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Cap 1 pt 2: Lucha grecorromana

El peldaño traicionero no la pilló desprevenida el segundo día de clase. Shun la saludó desde la tercera fila, donde solía sentarse, indicándole con señas que le había guardado un sitio, y le presentó a Agnetha y Yoko, dos compañeras que el día anterior no habían asistido por estar todavía recuperándose de los excesos del fin de semana. A la hora de comer, los cuatro se sentaron bajo la amplia sombra del pino. Shun rebuscaba en sus bolsillos, con aire inquieto; parecía haber perdido algo importante. En ese momento, un chico rubio de ojos azules se acercó a ellos, caminando con paso tranquilo.

- ¿Buscas esto, Shunny? –preguntó, mostrándole un pequeño objeto.

- ¡Sí! ¡Muchas gracias, Hyoga!

- Me lo ha dado tu hermano, te lo habías dejado en la mesa de la cocina. He venido desde mi facultad solo para traértelo, despistado –el rubio despeinó cariñosamente a Shun y le entregó un Funko que él, a su vez, pasó a Alma:

- Aquí están mis apuntes desde principio de curso. Si tienes cualquier duda, me lo dices.

- ¡Gracias! ¿Un pendrive de Sailor Moon? ¡Eres súper friki! –exclamó ella, divertida.

- Y eso que no has visto su colección de Minions... Llamar friki a Shun es como decir que el sol sale por el este –comentó Hyoga, haciendo sonrojar a su compañero y reír a las tres chicas, a la vez que se sentaba junto a ellos y sacaba el almuerzo de la mochila.

Rodeada de nuevos amigos con los que se sentía a gusto y aceptada, Alma se alegró de haber escogido esta universidad. Pasó la hora de comer conociéndoles mejor: Agnetha tenía diecinueve años, era de Estocolmo y hablaba con un curioso acento que, unido a su físico del norte de Europa, le daba un aire de turista perdida; Yoko, japonesa de dieciocho años, había elegido esta universidad por la diversidad de sus estudiantes, aunque sus padres habrían preferido enviarla a Tokio. Los cuatro la miraron y Alma se dio cuenta de que era su turno.

- Bueno, cumplí diecinueve el mes pasado, mi madre era española y mi padre, japonés; he estado viviendo en Madrid los últimos años y ahora quería volver.

- Esa es la respuesta breve; ahora, la historia completa –pidió Agnetha.

Alma dudó, pero finalmente decidió abrirse.

- Mi padre se pagaba la universidad trabajando como intérprete y conoció a un japonólogo español que le contrató varias veces para que le ayudase en tareas de documentación. La hija del japonólogo y mi padre se enamoraron y se casaron; al poco, mi padre comenzó a trabajar para una fundación muy poderosa con sede en Tokio y, cuando yo era pequeña, nos envió a mi madre y a mí a España, pero, por desgracia, murió antes de poder reunirse con nosotras –la chica se rodeó las rodillas con los brazos y apoyó en ellos la cabeza con aire triste; de repente, se sentía pequeña al recordar cómo había llegado a Japón, sola por primera vez en su vida.

- Vaya, debió de ser muy duro para ti perderle –dijo Shun, empático, apoyándole la palma en la espalda.

- Sí, lo fue... Además, mi madre murió esta primavera; por eso he empezado el curso tarde, no me sentía con fuerzas... Pero ahora tengo que seguir adelante, a ella no le gustaría que abandonase después de haber pasado un año preparando las pruebas... ¿Y vosotros? –se dirigió a los chicos para cambiar de tema.

- Hyoga y yo somos amigos desde la infancia y ahora, además, somos vecinos. Él tiene veintidós años y yo cumplí veintiuno hace unos días, así que no me importaría que me hicieses un buen regalo –rio Shun.

- ¿Veintiuno? ¿Pero no decíais que también era vuestro primer año? Seréis los abuelitos de la clase... –inquirió Alma.

Los chicos se miraron entre ellos y Hyoga se apresuró a responder:

- De niños, Shun y yo practicábamos deporte a nivel de competición; eso nos impidió completar los estudios a tiempo y, cuando dejamos de competir, tuvimos que preparar la secundaria, el bachillerato y las pruebas de acceso; por eso no pudimos entrar en la universidad hasta este año.

- ¡Deportistas profesionales! –exclamó Yoko- ¡Eso no nos lo habías contado, Shun! ¿Y qué disciplina practicabais?

Ambos contestaron a la vez:

- Patinaje sobre hielo –dijo Hyoga.

- Lucha grecorromana –respondió Shun.

- Sí, bueno, patinar es más bien un hobby –rectificó Hyoga-. Y ahora, si me disculpáis, me marcho a clase, que llego tarde... -se levantó, recogió su mochila y se despidió con un ademán- Espero volver a veros pronto, Agnetha, Yoko, Alma.

Gracias por leerme. Por favor, si te ha gustado, déjame una estrellita y un comentario. ¡Siempre anima a continuar escribiendo!

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