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Línea del Tiempo 5 (Androide 23)

Capítulo 1

No les mentiré, esta historia suena como el sueño de muchos otakus: entrar en su anime favorito, o en el lore de un videojuego, o alguna serie o película, incluso libros. Y eso está bien, pero en realidad, esta aventura nos hará reflexionar sobre el poder de la imaginación y la capacidad de los relatos para influir en nuestras vidas de maneras inesperadas. Así como yo, podrán explorar aspectos de ustedes mismos, que de otra manera permanecerían ocultos o sin desarrollar. La saga de los androides no era solo una serie de televisión para mí; era un espejo en el que podía ver reflejados mis propios miedos, deseos y luchas internas.

Me di cuenta de que, al igual que los personajes de la serie, yo también enfrentaba desafíos y obstáculos en mi vida cotidiana. La diferencia era que, en mi caso, estos desafíos no involucraban luchas épicas contra androides malignos o viajes dimensionales, sino cuestiones más mundanas como encontrar mi lugar en el mundo, hacer frente a las expectativas de los demás y descubrir quién era realmente.

Recuerdo que me encontraba en mi cuarto viendo por doceava vez la saga de los androides de Dragon Ball Z. Me fascinaba toda la historia y cómo habían sido creados. Sin embargo, a mi madre le molestaba que pasara horas en mi cuarto viendo un anime tan repetido. Decía que era un vago, que solo desperdiciaba mi vida. Y quizás tenía razón, pero para mí eso no era un problema; al contrario, el anime seguía siendo muy relevante en mi vida.

Sonaron tres golpecitos en la puerta, y se abrió muy despacio. No era más que mi madre, Aylen.

—¡Lucas! Deja ya el televisor y ven a comer. Tu padre ha llegado y tiene una sorpresa por tu cumpleaños —dijo, con una monotonía palpable en su voz, mientras su vista recorría mi habitación.

No la culpaba, mi habitación era un caos, un reflejo perfecto de mi estado mental. La luz del televisor era la única iluminación en la penumbra, proyectando sombras de los personajes de Dragon Ball Z en las paredes. Montones de ropa sucia se acumulaban en las esquinas, emanando un olor ligeramente agrio que se mezclaba con el aroma rancio de comida vieja. Había platos y vasos vacíos esparcidos por el escritorio y el suelo, algunos con restos de comida que ya habían empezado a secarse.

El aire estaba cargado, denso, casi palpable por la falta de ventilación adecuada. A pesar del ventilador que giraba perezosamente en el techo, el calor era sofocante. Podía escuchar el zumbido constante del aparato, acompañando los intensos sonidos del anime: explosiones, gritos de combate, y la banda sonora épica que resonaba por todo el cuarto. La alfombra, alguna vez beige, ahora estaba llena de manchas y polvo, tan desordenada como el resto de la habitación.

Sí, el ambiente tenía un eco de soledad, roto solo por las voces de los personajes en la pantalla. Todo el espacio olía a encierro y abandono, con un toque persistente del desodorante barato que intentaba, sin éxito, enmascarar los otros olores. Me senté en mi cama, rodeado de todo este desorden, consciente de que mi refugio también era mi prisión:

—Voy... —respondí con desgana. Otra vez me interrumpía...

Al menos mi madre era educada al entrar a mi cuarto. Había olvidado que hoy cumplía años y no podía creer que hubiera pasado el día viendo una vez más la saga de los androides. Empezaba a pensar que mi madre tenía razón sobre mi obsesión con el anime.

De igual forma, no quería dejarlo. ¡No podía!

Me levanté de la cama y me miré en el espejo antes de bajar. Contemplé mis rasgos: ojos verdes intensos pero ojerosos, piel clara, cabello castaño oscuro, una estatura promedio y delgado. Aunque me veía joven, no me sentía así... Y en efecto, creía que debía hacer algo con mi vida.

Suspiré.

—Ya son 23 años, deberías madurar, Lucas —dije, mientras me miraba y me daba unos golpecitos en la cabeza.

