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La Ironía del Destino

Capítulo 9

La vida tiene una manera irónica de jugar con nuestras expectativas y sueños. Para mí, ser transportado al mundo de mi anime favorito inicialmente parecía un regalo del destino, una oportunidad única para vivir aventuras emocionantes y ser parte de mi mundo ficticio preferido. Sin embargo, lo que comenzó como un sueño pronto se convirtió en una pesadilla, al descubrir que este mundo no era solo un lugar de fantasía, sino un campo de batalla lleno de peligros y conflictos reales.

La ironía se hizo aún más evidente cuando me encontré atrapado en los planes siniestros del Dr. Gero, destinado a convertirme en parte de la perfección de Cell, el mismo villano al que admiraba y temía en la pantalla. Sentir el poder de Cell no solo me estremecía físicamente, sino que también despertaba en mi una profunda angustia emocional al percibir las intenciones malévolas y los deseos de destrucción que emanaban de su ser.

Paralizado por el miedo y la incertidumbre, me encontraba enfrentando un dilema existencial: ¿cómo lidiar con la realidad de estar atrapado en un mundo lleno de peligros y ser manipulado para servir a un villano? La idea de ser parte de la perfección de Cell me aterraba. Estaba consciente de que cada movimiento que hiciera podría significar mi propia perdición.

Entonces, ¿qué era? ¿Un sueño o una pesadilla? La realidad podía ser mucho más compleja y desafiante de lo que imaginamos.

La oscuridad descendió como un manto pesado sobre el cielo, devorando parte de la luz del día. El aire se tornó denso y opresivo, cargado con la electricidad de una tormenta inminente. A lo lejos, el horizonte se retorcía bajo la furia de los ciclones, como si la propia naturaleza estuviera conspirando en mi contra para demostrarme el destina cruel que s eme avecinaba.

Y es que, en ese instante, por culpa de Vegeta, me encontraba en el epicentro de un terror que amenazaba con consumirme por completo. Cada rincón de la isla parecía tronar y cada sombra cobraba vida. Sabía que la verdadera batalla estaba a punto de comenzar. Mis manos temblaban, no solo por el frío que se filtraba en mis huesos, sino por el terror que se apoderaba de cada fibra de mi. ¿Cuánto más podría resistir antes de sucumbir ante la oscuridad que se cernía sobre mí? Mi vida, mi destino, todo pendía de un hilo frágil, a merced de fuerzas que trascendían mi comprensión.

Trunks surcó los cielos con un frenesí palpable. Estaba cargado de agitación y podía mirarse en cada movimiento de su cuerpo. Con determinación, se abalanzó hacia Cell, con la mirada fija en el objetivo. Sin embargo, la barrera de energía que envolvía al villano era impenetrable, una muralla inexpugnable que desafiaba cualquier intento de traspasarla. Trunks, comienza a arrojar una ráfaga de energía, ondas fotónicas que salían como proyectiles una tras otra, pero que eran incapaz de penetrar el campo protector que se gestaba alrededor de aquel monstruo. 


Cell, le rodeaba un destello de energía. Como por arte de magia, los cielos se calmaron y las aguas, y el viento aunque fuerte, dejó de susurrar en mis oídos, como la tranquilidad previa de un maremoto.   

La apariencia de Cell cambió por completo; ahora lucía más refinado, su mirada más fría, observándonos con una sonrisa que me dejaba completamente paralizado. Sabía que no tenía ni el poder ni la fuerza suficiente para vencerlo esta vez.

Cell se dio su tiempo: se contemplaba a sí mismo con una tranquilidad que sugería que nada más importaba. La historia seguía su curso. Aun así, con mucho dolor, Krilin se lanzó al ataque desesperado por no perder a 18, pero Cell ni siquiera se molestó en prestarle atención. Una ráfaga de golpes fue lanzada, pero él no se inmutó. Trunks también lo intentó, pero nada ocurrió, Cell seguía recibiendo los golpes como si fueran meros humanos luchando contra el acero mismo. 

Krilin intentó cortar a Cell con un golpe de poder, como si se tratara de una sierra de energía, un disco volador capaz de cortar lo que fuera, y pese a que golpeó en el cuello de Cell, fue en vano.

Allí, Cell señaló a Krilin y se dirigió hacia él a una velocidad impresionante. Al alcanzarlo, le propinó una patada en la nuca que lo dejó inconsciente. Trunks gritó de impotencia, pero era demasiado tarde. 

