Cap 15 pt 1: ¡Que entren los caballeros!
El final del semestre se acercaba. Alma permanecía en su limbo autoinducido, intentando no pensar en Shun cuando estaba a solas y manteniéndose cortésmente distante si se veían forzados a coincidir en las prácticas, por respeto a Agnetha y Yoko. Aun así, su presencia le provocaba un remolino de sentimientos complicado de gestionar: seguía enamorada de él, pero le dolía que no hubiese confiado en ella lo suficiente como para ser sincero al dejarla, y la humillación a la que la había sometido la encolerizaba. Y estaba, además, toda aquella tristeza en sus ojos verdes... Fingía no darse cuenta, pero era consciente de la expresión de su cara al mirarla, fuese en el laboratorio o rodeados de amigos en un pub.
Alguna tarde, al salir de clase, le había parecido verle a lo lejos, subido en la moto, como si la estuviese esperando, pero ni él se acercaba ni ella le invitaba a hacerlo. No entendía por qué actuaba así; desde luego, no la ayudaba a olvidarle, como tampoco ayudaba el hecho de mantener expuesto en la estantería el retrato que él le había regalado, o usar su camiseta como funda de almohada para dormirse con su olor.
Trataba de distraerse imaginando el viaje que Saori le había prometido que harían juntas y los días que pasaría en Madrid con sus abuelos. Con un poco de suerte, coincidiría con sus amigos del instituto y podría ponerse al día y pensar en algo que no fuese Shun. Necesitaba terminar ya los exámenes, quitarse de encima las dos asignaturas de primer año que todavía tenía pendientes y descansar. Ese era su mayor deseo cuando entró al aula para realizar el último examen del semestre, agotada por las horas de estudio y la falta de sueño.
Se sentía tan nerviosa que el desayuno apenas le entraba; había dejado el equipaje preparado y la casa recogida, pero no conseguía relajarse. Resignada a no comer más, fregó el menaje que había utilizado, se lavó los dientes, echó un último vistazo a su alrededor y cogió la maleta.
Pasó todo el trayecto en tren pensando en las palabras de Saori. Había llamado un par de semanas antes para confirmar las vacaciones con ella, como le había prometido en el hospital, indicándole que invitaría a más personas, que el destino sería sorpresa y que llevase trajes de baño y ropa fresca; hasta ahí, todo era más o menos normal. Pero, justo antes de despedirse, había añadido algo:.
- Por cierto, tenemos que hablar y es importante.
No había querido darle más detalles, pero aquella breve introducción sirvió para dejar a Alma angustiada todo ese tiempo. ¿Estaría Saori molesta por su rendimiento académico? Ojalá no fuese eso: se había esforzado al máximo y sabía perfectamente que su familia no podría costearle aquella universidad y el alojamiento si Saori decidía no seguir haciéndose cargo de sus estudios. Y si no era eso, ¿qué otra cosa podría ser? ¿Les pasaba algo a sus abuelos? Por muchas vueltas que le daba, no tenía idea de qué podía querer decirle...
El tren se detuvo y los pasajeros descendieron en una riada de personas, bultos y paraguas; Tatsumi, que la esperaba para llevarla en coche hasta el avión privado de Saori, la saludó con formalidad y se hizo cargo de su equipaje. Ella notaba crecer el nudo en su estómago cada vez más.
Finalmente, llegaron al aeropuerto; el avión ya había sido revisado y Tatsumi le pidió que entrase mientras él llevaba la maleta a la bodega. Alma subió por la escalerilla y fue al encuentro de Saori, que se levantó de su cómodo asiento de cuero color crema para abrazarla.
- Alma, estoy muy contenta de verte. Tengo muchas ganas de que pasemos unos días juntas. Ahora, Tatsumi nos servirá unos refrescos mientras esperamos al resto, ¿te parece bien? –ella solo asintió, tragando saliva- Hay un tema del que quiero hablarte, es complicado y necesito que me escuches con atención, ¿de acuerdo? –la mayor fue directa al grano, cogiendo su vaso de la bandeja que el mayordomo les ofrecía e invitando con un gesto a Alma a hacer lo mismo.
