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Piccolo vs 17

Capítulo 5

Tener hermanos... fue algo que nunca imaginé que podría experimentar. No en el sentido convencional, al menos. Pero allí estaba, con 17, 18 y 16 a mi lado, sintiendo un lazo que iba más allá de la mera programación o coincidencia. 

A través de nuestras batallas, nuestras conversaciones y nuestras risas, había llegado a entender lo que realmente significaba tener hermanos: un apoyo incondicional, compartir alegrías y penas, estar ahí para el uno o para el otro, sin importar qué. Y aunque nuestras vidas habían comenzado de manera diferente, al final habíamos pasado por el mismo proceso de transformación, de humano a androide. 

Y aunque 16 no lo había experimentado, había demostrado ser más humano que muchos de nosotros, con su compasión, su amor a la naturaleza y con los pequeños detalles. En ese viaje, había descubierto que la familia no siempre se definía por la sangre, sino por los lazos que creábamos y los corazones que tocábamos. Y en ese sentido, me sentía bendecido de tener a 17, 18 y 16 como mis hermanos, una familia que no elegí, pero que me eligió a mí...

Seguíamos en la Kame-House, cuando Piccolo observó a Ten Shin Han, Yamcha y a Krilin con convicción, antes de pronunciar:

—Ni se les ocurra acercarse. Ya saben que su intervención sería en vano.

Aunque nadie dijo nada, el desconcierto se reflejaba en sus rostros. 

Comenzamos a elevarnos hacia la isla, y mi ansiedad creció al saber que el momento ya había llegado, sin esperanza de clemencia alguna. 

Aquella isla se extendía ante nosotros, como una masa de tierra rodeada por aguas turbulentas que reflejaban el cielo amenazante. Las rocas escarpadas se alzaban como testigos mudos, erosionadas por el paso del tiempo y las violentas olas que golpeaban sus costas. El viento soplaba con ferocidad, agitando los árboles que se aferraban desesperadamente a la tierra. Cada sonido, cada movimiento, parecía resonar con una sensación de urgencia, como si el propio lugar estuviera al borde de la destrucción inminente. Era un escenario marcado por la ansiedad y el temor, donde cada instante parecía contener la promesa de un cataclismo. 

Al llegar, Número 18 se sentó en una roca mientras 17 empezaba a remangarse el suéter. 16 y yo permanecíamos de pie, observando en silencio.

—Si no piensas decírmelo esta vez, te voy a matar —dijo 17 con tranquilidad, aunque sabía que solo proyectaba su molestia hacia mí. Él quería demostrar su fuerza a toda costa, esa era su forma de corregirme sin palabras.

Piccolo se despojó de la capa y el turbante, indicando que pelearía en serio, algo que había presenciado en muchas ocasiones en el anime. Fue entonces cuando me di cuenta de la belleza de la isla a nuestro alrededor, una belleza que sería lamentable perder. 16 lo lamentaría, pero no era momento para pensar en ello. Una brisa fuerte nos envolvió a todos, como si anticipara lo que estaba por venir.

—Se ve que les cuesta entender que no todas las peleas las pueden ganar —dijo 17—. ¿Acaso quieres distraernos? —sonrió con soberbia—, ¿o simplemente eres estúpido? —La última frase escapó con ira.

Piccolo sonrió, y 17 también lo hizo antes de añadir: 

—Vamos, si vas a venir, ¡hazlo ya!

Un silencio aterrador se apoderó del lugar, y una extraña sensación recorrió mi piel, algo que no experimentaba desde hacía tiempo; era una especie de excitación ante lo que veía y la experiencia en persona de ese momento. Entonces, Piccolo preguntó: 

—¿Pelearás solo tú, 17?

—Es obvio. Además, tú no mereces ser eliminado por mí... Eres solo una basura —respondió sin inmutarse demasiado.

La sonrisa de Piccolo indicaba que pensaba lo mismo que en el anime: sabía que podía ganar. 

Entonces, ahí estaba, lo que había visto tantas veces en la televisión y que ahora no solo lo veía, sino que lo sentía en carne propia: Percibí el aumento de poder del Namekusei. La tierra tembló, y reconocí que esta vez era diferente, no solo porque lo sabía, sino porque podía sentirlo. Había una disparidad de poder, pero 17 no lo entendía y confiaba únicamente en su habilidad de combate.