Salí de mi cuarto y bajé hacia el comedor. Efectivamente, mi padre ya estaba sentado a la mesa, con una extraña sonrisa y su cabello negro alborotado. Al igual que yo, tenía la piel clara y era delgado, pero su vestimenta era otra cosa: siempre se vestía muy bien; elegante sería la palabra indicada, mientras que yo era mucho más desaliñado.

Noté que mi madre también estaba arreglada, con su larga cabellera castaña, ojos pardos, piel ligeramente canela y una sonrisa en el rostro. Junto a la mesa había tres platos con ensalada, arroz, pollo al horno y un jugo que parecía ser de naranja, y aquel olor suculento que se desprendía. Todo con motivo de celebración. ¿Qué podía decir? Era mi cumpleaños.

—¿Cómo está mi hijo amado? —preguntó mi padre con una sonrisa.

—Bien, papá. Solo me pregunto, ¿por qué tanto apuro para celebrar mi cumpleaños? —respondí, pensando que aún faltaban muchas horas para que terminara el día.

—Es que tengo una ¡sorpresa! —replicó mi padre.

Sentía mucha curiosidad por el regalo, ya que de lo contrario no me habrían sacado del cuarto sin terminar la temporada. Justo estaba llegando Gohan en super Saiyajin dos...

—Con tal de que no sean chucherías, todo está bien —respondí sonriendo, pero él solo guiñó un ojo mientras sonreía de forma exagerada.

—Bueno, George, ora para comer —dijo mi madre con dulzura en su voz.

—¡Sí! —asintió él.

Cerramos los ojos mientras mi padre agradecía a Dios por la comida. Al cenar, hablábamos de su experiencia en su primer viaje a Japón. Al parecer, le había ido fenomenal, ya que no paraba de hablar de ello. Después de una larga conversación, o quizás el monólogo de mi padre sobre su viaje, mi madre trajo una pequeña torta de chocolate. Sonreí al verla, ya que era mi favorita.

Me cantaron "cumpleaños feliz" y apagué las velas. Mi madre me abrazó, dándome buenos deseos, y mi padre me dio consejos sobre cómo buscar y obtener un trabajo. Era obvio que empezaba a molestarle mi sedentarismo. Pero, mientras hablaba, sacó algo de su bolsillo. Era una pequeña caja del tamaño y forma de una nuez, de color azul. La observé detalladamente y con curiosidad, y entonces pregunté:

—¿Qué es? —Tomé el regalo.

—¡Ábrelo! Sé que te gustará —respondió.

Asentí.

Al abrirlo, noté que era un collar plateado con una diminuta pero notable piedra azul fluorescente colgando.

—¿Qué es? Nunca había visto algo igual —pregunté maravillado por tan extraño objeto.

—Es una Benitoita; una gema muy extraña pero igual de valiosa que muchas otras —contestó mi padre, con una fanfarronería propia de él.

—¿Es real?

—¡Sí, lo es! ¿Acaso piensas que tu padre te traería algo de poco valor en tu cumpleaños? —replicó él, con un tono muy serio, aunque sabía que bromeaba.

—A veces me das chucherías, papá...

—Sí, está bien, pero esto es diferente —respondió él, un poco obstinado por mi crudeza—. La gané en un concurso de la empresa. De lo contrario, no podría haberla comprado. Solo me recomendaron no dormir con ella. Pero, la verdad es que no sé por qué.

—No sé porqué me da la impresión a misticismo, supongo que son cosas de los japoneses —agregué. Él se encogió de hombros. 

Luego de unos cuantos minutos, subí a mi cuarto para descansar. Me acosté, dejando la gema a un lado, cerca de la lámpara en la mesa de noche. Noté que brillaba por sí sola. La volví a tomar y la observé.

"Sí que es extraña...", pensé curioso contemplándola. 

Me acosté en la cama, detallando su brillo. Parecía provenir de otro mundo. No sé cuanto tiempo pasó, pero solo sé que mis ojitos se cerraban por sí solo. Finalmente, me quedé dormido sin remedio. Había ignorado la advertencia al final. 

Giraba a gran velocidad por un agujero oscuro. Gritaba desesperado, pero era inútil. ¿Quién podría escucharme? El trayecto duró horas, hasta que finalmente desperté de aquella pesadilla que parecía un abismo sin fin.

