadeaba y la agarraba del pelo para marcarle el ritmo, cómodo en su papel dominante, mientras le introducía un dedo en la vagina una y otra vez, sacándolo mojado hasta el nudillo.

- Sí que te gusta esto... Mira cómo estás -le dio el dedo a lamer y ella lo hizo, mirándole a la cara. Él introdujo un segundo dedo entre sus piernas y continuó masturbándola, disfrutando de la visión de sus caderas, que se elevaban rítmicamente buscando su mano-. No te he dicho que pares de chupar -añadió, volviendo a acercarle su erección a la boca-. Vas a necesitar mojarlo bien para lo que voy a hacerte ahora...

Ella abrió los ojos, con expresión inquisitiva, pero él se limitó a sonreír enigmáticamente e incrementar la velocidad con la que le penetraba la boca. Cuando sintió que casi no podría aguantar más, se situó entre las piernas de la chica y rozó su abertura vaginal con la punta de su miembro, hasta empaparlo con la humedad de ella.

- Shun, por favor... -ella se retorcía, suplicante.

- ¿Cómo me has llamado? -la reprendió.

- Andrómeda... Por favor... Fóllame... -pidió, entre jadeos.

Él se reclinó sobre ella y la cadena le separó las piernas todavía más, arrancándole un gemido.

- Claro que voy a follarte, pero por detrás -susurró, mientras con la mano desplazaba su miembro hacia abajo-, ¿crees que podrás aguantarlo?

Ella asintió y trató de relajarse para colaborar. Él presionó con cuidado, notando cómo aquella segunda entrada, cálida y estrecha, cedía poco a poco ante su invasión. Se besaron con lascivia, al tiempo que empujaba algo más, hasta introducir el glande por completo, y se detuvo para dar tiempo a Alma a habituarse, aunque su propio cuerpo le pedía metérsela entera de una embestida.

- ¿Estás bien, muñequita?

- Sí, es raro, pero me gusta...

- En ese caso, seguimos -propuso él, apretándose más contra la chica encadenada.

Continuó avanzando poco a poco, pendiente de las reacciones de Alma, que gemía, con las mejillas como brasas y los ojos entornados, hasta que sus pelvis quedaron pegadas.

- ¿Quieres que me mueva?

- Sí...

Shun comenzó un vaivén lento y profundo, buscando el placer de ambos y gozando de aquella sensación nueva, pero era consciente de que estaba tan excitado que no tardaría en llegar al orgasmo. Ella gemía cada vez que la penetraba, arqueándose contra él y tirando de las cadenas para intentar reducir la distancia entre ambos.

- Voy a correrme y lo voy a hacer dentro – comunicó él, con tono autoritario.

- Lo que quiera mi señor Andrómeda -aceptó ella, sumisa, siguiéndole la corriente.

Él no pudo aguantar más y explotó en de ella, jadeando con fuerza. Cuando se retiró, observó con expresión perversa cómo aquel pequeño orificio rebosaba líquido.

- Te has portado muy bien, así que ahora tu señor Andrómeda será generoso contigo -le dijo riendo, todavía en el juego, tensando apenas unos centímetros más la cadena. Sin esperar respuesta, volvió a introducirle dos dedos en la vagina y comenzó a pasarle la lengua por el clítoris en busca de la cadencia que la volvería loca.

Ella elevó la cadera y suspiró, en un intento de obtener más roce, pero el metal restringía sus movimientos. Él se detuvo para explicarle:

- Cuanto más te muevas, menos lo haré yo, así que intenta estarte quietecita.

- Me estás torturando... ¿Por qué...?

- Querías verme con la armadura y me he puesto guerrero- se burló él, volviendo a la carga hasta que la hizo temblar.

La inmovilización forzosa resultó un aliciente más excitante de lo esperado para Alma, que sintió aquel orgasmo de forma diferente a todos los anteriores, tanto por su intensidad como por su duración. Shun esperó a que terminase, sin dejar de procurarle placer, y solo entonces hizo que la cadena se retirase y la cobijó entre sus brazos, besándole el pelo y las mejillas con su habitual ternura.

- ¿Estás bien? Deja que te vea las muñecas -le tomó las manos en busca de posibles marcas provocadas por los eslabones.

- Estoy perfectamente... Ha sido alucinante -respondió ella, acurrucándose en su pecho-. Creo que esa fachada de chico dulce ha hecho que me pilles con la guardia baja cuando te has puesto duro.

- Sí, es mi maniobra estándar de despiste -bromeó él-. Lo malo es que me está entrando sueño y me da pereza levantarme...

- En dos minutos nos vamos a la cama, ¿vale? -murmuró Alma, y cerró los ojos.

- Sí... en dos... minutos.

Los dos minutos se convirtieron en dos horas de sueño. Alma despertó sobresaltada al oír abrirse la puerta principal, arrastró a Shun por el brazo y consiguió llegar al dormitorio antes de que Ikki les sorprendiese desnudos en el sofá. Cerraron la puerta a tiempo de oírle gritar:

- ¡Shun! ¿Puedes explicarme qué hacen tu armadura y toda vuestra ropa tiradas por el suelo del salón?

Gracias por seguir la historia; si te han gustado estos capítulos, no te olvides de dejar una estrellita y todos los comentarios que quieras. Te recuerdo que a Shun y a Alma les queda mucho verano por delante ahora que por fin han vuelto y que hay una boda pendiente y estoy segura de que te va a gustar... ¡Nos vemos en la próxima actualización!

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