Entonces, 16 se levantó estremecido y dijo:

—¿Qué está sucediendo? Ese no es el Ki de Piccolo.

Lo miré por un momento. Tenía levemente el ceño fruncido, con una expresión genuina. Era difícil conciliar esta imagen de él con lo que sabía. Su sorpresa parecía real, y eso me inquietaba. No era la primera vez que lo veía reaccionar así, y cada vez que lo hacía, me invadía una sensación de desasosiego. ¿Era posible que 16 estuviera jugando un doble juego, manteniendo sus verdaderas intenciones ocultas incluso para nosotros, sus supuestos hermanos? O tal vez, y esto era lo más perturbador, había algo en su programación, en su esencia, que lo hacía más humano de lo que cualquiera de nosotros podría admitir.

¿Acaso 16 había desarrollado una conciencia propia, una perspectiva que iba más allá de los simples comandos y objetivos? Si así era, ¿cuál era su verdadero propósito? ¿Protegernos a nosotros? ¿Proteger el futuro? ¿O había otra misión, una que desconocíamos? Estas preguntas me asaltaban cada vez que veía esa expresión en su rostro, dejándome con más dudas que respuestas.

Piccolo desapareció y apareció detrás de 17, quien mostró la misma expresión de asombro que había tenido al luchar contra mí. Recibió un golpe fuerte en la nuca, tambaleándose hacia adelante con dificultad para equilibrarse. En segundos, Piccolo lanzó otro ataque directo al rostro de 17. Una serie de ataques veloces impactaron a 17, quien no pudo defenderse, pero su respuesta fue simplemente una sonrisa. No pude evitar sonreír también, sabía que solo jugaba un poco. 

Entonces, 17 contraatacó con una patada que lanzó a Piccolo por el aire. A pesar de esto, el namekusei se levantó, y la pelea continuó. 17 sabía que no debía descuidarse, haciendo que la batalla se volviera aún más interesante para todos, incluido para 18 y 16.


En un momento, 17 recibió un golpe tan fuerte que cayó al suelo. Pasaron unos segundos antes de que 18 murmurara algo de interés sobre la batalla, mientras 16 y yo observábamos. Aún en el suelo, 17 dijo frustrado:

—¡No puede ser! Me atacó a esa gran velocidad. ¡No puede ser!

Se levantó lentamente, obstinado. 

Piccolo extendió su mano hacia él. La escena me preocupó por un momento al creer que la distorsión de esta realidad cambiara un poco, pero sabía que lo que fuera hacer no sería suficiente para derrotar a 17. Sin embargo, me di cuenta que Piccolo había ganado mucha más fuerza que en la historia original, podía sentirlo. 

Entonces, una bola de energía apareció en su mano y una gran explosión destruyó parte de la isla. Sin embargo, 17 escapó por poco, volando, aunque una línea de sangre se derramó por la comisura de su boca.

—Más vale que te prepares, extraterrestre imbécil —dijo 17, haciendo sonar el zarcillo de su oreja. Lo miré con curiosidad, pues ahora sí pelearía en serio. ¿Habrá aprendido algo en nuestra batalla?, me pregunté.

Vi que, con gran velocidad, se dirigió hacia Piccolo, quien lo igualó, lanzando ráfagas de energía que 17 esquivó soberbiamente. Enfurecido, Piccolo arrojó más ráfagas, que nuevamente 17 esquivó con facilidad.

—Otra vez está jugando —dijo 18, obstinada—. Se ve que el pobre no ha progresado, ¿verdad, Número 16 y 23?

Ambos callamos. Era obvio que ella no tenía ni idea. No era el hecho de que estuviese jugando, sino lo que implicaba aquel enfrentamiento donde Piccolo se mostraba superior. Estaba seguro de que la perdición de 17 sería su orgullo. Aún no sabía que Piccolo era más fuerte. La batalla continuó, esta vez más estruendosa y decidida.

—¿Qué ocurre? ¿Eso es todo lo que puedes hacer? —preguntó 17 con recelo.

—¡No! —respondió Piccolo, sonriendo y tan sereno, que confirmó las sospechas de Número 16, quien parecía mucho más analítico que 18.

