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Cap 15 pt 2: Demasiada información

Aquello era más de lo que podía asumir en apenas una mañana. Intentó tomar aire, pero era como si los pulmones no le respondieran. Shun la miró con la misma expresión, sorprendido hasta el punto de dejar caer la mochila que portaba al hombro, en un gesto que puso a Saori en alerta.

- O sea, que estaba en lo cierto: vosotros ya os conocíais.

Las voces de ambos surgieron al tiempo, impidiéndole entender bien lo que decían.

- Éramos compañeros de clase –dijo Alma.

- Es la chica de quien te hablé –confirmó Shun.

Saori se quedó en silencio, pensando en lo que acababa de oír. Por fin, sonrió:

- Al principio no se me ocurrió que pudieseis coincidir en la misma aula, entre tres grupos de mañana y dos de tarde que suman casi quinientos alumnos, pero era una simple cuestión de probabilidades...

- Tatsumi, por favor, ¿dónde está el cuarto de baño? –preguntó Alma, incorporándose de repente y siguiendo al mayordomo con rapidez.

No era posible; tenía que haber oído mal: ¿Shun, un caballero de Atenea? ¿Qué estaba pasando? Incapaz de aguantar más su ansiedad, abrió el inodoro y vomitó violentamente. El corazón le golpeaba el pecho con fuerza, aquello empezaba a ser demasiado surrealista. Entonces, percibió una mano cálida sujetándole el pelo en la nuca y otra que le acariciaba la espalda con suavidad. Aquel perfume cítrico... No podía ser otra persona. Se revolvió para librarse de su contacto y se incorporó, pero él continuó asiéndole la melena y, a continuación, mojó un pedazo de papel y le limpió los labios y las mejillas con delicadeza.

- Parece que tendremos tema de conversación durante el vuelo... –le regaló aquella sonrisa que siempre la derretía, pero ella desvió la cara y salió del baño sin responder.

Cuando volvieron, todos se habían acomodado en el amplio semicírculo que formaban los asientos color crema, dejándoles libres dos lugares contiguos.

- Perdonad por lo de antes, estoy un poco nerviosa con todo esto del viaje... –se disculpó ella, avergonzada, antes de sentarse entre Shun y Hyoga.

- Bueno, igual también influye el hecho de que acabas de enterarte de que somos algo más que simples estudiantes... –aventuró el ruso, guiñándole un ojo.

- Dejadla, está impresionada –intervino Shun, poniéndole una mano sobre el hombro que ella se sacudió enseguida.

El capitán entró para presentarse y desearles un buen vuelo y después se dirigió a la cabina; el avión comenzó a hacer ruido mientras el habitáculo se iba presurizando y fueron informados por megafonía de la altitud y duración prevista del vuelo al tiempo que Seiya gesticulaba y fingía ser él quien hablaba, haciendo reír a Saori. Alma intentó concentrarse en mirar por la ventanilla, pero no podía dejar de pensar en Shun: ¿por qué era amable con ella de pronto? ¿Pensaba que podía llegar y borrar cuatro meses de dolor? Y, para colmo, estaba guapísimo, con la melena recogida en una trenza baja que resaltaba su aire ambiguo y esa camiseta azul oscuro contrastando con sus ojos oceánicos. Se enfadó consigo misma al constatar el efecto que su proximidad tenía todavía en ella, pero pronto Saori la distrajo.

- Bueno, chicos, ya sé que estáis un poco despistados –comenzó, mientras todos asentían y el avión rodaba cada vez más rápido por la pista-, y esta no es la única sorpresa del día: Seika y Shunrei se nos unirán en destino- añadió, entre aplausos de Shiryu y Seiya. Veo que ya conocíais a Alma...

- Unos más que otros –cuchicheó Seiya, lo cual le valió una colleja por parte de Ikki.

- ... y quiero explicaros por qué está aquí. Ella es la hija de Hideo Takahashi.

Shun, visiblemente descolocado, se giró hacia la chica, con los labios entreabiertos como si fuese a decir algo, pero Saori continuó:

- Como recordaréis, su padre trabajó en la Fundación hasta su muerte en el ataque a la mansión Kido; yo me hice responsable de la manutención de Alma desde entonces. Él quería dejarla al margen, pero decidí revelarle la verdad cuando supe que mantenía una relación con Shun -miró al de ojos verdes fijamente, con semblante serio.

- Saori, yo nunca te conté... -comenzó él, desconcertado.

