Cap 16 pt 1: Montando en plátano
Shun despertó con un apetito feroz después de haber dormido mejor de lo que recordaba haberlo hecho en meses, y sabía exactamente a qué se debía. Se desperezó sonriendo y se asomó a la ventana para admirar el amanecer sobre el mar; aún tenía tiempo de darse una ducha antes de bajar a desayunar a la hora acordada, así que aprovechó que Ikki continuaba dormido para usar el baño.
El comedor del hotel no era demasiado grande, pero disponía de un buffet muy bien surtido para el desayuno. Al ser los primeros en bajar, los dos hermanos buscaron una mesa amplia y esperaron a los demás, que no tardaron en llegar. Shun miró a Alma, vestida con unos shorts vaqueros y una camiseta de tirantes, sintiéndose reconciliado con el mundo cuando ella le sonrió con aquel gesto inocente que él tanto había añorado.
- Buenos días, chico guapo –saludó, yendo directa hacia él y besándole en los labios.
- ¡Uuuuh! ¿Pero qué es esto? ¿Nos hemos perdido algo? –preguntó Seiya.
- Nada; simplemente, estamos juntos –respondió Shun, enrojeciendo.
- Me alegro por vosotros, chicos; creo que cada uno sois justo lo que el otro necesita –les felicitó Saori.
Probaron las frutas autóctonas y la variedad de bollería que ofrecía el hotel mientras acordaban el plan del día: Seika, Ikki y Hyoga querían hacer snorkel, así que decidieron ir a la isla de Sapi, acompañados por el guía local que Saori había contratado para ayudarles con la gestión de las actividades.
Después de desayunar, prepararon las mochilas con los trajes de baño, el protector solar y el repelente de mosquitos y subieron al minibús que les llevaría a la terminal de ferry "Jesselton Point". Todos estaban eufóricos, riendo y bromeando sin parar; recordando la conversación con Saori en el avión, Alma se dio cuenta de que, en el fondo, esos chicos solo se tenían unos a otros, por más que fuesen héroes. Ellos mismos eran lo más parecido a una familia que jamás habían conocido. Shun la tomó de la mano para hacerla sentar junto a él en el ferry, devolviéndola a la realidad.
- Aparte de snorkel, podemos montar en plátano –propuso, risueño.
- ¡Diablos, caballero! ¡No seas cochino! -le regañó ella, fingiendo escandalizarse.
- ¡En serio! Lo llaman "banana boat ride", te montas en un hinchable alargado y una lancha lo lleva por el agua... La gracia es aguantar el paseo sin caerte –explicó él.
Seika, que les había oído, enseguida estuvo de acuerdo en que esa fuese su siguiente actividad, pero las demás no parecían muy convencidas.
- Creo que yo prefiero tomar el sol mientras perdéis vuestras extremidades en el mar... –avanzó Saori, secundada por Shunrei.
- No seáis aburridas, eso podéis hacerlo en casa –cuestionó Hyoga.
- ¿Y te crees que eso del plátano no puedes hacerlo en Japón?
En Sapi, su guía les facilitó los chalecos y los materiales necesarios para hacer snorkel, además de traducirles las instrucciones del monitor: no pisar el coral, no tocar la vegetación ni los peces, no alimentar a ningún animal... Pronto, todos estuvieron listos para admirar los corales y la exuberante fauna de la isla, liderados por Ikki, que parecía haber esperado ese momento toda su vida. Alma y Shun, de la mano, se señalaban uno al otro los descubrimientos más interesantes, fascinados por la viveza de los colores de aquellos pequeños habitantes marinos.
- ¡Ouch! –dijo Shiryu- Esos peces negros han intentado devorarme...
- Yo también les gusto –rio Shunrei-, pican con ganas...
- ¡A mí también me han mordido! ¿Serán peligrosos? –preguntó Saori al guía, que negó con la cabeza y les explicó que tan solo eran más valientes que el resto a la hora de acercarse a los turistas.
Después de observar los peces durante un buen rato, el guía les indicó que ahora dispondrían de tiempo libre hasta la hora de comer y les acompañó hasta una zona de la playa donde podrían bañarse y descansar.
- ¿Y subir al plátano? –propuso Seika, poniendo voz al deseo de casi todos los demás.
- ¡Por supuesto! –respondió el guía, llevándoles hasta la zona donde se situaban los hinchables.
Finalmente, venciendo sus miedos, Shunrei y Saori se apuntaron también y se sentaron sobre aquella especie de salchicha gigante, que comenzó a moverse a una velocidad disparatada, impulsada por una lancha cuyo conductor se reía mucho y les gritaba en un inglés ininteligible. Aquello viraba con la brusquedad suficiente como para hacer caer, como mínimo, a dos de ellos en cada curva, así que, cuando por fin se detuvo de nuevo junto a la orilla, todos se habían remojado al menos una vez, salvo Shiryu, que se había mantenido sujeto en la primera posición como un vaquero experto en un rodeo. A petición de Saori, buscaron unas hamacas donde sentarse a descansar y Shun aprovechó para dar un paseo a solas con Alma.
