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Cap 16 pt 2: El secreto de Saori

Nota de la autora: todas las fotografías que acompañan el relato de las vacaciones en Borneo son reales y su autora es (arroba)SuCarbajales. Podéis encontrarla en Instagram y twitter para morir de envidia con sus maravillosos viajes.

- Os recomiendo que desayunéis fuerte, hoy vamos a una isla desierta -Seiya, poniendo en práctica su propio consejo, se llenó el plato de fruta y huevos revueltos.

- Mira que eres exagerado, Seiya -le reprendió Hyoga-, solo piensas en comer.

- Dijo el que suplicó de rodillas por un trozo de turrón -se burló el castaño, recordándole aquel vergonzoso momento de su cumpleaños y haciendo reír a todos.

- ¿Que Hyoga hizo qué? ¡Necesito más información! -se alborotó Seika.

- No te preocupes, tengo las fotos por aquí... -dijo su hermano, buscando en el móvil las pruebas de la humillación de su amigo.

Con las mochilas preparadas y las tiendas de campaña al hombro, fueron al encuentro de Tatsumi, que les llevó hasta el transporte que les dejaría en Sulug; como bien había dicho Seiya, en esa pequeña isla no había hoteles, restaurantes ni viviendas, así que el plan consistía en acampar, pasar el día, dormir en la playa y volver a la mañana siguiente a Kota Kinabalu.

Bajaron de la pequeña embarcación y buscaron un lugar adecuado para establecer su campamento, lo suficientemente alejado de la orilla como para no preocuparse de las mareas. Saori estaba emocionada:

- ¿Sabéis que Tatsumi no quería dejarme venir? Tenía un disgusto tremendo pensando que podrían secuestrarme -reía imitando los gestos dramáticos de su empleado.

- No es tan descabellado, tienes antecedentes de ser fácil de secuestrar -se burló Hyoga.

- Y nosotros estamos de vacaciones, no cuentes con que te ayudemos -añadió Shiryu, concentrado en montar con Shunrei la tienda de campaña que compartirían.

En cuarenta minutos, tuvieron listos seis refugios y comenzaron a hablar acerca de cómo se repartirían para dormir.

- Yo pienso pasar la noche al aire libre -afirmó Ikki.

- Tú te crees que eres Bear Grylls y ya verás cuando los mosquitos hagan una barbacoa con tus pantorrillas -le espetó Seika.

- Bueno, en ese caso puedo dormir contigo -replicó él, sonriendo.

- En tus sueños; yo protejo a Saori, ya que vosotros estáis fuera de servicio -rio ella.

- ¡Gracias, Seika! -la chica del pelo violeta dejó de inflar su colchoneta en forma de unicornio por un momento para lanzar un beso a su amiga.

- Alma duerme conmigo -afirmó Shun.

- Al menos la tienda de campaña no chirriará como tu cama... -dijo Hyoga.

- ¡Vaya, no podrás pegar ojo pensando en si lo estamos haciendo o no! -se la devolvió Shun.

- No te preocupes, Hyoga, todos seremos discretos -Shunrei le sacó la lengua con picardía.

El paisaje era idílico: el agua estaba cristalina y la exuberante vegetación de la isla les invitaba a pasear por ella sin preocupaciones. En torno al mediodía, se dieron un baño en el mar y después se reunieron junto a las tiendas para comer algo de fruta, unos sándwiches y frutos secos.

- Ya podría el viejo Mitsumasa habernos enviado a entrenar a sitios así de chulos -bromeó Seiya.

- ¡Pero si a ti te tocó en Grecia! ¡Estabas como querías! -le dijo Ikki.

- Buah, ya vamos a empezar con las batallitas de la Isla de la Reina de la Muerte -se quejó el castaño, tapándose los oídos.

- ¡No hay quien os aguante! -les soltó Shiryu, acertándoles a cada uno con un pedazo de fruta en un ojo y ocultándose detrás de Hyoga para esquivar los proyectiles de los otros dos.