Trunks se acercó a Krilin y le dio una semilla del ermitaño, restaurando sus heridas. Entonces, Vegeta descendió cerca de Cell y dijo:

—¿Te sientes feliz por haber acabado con la vida de ese gusano? A decir verdad, no eres lo que yo esperaba. Tu fuerza y velocidad deben ser las mismas.

—Eso fue una falta de respeto...  —comentó Cell, mirándole—. ¿Serías tan amable de ayudarme con mi calentamiento?

—Aceptaré tu invitación, pero esto se acabará en el calentamiento —respondió Vegeta con suficiencia.

—Empecemos —sonrió Cell antes de volver su atención hacia mí—. Dame unos minutos y ya vuelvo por ti, androide Número 23.

Ambos se prepararon para luchar, y yo solo podía observar estupefacto. Número 16 apareció, tan grave o más que la última vez. De su cabeza, podía ver los circuitos expuesto, y su cuerpo vulnerable, con aceite y algunos cables que se desprendían de él.

—Lo siento, Número 23, intenté protegerla pero yo... 

—No tienes que disculparte —le respondí a 16, sin apartar mi vista de Vegeta y Cell—. Yo debí derrotarle pero Vegeta se interpuso en mi camino y... ahora 18 no está, debíencargarme desde un principio. 

—Lo hiciste, pero volvió aparecer, ¿no recuerdas? 

—He alterado tanto esta línea del tiempo que no presté atención de que pudiera alguien más alterarla, es un desastre —reconocí, sintiéndome tan tonto, por primera vez.  

—Pero mira, es cierto... Cell se ha vuelto más fuerte que antes, pero el poder de Vegeta le lleva la delantera. Él puede ganarle a Cell —dijo el número 16.

—Te equivocas... —le dije casi sin voz—. Cell ganará esta pelea. No ha demostrado todo su poder, y estamos lejos de hacerlo mostrar en su totalidad. Quizás si peleara en conjunto con Vegeta sea posible... aunque lo dudo.

—¿Qué dices, número 23? ¿Tan fuerte es? —preguntó Número 16.

—No tengo por qué mentir... —sonreí con nostalgia, señalando mi cabeza—, recuerda que tengo ventaja.

Él asintió y continuó observando la inminente batalla.

Vegeta se lanzó contra Cell, pero este lo detuvo fácilmente. Atacó de nuevo, y Cell se defendió sin esfuerzo. La lucha continuó, pero Cell apenas se esforzaba, limitándose a sonreír mientras destruían montañas para continuar con la batalla. No había que ser muy listo, ese monstruo era muy fuerte. 


Lo sabía, pronto Cell lucharía en serio, pero, ¿por qué rendirme? Sabía que no me dejaría ir. 

Armándome de valor, decidí luchar. Observé un espectáculo en el cielo mientras las cantidades de energía enviadas por Vegeta creaban un frenesí de luces, pero Cell escapaba de aquellos ataques como si nada. Se desesperó y comenzó a contraatacar con la misma furia. 

Aumenté mi poder al 100% y me dirigí hacia la batalla.

—¡No, número 23! —gritó Número 16.

Una explosión estalló ante mis ojos, pero vi a Cell tranquilo en el suelo. Vegeta se acercó a él y este solo lo provocaba con comentarios que iban directo a su orgullo saiyajin, aumentando el enojo del príncipe. Llegué a su lado, y Vegeta, mirándome, dijo:

—¡No te entrometas, chatarra!

—No lo hago por ti. Lo hago por mí y por mis hermanos —le respondí sin más. Tenía que ubicarlo en tiempo y espacio.

Volé con toda mi velocidad hacia Cell. Él sonrió. Lancé varios golpes que esquivó con facilidad. Entonces, aparecí detrás de él y grité:

—¡Cañón súper letal!

De mis manos desaté un torrente de energía concentrada, un huracán de fuerza descomunal que brotó con una intensidad cegadora. La masa de energía tomó forma en un instante, brillando con una luminosidad deslumbrante antes de lanzarse hacia adelante con ferocidad. Pero Cell la esquivó con facilidad, y, mientras mi poder arrasaba con parte de la superficie del terreno, el monstruo apareció repentinamente encima de mí.

— No sabía que tenías tanta prisa por unirte a mí. Pensé que esperarías a que acabara con Vegeta. Incluso pensé que huirías —dijo, sonriendo soberbiamente.

