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En Casa de Goku

Capítulo 4

El destino, como lo entendía en ese momento, no era una línea recta ni una predestinación inalterable. Más bien, se asemejaba a un vasto entramado de posibilidades, una red compleja de variables que interactuaban entre sí en un delicado equilibrio. Cada decisión, cada acción, cada pequeño acontecimiento tenía el potencial de desencadenar una cadena de eventos, llevando a resultados que eran tan variados como impredecibles.

Pensaba en cómo una sola elección podía cambiar el curso de una vida. El destino no era una fuerza inexorable que nos empujaba hacia un final inevitable, sino un campo de potencialidades donde el tiempo y el lugar desempeñaban roles cruciales. Era la suma de las acciones individuales, las circunstancias y los momentos únicos que, al combinarse, creaban una realidad específica.

Esta idea me llevó a reflexionar sobre mi propia situación. Al estar en un mundo que no era el mío, consciente de los eventos futuros que podían o no suceder, me di cuenta de que mi presencia allí era una variable significativa. Mis interacciones con los androides, mis decisiones sobre cuándo intervenir o permanecer en silencio, todo contribuía a la configuración de una nueva realidad.

Era como si el destino fuera un caleidoscopio en constante movimiento, donde cada giro producía una nueva combinación de formas y colores. No había un solo camino predeterminado, sino innumerables caminos que podían llevar a diferentes desenlaces. La comprensión de esta multiplicidad me hacía valorar aún más cada momento y cada elección, consciente de que incluso el más pequeño acto podía tener repercusiones inesperadas.

En última instancia, el destino no era algo que nos sucedía, sino algo que creábamos constantemente a través de nuestras acciones y decisiones. Era un recordatorio de nuestra agencia y responsabilidad en la construcción de nuestras propias vidas y, en mi caso, en la influencia que podía tener en el mundo de los androides y más allá. Esta perspectiva me daba una sensación de propósito y me impulsaba a actuar con cuidado y consideración, sabiendo que el destino estaba, en parte, en mis manos.

Era la primera noche real para mí —recordemos que no tomé en cuenta las noches de tortura previa a mi transformación durante aquellos tres años, desde que llegue a este mundo—, y la verdad es que solo esperaba una cama. Pensaba que quizás despertaría en mi cuarto, pero no estaba seguro si eso era lo que quería en ese momento. No mentiré, haber compartido ese día con todos ellos me hizo cuestionar qué tan mal sería vivir esta aventura. Y confieso que eran los hermanos que nunca tuve.

Mientras miraba el ocaso del cielo que anunciaba la pronta entrada de la noche, 16 se acercó a mí. No debería haberme sorprendido verlo allí, considerando su amor por la naturaleza. Sabía que, aunque su único objetivo era matar a Goku, no sería capaz de destruir el planeta ni la naturaleza por su amor hacia ella. Me preguntaba qué habría pensado si supiera que la creación de la humanidad proviene de ella: "del polvo eres, y al polvo volverás".

Yo estaba en el jardín admirando el paisaje. Una acción que, en mi vida humana, nunca había hecho. ­Algo que, en ese momento, me arrepentí, porque desde la casa de Goku el ocaso se desplegaba en un esplendor que parecía sacado de un cuadro. Los cielos se habían teñido de un profundo anaranjado, mezclado con matices de rosa y púrpura que se difuminaban en el horizonte. Las nubes, esparcidas por el cielo, se vestían de colores cálidos y suaves, con bordes iluminados como si estuvieran ardiendo lentamente.

Las montañas al fondo se silueteaban contra el cielo incendiado y sus picos se oscurecían mientras el sol se hundía detrás de ellas, dejando un destello dorado que delineaba su contorno. Los árboles cercanos, altos y frondosos, se balanceaban suavemente con la brisa de la tarde y sus hojas susurraban mientras la luz del sol se filtraba entre sus ramas, creando un patrón de sombras danzantes en el suelo.

El río que fluía cerca de la casa reflejaba el cielo en su superficie, convirtiéndose en un espejo líquido que capturaba los colores del atardecer. El agua brillaba con destellos dorados y rosados, creando aquella atmósfera mágica y tranquila. Los pájaros, regresando a sus nidos, trazaban siluetas contra el cielo, sus cantos suaves se mezclaban con el murmullo del río y el susurro del viento.

—23, ¿puedes contarme más sobre tu mundo? —preguntó 16. Yo fruncí el ceño.