Una fuerte brisa golpeaba mi rostro, al igual que el resplandor del sol. ¿Cómo era posible? En mi cuarto no entraba tanta luz, ya que me gustaba ver mis animes en penumbra. 

Comencé a abrir los ojos con dificultad. No divisaba bien, pero parecía estar en un lugar completamente distinto. Todo se sentía diferente... El sol era más fuerte de lo que recordaba, y el dolor en todo mi cuerpo era intenso. Cuando finalmente enfoqué la vista, me di cuenta de que no estaba en mi cama. Me encontraba en un lugar rocoso y con poca vegetación. Sus formaciones de piedra desnuda se extendían en todas direcciones. La superficie era áspera y desigual, con grietas y fisuras. El sol, en su zenit, proyectaba una luz intensa y sin piedad, haciendo que cada superficie brillara con un resplandor casi cegador.

¿Cómo había llegado aquí? ¿Acaso era un sueño?

Me pellizqué las mejillas y solo conseguí un fuerte dolor. Se sentía tan real que empezaba a dudar que fuera producto de mi imaginación. Una fuerte ventisca me golpeó el rostro. Miré mis vestiduras y vi que también habían cambiado. Usaba un suéter blanco y un pantalón negro, parecido a los de los años noventa, con unas botas extrañas pero que lucían bien. Sin embargo, en mi cuello estaba el collar que me regaló mi padre. Lo miré extrañado; realmente la piedra era preciosa, pero no sabía cómo había llegado hasta mi cuello. A menos que... hubiera dormido con ella.

Puse seguir procrastinando, de no ser porque algo ruidoso comenzó a aproximarse. Miré a todos lados en busca del origen del sonido —el aire se agitaba sobre mí— y miré hacia arriba. ¡No podía creerlo!

En el cielo, se aproximaba una nave, pero sabía muy bien que no se trataba de cualquiera. La conocía muy bien, pero no podía creérmelo. Me tambaleé y caí al suelo ante el asombro. Cerré y abrí los ojos con fuerza, queriendo despertar del sueño, pero la imagen seguía allí y se acercaba lentamente. ¿La nave de Freezer? Aquello era completamente una locura; estaba viviendo algo que parecía muy real, en una de las historias que más me había gustado en mi vida. Y si esto era como creía, entonces...

Una gran sonrisa apareció en mi rostro. "Ellos estarán aquí, estoy seguro". Entonces escuché que gritaban:

—¡Ahí vienen!

Corrí hasta un montón de tierra que formaba una colina y logré ver a cada uno de los héroes de esta historia: Gohan, Vegeta, Krilin, Piccolo, Ten Shin Han, Bulma, Chaoz y Yamcha.


Una enorme sonrisa volvió a aparecer en mi rostro. 

—Esto no va a ser tan malo después de todo —me dije a mi mismo.

En cuestión de segundos, aquella nave colosal pasó sobre nosotros a gran velocidad. Observé cómo todos hablaban, y como suponía, sabía lo que estaban diciendo. La nave descendió unos cuantos metros del lugar. Comencé a correr tratando de que no me vieran, pero no me perdería eso aunque fuera un sueño. 

Y allí estaba Freezer, ordenando a varios soldados que aniquilaran a los terrícolas. Pero, entonces, en cuestión de minutos, apareció Trunks y los derrotó a todos en segundos. Por alguna razón, me sentía emocionado ante eso, y no me importaba si era un sueño o real, porque era lo mejor que me había pasado. Los soldados comenzaron a atacar a Trunks y él detenía sus poderes. Varios de ellos pasaron cerca de mí y me asusté por un momento ante las explosiones. Sin embargo, no podía apartar la mirada de lo que veía y oía. Me causaba mucha risa, porque conocía de memoria los diálogos de cada uno de ellos.

Entonces, ante mis ojos, presencié la grandiosa transformación de Trunks en Super Saiyajin. Tal como en los capítulos anteriores, comenzó un enfrentamiento entre Freezer y Trunks, donde más de una vez tuve que sujetarme fuerte a la colina, ya que sus poderes eran descomunales y hacían temblar el suelo. Una gran bola gigante por parte de Freezer fue lanzada contra Trunks, y aunque sabía lo que sucedería, no dejaba de ser intimidante ese poder gigante en forma de esfera. Nada comparado con lo que el anime ofrecía; en persona era mucho peor...