- Lo sé, Shun. Ni ella ni tú me dijisteis el nombre del otro, pero no hay que ser una diosa de la sabiduría para deducirlo -sonrió-. Visité a Alma en el hospital y los médicos me contaron que en sus desvaríos hablaba acerca de una "tormenta nebular" de colores -Shun se sonrojó y apartó la mirada-; después, vi tus amigurumis y el de ella me resultó conocido. Encima, ambos estudiabais en la misma facultad. Solo necesité echar un vistazo a las fotos que sube Seiya a sus redes para confirmar lo que ya me imaginaba: que erais pareja y que las razones por las que la habías dejado carecían por completo de sentido.

Alma levantó la cara, como si hubiese visto un fantasma: de pronto, todas las piezas encajaron en su cabeza a tal velocidad que no encontraba las palabras para expresar sus ideas. Andrómeda. La constelación que le mostró en la terraza. Caballeros capaces de hacer proezas con la fuerza de sus cosmos. La extraña nebulosa que estaba segura de haberle visto proyectar, antes de caer inconsciente a causa del susto. Las figuritas de la estantería. Shun poseía un poder que ella no alcanzaba a comprender. Saori era la reencarnación de una diosa. Joder. Casi todos sus nuevos amigos eran algo así como superhéroes y, aún más raro, su padre sabía todo esto. El estómago volvía a dolerle, a pesar de estar vacío, y sentía la cabeza a punto de explotar.

Por su parte, los chicos se mostraron extrañados al principio, pero enseguida comenzaron a desgranar anécdotas acerca del padre de Alma; pese a su malestar, a ella le gustó saber que, aunque superficialmente, le habían conocido y que le recordaban como un hombre considerado con ellos, que había hecho lo posible por ayudar. Sus propios recuerdos de su padre se detenían cuando la envió a España; por momentos, le dolía pensar que había estado tan cerca de gente que le conocía, sin ella saberlo.

- Os agradezco mucho que me contéis estas cosas; todo esto es nuevo para mí... Resulta que voy de vacaciones en un avión privado con la diosa Atenea y la liga de la justicia... Como giro de guion, para mí ha sido bastante inesperado... –comentó, algo más tranquila.

- Es una forma de verlo –respondió alegremente Saori.

- Y nosotros todo este tiempo hemos ido de fiesta con la hija del señor Takahashi, ¡qué fuerte! –concluyó Shiryu.

- Es un apellido muy común y él nunca mencionaba a su hija, normal que no lo relacionaseis... -especuló Saori.

- Me gusta la idea de que sepas quiénes somos y poder hablar abiertamente contigo –afirmó Hyoga.

- Sí, porque lo de la lucha grecorromana no colaba... -sonrió ella.

- Ya, nadie se cree que un fideo como Shun practique lucha, ¿verdad?

- Hay muchas cosas que no me imaginaba que Shun fuese capaz de hacer... -el aludido resopló para apartarse un mechón de la cara- Entonces, vosotros... ¿vais por ahí con armadura y toda esa parafernalia?

- Hace ya algún tiempo que no las hemos necesitado, pero sí, las usábamos. Yo tengo el escudo más resistente del mundo... –dijo Shiryu.

- La más chula es la mía, tendrías que verla –se pavoneó Ikki.

- Ya te gustaría –se mofó Seiya-, Pegaso es la mejor armadura. Tú vas con plumitas colgando como si fueses la reina del carnaval...

- ¡Repite eso y te tiro al mar!

- ¡Eh, eh! –intervino Hyoga- ¿Qué hay del brillo glacial de la mía?

- Os recuerdo que soy el único que podría liarse a cadenazos, pandilla de moñas –bromeó Shun, sucumbiendo al ambiente de alardeo general.

- Bueno, tenemos seis horas de vuelo por delante todavía para dilucidar esa cuestión vital hasta llegar a Borneo –comentó Saori, cambiando de tema.

- ¿Vamos a Borneo? –preguntó Ikki, entusiasmado- ¡Creo que hay unas playas fantásticas para hacer snorkel! ¿Por qué no lo habías dicho antes?

Mientras la conversación viraba hacia la belleza de su destino vacacional y se organizaban planes para los próximos días, Alma decidió aprovechar el trayecto para pensar en todo lo que Saori y los chicos le habían contado, así que se puso el antifaz disponible en el compartimento lateral de su asiento y fingió dormir. Solo así conseguiría no mirar de continuo el perfil perfecto de Shun, que parecía absorto a su vez en el paisaje que ofrecía la ventanilla. En su denodado intento por separarse de él, en veinte minutos cayó rendida de verdad sobre el hombro de Hyoga, que la rodeó amistosamente con el brazo y buscó la postura para dormirse también, con las cabezas juntas. 

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