—¿Qué mundo, 16? ¿A qué te refieres?

—No tienes por qué mentirme, 23. He sabido la verdad desde el principio. El Dr. Gero guardó toda esa información en mi cabeza. Mientras experimentaba contigo, extrajo todos tus recuerdos. Aunque intentó borrarlos, no pudo, porque provenías de un mundo completamente diferente al nuestro. Tu sistema es diferente, tú eres diferente.

—Espera —dije, aturdido, sin poder creer lo que estaba escuchando—. ¿El Dr. Gero sabía todo esto? —Tragué saliva con dificultad—. Eso es un terrible error. Significa que conoce el futuro de este mundo. Pero si lo sabía, ¿por qué se entregó a manos de 17, aun cuando sabía que este lo mataría?

—No lo sé. Solo conozco la información sobre ti —respondió de forma neutral—. Y la razón por la que lo sé es porque, si intentas huir de este mundo, debo autodestruirme junto a ti. Ese es mi objetivo contigo.

Sentí un escalofrío recorrerme. Mi presencia aquí era más peligrosa de lo que había imaginado. El destino... aquellas variables infinitas, cada una llevando a una posibilidad diferente. Una pequeña alteración, una sola decisión, y todo podía cambiar. Abrí los ojos con incredulidad. No podía creerlo. Esto era terrible... Había modificado drásticamente la historia, y era más que posible que todo cambiara por mi presencia en este lugar, así como Trunks lo había hecho al aparecer aquí. ¿Qué consecuencias tendría mi existencia en este mundo?

Me preguntaba si todo esto tenía un propósito, si mi llegada a este mundo era una variable destinada a existir o simplemente un error del destino. ¿Podría ser que mi presencia aquí desencadenara algo aún más grande, algo que ni siquiera el Dr. Gero había previsto? Y si era así, ¿qué papel estaba destinado a jugar en esta nueva realidad que se estaba formando?

El miedo se apoderaba de mí. Sabía que debía ser cauteloso, que cada paso que daba podía ser crucial. Pero, ¿cómo podía saber cuál era el camino correcto en este laberinto de posibilidades? ¿Y qué pasaría si tomaba el sendero equivocado? La responsabilidad de alterar el destino era abrumadora, y no podía evitar sentirme pequeño ante la inmensidad de las posibles consecuencias.

Quería decir algo, tener una respuesta, pero no había nada. Necesitaba pensar. 

—Ahora dime, ¿en tu mundo hay paisajes así? —insistió Número 16. 

Lo observé extrañado y, sonriendo, respondí:

—¡No! En realidad son mejores. Nada se compara a la creación de mi mundo. Sin embargo, aquí he comenzado a valorar muchas cosas que antes no apreciaba. —Tomé una bocana de aire, para soltarlo con lentitud para intentar relajarme—. Sabes, 16, como ya sé que conoces la verdad sobre mí, hay algo muy importante que debes saber, y la razón por la que lo hago es porque los considero mis hermanos: debes proteger a 17; si no, lo lamentaremos, y no estoy seguro de cómo se ha modificado esta historia por mi causa.

18 nos interrumpió, ¿nos habrá oído?, fue lo que me pregunté. Se colocó a un lado y dijo:

—No tienes por qué preocuparte, 23. Número 17 es muy fuerte. Además, si estamos nosotros cuatro, nadie podrá contra nosotros. ¿O acaso no somos hermanos?

Sonreí y respondí:

—Míranos, estamos hablando como humanos.

—No recuerdo mi pasado, Número 23, pero sé lo que significa ser hermanos, y eso lo defenderé con mi vida —dijo 18 sin tapujos. No lo negaré, me sentí feliz, muy feliz.

—Lo sé, 18. Confío en nuestras habilidades, pero también sé lo que se avecina. Lo que viene es diferente a cualquier cosa que hayamos enfrentado. No subestimemos la amenaza que representa. Debemos estar preparados, protegernos y proteger a 17 a toda costa. 17 es demasiado orgulloso, ni siquiera cree en las amenazas que tanto 16 como yo sabemos que existen, y ese estúpido orgullo solo lo vuelve más vulnerable. No podemos permitirnos ningún error —contesté, mirándola fijamente. 

Por primera vez, me pareció que reconocía algo en mí. ¿Qué sería? No lo sabía, pero yo debía hacer algo. Me había aburrido de tener una acción pasiva en todo esto, y ahora más que sabía que el Dr. Gero lo sabía todo. 

