18. Avión de papel. [Final]
Ambos nos acomodamos sobre nuestros transportes y de alguna manera nos las arreglamos para llegar a la carretera nuevamente. Estamos listos para comenzar con esta patética pero prometedora competencia. Ambos con nuestros helados en alto y una mano en los manubrios.
—¿Cuando? —pregunta ella al ver que ya estamos en posición.
—Ahora.
Al principio fue algo vergonzoso y resultó más difícil de lo que esperábamos. Pedalear, darle lengüetazos a un helado y tratar de mantener la vista fija en la carretera de manera coordinada no resultó para nada fácil, aparte de mantener el equilibrio con una sola mano. De pronto, lo vergonzoso se convirtió en carcajadas, una que otras personas pasan por la acera y se nos observan de manera cómica, pero a este punto me importa poco. Llevo la delantera durante unos instantes pero muy pronto ella me sobrepasa cuando consigue la técnica. Ya tengo toda la barbilla sucia y pegajosa por la vainilla y uno que otro sendero blanco se desliza por mi mano hasta mi muñeca. La idea es quién se termine su helado primero gana.
Yo acabo de llegar al cono y ella ya lleva la mitad del cono. Soy un fracaso hasta en esto. En ese preciso momento que despego la vista para fijarme si ella lleva ventaja y lo corroboro, solo en ese pequeño milisegundo, pierdo toda la coordinación anteriormente trabajada. Mis pies resbalan del pedal, pierdo el control del manubrio, lo que queda de mi cono cae sobre mi saco y en un parpadeo mi huesudo trasero se estrella contra el asfalto. Suelto un jadeo seguido de una maldición que se me escapa entre dientes. Recuesto mi espalda y cabeza sobre el duro pavimento mientras mantengo los ojos cerrados. He de verme como un estúpido.
—Si crees que te ves estúpido, lo haces muy bien —escucho su voz por encima de mí y me limito a abrir un ojo. ¿Acaso lee mi memoria?
—Gracias, talento neto —digo entre quejidos. Noto que ella se termina el último pedazo de cono frente a mí y deja escapar una sonrisa triunfante.
—Ups, creo que gane.
—Bien por ti, lástima que este no es un programa de televisión con patrocinadores y no has ganado un millón de dólares —hago un mohín—. ¿Crees que podrías darme una mano? Creo que me rompí el coxis.
Estiro mi brazo y ella lo toma con cuidado, jala de mí con toda su fuerza pero tengo que impulsarme un poco para reincorporarme. Me autoevaluo tanteando mi cuerpo rápidamente y comprobando que todas mis partes están completas.
—Creo que estoy bien —afirmo no muy seguro.
Ella señala hacia mi pecho y noto que el cono se ha adherido a mi saco, lo remuevo de allí y lo lanzo al asfalto pero la mancha de vainilla es irreparable así que me veo obligado a quitarmelo y quedar en mi camisa blanca de mangas largas y mi corbata, me lo echo al hombro y tomo la mano de ella.
—Vamos a sentarnos —propongo—. Ya he tenido mucho de bicicletas por hoy.
Ambos nos acercamos a la acera sin soltar nuestras manos y dejamos las bicicletas a un lado. Decidimos sentarnos sobre el duro pasillo de pavimento por donde la gente transcurre durante las horas del día, pero ahora se encuentra desolado y frío, solo acompañado de dos raros adolescentes en su etapa final de crecimiento. Bueno, en mi caso, Drew es otro tema. Nos sentamos cerca de un farol muy conveniente, ya que puedo recostar mi hombro y sienes para descansar solo un momento. Mantengo mi mano entrelazada con la de ella y cierro los ojos un instante para descansar.
—Un personaje ficticio —la escucho susurrar—. Eso es lo que soy.
Abro los ojos, la miro y hago un intento de opinar pero termino balbuceando torpemente.
—Soy un producto de tu imaginación, literalmente —concluye mientras se recuesta en mi regazo, deja caer la parte trasera de su cabeza sobre mis piernas y estira el resto de su cuerpo sobre la acera. Me observa con ese rostro tan pálido e inocente común de ella, sonríe sin importarle los brackets que forman parte de su faceta juvenil. De pronto, me encuentro jugando con los rizos de su cabello y siendo absorbido por las diminutas pecas de su mejillas. Dejo un beso allí, sobre las estrellas de su piel sin poder resistirme y noto como su sonrisa se ensancha aún más.