- Saori, si es por la universidad, te prometo que he hecho cuanto he podido, he aprobado todos los exámenes... –musitó la chica, apretando el vaso entre las manos.
- ¿Qué? Oh, no, nada de eso; estoy muy contenta con tus resultados. Para mí, es un orgullo pagar tus estudios, no tienes nada de qué preocuparte. En realidad, yo quería hablarte de tu padre. Hay varias cosas que necesitas saber.
La chica se quedó perpleja ante ese giro inesperado y se mantuvo en silencio, alentando a Saori a hablar.
- Esto que voy a contarte, como te he dicho, te resultará prácticamente imposible de creer, pero necesito que me dejes terminar. Verás, el mito cuenta que, cuando un peligro inminente amenaza al mundo, la diosa Atenea se reencarna en el cuerpo de una humana para protegerlo –Alma abrió la boca y Saori extendió la mano para pedirle que esperase-; pero no está sola: cuenta con la ayuda de ochenta y ocho caballeros y amazonas, entrenados para defender su causa. Los caballeros se forman desde niños para manejar sus cosmos, su energía interior, y, cuando están preparados, son investidos con las armaduras correspondientes a sus constelaciones.
''Yo soy la reencarnación de Atenea y he sido partícipe de la última guerra santa, en la que se decidió el destino del mundo hace apenas unos años –tomó la mano de Alma con su izquierda y le posó la derecha sobre la frente -; cierra los ojos, quiero que lo veas por ti misma.
Alma obedeció y, al instante, su mente fue bombardeada con un montón de imágenes a una velocidad de vértigo; poco a poco, se fueron ordenando en un relato coherente que le mostró a Saori revestida de su dignidad divina y a toda una cohorte de caballeros a su alrededor, luchando contra enemigos igualmente pertrechados. Vio también a su padre, trabajando en la fundación, investigando en pesados tomos y redactando escritos, reuniéndose con el señor Kido y con la propia Saori después. Vio imágenes de batallas épicas y de amenazas inimaginables para el mundo que hicieron brotar lágrimas de sus ojos. Finalmente, los abrió.
- Saori... ¿qué es todo esto? ¿Me estoy volviendo loca? –logró inquirir, con el corazón acelerado.
- No, Alma, es real. Tu padre fue más que un asesor para mi abuelo y para mí; fue un amigo querido, un aliado fiel que nos ayudó a desentrañar el significado de los antiguos mitos para que yo pudiese asumir por completo mi condición de diosa. Además, cuando tuve que dejar la mansión para enfrentarme a nuestros enemigos, tu padre se hizo cargo de mis empresas, manteniéndolas a flote. Por eso os mandó a España a ti y a tu madre; ella no sabía nada de esto y él quería manteneros al margen, pensaba reunirse con vosotras en cuanto la situación se normalizase. Por desgracia, un ataque contra la mansión acabó con su vida y con la del personal que continuaba allí. Fue una tragedia de la que me culpé durante muchos años –desvió la mirada, visiblemente emocionada.
- No sé cómo encajar esto: tú eres una diosa con poderes cósmicos, hay gente preparada para defender la Tierra como si fuesen superhéroes y mi padre era una especie de mayordomo de Batman...
- Bueno, ese más bien sería Tatsumi –interrumpió Saori, con una risa traviesa, a la que Alma correspondió.
- Pero ¿por qué me lo cuentas ahora?
- Tu padre quería que vivieses una infancia normal, alejada de la guerra y de todo el dolor y la violencia que se desató entre los caballeros y el Santuario en su día, por eso no quiso contaros nada acerca de la naturaleza real de su trabajo. Si fuese por él, jamás habrías sabido quién soy ni qué hizo él por el mundo, pero ahora tengo mis motivos para faltar a mi promesa de ocultarte la verdad.