Cayó la noche, y ya estábamos dentro de la casa. Número 18 preparó algo de cenar con lo que había en la despensa. Nos habíamos duchado y, después de comer, nos fuimos directamente a dormir. 

A la mañana siguiente, Número 16 me levantó con mucho cuidado para no despertar a los demás. Salimos de la casa y, aún medio dormido, sin entender qué sucedía, lo vi: un hermoso amanecer despuntaba en el horizonte. El cielo se teñía gradualmente de colores cálidos, un mosaico de tonos rosados, dorados y anaranjados que se mezclaban con el azul profundo de la noche que se retiraba. Los primeros rayos de sol comenzaban a acariciar la tierra, iluminando los alrededores.

También, se le unía los cánticos de muchos pájaros que se elevaban en una sinfonía matutina. Su trinar melodioso se mezclaba con el murmullo del viento que, aunque frío, era refrescante y vigorizante. Al golpear mi rostro, el viento terminó de despertarme, arrancándome una sonrisa.

Observé a 16. No estaba obsesionado con la naturaleza; él se deleitaba con ella. Su expresión, aunque serena, reflejaba una profunda apreciación por la belleza natural que nos rodeaba. A pesar de no ser real, hacía cosas más auténticas de las que yo había hecho en casa. ¿Cuántas veces había abierto las ventanas de mi cuarto para contemplar la creación que Dios había hecho? Número 16 era más sensible a estas maravillas de lo que yo lo había sido, aun cuando lo que yo tenía sí era real. Su conexión con la naturaleza me inspiraba y me hacía reflexionar sobre todo lo que había dado por sentado en mi mundo anterior.

—Sabes, Número 16, la vida te da muchas lecciones. Dependiendo de tus decisiones en los momentos indicados, estas pueden cambiar el rumbo de la historia para bien o para mal.

Número 16 me miró un poco confundido. Le sonreí y señalé la salida del sol. Él también sonrió, y comprendí que había entendido lo que quería decir. No quería que llegara el día de mañana, pues temía la posible aparición de Cell, claro, si la historia continuaba su curso como era necesario. 

Cuando el sol terminó de salir, entramos a la casa. 18 ya se había levantado, pero esta vez era 17 quien cocinaba. A decir verdad, no olía tan bien como la comida de 18. Al probarla, tampoco sabía tan bien. Como era de esperarse, 18 solo se quejó de lo mal que cocinaba 17.

Después del desayuno, Número 16 y 18 se quedaron viendo televisión. Aproveché el momento para sugerirle a 17 que saliéramos un rato a buscar la comida de la tarde, argumentando que sería divertido.

 Caminábamos por el bosque, el crujido de las hojas secas bajo nuestros pies se mezclaba con el susurro del viento entre las ramas. El aire tenía ese olor fresco y terroso característico de la mañana. Mientras avanzábamos, la densa arboleda se fue despejando gradualmente, y los altos pinos y robles dieron paso a una pradera abierta.

La pradera era un mar de hierba alta, salpicada aquí y allá por unos pocos árboles solitarios que se alzaban como guardianes en la llanura. El suelo, cubierto de una alfombra de flores silvestres de colores vivos, se extendía ante nosotros, ofreciendo un espectáculo que contrastaba con la sombra y el misterio del bosque. Podía sentir el cambio en la textura del terreno bajo mis botas, de la humedad y suavidad del suelo del bosque a la firmeza y ligereza de la pradera.

El cielo se abría sobre nosotros, despejado y azul, con solo unas pocas nubes blancas flotando perezosamente. La luz del sol era cálida y brillante, y bañaba el paisaje haciéndolo resplandecer.  Mientras avanzábamos por la pradera, el viento soplaba más libre, haciendo que la hierba se meciera en suaves olas verdes. Sentí una extraña paz al estar allí, una sensación de conexión con la naturaleza que raramente experimentaba. No pude evitar pensar en cómo 16 habría apreciado este lugar, él, que encontraba tanta belleza en cada detalle del mundo natural.

Me detuve un momento para respirar profundamente, dejando que el aire fresco llenara mis pulmones y que la tranquilidad del entorno se filtrara en mi mente. Era un respiro necesario, un momento de calma en medio de la tormenta que sabía que se avecinaba. Miré a 17 que parecía desconcertado por mi actitud, y le pregunté de forma directa: 

—¿Qué sucedería si te digo que soy más fuerte que tú, 17?