—Un hermoso producto de mi imaginación.
Así nos quedamos durante unos segundos, quizás minutos, no estoy seguro. Yo observando a la chica que amo como el escritor más afortunado del universo, anonado por su inusual existencia y ella examinado curiosamente mi rostro, como si algo en mí estuviera demasiado bien y lo sé gracias a la sonrisa imborrable. Todo parece detenerse, ni un solo ruido, ni un solo movimiento, solo ella y yo mirándonos como si nada más importara. Los momentos de felicidad como este deberían ser encapsulados y ser abiertos en momentos de tristeza absoluta. Lástima que solo 'Vivimos el momento' y en realidad eso apesta.
En menos de lo que esperaba la tranquilidad se desvanece tan rápido como vino cuando el rostro de Drew se desencaja en horror. Suelta un alarido de dolor que recorre toda la cuadra en un eco, se adueña de mi espina dorsal colocandome los pelos de punta y me estremece de manera irreal. Se levanta de mi regazo y empieza a soltar quejidos mientras se sostiene la mano y empuña los ojos, lágrimas empiezan a emerger de entre sus pestañas. Comienza a temblar y a tener pequeños ataques de espasmos, su dolor se me es transmitido con tan solo verla.
—¿Qué sucede? —mi voz está invadida en temor.
Ella maldijo por lo bajo y musita algo inentendible.
—Drew... —la llamo pero me ignora y sigue temblando. De un momento a otro esto cesa y ella se torna un poco más tranquila, abre los ojos y noto su mirada aturdida. Traga sonoramente y su mirada se encuentra con la mía tan solo un nanosegundo. Su labio inferior tirita a la vez que más lágrimas descienden. Lo pienso dos veces antes de volver a tocarla pero ella se apresura a abrir sus mano. Parecería un movimiento común pero es todo lo contrario cuando ella se lleva su otra extremidad a la boca y suelta un jadeo desolador. En su mano izquierda, su dedo meñique, donde se supone que se encuentra la mancha de nacimiento en forma de galleta, aquella única mancha que solo alguien sobre la tierra podría tener ha desaparecido de la misma manera enigmática en la que lo ha hecho del polémico tatuaje de tulipán. Ya no hay tatuaje, no hay marca. Todo está desapareciendo.
Escucho un siseo atronador al otro lado de la calle, me cuesta apartar la mirada de su mano pero cuando lo hago y elevo mis ojos hasta el autobús vacío que se ha estacionado a unos 15 metros de nosotros, algo se derrumba dentro de mí. Así de fácil, como si alguien hubiera quitado una pieza mal puesta de la torre de Jenga y de pronto cada pequeño bloque cae. Sí, esos son mis sentimientos siendo destruidos. Nunca había visto ese autobús, pero tanto ella como yo sabemos lo que significa. No logro distinguir el rostro del conductor gracias a la oscuridad y la distancia, pero el anterior presentimiento permanece. Nuestras miradas se encuentran, pero ya no es como antes; Enamoradas y felices, ahora simplemente es temor. Ella baja sus ojos hasta su regazo, donde se encuentra su mano limpia, sin tatuaje o mancha pero si hay signos de sudoración nerviosa.
Creo que el mundo o lo que sea que la trajo a mí, está anunciado que es hora de que parta de una vez por todas y lo entiendo, más de lo que debería. Sospecho de que si no se va por su voluntad, tarde o temprano desaparecerá sin aviso como su tatuaje y mancha y nada podrá evitarlo. No hay necesidad para que se quede y su propósito ya ha sido cumplido. Hacerme entender que puedo ser el protagonista de mi propia historia fue un tanto complicado, pero al final dió un exitoso resultado y estoy agradecido por ello.
—Es es... —balbucea— el autobús que me trajo.