- Muñequita, es nuestro momento -murmuró Shun en el oído de su chica.

Con una sonrisa incitadora, extendió el brazo hacia ella para ayudarla a incorporarse. Sin prestar atención a los demás, cogieron sus mochilas y se adentraron en la espesura, aspirando la brisa perfumada del mar. Caminaron hasta llegar a un claro entre las plantas, cerca de la orilla, en el cual Shun desenrolló una esterilla a la sombra de un gran árbol e invitó a Alma a sentarse. Los rayos de sol bailaban entre las hojas, dibujando luces y sombras sobre la piel de los dos jóvenes, que se miraban completamente absortos.

Ella le apartó el cabello de la cara y le besó con zalamería.

- ¿Te he dicho alguna vez lo guapísimo que me pareces?

- No desde hace un rato, pero soy todo oídos -respondió él, mordisqueándole la barbilla.

- Eres el hombre más atractivo del mundo, es un hecho probado -susurró ella, y se colocó a horcajadas sobre él a la vez que se deshacía de su ligero vestido veraniego para quedarse tan solo con el bikini-. Quiero hacerlo contigo, lo necesito... Ahora.

Como si hubiese estado esperando esas palabras durante años, Shun le deslizó los dedos bajo la parte trasera del bikini, apretándole los glúteos con fuerza y arrancándole un jadeo. La miró, con las pupilas dilatadas:

- Yo también lo necesito, ¿lo notas? -ella asintió, con los labios entreabiertos, consciente de la reacción instantánea que había provocado en el chico.

Él se impulsó hacia delante, hasta quedar recostado sobre ella, y le agarró las muñecas por encima de la cabeza con una sola mano, apenas rozándola con la boca desde la sien al cuello.

- Quiero devorarte.

Bajó un poco más y, valiéndose de los dientes, le apartó el top de triángulo lo suficiente para liberar sus pechos. Manteniéndola sujeta, comenzó a besarle los hombros, las clavículas, el pecho y finalmente los pezones, excitándose cada vez más con el sonido de sus gemidos y con el movimiento de sus caderas, que buscaban rozarse con él. Mordió uno y otro, primero con suavidad, con más fuerza después, como si quisiera encontrar su umbral del dolor, hasta obligarla a gritar de placer. Solo entonces continuó su camino descendente para besarle el monte de venus por encima de la delgada tela del bikini.

- Shun... Por favor...

Él no contestó. Deshizo los lazos que mantenían en su sitio la minúscula braga y, a continuación, usando ambas manos, le separó las rodillas, le pasó la lengua de abajo arriba, saboreándola y, por fin, aplicó la boca entre sus piernas. Ella tensó la pelvis hacia él como si aquel contacto la sorprendiera y, gimiendo incontrolablemente, hundió una mano entre el cabello del chico y se cubrió la boca con la otra.

- No va a oírnos nadie. Gime para mí -dijo él, destapándole la boca.

Alma se irguió un poco y se encontró con aquellos ojos aguamarina escrutándola, sentía los labios de Shun encajando a la perfección con cada relieve de su vulva y su lengua conduciéndola sin remedio al orgasmo con una habilidad que en esos momentos le parecía pura magia; con un suspiro, echó la cabeza hacia atrás y se dejó arrastrar por aquella espiral, gritando sin reprimirse e intentando articular una frase completa:

- Shun... Métemela ya... Ahora que todavía...

- ¿Ahora que todavía tiemblas de gusto? -preguntó él, orgulloso de sí mismo, y rasgó el pequeño envoltorio de un preservativo antes de quitarse el traje de baño y volver a colocarse entre sus piernas.