—¡Sé un poco más serio, Número 17, y acaba con él de una buena vez o, ¿quieres que yo lo haga? —gritó 18, ya levantada.

—No estés bromeando... No voy a permitir que me reemplaces en el momento más divertido —gritó en respuesta 17, mirando a 18. Entonces, volviéndose a Piccolo, preguntó:— ¿Tú también estás de acuerdo conmigo, verdad?

—Por supuesto —respondió Piccolo, aún con una sonrisa.

—Pero te advierto que este no es todo mi poder, así que te recomiendo que tengas nuevas expectativas sobre mí —agregó 17, con soberbia.

—Pues entonces quiero que lo demuestres —dijo el Namekusei. Ambos asintieron y la pelea continuó con nuevas energías.

Observé a 18 y le dije, sin más, por su intervención anterior:

—¿Qué tanto criticas a 17 si tú hiciste lo mismo con Vegeta? Te pusiste a jugar con él mientras te esperábamos por buen tiempo en la carretera... Déjalo que se divierta, después de todo tiene el mismo derecho que tú.

Mi voz no fue mordaz, sino más bien tranquila. No obstante, 18 me miró con recelo pero no añadió nada. 

Seguimos observando la intensa batalla. Piccolo lanzaba ráfagas de energía, y aunque nada de aquello funcionaría contra 17, sabía lo que tramaba: una emboscada. No pude evitar sonreír ante el poco conocimiento de Piccolo sobre nosotros, ya que él creía que estaba ganando, pero se llevaría una sorpresa. Entonces, una gran explosión iluminó el cielo, destruyendo la isla por completo. Para ese momento, todos previmos lo que iba a suceder, así que flotábamos en el aire con el resto de mis hermanos, viendo cómo el humo se disipaba. Habíamos escapado de aquel efecto de poder. Y como esperaba, 17 apareció con un campo de energía, típico de los androides.

17 sugirió ir a otra isla para continuar la lucha. Miré a número 16, como esperaba, parecía entristecido al ver como había sido destruido el lugar. Me dio un poco de pena, porque allí había comprendido realmente lo que esta significaba para él. Pero, no solo a mí había llegado tal conocimiento, sino a todos nosotros, porque 17 reclamaba a Piccolo que cuidara más el entorno. 

Volamos hacia una isla mucho más grande, donde el paisaje se tornaba árido y desolado, con rocas afiladas y grietas profundas que marcaban la tierra. En el centro, un imponente volcán se alzaba, su cima humeante sugiriendo una actividad latente y peligrosa. El aire estaba cargado con un olor sulfuroso y el calor era sofocante, incrementando la sensación de urgencia y tensión en cada uno de nosotros mientras nos preparábamos para el segundo round de batalla. Era el lugar perfecto, pero ahora estábamos a minutos de que llegara aquel monstruo. 

—Y eso que no eres un androide... Tienes unos poderes increíbles —dijo 17—. He comprobado que tú no eres el famoso Piccolo Daimaku. Bueno, sinceramente no tengo ningún interés en conocer tu verdadera identidad. Solo queremos saber, ¿dónde se encuentra Goku? ¿Aún no quieres decírnoslo? —insistió.

—Tu objetivo es asesinar a Goku. Sería absurdo que te dijera dónde está.

—Entonces, continuemos la pelea, ¿quieres? Hasta que decidas decírnoslo. —Ambos se prepararon—. Esta vez pelearé en serio, así que prepárate —añadió 17.

17 voló lentamente hasta estar muy cerca de Piccolo. Este lo miró confundido y, luego de un silencio aterrador, 17 lo golpeó en la mandíbula. El hombre verde contraatacó, pero 17 lo esquivó velozmente y le dio un golpe en el estómago. Piccolo gimió de dolor, y en segundos, 17 apareció golpeando su espalda, haciéndolo caer al suelo. El Namekusei se levantó, pero ya 17 preparaba otro ataque, el cual no resultó porque Piccolo lo esquivó por poco.

—Tu velocidad no está mal, pero tus golpes aún no son muy fuertes —dijo Piccolo, ahora con una sonrisa soberbia.

17 se impresionó ante aquel comentario, al igual que 18. 