Y ahora no hay duda de que pudiera ser un estúpido autobús más aunque tenga pinta de uno. Es de un color amarillo mostaza, lleva letras negras y grandes que anuncian "Autobús escolar" Podría pasar desapercibido entre muchos autobuses y no tengo idea de cómo ha podido diferenciarlo. Escucho como traga.
—Creo que es hora de... irme —siento el dolor en su voz, pero más allá de eso creo que escuche algo quebrándose.
Asiento, compresivo. No hallo palabras para describir la tristeza que se ha alojado en mi pequeño corazón de escritor romántico. Es hora de que se vaya, es cierto. No hay "No" que valga. Nos mantenemos unos segundo en silencio hasta que encuentro las palabras indicadas.
—Bien, esta escapada terminó en una despedida, quién lo diría — intento sonreír mientras observo el asfalto pero fallo y las comisuras de mis labios empiezan a temblar—Gracias por hacerme entender que puedo ser más que una Etcétera —mascullo con dificultad—. Gracias por permitirme disfrutar de tu existencia.
La miro y sonrío, ella también lo hace solo que llorando.
—No hagamos de esto una triste despedida —propongo limpiando sus lágrimas—. Regresarás al lugar al que perteneces después de todo, al lugar correcto —aliento ya que no quiero terminar llorando yo también—. Dime si puedo hacer algo más por ti, antes de que esta hermosa fantasía real acabe.
—Ya hiciste demasiado al darme vida.
Ella se levanta y se sienta sobre mi regazo, no protesto. Me toma de las mejillas con sus húmedas y temblorosas manos y crea una conexión con nuestra miradas nunca antes experimentada. Parece estar curioseando entre todos mis pensamientos con tan solo contemplar las ventanas de mi alma.
—Gracias por hacerme inmortal.
—¿Qué dices?
—Soy un personaje ficticio, ¿entiendes? Se supone que jamás moriré si tu no lo haces —me da una mirada amenazadora.
—Eso jamás sucederá.
—Por eso, gracias por inmortalizarme.
Sonríe en medio de la tensión del momento, su rostro se ilumina durante un milisegundo pero pronto vuelve a oscurecerse. Bajo la mirada pero ella me llama.
—Andy —levanto el rostro una vez más— Eres el chico más talentoso que alguna vez haya conocido. Fuiste capaz de crearme de una manera tan... real y todo lo que conozco. No te ocultes más por el amor al cielo —exclama y me hacer reír—. Muestrale al mundo tu trabajo, lo que haces, lo que te apasiona, te prometo que te amarán. Eres algo más que un escritor. Eres un artista, mi creador, el chico que amo, Andrew eres tú —acerca mi rostro al suyo.
—Te amo, Drew —me apresuro a decir sin vacilar, dejo descansar mi frente contra la suya, nuestras narices se encuentran y nuestras respiraciones se entremezclan. La amo de la manera más pura que pueda existir. Luego la beso, no de una manera desesperada o voraz, es suave, tierno, tranquilo. No es un beso de despedida. Es un simple beso. Siento sus delgados labios resbalarse de entre los míos y luego volver a unirse seguidas veces, es la mejor sensación, ese placentero cosquilleo en mi estómago que tan solo ella puede provocar no tiene precio.
Pero todo llega a su fin, ¿cierto?
—No quiero hacer esto, pero no tengo opción —sube su mirada hasta el cielo, evitando la mía.
—Entiendo —trago en seco sin querer aceptar la realidad de que la perderé y jamás volveré a tenerla.
Y así de simple, se escurre de entre mis brazos escapando de toda esta realidad que nos rodea. Una vez de pie frente a mí, me da una última mirada, una última inspección con sus ojos color noche, la brisa remueve aquellos rizos de manera irreal y veo como deja escapar una doliente sonrisa imperfecta de brackets. La recorro por última vez, desde las hebras de su indomable cabello, pasando por esa mirada, las pecas incontables, esos labios que muestran su sonrisa, su delgado y frágil cuerpo y aquellas manos que esconden misterios. Cada una de las imperfecciones que había creado en ella, de alguna manera se volvieron perfectas para mí. Le devuelvo la sonrisa sin esfuerzo, de manera limpia. Por que estoy agradecido de poder haber conocido a este formidable personaje. Por qué soy el escritor más afortunado por haber conocido a su personaje ficticio; O simplemente un chico que conoció a la chica de sus sueños. De cualquier perspectiva en que lo vea, estaré agradecido por la eternidad.