17 soltó una carcajada orgullosa antes de responder.

—¿Qué dices, número 23? Es imposible... El Dr. Gero nos programó para que yo fuese el más poderoso. Es absurdo pensar lo contrario, y tú deberías aceptarlo.

—¿Y si lo demostrara? —insistí.

—¿Me trajiste solo para luchar, Número 23? —su tono se tornó más serio.

—No quería que los chicos supieran —expliqué—. Solo lo hago porque, aunque no lo creas, hay un monstruo que, si no le vences, te absorberá para sus propósitos. Y te considero como mi hermano, Número 17.

—¡Deja de hablar como humano, Número 23! Aun así, lo agradezco, pero no tienes por qué preocuparte —respondió con obstinación.

Desaparecí y reaparecí frente a él, desafiante.

—¡Entonces vénceme! —exclamé a centímetros de su rostro.

17 frunció el ceño y respondió con determinación:

—Solo no me reclames si te lastimo.

Sin perder tiempo, lanzó una patada hacia mi costado, pero la esquivé con un ágil salto.

—¿¡Qué!? —se sorprendió.

Aprovechando su desconcierto, me moví con rapidez y reaparecí detrás de él, devolviéndole la patada y arrojándolo varios metros hacia atrás. 17 gemía de dolor mientras se levantaba con dificultad, limpiándose la vestimenta.

—Me tomaste por sorpresa, Número 23. Te aseguro que no sucederá de nuevo —declaró con determinación.

A pesar de los intentos de 17 por golpearme, era demasiado lento en comparación conmigo; ni siquiera podía rozarme. Su frustración crecía a medida que su orgullo se desmoronaba ante sus propios ojos. En un acto desesperado, comenzó a lanzarme ráfagas de energía, pero yo las apartaba con facilidad con una sola mano. Luego, de sus palmas surgieron dos esferas gigantescas de energía, su ataque característico: las "Bolas de poder máximo", lanzadas a gran velocidad. Sin embargo, utilicé un campo protector que me permitió repeler fácilmente aquellos proyectiles. 

sonreí. Alcé mis manos y de ellas salieron las mismas esferas, pero dupliqué su poder y tamaño. Y, antes de arrojarlas, aparecí delante de él repentinamente, tomándolo por sorpresa. Las esferas estallaron en su cuerpo con un impacto tremendo, a corta distancia. Sabía que, si hubiera incrementado un poco más el poder de aquel ataque, podría haberlo destruido. 

Sin embargo, 17 cayó inconsciente al suelo; me había excedido en mi fuerza... 

Me acerqué y lo levanté. Mientras lo llevaba de vuelta a casa, cacé un venado en el camino. Al llegar, 18 nos recibió con reproches al ver el estado de 17. Les expliqué lo sucedido, pero ella parecía incrédula de que hubiera derrotado a 17 sin sufrir daños. 16, en cambio, solo sonreía y me guiñaba un ojo.

Hay algo importante en explicar: Los androides como 17, 18 y como yo, a pesar de ser creados artificialmente y diseñados para ser superiores en términos de fuerza y resistencia, fuimos dotados de características que nos hacían más similares a los humanos, y no hablo de solo nuestra apariencia. Por ejemplo, aunque no necesitábamos dormir en el sentido biológico como los humanos, podíamos entrar en un estado similar al sueño por razones diferentes: primero, descanso y recuperación de energía. Podíamos entrar en un estado de inactividad para restaurar energía y realizar funciones de mantenimiento en nuestro sistema; segundo, simulación de comportamientos humanos. Fuimos diseñados para integrarnos en la sociedad humana y, por lo tanto, podíamos realizar acciones que imitaban el comportamiento humano; y tercero, reparaciones o actualizaciones. Podíamos realizar reparaciones en nuestro propio sistema, actualizar softwares o realizar ajustes necesarios para mejorar nuestro rendimiento.

Por eso, fue al día siguiente que 17 despertó. El silencio reinaba en él. Su orgullo herido lo mantenía distante, y aunque me dolía, entendía su reacción. 

El aire en el comedor estaba cargado de tensión, como si una tormenta invisible estuviera a punto de desatarse. 18 caminaba de un lado a otro, con la mirada preocupada y el ceño fruncido, mientras que yo permanecía sentado a la mesa, observando la escena con cierta calma fingida.