Trunks, sin recibir ningún daño y con aparente facilidad, comenzó a levantar aquella esfera con tan solo un dedo, para luego arrojarla. Pero como lo había visto en mi cuarto, Freezer, que seguía elevado en el cielo, fue derrotado por completo; cortado en muchas mitades y lanzándole un poder final.

Observé cómo Trunks desenvainó su espada y se la entregó al Rey Cold, padre de Freezer. Este intentó cortar a Trunks, pero fue incapaz; y en cuestión de segundos fue derrotado él y toda su nave por completo. La transformación de Trunks terminó y todos los guerreros Z estaban atónitos ante lo que acaban de presenciar. Comienzo a reír por los nervios, pero estaba más que emocionado porque al mismo tiempo sabía lo que iba a acontecer en todo momento. Me sentí tentado de decírselos, pero estaba seguro de que no me creerían, y quizás solo lograra enfurecer a Vegeta. Era demasiado temperamental. Además, según el anime tenía el ego y el orgullo en el suelo por haber visto a otra persona, además de Goku, convertirse en super saiyajin. 

—¿Y tú qué haces aquí? —Escuché una voz detrás de mí.

Me levanté sorprendido para volverme hacia esta, y debo confesar que nada de aquello lo recordaba en mi historia, lo que me causó mucha confusión. 

Pero, al ver quién me hablaba, ahogué un grito porque no era más que el Dr. Gero.  Un hombre de estatura mediana, con una complexión delgada pero firme, que denotaba años de dedicación a sus investigaciones. Su rostro estaba marcado por líneas de preocupación y una mirada penetrante que parecía escudriñar cada detalle de mí. Sus ojos, celestes y fríos, transmitían una sensación de determinación implacable. Su cabello cansoso, estaba peinado hacia atrás de manera pulcra, dándole un aire de seriedad y autoridad. Vestía un traje impecable, ajustado y de tonos oscuros, que hablaba de su pragmatismo. 

Sentí escalofríos y empecé a sudar. Sabía que eso no era bueno, 

Sentí escalofríos recorrer mi espalda y un sudor frío brotar en mi frente. En un instante, el aire se volvió denso, cargado de una tensión palpable. ¿Cómo podía ser que el Dr. Gero me hubiera descubierto en aquel escenario? Mis pensamientos corrían desenfrenados, como si intentaran escapar de la inevitable realidad que se cernía sobre mí. Sabía que eso no era bueno. No podía serlo. El simple hecho de que el hombre detrás de todo el caos que se avecinaba me hubiera encontrado significaba que algo en la historia podía cambiar, o mi propia vida. 

Entendí allí, que ya no podía esconderme detrás de mis fantasías ni refugiarme en los mundos de mis animes favoritos. La amenaza era real y estaba frente a mí, encarnada en la figura del Dr. Gero. Era como si el destino hubiera decidido desenterrar mis secretos más profundos y ponerlos al descubierto ante mis propios ojos. Y en ese momento, en medio del terror y la incertidumbre, supe que debía hacer lo que cualquier persona haría. Así que intenté huir, pero él apareció de la nada ante mis ojos, logrando que gritara dle susto.

—¡Déjame en paz! —vociferé asustado.

Corrí nuevamente, y él volvió a aparecer delante de mí. Debía hacer algo, tenía que pedir ayuda. Eso era lo que pensaba en ese momento, cuando abrí la boca para hablar, me atrapó conf uerza el rostro, tapándome la boca con su mano, imposibilitándome a emitir sonido alguno. Me miró con aquellos ojos fríos pero interesados, y dijo:

—No sé por qué creo que eres especial. Pero créeme, este ha sido tu mejor día. Me acompañarás a un laboratorio cerca de la capital del norte...