—No lo haré. Así que lucha, cobarde —respondí irritado.

Vegeta se acercó también, reclamando a Cell que luchara en serio. Allí, le dio una patada en el cuello con mucha fuerza, que no le afectó. Se quedó tan inmóvil, como si un humano común hubiera pateado un árbol. 

Aproveché el momento y lancé un golpe a su estómago, pero no causó ningún efecto tampoco. Vegeta y yo estábamos pasmados ante aquel monstruo. Cell se acercaba a mí lentamente. Sabía que no podría vencerlo, pero no podía permitir que terminara así. Me negaba a aceptarlo. Vegeta seguía en estado de shock ante Cell, como yo.

—¿Qué pasó con la patada que le di con todas mis fuerzas? —cuestionó vegeta en voz alta, sin entender—.  Incluso tú, Número 23, tu ataque fue mucho más poderoso.

—Sonrían ustedes dos, no tienen por qué preocuparse —respondió Cell.

Fruncí el ceño.

En segundos, Cell apareció frente a Vegeta y le lanzó una patada en el pecho, enviándolo lejos. Dio una vuelta y me golpeó en el rostro. El dolor era insoportable. Nunca había sentido algo así. Reboté contra el suelo varias veces hasta destruir varias rocas. Me quedé tendido por unos segundos. 

Observé el cielo y pensé, levántate... solo hazlo. 

Las imágenes de mis hermanos, seguidas por las de mis padres, se desplegaron en mi mente con una claridad sorprendente. Había relegado esos recuerdos al rincón más oscuro de mi conciencia durante tanto tiempo. Por un instante, consideré que esto era solo un juego, que no era más que una ilusión pasajera. Sin embargo, la intensidad de las sensaciones que recorrían mi cuerpo, la crudeza de la lucha y el dolor palpitante, todo eso despejó cualquier duda. En medio de la tormenta de batalla, en el abismo de la incertidumbre, surgió una verdad indiscutible: no deseaba morir.

Me levanté con dificultad. Noté que Vegeta salía del agua. Ambos nos elevamos y, en segundos, nuestros poderes se igualaron. Creía que, si ambos lo atacábamos, era posible vencerlo.

El firmamento se oscureció otra vez, como si absorbiera la energía que desprendíamos, y el aire mismo temblaba bajo el peso de nuestros poderes desatados. Vegeta se preparaba para el ataque, y yo también. Era el momento culminante, la técnica definitiva que había guardado para este momento. Sentí cómo mi ser se llenaba de una energía que parecía no tener fin, como si cada fibra de mi ser estuviera impregnada de un poder ilimitado que amenazaba con desbordarse.

Observé a Vegeta, sus ojos reflejaban frustración y determinación. En su semblante, reconocí el fuego del orgullo herido, pero sabía que eso no sería suficiente para enfrentar lo que se avecinaba. En cambio, en lo más profundo de mi ser, el cuestionamiento ardía con una intensidad abrumadora. No era solo el deseo de proteger mi orgullo lo que me impulsaba, sino algo mucho más fundamental: el ansia desesperada de vivir.

Pero, ¿qué significaba la vida en ese momento, cuando la muerte acechaba a cada paso? ¿Qué valor tenía la mera supervivencia en un mundo tan despiadado?

La respuesta llegó como un eco distante en mi mente aturdida: la vida era todo. Cada bocanada de aire, cada latido de mi corazón, era un tesoro precioso que no estaba dispuesto a desperdiciar. Además, tenía que regresar a mi mundo, ver a mis padres y hacer algo con mi vida. No estaba seguro de querer vivir tal cual como se me presentaba, no cuando los efectos de mi vida dependían de la mismas reglas de este mundo y que mi presencia alterara toda la realidad conocida. Era espeluznante.

— ¡Cell! No podrás absorberme tan fácilmente... ¡lucharé hasta mi muerte! —exclamé, con un grito que reflejaba mis propios deseos—. ¡Juicio del Destino!

Seguido por Vegeta gritando: 

— ¡Resplandor Final!

Nuestros poderes convergieron en un éxtasis de energía primordial, tan vasto y feroz que parecía trascender los límites del cosmos. El "Resplandor Final" del príncipe Saiyan irradiaba una intensidad deslumbrante, una explosión de luz incandescente que devoraba la oscuridad y hacía temblar los cimientos del universo. Mientras tanto, el "Juicio del Destino" mío, se manifestaba como un cataclismo de fuerza pura, una cascada de poder arrollador que se precipitaba desde lo alto como el juicio divino de los dioses antiguos. Juntos, sus poderes eran capaces de desencadenar una destrucción que amenazaba con consumir el planeta entero, dejando tras de sí una estela de caos y desolación que resonaría a través de las edades.