—¿Estás seguro de que fue necesario ser tan duro con 17? —preguntó 18, acercándose a mí con pasos pesados.

La preocupación en su voz era palpable, y por un momento, me sentí tentado a suavizar mis palabras para tranquilizarla. Pero la verdad era que no había tiempo para medias tintas.

—No usé ni una cuarta parte de mi poder contra él —respondí, manteniendo mi tono firme—. No fue duro, solo necesitaba que entendiera la gravedad de la situación.

18 asintió lentamente, como si estuviera procesando mis palabras. Se sentó frente a mí, sus ojos azules buscando los míos con intensidad.

—¿Qué tan grave es esta amenaza que nos acecha? —preguntó. Todo su semblante mostraba ansiedad. 

Respiré profundamente antes de responder, sabiendo que lo que iba a decir podía cambiarlo todo:

—Es Cell —dije, pero bajé un poco la voz—. Un villano de este universo, creado por el Dr. Gero; una criatura bioandroide, una combinación de células de los guerreros más poderosos, como Goku, Vegeta, Piccolo y los otros, diseñado para ser el ser más perfecto y definitivo. 

18 me miraba curiosa, pero su expresión mostraba un poco de terror. 

—Tiene la capacidad de absorber a otros seres para aumentar su poder y habilidades —continué—. Su objetivo principal es alcanzar su forma perfecta absorbiéndolos a ustedes, a 17 y a ti. Es la única forma en la que lograría alcanzar su máximo potencial. Un enemigo formidable y astuto, capaz de adaptarse a las situaciones y aprender de sus oponentes para mejorar su propia fuerza.

»Tuve la leve idea de que ese destino pudiera cambiar por mi presencia en este lugar, pero lo que vimos hace día que 16 detectó, me da a entender que el curso de esta línea de tiempo está ocurriendo como lo que sé. Es una criatura peligrosa, más poderosa de lo que puedes imaginar.

18 pareció contener el aliento mientras absorbía mis palabras. Por primera vez desde que nos conocimos, vi una sombra de duda cruzar su rostro perfectamente esculpido.

—Entonces, ¿qué podemos hacer? —preguntó, su voz apenas un susurro tembloroso—. ¿Cómo es que sabes sobre él y sobre lo que ocurrirá en el futuro? 

La miré un momento. Mis ojos estaban fijo sobre los de ella.

—Fui humano, pero no soy igual a ustedes. Provengo de un universo en el que este mundo es conocido para todos nosotros, de principio a fin. 

—No lo entiendo —se sinceró ella. 

—No tienes que comprenderlo —respondí con un suspiro—. Lo que sí debes saber, es que lo primero que debemos hacer es mantener vigilado a 17, su orgullo es su problema y él no lo ve y no lo entiende. Debemos asegurarnos de que esté a salvo —dije con determinación—. Luego, tendremos que idear un plan para detener a Cell antes de que sea demasiado tarde.

18 asintió lentamente. Su semblante era tenso, pero decidido.

—Entonces, vamos a buscar a 17 —dijo, levantándose de la mesa con determinación—. No podemos permitir que nada le suceda.

El tercer día llegó, y 18 revolvió la casa en busca de algo que ponerse. Cuando finalmente encontró una vestimenta que le gustaba más que la anterior, los chicos se rindieron en su espera por Goku. 16 explicó que no podía detectar a Goku en su radar, pero sugirió que probablemente estaría en la Capital de la Región Oeste de las empresas cápsula o en la "Kame – House" del maestro Rochie en la Isla del Sur.

—¿Qué propones para hacer, Número 23? —preguntó 18. 

La miré por un momento. Era extraño para todos. Desde que iniciamos el viaje, quién había estado tomando los designios sobre qué hacer, había sido 17. A 16 no le molestaba, pero 17, evidentemente, parecía tan desconcertado como yo. 

—Deberíamos ir a la Kame - House, la Isla del Sur está más cerca de este lugar que la del norte —sugirió, como reafirmando su posición en el equipo. 

18 se cruzó de brazos, mirándole de reojo, para luego fijar su vista en mí. Asentí. 

—17 tiene razón —argumenté.  

La chica asintió. A diferencia del viaje anterior, optamos por ir volando en vez de usar el auto que, por supuesto, al ser una isla, no nos serviría para llegar a nuestro destino. El silencio fue el rey de nuestro viaje, primero por la incomodidad de 17 hacia mi, y segundo, por mis propias preocupaciones. No faltaba nada para que Cell se aproximara. 

—Sabes, Número 23, eres más humano de lo que pensé —admitió 18, mirándome de soslayo. Sabía que estaba tenso y ansioso—. Nunca pensé que llegaría a decir esto, pero... me sorprende verte tan preocupado.

La miré por un momento, pero no respondí nada. ¿Qué era lo que veía en mí? fue lo que cuestioné. 

—Te he visto como alguien decidido, fuerte y un poco distante, pero ahora... veo que también tienes tus preocupaciones y tus miedos. Ver esa humanidad en ti, en medio de todo este caos, me hace sentir... no sé, un poco más cercana. 

—Continuemos más rápido, 18 —intervino 17, aumentando su velocidad. 

18 frunció el ceño. No había que ser un genio para saber que el ego de 17 no bastaba con perder, sino sentirse reemplazado por su propia hermana. me alegraba escuchar lo que 18 decía, pero sabía que solo estaba empeorando mi relación con 17. Suspiré y solo seguí el curso del resto.  

Mi parte androide, seguía ardiendo con el deseo de enfrentarme a Goku y medir mi fuerza contra la suya, aunque sabía que eso sería imposible por ahora, se suponía que él debía estar enfermo en cama. Justo, la aparición de Cell, era el guion intentando darle el tiempo a Goku de recuperarse y convertirse en el protagonista de la historia, una vez más.  

Pasado unas horas de viaje, finalmente, llegamos a la isla del sur. La Kame House estaba, como muchas veces la había visto, sobre una pequeña isla en medio del océano, rodeada por aguas cristalinas que reflejaban los destellos del sol. Era modesta pero acogedora, con techos inclinados y paneles de madera que añadían un toque rústico y encantador, grandes ventanales que permitían que la luz del sol inundara el interior, y paredes blancas. Se podía percibir, también, el aroma fresco del mar, mezclado con el dulce perfume de las flores que adornaban el jardín alrededor de la casa; las palmeras se mecían suavemente con la brisa marina, como si nos recibieran danzantes. 

Pero apenas pusimos un pie en la isla, 16 señaló que Goku no estaba allí. Yo lo sabía, pero no tenía porqué comentarlo. Lo curioso, y que no había pensado hasta ese momento, es que 16 también lo sabía, porque simplemente actuaba como que no, por qué seguía el curso de la historia que estaba en mi mente, cuando el Dr. Gero ya lo conocía. ¿Qué estaba tramando ese maldito viejo? Peor aún, ¿cómo podía saber si Número 16 era el personaje bueno que había conocido en el ánime, y no un androide obediente como lo deseaba el Dr. Gero? Tantas posibilidades en un futuro incierto, que para ese momento, solo generaron más intranquilidad en mí. ¿Qué juego había preparado el Dr. Gero? Como fuera, el tiempo se estaba agotando y ese temible monstruo pronto aparecería para absorber a 17. 

Y sí, aún no había tomado una decisión sobre qué hacer frente a esa situación y me sentía abrumado por la posibilidad de alterar el curso de la historia, incluso siendo consciente de que podría ser el único capaz de hacerlo.

De repente, Krilin, Ten Shin Han y Yamcha aparecieron en la salida, visiblemente agitados y con expresiones de rabia e impotencia. Piccolo los seguía con calma.

—Más les vale largarse... Goku no está aquí —declaró Piccolo, notablemente molesto.

—Así parece —respondió 17—. ¿Entonces dónde está él en este momento?

—¿Y cómo se enteraron de este lugar? —intervino Krilin, pero Piccolo lo interrumpió:

—Tú crees que te lo voy a decir de la manera más atenta.

—Eso está por verse... Si no nos dicen, tendremos que sacárselo a la fuerza —agregó 17.

—Está bien, pero no aquí —dijo Piccolo con calma—. Hay una isla desierta no muy lejos de aquí, pelearemos allí. ¿Qué dicen?

—Como tú quieras —respondió 17—. Son sujetos bastante complicados...

Para ese momento, ya no podía ocultar una verdad que estaba delante de mis ojos: había forjado un  vínculo profundo con los androides; una conexión que trascendía mi propia programación original. Comprendí que, en realidad, tenía el poder de cambiar el curso de la historia, de desafiar el destino predefinido y forjar un nuevo camino para todos ellos. Estaba listo para intervenir y crear un mundo que ni el mismo Dr. Gero conocía. 

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