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Cap 13 pt 3: Encuentros en la tercera fase

- ¡Eh, Alma! –una voz conocida la detuvo en su camino hacia la parada del autobús al salir de clase un lunes por tarde- ¡Cuánto tiempo sin verte! ¿Ahora estás en este turno?

- Hola, sí, necesitaba un cambio de aires. ¿Qué tal estáis vosotras? -saludó a Fer, Marie y Kitty, que salían de la facultad de Derecho.

- Muy bien, ¡deberíamos quedar alguna vez para tomar algo! –propuso Fer.

- Supongo que tu cambio de aires tiene que ver con Shun... -en el tono de Kitty no quedaba ni un atisbo de la cortesía con que la había tratado otras veces. Alma desvió la mirada, sin responder- No hace falta que digas nada, cariño, las noticias vuelan... ¿Qué? ¿Pensabas que nadie sabía que Shun te había humillado y abandonado?

- Yo... No... -sentía la ira y la tristeza creciendo en su interior. Mantuvo la cabeza gacha porque no estaba segura de conseguir contestar sin explotar. Marie y Kitty sonreían en silencio, con satisfacción.

-       ¿Qué se siente cuando te dejan en público? No te lo esperabas de él, ¿verdad? Con ese aire de niño bueno... Debió de ser terrible oír que solo te quería para un rato de sexo... Ni para eso le serviste...

- Kitty, déjalo, por favor -intercedió Fer-, ¿no ves que le duele?

- Oh, ¿te duele, Almita? También me dolió a mí que Shun me dejase cuando tú te metiste por medio -afirmó con amargura- y me alegro de que ahora seas tú la abandonada. Te lo mereces.

- Kitty, tú no tienes ni idea de lo que había entre Shun y yo... -comenzó a defenderse Alma.

- Ah, ¿no? Tengo muy claro que te utilizó para intentar olvidarme y que no fue capaz. Por eso te dejó... Porque para él no eres nada, ¿me oyes? ¡Nada!

- ¡Kitty! ¡Te estás pasando! -la cortó Fer, interponiéndose entre las dos; se dirigió a Alma en español- Márchate, amiga, no merece la pena.

- Gracias, Fer, pero no voy a seguir callada -Alma respondió a Fer también en español, para después increpar en japonés a la rubia, que la miraba con desprecio-. Alguien me dijo que contigo era imposible discutir y ahora lo entiendo: tienes las neuronas justas para no cagarte encima mientras caminas. ¡Te juro que si vuelves a dirigirme la palabra, te daré tal guantazo que tendrás que hacerte nuevas fotos para la ficha universitaria, porque no te reconocerá ni tu madre!

Dio la espalda a las tres chicas y retomó su camino, respirando hondo para no cumplir su amenaza en aquel mismo instante.

Aquella conferencia había terminado más tarde de lo esperado; era noche cerrada cuando, por fin, acabó el turno de preguntas y Alma pudo salir del auditorio en dirección al autobús. Había pasado una semana desde aquel desagradable incidente con Kitty y se alegraba de no haber vuelto a coincidir con ella, pensó mientras se colocaba los auriculares y pinchaba Parov Stelar para el camino.

Apenas le faltaban unos metros para llegar a la parada cuando, de repente, notó la presión de unos dedos en el brazo, haciéndole gritar instintivamente y girarse para ver quién la estaba agarrando. Era Shun, con aquella expresión de cansancio en el rostro, pero, a pesar de todo, tan atractivo como siempre. Se detuvo en seco, estupefacta, y se quitó los auriculares.

-       ¿Se puede saber qué quieres? –preguntó, con la voz temblorosa por el sobresalto.

-       No pretendía asustarte, perdóname. Te he llamado un par de veces, pero con la música no me oías. Me he enterado de lo que te dijo Kitty el otro día y quería disculparme contigo. No sé quién se lo habrá contado, supongo que algún conocido nos vería en la cafetería y...

-       Da igual, Shun. De verdad –respondió ella, intentando controlar el enfado que comenzaba a invadirla.

-       No da igual, nadie tiene derecho a hacerte sentir mal...

Alma le miró, pasmada. No podía creer lo que estaba oyendo. ¿A qué venía eso ahora?

-       En eso tienes razón: incluido tú. ¿Quién te crees que eres para venir haciéndote el inocente? ¡Me dejaste en mitad de una cafetería! ¿Y ahora te extrañas de que nos viesen?

- Alma, sé que no fue el sitio más adecuado...

- Mira, Shun, voy a ser clara contigo: no me interesa lo que tengas que contarme. Tomaste una decisión, afronta las consecuencias y déjame en paz. No me hables, no me mires y no pienses en mí –la rabia con la que escupió aquellas palabras la sorprendió incluso a ella misma; dio media vuelta y continuó su camino sin mirar atrás, dejando a un perplejo Shun con la palabra en la boca. Empezaba a estar un poco harta de los encuentros en la tercera fase a la hora de salir.

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