Intenté hacer uso de mis fuerzas para quitármelo de encima, pero no funcionó. Por primera vez, me di cuenta de la verdadera fuerza que proporcionaba aquellos personajes. Y lo que fue pero, descubrí lo que significaba que mi energía fuera absorbida, porque sentí mi cuerpo desmayarse poco a poco, casi al colapso, como si se tratara de algún tipo de anestesia, y con ello, caí desmayado. "Malditas esferas de energía", pensé, recordando el tipo de androide que este era...


En muchas ocasiones, experimenté la sensación de ser sometido a una transformación inhumana. Mi cuerpo parecía estar maniatado, sujeto por las frías manos de la ciencia. Agujas perforaban mi piel, bisturíes cortaban a través de mi carne, y descargas eléctricas surcaban mi cuerpo, dejando un rastro de dolor y confusión. 

En medio de ese torbellino de sensaciones, había momentos en los que sentía como si estuvieran operando en lo más profundo de mi ser, extrayendo partes de mí y reemplazándolas con dispositivos mecánicos. En otras ocasiones, una extraña sensación de entumecimiento se apoderaba de mí, como si mi cuerpo estuviera desconectado de mis emociones y sentimientos, atrapado en un limbo entre la realidad y la pesadilla. Pero llegó un día en el que todo cambió...

Estaba despertando. Todo era confuso. No sentía ningún dolor, y mis sentidos parecían estar aún más intensificados; podía sentirlo. Lograba escuchar y notar muchas presencias a mi alrededor, pero estaba dentro de una cápsula, la cual comenzaba a abrirse con un pitido peculiar mientras humo salía de ella. Enfrente de mí, estaban dos personas muy conocidas: los androides número 17 y 18. Con cuidado, salí de aquella cámara.

El laboratorio del Dr. Gero en la capital del norte era un lugar impregnado del aura de la ciencia retorcida y la ambición desmedida. Las luces parpadeaban e iluminaban pasillos estrechos y techos bajos. El sonido de maquinaria resonaba, acompañado por el zumbido constante de los ordenadores y los ventiladores que intentaban mantener la temperatura controlada. Las paredes estaban revestidas de metal frío y estéril, adornadas con pantallas brillantes que mostraban datos y gráficos indescifrables. Mesas de trabajo desordenadas estaban cubiertas de herramientas y equipos científicos de aspecto intimidante, mientras que tubos y cables serpenteaban por el suelo en una maraña caótica. El olor a productos químicos penetraba en el aire, mezclado con un ligero tinte metálico que dejaba un regusto amargo en la boca. 

Pero también estaba casi destruido por completo. Pero... "¿Qué hago aquí?" fue la pregunta que me formulé. Debía sentir nerviosismo que la versión de número 17 y 18 de ese momento, era la cruel y maliciosa, pero en cambio, estaba con total naturalidad. Ambos, me miraban con curiosidad.  

Como en el anime, el androide 17 tenía una complexión atlética y una mirada penetrante que parecía escrutar cada detalle de mi. Su cabello oscuro caía en mechones desordenados sobre su rostro, agregando aquel toque de rebeldía a su apariencia. Sus ojos centelleaban con una chispa de curiosidad mientras me observaba, como si estuviera evaluando mi valía en un simple vistazo.

Por otro lado, el androide 18 irradiaba aquella belleza fría y distante. Su cabello rubio caía en cascada sobre sus hombros con un brillo metálico, y sus ojos azules mostraba una inteligencia aguda. Su sonrisa era arrogante y autosuficiente, como si supiera que tenía el control total de la situación. Podía sentir su mirada escudriñando mi ser, como si estuviera buscando alguna debilidad que pudiera aprovechar.

Debía sentir miedo, pero no era el caso. De hehco, me sentía completamente diferente...

Miré a un costado y observé que el Dr. Gero ya había muerto.

—Te noto un poco confundido, número 23. A decir verdad, no sabía que existías... —mencionó número 17. Lo miré con desconcierto mientras continuaba— ...y por lo que veo, tú tampoco sabías de tu existencia. Verás, somos humanos cibernéticos, superdotados, con dispositivos de alta tecnología que nos brindan fuerza, agilidad e inteligencia, con energía ilimitada. Es decir, somos invencibles, excepto aquel... —Señaló una cápsula con el número 16—... Él es de una tecnología mucho más antigua, por lo tanto, menos poderoso que nosotros. Me parece extraño que el Dr. Gero aún lo tuviera con vida.