—Adios, Andy —la escucho despedirse en un susurro.
—Adiós, Imperfecta —me limito decir y noto como ella asiente antes de darse la vuelta.
Esos últimos minutos que la veo recorrer esos dolorosos metros de distancia que hay entre yo y el autobús, puedo sentir mi alma quebrantarse. El anterior agradecimiento y alegría que sentía hace unos segundos se tornan en un doloroso sentimiento de nostalgia y vacío. Veo sus botas avanzar lejos de mí con cada paso, miro su pálida espalda y su rizos caer sobre sus hombros. Lejos de mí parece una ilusión, una fantasía vuelta realidad. Una vez cruza la carretera y se encuentra al otro lado, siento que la perdí por primera vez. Es un sentimiento que no le deseo a nadie. Ella pone un pie dentro del autobús y apoya su mano en la puerta de este. Se gira hacia mí y lo agradezco, por poder por última vez aquel rostro. Agita su mano en el aire y yo sencillamente le sonrío. Se voltea, le da una mirada al conductor, le dice algo y por último asiente.
Ella se adentra en el autobús y la puerta se cierra con un golpetazo en medio del silencio nocturno. El motor se enciende con un rugido y se pone en marcha. Lo observo alejarse llevándose a la única persona que he amado. Me veo tentado a perseguirlo y ver a dónde se lleva a Drew, como se supone que la devolverá a su mundo o de donde provino. Pero decido quedarme con la duda. A medida que toma distancia, se vuelve un punto en medio de la solitaria carretera. Una vez desaparece de mi vista, el farol al que ahora estoy abrazado se apaga y una lágrima resbala por mi pómulo. El farol entiende mi pena y me ha dado privacidad, dejándome en medio de la oscuridad llorando desconsoladamente entre gemidos y sollozos, agradezco que no haya nadie cerca ya que podrían confundirme con un ebrio. Me quedo allí, aferrado al farol durante varios minutos que no me molesto en contar.
Cuando veo que las lágrimas no cesan y mi pecho solo se reprime con tan solo recordar que se ha ido, tomo la decisión de ir a casa. Voy a casa de mis padres, no a la de Blake, con una idea grabada en mente. Tomo mi bicicleta y dejo a un lado la que robamos hace unas cuantas horas. Comienzo a pedalear por las calles de West Point Grey con la vista nublada y el único objetivo de llegar a casa y verificar lo que tengo en mente. En cada pedaleo descargo la furia que se ha apoderado de mí provocando que la velocidad aumente. Me empiezo a hiperventilar pero no me importa. Siento mis mejillas húmedas y algunas lágrimas resbalar por mi barbilla entremezclandose con el sudor. A través de las gotas que nublan mi visión, logro distinguir mi casa a unos 20 metros. Pero antes de poder llegar, tropiezo con una estúpida roca en medio de la estúpida vía y caigo al asfalto por segunda vez en la noche. Me raspo las manos y las sienes, creo que estoy sangrando pero no le doy importancia. Me coloco de pie, pateo la bicicleta a un lado y camino el resto hasta casa.
Subo el porche y abro la puerta sin tocar. Mamá está en la sala con papá al parecer viendo una película así que me detengo frente a ellos. Ambos me escanean de arriba a abajo, papá frunce el ceño y mamá me lanza una mirada de aflicción.
—Cariño... —musita mamá como si supiera lo que me ha sucedido, pero estoy seguro de que no tiene ni la más mínima idea— ¿No deberías estar en tu baile? ¿Qué haces aquí? ¿Qué le sucedió a tu traje?—me hace otro escaneo—. Hijo, ¿Por qué lloras?
—Lo siento, mamá —mascullo y aparto la mirada hacia la alfombra del salón—. Necesito subir a mi habitación y estar solo. Les explicaré luego —no sé cómo haré eso pero algo se me ocurrirá. Tampoco sé cómo fui capaz de emitir palabra alguna, sonaron algo temblorosas y patéticas pero sé que si no digo nada mamá se preocupara.