La trayectoria, de haber ido en una posición descuidada, pudo haber destruido la tierra. Sin embargo, sobresalieron de la atmósfera, dividiendo las aguas en dos y cubriendo todo con una nube de polvo que se perdió hasta el espacio. Observé a Vegeta al límite de su energía. Y, aunque yo contaba con energía ilimitada, necesitaba recuperarme de aquel ataque en solo unos minutos. Estaba seguro de que habíamos acabado con Cell, pero... lo vi... todavía vivo.

Quedé paralizado.

Un pequeño punto de masa gris se mantenía flotando. Intenté hacer un esfuerzo de enviar algo de mi energía, una mínima onda de energía que desintegrara esa última parte de Cell, ese mínimo y minúsculo fragmento, consiente de su habilidad para regenerarse, pero mi cuerpo no reaccionaba; necesitaba más tiempo. 

Allí, flotando, las células del bioandroide empezaron a agitarse, una fuerza latente que se negaba a perecer. Con un esfuerzo titánico, Cell comenzó a reorganizarse, sus células regenerándose lentamente mientras respiraba con dificultad; una pierna, luego otra, seguido de un brazo y el otro, hasta formar el toros y finalmente la cabeza y las alas.

Por primera vez desde el inicio del combate, se le veían signos de cansancio, su figura imponente mostraba grietas en su resplandor. Pero aún así, su presencia era sobrecogedora, una encarnación de la persistencia y la determinación más allá de los límites humanos. Cell se alzó de nuevo, renovado en su resolución, con una mirada que ardía con una voluntad indomable. Y dijo: 

—Han logrado lastimarme... —No sonaba nada amable para ese momento, y parecía cansado y abrumado—. ¡Los haré pedazos!

—¡Te lo merecías, desgraciado! —respondió Vegeta, con dificultad y el cuerpo entumecido. Vegeta comenzó a reírse, cantando victoria.

—Estaba bromeando —se sinceró, cambiando su inmutable postura, con su sonrisa hipócrita y maliciosa. 

Yo solo observaba con asombro, incapaz de creerlo, mi fin parecía inminente. ¡Lo sabía!, pensé, entrando en pánico. 

—Aunque me hagan mil pedazos, no podrían enviarme al otro mundo. ¿Acaso ya se les olvidó que poseo las células de Piccolo? —añadió. 

—¡Déjame en paz! —Grité, dando pasos hacia atrás, con dificultad—. ¡No te acerques! 

Vegeta entró otra vez en una locura frenética, atacando desesperadamente, pero Cell apareció y lo golpeó, arrojándolo. Se levantó con dificultad, pero Cell ya estaba frente a él, propinándole una patada que lo envió a los cielos. La escena era como si alguien jugara con un muñeco de trapo. en pocos segundos, vi como Vegeta cayó al suelo derrotado, perdiendo su transformación y luego el conocimiento.

—Qué persistente eres, pero ahora haré que te sientas más tranquilo —dijo Cell, con la intención de acabar con la vida de Vegeta mientras reía.

Era mi oportunidad para escapar.

Con todas mis fuerzas, comencé a volar, debía desaparecer, pero entonces Cell apareció delante de mí.

—¡No! —grité, lanzando ráfagas de energía que no le causaban ningún daño. Cell se acercaba lentamente, cada vez más. Cuando estuvo cerca de mí, dijo:

—Ha llegado la hora de perfeccionarme por completo, Número 23.

Abrí la boca para decir algo, pero nada salió. Mi corazón se aceleró, casi a punto de estallar fuera de mi pecho. 

En segundos, su cola apareció y se abrió. Levanté los brazos para detenerlo, pero fue inútil; su fuerza me superaba. Sentí cuando su cola me envolvió, apretando mi cuerpo. Mi visión se volvió oscura mientras recuerdos de mi vida inundaban mi mente. Extrañaba mi hogar. Sentía cada músculo de su cola impulsándome hacia él, mi cuerpo perdía movilidad poco a poco. Solo un pensamiento me vino a la mente para aquietar mi desesperación:

Si tan solo hubiese buscado la manera de regresar a mi mundo desde el inicio...



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