No respondí a su comentario.

Miré hacia donde había salido y vi que la cámara tenía el número 23. "¿Soy un androide?" Me asaltó la pregunta de inmediato, pero mi rostro se mantuvo inexpresivo. Me invadió una sensación abrumadora de incredulidad y confusión. ¿Cómo podía ser posible que yo, Lucas, fuera un androide? ¿Cuántas otras verdades ocultas podrían estar esperando en las sombras de mi vida en ese momento? Las dudas y los temores comenzaron a acumularse en mi mente, formando una neblina densa que nublaba mi capacidad de concentración. 

Mire hacia la salida, y vi que la puerta del laboratorio ya había sido destruida por Vegeta. Al otro lado, estaba la multitud de los guerreros Z, cautelosos y atemorizados. Busqué mi reflejo a través de unos cristales rotos, hasta que vi un enorme vidrio donde escurría agua. Mi cabello había crecido más de lo normal, sin ser tan largo como el de 17, pero caía hasta mis sienes, mis ojos ya no eran verdes, se habían vuelto azules, pero llevaba la misma vestimenta; solo había cambiado una pequeña insignia con una doble "RR" en mi suéter.

Me volví hacia los guerreros Z, que nos observaban con preocupación. Krilin apoyaba el deseo de huir, lo cual también consideraba que debían hacerlo. Y, aunque no estaba seguro de cuánto había cambiado mi ser, reconocía que nada era igual, pues solo tenía un pensamiento que surgía cada segundo: asesinar a Goku. Y fue allí cuando comprendí que había sido utilizado para los planes del Dr. Gero.

—17... Quizás a 23 no le guste hablar o es mudo. Qué aburrido. Será mejor que despiertes a 16 —replicó el número 18.

—O tal vez solo está demasiado sorprendido de encontrarse en esta situación —respondió con tranquilidad, mirándome—. De todas formas, será mejor que despertemos a 16 antes de que nos quedemos aquí esperando toda la eternidad.

17 se acercó a la entrada y se agachó para observar a Krilin. Le hizo señas para que se acercara, y Krilin se puso tenso. Ante su impaciencia, 17 se levantó antes de que Krilin pudiera moverse e hizo una mueca de desprecio, volviéndose hacia nosotros.

Pero, como en el anime, Trunks se alteró y comenzó a gritar, recordándome lo que sabía:

—¡No permitiré que despierten a otro androide en mi presencia!

En cuestión de segundos, Trunks se transformó en Super Saiyajin, desatando un torrente de energía descomunal que se arremolinaba a nuestro alrededor. Sentí como si el aire se cargara con electricidad y el suelo temblara bajo mis pies. Sin embargo, en un instante de pura reacción instintiva, me vi proyectado lejos del epicentro de la explosión, como si el tiempo se hubiera ralentizado y mi cuerpo se hubiera movido por sí solo para escapar del peligro inminente.

Cuando recobré la conciencia de mi entorno, me encontré de pie sobre el terreno desolado, observando con incredulidad la devastación que había dejado a su paso la explosión. A mi lado, número 17 y 18 se mantenían imperturbables, protegidos por la barrera invisible de su inquebrantable confianza en su propia invulnerabilidad. La cápsula de 16 permanecía intacta entre nosotros. 18 la había salvado. 


—Será mejor sacarlo de esa cámara rápido. Todos los sistemas han sido desconectados —declaró 17 con urgencia.

Descendimos sobre la tierra. El polvo de la destrucción nos envolvía en un manto grisáceo. Número 18 lanzó la cámara al suelo con un gesto brusco, y presionó un botón. La puerta comenzó a abrirse lentamente, pero 18, impaciente, la pateó con fuerza, destrozándola en el acto. En cuestión de segundos, los ojos del enorme androide número 16 se abrieron. Sin embargo, a diferencia de ocasiones anteriores, su rostro no mostraba ninguna emoción, solo una mirada de curiosidad y aburrimiento. ¿Por qué?