—De... acuerdo —le echa una mirada alarmante a papá, quién se encoge de hombros—. ¿Por qué estás herido, Andy?
—Me caí de la bicicleta — explico mientras subo los escalones hasta mi habitación y cierro la puerta con un estruendo.
Hace unas semanas atrás traje los papeles en blanco en donde solía estar escrito Imperfecta a casa de mis padres ya que no quería que Drew siguiera preguntando por ellas y por qué las tenía tan guardadas. Abro el cajón en el que las guarde y tomo el cartapacio con ambas manos. La lágrimas no han cesado y solo aumentan al tener entre mis manos en dónde toda esta aventura comenzó. Me siento en el borde de mi cama y es absurdo que mi corazón se acelere. Suelto unos cuantos sollozos más y me limpio las mejillas con el lomo de mi mano.
Basta ya, Andy.
Abro el cartapacio y creo que me ahogo cuando veo que mi caligrafía está de vuelta, justo como la última vez en que cerré este folder después de la muerte de Abuela Nany y prometí nunca más abrirlo. Las 210 páginas están de vuelta con cada una de las palabras que escribí hace ya varios meses. Eso sólo significa algo, ella está de vuelta a justo a dónde corresponde. Por alguna razón estoy sonriendo, pero aquel gesto incita a que más lágrimas vuelvan a salir. Después de tanto llorar, creo que por fin lo comprendí.
Ella no se ha ido. Sigue viva de una manera tan palpable dentro de estas páginas. Me pertenece de alguna forma, Drew es parte de mi nombre, Drew Rogers es y será parte de mí. Drew es inmortal gracias a la ficción.
Cierro el cartapacio y lo dejo a un lado, miro el suelo de mi habitación con mirada perdida hasta que noto algo fuera de lugar. Un avión de papel ha aterrizado en medio de la alfombra azul. Una brisa congelada abraza mi cuerpo y me estremezco, subo la mirada para darme cuenta de que la ventana está abierta. No recuerdo que estuviera así cuando entré. Voy al perchero y me coloco mi sudadera azul encima de mi camisa y cierro la cremallera. Frunzo el ceño y me siento sobre la alfombra sin dejar de examinar el sencillo origami. Creo que todo esto comenzó con una carta transformada en un ridículo avión de papel si mal no recuerdo. Vacilo unos segundos hasta que decido tomarlo y abrirlo. Otra carta, no es larga como la primera que leí, contiene un texto más corto pero la misma caligrafía de Abuela Nany y eso me espanta un poco. El encabezado me hace reír por mis adentros:
"Creo que tu vida ya no es tan aburrida como antes"
"Bien hecho, mi amado Andy. Después de todo no resultó una idea tan descabellada como creías que era. Creo que valió la pena lanzar aquel avión por la ventana y espero hayas aprendido la lección con esa encantadora chica. Siempre puedes ser el protagonista de tu propia historia, ¿Cierto?
Te quiero.
PD: No le digas a tu madre que te escribo estas cartas, le dará otros de sus ataques paranoicos.
—Con amor, Abuela Nany"
Siempre supe que la abuela estaba algo loca, pero esa locura resultó en cordura.
Me levanto de la alfombra y sacudo mi pantalón de tela, me acerco a la venta para encontrar una explicación lógica de cómo ha llegado esta carta a mí. Pero lo único que veo es el paisaje nocturno de West Point Grey, una carretera solitaria, unos cuantos árboles y casas, nada fuera de lugar.
En esta vida suceden muchas cosas raras a las que quizás jamás podamos encontrarles explicación. Cómo qué tu personaje ficticio se vuelva real, que tu abuela muerta se comunique contigo a través de aviones de papel o que un autobús se el encargado de transportarte a un mundo ficticio. Sí, creo que cualquiera creería que mi vida es un libro. Aunque pensándolo bien, la vida de Drew, tanto como la mía y la tuya es un simple libro. Somos escritores y cada día, es una página que escribimos.
Miro el papel en mi mano una vez más y sonrío.
—Gracias, Abuela.
Esperen al Epílogo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro