Corazón Fragmentado.
Empezar un siglo nuevo generó un aire cargado de miedos en la antigua sociedad de Londres que se enfrentaba al intimidante siglo IX. Una peculiar joven llamada Celestine se enfrentaba a algo muchísimo mayor que ese inicio. Diariamente, un sofocante miedo le hacía perder la ilusión que sentía al inicio. Ella era ligeramente diferente al estereotipo que estaba impuesto en las mujeres y, aparentemente, eso era una razón suficiente para que sus compañeras hicieran de su vida una miseria. El inicio del último año escolar logró levantar sus expectativas después de que, entre los interminables chismes que circulaban por la zona, su madre se enterara de la llegada de unas cuantas alumnas de intercambio.
La primera semana de clases, Celestine no pudo asistir a la escuela debido a un intenso resfriado que la había dejado inmóvil en su cama.
Cuando Celestine finalmente asistió al colegio, las miradas de sus compañeras automáticamente se detuvieron en ella. La miraban de una manera despectiva. Ella caminó rápidamente hasta el fondo del salón, con el objetivo de encontrar un sitio en el que se pudiera sentar, pero la voz de alguien dirigiéndose hacia ella causó que se detuviera abruptamente. Su maestra Aurore le pidió amablemente que se sentara junto a la nueva integrante del salón: Acalia.
Celestine se acercó cautelosamente a Acalia. Su extensa melena pelirroja cubría la mitad de su rostro. En el momento en el que Celestine tocó su nuevo asiento, Acalia comenzó a mirarla. No le habló, no le hizo ningún gesto, solo la miró. Su mirada estaba completamente vacía. Un extraño brillo en los ojos de su nueva compañera lograron cautivar por completo la atención de Celestine.
Ella quería dejar de mirarla, pero sentía que sus pupilas eran imanes que la obligaban a no perderla de vista.
Después de que ella terminó de instalarse en su asiento, Acalia deslizó un librillo lleno de garabatos hacia Celestine. Estaba abierto en un dibujo hecho a tinta que parecía ser reciente. En este, estaba dibujada Celestine sentada debajo de un árbol. A un lado suyo, Acalia la miraba con una sonrisa extraña posada en su rostro, ella llevaba una hermosa rosa en la mano. La rosa estaba dibujada con un material distinto al del resto del dibujo, este goteaba por el dibujo y lo estaba comenzando a deformar. Era demasiado espeso para ser tinta. Parecía sangre.
—¿Qué es esto? —Le preguntó Celestine.
—Somos tú y yo —Acalia le regaló una suave sonrisa.
—No podemos ser tú y yo. No te conozco —Un intenso miedo comenzó a apoderarse de ella.
—Yo conozco cada parte de ti, pequeña luz. Desde que naciste te he cuidado. ¿Acaso ya no me recuerdas?
Un recuerdo golpeó a Celestine. La nana que la había acompañado durante toda su infancia era idéntica a Acalia.
—Tú estás muerta —Unas cuantas lágrimas comenzaron a dejar sus preciosos ojos.
—No, bonita. Yo no puedo morir —Acalia intentó acariciar el cabello de Celestine, pero ella lo impidió, alejándose de ella.
—Todos morimos.
—Yo no.
¡Hola! Gracias por leer.
Historia ganadora del desafío 99 de WattpadNovelaJuvenilES
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