Todo estaba transcurriendo conforme a lo que había visto en el anime. 

Sin embargo, me preocupaba haberme visto arrastrado tan profundamente en la historia, hasta el punto de convertirme en un androide sin haberlo decidido, y haber cambiado demasiado la situación. Antes habría pensado que sería genial, pero el proceso que me había llevado hasta aquí fue una tortura. Y ahora, no sentía nada. No sabía qué consecuencias traería esto, pero ya no había marcha atrás.

16 se puso de pie con determinación, con el ceño fruncido, sin emitir palabra, tal como había previsto. Me preguntaba qué pensaría Trunks de mí y de 16, sabiendo que ninguno de los dos existía en su futuro.

—¿Sabes? Nunca había visto un modelo como tú activado. Es genial que finalmente estés fuera después de tantos años —afirmó 17 con orgullo—. El Dr. Gero nos ordenó que te dejáramos dentro, no paraba de gritar que sería nuestro fin si te despertábamos a ti y a 23 —añadió con arrogancia, como si creyera que aquello fuera imposible.

—¿Podrías decirnos por qué el anciano hizo tanto alboroto? —preguntó 18, pero 16 permaneció en silencio.

—¿Qué pasa? ¿No vas a hablar? —insistió 18.

—Tal vez seas un modelo fuerte, pero sin voz" —agregó 17 con sarcasmo—. ¡Genial! Tenemos a dos sepulcros con nosotros.

18 suspiró, con el ceño fruncido.

—Como sea, vámonos —dijo 17, imperturbable ante el hecho de ser ignorado.

—¿A dónde? —preguntó 18.

—A donde esté Goku. ¿A dónde más podríamos ir? —respondió 17, acercándose a número 16 y a mi—. El Dr. Gero los creó para derrotar a Goku, igual que a nosotros. ¿Estoy en lo correcto?

—Correcto —respondió 16, con un simple monosílabo.

—Si —agregué con frialdad en mi voz, sorprendiéndome a mí mismo. ¿Qué me había pasado?

—Ya veo, solo hablan si se trata de vencer a Goku —replicó 17.

—16 y 23 solo responden a la voz que los programó. No son defectuosos, solo están concentrados —añadió 18.

—Aunque odio la idea de seguir las órdenes de Gero, quedarme aquí sin hacer nada todo el día no me entusiasma. Vámonos de aquí —expresó 17, denotando su aburrimiento real.

Se elevó con facilidad y lentitud, seguido por 18, 16 y yo, con nerviosismo. Me impulsé del suelo como si fuera lo más natural del mundo y casi sonreí al sentirme en el aire. Era una sensación asombrosa, y quería sonreír de verdad, pero mi rostro no lo permitía. Parecía que mi cuerpo no correspondía a mis sentimientos. Con esfuerzo, logré esbozar una sonrisa, aunque no estaba seguro de si parecía una mueca. 17 me miró con curiosidad e interés antes de devolverme la sonrisa. Lo había notado.

Alcanzamos cierta altura y cambiamos de dirección con calma. Aumentamos la velocidad sin dificultad, y me di cuenta de que podía volar aún más rápido si lo deseaba. Como había dicho 17, no sentía fatiga ni cansancio. Realmente era un androide con energía ilimitada. Ahora, la pregunta que rondaba mi mente era: ¿Aparecerá Vegeta? Porque de ser así, se viene la humillación más grande para su ego Saiyajin. 


Nota:

Hola chicos, disculpen que haya dejado esta nota, pero quería pedirles que se sintieran libres de votar y comentar.

Este es solo el comienzo de la historia, y puedo asegurarles que he trabajado arduamente en su creación. He revisado cada detalle una y otra vez, además de repasar cada capítulo y realizar numerosas investigaciones. Si bien muchos diálogos están inspirados en el anime original, gran parte de las escenas y la trama son producto de mi imaginación.

Les pido que le den una oportunidad a la historia y continúen leyéndola, ya que estoy seguro de que se volverá mucho más interesante con el tiempo. Sus comentarios son muy importantes para mí.

Una vez más, disculpen la nota y saludos cordiales.

Atte: Caterpila

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