Las vacaciones en Borneo fueron no solo el comienzo de la reconciliación de Shun y Alma, sino también una oportunidad para ella de comprender su propio pasado y el de sus amigos. Además de interminables jornadas de sol, arena y snorkel, hubo tiempo para explicarle la historia de los caballeros y qué se esperaba de ellos en un hipotético conflicto futuro, que Saori se apresuró a desmentir, asegurando que no quedaban enemigos con quienes no se hubiesen partido ya las caras.

Alma estaba todavía un poco desconcertada ante el descubrimiento de que el chico del que se había enamorado y todos sus amigos tenían capacidades tan especiales; tampoco terminaba de asumir que su padre les hubiese ocultado aquella realidad a ella y a su madre, pero ahora comprendía por qué las envió a Madrid con tanta prisa y sus escasas noticias desde entonces hasta su muerte. Aquello le hacía sentirse en paz con él y, en cierto modo, con lo ocurrido con Shun.

Sin embargo, la semana avanzaba y al día siguiente debían regresar cada uno a su lugar de residencia: Seika, a Italia, donde estaba trabajando como restauradora; Shunrei, a China, y los demás a Japón. Se respiraba una cierta nostalgia anticipada en el ambiente y ninguno quería que aquellas vacaciones terminasen, así que el último día aprovecharon para disfrutar del "Coral Flyer", una gran tirolina que unía las islas de Sapi y Gaya, y que hizo que los gritos de entusiasmo de Seika, Seiya e Ikki se oyesen hasta en México. Pasaron el resto de la jornada en la playa, apurando las horas de sol y descanso antes de retirarse a preparar sus equipajes.

Al atardecer, salieron a cenar pescado fresco junto al mar. Entre risas y bromas, repasaron las anécdotas de la semana hasta que Shunrei pidió la palabra. Cuando se aseguró de tener la atención de todos, incluido Seiya, que estaba mirando ensimismado a Saori, comenzó a hablar:

- En primer lugar, me gustaría agradecer a Saori su generosidad, no solo en esta ocasión, sino a lo largo de los últimos años -la aludida se sonrojó y cruzó las manos sobre el regazo, mientras todos la aplaudían-; quería también daros las gracias a vosotros, chicos, por cuidar de Shiryu en la universidad y obligarle a salir para que no se convierta en un abuelete aburrido antes de tiempo -Shiryu le hizo burla-, y por último, quería invitaros a nuestra boda.

- ¿Boda?

- ¿Cómo has dicho?

- Espera, ¿qué? -Ikki, que estaba balanceándose sobre las patas traseras de su silla, casi cayó al suelo.

- Llevamos toda la vida juntos, no queremos esperar a terminar la universidad. Lo formalizaremos en cuanto podamos en el consulado chino en Tokio -aportó Shiryu, acariciando las manos de su novia.

- ¡Es genial! ¡Podríamos celebrar una fiesta en la mansión! -se animó Saori.

- ¡Y en Tokio hay mil cosas que hacer! -exclamó Seika, buscando mentalmente planes divertidos.

- Y Alma cogerá el ramo y ella y Shun serán los siguientes -bromeó Seiya, mientras Shun le mostraba el dedo corazón y la lengua.

- Bueno, hemos pensado en una ceremonia pequeña, solo los presentes. Al final, no es que tengamos familia... O confianza con nuestros compañeros de clase como para invitarles... - dijo Shiryu.

- Así que, cuando los trámites estén listos y nos asignen una fecha, os la comunicaremos -concluyó Shunrei, sonriente.

A la mañana siguiente, mientras tomaba asiento en el avión de Saori, Alma no pudo evitar sonreír al pensar cuán diferentes eran sus sensaciones cuando entró en aquel mismo lugar una semana antes. Shun se acomodó a su lado, pero esta vez sacó sus auriculares, le colocó uno a ella y buscó entre sus listas de reproducción.

- No pienso dejarte en paz en todo el viaje. Cuando bajes de aquí, nos gustará la misma música -se echó a reír.

- Dame solo un segundo mientras busco un paracaídas para huir... -le pinchó ella, riendo también.