Cuando la penetró, entendió el motivo de la petición de Alma: era como nadar en una tempestad; ella palpitaba y se estremecía con cada una de sus estocadas, como un mar embravecido, sumergida aún en las profundidades de su propio orgasmo, con las mejillas arrebatadas y la boca entreabierta en aquel gesto de sufrimiento y goce que él le había provocado. Le rodeaba con las piernas, los ojos entornados, las uñas clavadas en sus tríceps, dejando que su piel hablase por ella.

- Voy a correrme... -anunció Shun, al cabo de unos minutos. Ella asintió con la cabeza, llevó las manos a sus glúteos y se arqueó contra él, forzando el roce de sus cuerpos hasta que estalló en un segundo clímax, a la vez que él se vaciaba besándola y dejando a ambos sin aliento.

Tras descansar un momento sobre ella, se quitó el preservativo y se hizo a un lado para abrazarla. Alma, aún un poco agitada, sonrió:

- ¿De dónde lo has sacado?

- Pues la verdad es que se lo he robado a mi hermano; yo no he traído... No contaba con acostarme con nadie en estas vacaciones. Soy tuyo y solo tuyo, muñequita -respondió, besándola.

- Pues ha sido fabuloso, será por la abstinencia de estos meses, pero qué locura...

El sol comenzaba a descender sobre la línea del horizonte y, después de descansar un rato disfrutando de la brisa sobre sus cuerpos desnudos, Alma recordó que los demás estarían echándoles en falta.

- ¿Nos damos un baño antes de volver? Hueles a feromonas... -comentó en voz baja, aspirando el aroma del cuello de Shun.

- Qué remedio, tampoco es plan de ir emitiendo señales sexuales por ahí...

- ¡A ver si me atrapas! -gritó ella, levantándose y corriendo hacia la orilla, seguida de cerca por él.

Llegaron junto al grupo a tiempo para participar en la pelea acuática que habían organizado sus amigos: Saori, a hombros de Seiya, luchaba denodadamente contra Seika, subida sobre Hyoga, mientras los demás las jaleaban al grito de "¡chica a remojo!". Ikki, que ejercía de árbitro, les saludó desde el agua:

- ¡Ya era hora! ¿Has hecho un hombre de mi hermanito? Ahora os toca a vosotros dos contra Shiryu y Shunrei, así que id preparándoos... Si es que os quedan energías...

El resto de la tarde transcurrió entre combates y partidas de palas hasta que se puso el sol; entonces, comenzaron a revisar las tiendas para pasar la noche y a preparar la cena. Alma estaba colgando los trajes de baño de una rama para que terminasen de secarse, cuando Ikki se le acercó:

- Oye, Alma, quería darte las gracias... -comenzó, algo avergonzado.

- ¿Por qué? -ella se giró, sorprendida, con un top de bikini chorreando entre las manos.

- Por arreglar las cosas con mi hermano. No sé si te lo habrá contado, pero estos meses lo pasó fatal. Está realmente enamorado de ti -dijo el mayor.

- Es mutuo, Ikki. Shun es muy importante para mí y pienso cuidarle muy bien -sonrió ella.

- Tienes que entender... Shun es lo único que tengo, si le ocurriese algo, yo... -apartó los ojos.

- Eh... Tranquilo... Ya lo sé. No pienso interponerme entre Shun y tú, ni hacerle daño de ninguna manera -dejó el bikini y le pasó el brazo por el hombro.

- Sé que tú también has sufrido; para él no fue fácil tomar aquella decisión. Supongo que, de haber sabido que eras la hija de Takahashi, todo habría sido diferente...

- Lo importante es que lo hemos arreglado y estamos bien. No te preocupes de nada -dijo ella, dándole un abrazo.

- Bueno, voy con los demás; no quiero arruinar mi reputación de tipo duro... Cuñada -sonrió y se dio media vuelta.

Alma le miró alejarse; realmente, debía de ser muy agradable tener un hermano mayor como Ikki, siempre alerta ante cualquier cosa que pudiese lastimar a Shun.