—¡Qué! A veces dices cosas bastante engreídas. Esa no es la manera de dirigirse al androide más fuerte y gran Número 17 —respondió, sonriendo.

17 se impulsó al ataque, pero Piccolo contraatacó. 17 lo esquivó, apareciendo por detrás con unos giros en el aire, y lo golpeó en la nuca. No obstante, Piccolo se recompuso y lo golpeó en el cuello. 17 devolvió el ataque, y allí comenzamos a ver cómo ambos luchaban al mismo nivel. Sin embargo, sabía que Piccolo era mucho más fuerte. Pero... ¿por qué? ¿Qué tanto pudo cambiar la historia? me pregunté.

—Por lo que veo, ese hombre es bastante fuerte; pelea al mismo nivel que 17 —dijo 18, calmada pero visiblemente más interesada.

—No, 18, ese hombre es más fuerte —respondí.

—¿Qué dices, Número 23? ¿Cómo es posible? —cuestionó ella, incrédula.

—Él no se está esforzando, y 17 está al límite de su poder. Lo único que podría salvarlo es lograr cansarlo, ya que nuestra energía es ilimitada. Pero si Piccolo se fastidia porque le parezca aburrida la lucha, 17 estará en problemas.

18 no dijo más, pero podía ver que dudaba de mis palabras. 

La batalla continuó con muchísimo poder, y de no ser porque la isla era más grande, la hubiesen destruido por completo como la anterior. La tierra comenzó a vibrar involuntariamente, y el volcán empezó a hacer erupción debido a las ondas de poder que emitía la pelea. La isla se estaba destruyendo otra vez por fuerzas que la obligaban. Naturalmente, fastidió a 18, pero la lucha no se detuvo. Al contrario, parecía que iba a prolongarse aún más.

Piccolo seguía disfrutando del combate y comenzó a alejarse del lugar. 18 insinuó que lo siguiéramos, y así lo hicimos, hasta llegar a una isla aún más amplia. La nueva isla era un vasto terreno, más grande que las anteriores, con colinas ondulantes y terrenos áridos. En el centro se alzaba una imponente colina. La vegetación era equilibrada, con terrenos áridos, pero también con frondosos árboles. Desde el cielo, el sol abrasador proyectaba sombras alargadas que acentuaban la belleza del sitio. Era un lugar perfecto para una batalla definitiva, pero cruel para la vida que allí crecía. Sabía que aquí debía terminar todo. 

Me mordí el labio, cargado de ansiedad, pues Cell se acercaba, y solo tenía algo en mente: No le iba a permitir que absorbiera a 17. La batalla continuó, y fue en poco minutos cuando observamos que 17 estaba al límite de su poder. Pero, como preveé, Piccolo empezaba a cansarse y su energía disminuía. 

—Tenías razón 23 —dijo 18, mirando curiosa al namekusei—. Está cansado. Quizás, después de todo, 17 tiene una oportunidad... 

Pero... ¡Lo que temía... ahí estaba!

Un escalofrío recorrió mi cuerpo al ver al enorme monstruo parado sobre una colina rocosa, con una mirada siniestra y grotesca: 

—Es... ¡Cell!

Sentí una presencia oscura y abrumadora. Mientras los golpes y explosiones resonaban en la amplia isla, aquella sombra siniestra se proyectó en la lejanía. Elevé la vista y allí, parado sobre una colina rocosa, estaba Cell. Su figura era grotesca y perturbadora, una amalgama de colores verdes y negros con manchas amarillas. Su piel parecía una armadura insectoide, y sus alas membranosas se desplegaban detrás de él. Sus ojos rojos y penetrantes brillaban con malevolencia, y una sonrisa torcida se dibujaba en su rostro.

Cell observaba la batalla con un interés depredador, como si evaluara a sus presas. La tensión en el aire era palpable, y su presencia solitaria sobre la colina era suficiente para infundir temor y ansiedad. Era claro que no era un simple espectador; había venido con un propósito claro y siniestro como lo deducía. La isla, ya agitada por la batalla, parecía retraerse incluso ante la llegada de ese monstruo, como si la propia tierra sintiera el peligro que representaba. 

Lo peor, es que no tenía ni idea de que la aparición de Cell marcaría un punto de inflexión, y un preludio a un horror aún mayor que estaba por desatarse.

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