- Es mucho para asumirlo así, de repente... –murmuró Alma, cubriéndose la cara con las manos.
- Soy consciente de ello, tómate tu tiempo. Ahora descansaremos unos días y podremos hablar con calma. Responderé todas tus dudas y te mostraré la clase de hombre que fue tu padre.
- ¿Y debo llamarte Atenea, o... rendirte pleitesía? –dudó la chica.
- ¡No, para nada! Vivimos tiempos de paz, soy solo Saori llevando una vida lo más normal posible, como tú.
- ¿Las personas que nos acompañarán también son hijos de la gente que murió en el ataque a la mansión?
- No, tú eres la única que quedó huérfana aquella noche. Manteníamos al mínimo el personal en la mansión, precisamente para evitar este tipo de desastres. Quienes vienen con nosotras son mis caballeros más fieles, los mejores protectores que he tenido. Estudian en tu mismo campus, de incógnito. Yo misma les pedí que no revelasen a nadie su verdadera identidad para mantenerles a salvo de posibles amenazas y para que puedan disfrutar de esta etapa de paz.
- ¿Y no me lo habías dicho? ¡Voy a morirme de vergüenza!
- Tu padre prefería que hicieses amistades por tu cuenta y llevases una vida normal. Pero ahora esta conversación era inevitable, Alma.
La chica se rascó la cabeza, pensativa:
- ¿Por qué?
- En un rato lo sabrás.
- Vaya, Saori, gracias. De verdad aprecio tu intento de protegerme y tu sinceridad, aunque ahora estoy hecha un lío. Confío plenamente en ti, pero...
- Pero te gustaría ver otra demostración de mi poder, ¿verdad?
Ruborizada, asintió.
- Está bien –se levantó para coger un cuchillo de un pequeño mueble y se lo mostró a Alma-; dame el brazo.
- ¿Qué? ¡He dicho que te creo, no hace falta ponerse agresivas, Beatrix Kiddo!
- Te compro la referencia, pero, tranquila, no te va a pasar nada –respondió Saori, sujetándola por la muñeca-. Si me lo hago yo, podrías pensar que es un truco.
Con lentitud, presionó la hoja a lo largo del antebrazo de Alma, haciéndole un corte de unos seis centímetros que enseguida comenzó a sangrar profusamente. Ella se quedó paralizada, mirando la palma de la mano de Saori, de la cual surgió una cálida luz plateada que iluminó los rostros de ambas. Con una sonrisa, la diosa aplicó su mano sobre la lesión, produciéndole una agradable sensación de cosquilleo y de profunda paz y, al retirarla, le pasó los dedos por el brazo: la herida estaba restañada por completo, inapreciable a no ser por una tenue línea donde antes se encontraba el corte.
- ¿Y yo estudiando Medicina como una pringada? ¡Saori, qué pasada!
- Y qué responsabilidad, Alma –suspiró ella-. Creo que no estaba preparada para asumir mi rol de Atenea tan joven, ¿sabes? No era más que una niña mimada y tuve que madurar de repente para estar a la altura de mis caballeros... Pero, en fin, ahora vamos a pensar en las vacaciones... Deben de estar al llegar y tengo muchas ganas de que nos reunamos.
Continuó respondiendo las preguntas de su amiga hasta que oyeron a Tatsumi abrir la puerta una vez más y se giraron para saludar a los recién llegados. Y entonces, frente a aquellas cinco figuras, el corazón de Alma se saltó como mínimo dos latidos cuando oyó a Saori anunciar, con orgullo:
- Alma, te presento a mis caballeros de bronce: Seiya de Pegaso, Ikki de Fénix, Shiryu de Dragón, Hyoga de Cisne y Shun de Andrómeda.
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