Reunidos en torno a la cena, era solo cuestión de tiempo que alguien sugiriese contar historias de terror; con lo que no contaban era con que fuese idea de Shunrei. Y no solo eso, además era una gran narradora que les tuvo a todos en vilo: Alma juraría que había visto a Shiryu mirar un par de veces por encima del hombro en dirección a la espesura. La velada avanzó de esta forma hasta que, poco a poco, el sueño fue ganándoles la batalla uno por uno. Alma y Shun iban a retirarse a su tienda, pero a última hora él cambió de dirección y la guio de la mano hacia un rincón apartado en la orilla con una sonrisa pícara.

Se tumbaron en silencio sobre la arena, contemplando la belleza sobrecogedora del cielo, mientras ella jugaba con sus dedos en el abdomen de él.

- ¿No tienes un poco de miedo después de las historias de Shunrei?

- Más bien tengo un poco de calor, ¿vamos al agua? ¿O te preocupa que te ataque un tiburón fantasma? -propuso él, incorporándose y quitándose la camiseta.

Alma le miró y se mordió el labio; realmente, era como si una escultura clásica hubiese cobrado vida ante ella. Él terminó de desnudarse y en dos zancadas estuvo metido en el agua hasta la cintura.

- Te brilla el trasero a la luz de la luna -se burló ella cuando le alcanzó.

- Y a ti las tetas... -respondió él, agarrándole un tobillo para hacerla caer al agua.

- ¡Pero oye! - se incorporó y le salpicó, intentando defenderse, pero él era más rápido: la cogió por detrás de las rodillas y volvió a tirarla, riéndose como un crío.

- ¡Shun! ¡Para ya! -esta vez, no le dio ni tiempo a levantarse, la agarró como un saco de patatas y la arrojó de nuevo- ¡Te vas a enterar!

- ¿De qué me voy a enterar? -la apretó contra él y la besó- ¿De que estás loca por mí? Siento decirte que eso ya fue trending topic...

Volvieron a besarse, completamente empapados, entre risas, hasta que ella se cobró su venganza empujándole y sentándose sobre él, con el agua casi hasta el cuello. Arrastrados por las olas, llegaron a la orilla, donde siguieron acariciándose hasta que él fue a buscar otro preservativo en la mochila.

- Ikki te va a matar, como le hagan falta y no tenga...

- Ya, bueno, pues se los robaré a Shiryu -respondió él, con una risita.

- También podríamos comprarlos -sugirió ella, colocándole la protección antes de acuclillarse sobre él.

- Es mucho menos divertido, pero lo pensaré -dijo él, con la voz enronquecida, empujándola de las caderas para ayudarla a ensartarse y dejándose caer sobre la arena.

Comenzaban a tener sueño, así que caminaron de vuelta al campamento, intentando no hacer ruido para no despertar a sus amigos. Estaban a punto de llegar a su tienda, cuando Shun se detuvo de repente, señalando una silueta extraña junto a un árbol.

- Almita, ¿tú crees que esos son...? -apuntó a la pareja que se estaba besando apasionadamente en la penumbra, medio ocultos por la maleza.

- ¡Seiya y Saori! -respondió ella, cubriéndose la boca en un gesto de asombro. Él tenía la espalda apoyada en el tronco del árbol y ella, sentada entre sus piernas, le rodeaba el cuello con los brazos- ¿Desde cuándo son pareja?

- Pues, en los sueños de Seiya, desde siempre. Pero todos creíamos que ella le tenía en la "friendzone"... Veo que al final ha seguido mi consejo -se apartó el flequillo de la cara, con una sonrisa.

- Vámonos, no sea que nos vean -murmuró Alma-; ahora me explicas esa historia.

- Y antes tendremos otro orgasmo -repuso Shun-, para dormir como angelitos.

Pero no pudo cumplir su propósito: en cuanto se acomodaron en la tienda, cerró los ojos y cayó rendido, relajado al notar la presencia de Alma a su lado.

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