- Muñequita, no sabes cuánto echaba de menos estar contigo así... –confesó, besándole la nariz.
- Yo también te he echado de menos; este semestre ha sido horrible –admitió ella-: no verte me mataba, pero verte también.
- Nunca podré disculparme lo suficiente por haber sido tan idiota, ¿crees que conseguiremos volver a lo que teníamos? –su tono era de duda, pero dejaba traslucir cierta tristeza.
Ella se detuvo, tomándole ambas manos.
- Shun, nada ha cambiado entre nosotros. Estoy tan enamorada de ti como antes y soy feliz de volver a estar contigo.
Él sonrió y la besó: adoraba a aquella chica. La estrechó contra él e introdujo la lengua en su boca, disfrutando del ligero temblor que su contacto, largo tiempo anhelado, generaba en ella y aspirando el aroma a sal de su piel. Ella le pasó los brazos por los hombros y reprimió un gemido al sentirse inesperadamente asaltada con tanta pasión.
- También he echado esto de menos... –consiguió murmurar, mientras él recorría su cuello con los labios para tomar aire.
Una sonrisa maliciosa apareció en la boca de Shun.
- Si te apetece, encontraremos un momento para estar a solas, pero ya sabes lo que pasará.
- Lo estoy deseando –afirmó ella.
- Y yo te estoy deseando a ti...
Volvieron junto a los demás poco después, a tiempo para degustar la cena que sus anfitriones les estaban preparando y que incluía pescado fresco a la barbacoa y verduras y frutas de temporada. Terminado el almuerzo, esperaron el transporte hasta la isla Manukan, donde aprovecharon para realizar otra sesión de snorkel y después se cambiaron de calzado con el fin de caminar hasta Sunset Point, que tenía fama de ser el lugar desde el que divisar la mejor puesta de sol de Malasia. La excursión era relativamente breve, lo cual les permitiría disfrutar del trayecto y buscar el rincón perfecto para admirar el atardecer sin ninguna prisa. Shun no soltaba la mano de Alma en ningún momento: parecía querer recuperar el tiempo perdido o temer que ella desapareciese si se separaban.
- Esto va a ser espectacular –murmuró Hyoga al llegar al final del camino, coronado por un cartel que rezaba "Welcome to Sunset Point", con la voz cargada de una emoción inusual en él.
Todos prepararon las cámaras de fotos o los teléfonos y se pusieron cómodos; Alma se sentó entre las piernas de Shun, con la espalda apoyada en su pecho, y él la enlazó con dulzura.
Aquella imagen, pese a estar esperándola, superó sus expectativas hasta el punto de dejarles sin palabras. El sol pasó, poco a poco, de amarillo intenso a naranja y finalmente a bermellón y fue desapareciendo, como si se derritiese sobre el mar, tiñendo agua y cielo en una acuarela improvisada. Saori murmuró algo acerca de la increíble belleza del paisaje y el grupo al completo asintió. Todavía aguardaron unos minutos cuando el sol se escondió, como si fuese a asomarse de nuevo, antes de emprender el camino de regreso a la playa.
Durante el trayecto de vuelta, primero en el ferry y después en el minibús hasta Kota Kinabalu, donde tomaron un refrigerio ligero a modo de cena antes de volver al hotel, Alma guardó silencio; todavía le costaba creer que volvía a estar con Shun. Iban a retirarse a los dormitorios, después de haber pasado un buen rato riendo y jugando a las cartas en el bar del hotel, cuando él la interceptó:
- No es un sitio como para ponernos salvajes, pero si te apetece, podemos sentarnos junto a la piscina, sin más, y pasar un rato a solas.
- Me parece perfecto –dijo ella.
Se echaron juntos en una de las hamacas, abrazados, contemplando las estrellas; desde allí se veían con mucha más intensidad que en su residencia habitual. Shun le habló de las constelaciones de sus compañeros y de su infancia común antes de partir a sus lugares de entrenamiento y respondió a las preguntas que ella le formuló sobre las pruebas que pasó hasta obtener la armadura y el origen y desarrollo de la guerra hasta notar, ya de madrugada, el peso muerto de su cabecita sobre el pecho. Trató de despertarla para acompañarla a su habitación, pero estaba tan profundamente dormida que, al final, optó por escribir a Seika para que le abriese la puerta, llevarla en brazos y depositarla en la cama. Le besó la frente, la nariz y los labios y se marchó a su propio dormitorio, tan lleno de alegría que levitaba, más que caminar.
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