Capítulo 4: Encuentro
Una luz me alumbraba el rostro e insistía para que mis ojos abrieran. Se oía la lluvia caer con fuerza y sentía la boca seca con un gusto amargo que no sabría comparar con nada. Abrí los ojos y me encontré en una habitación pintada completamente de blanco, muy iluminada y un señor con una bata de médico examinando mis ojos con una pequeña linterna.
- ¿Puede oírme? No se sobresalte, ya está bien. Tuvo un descenso debido a la falta de comida y de hidratación. Debe alimentarse más. Si no llega a ser por esos policías que la trajeron no sé qué habría pasado...
No podía hablar para explicarle que fueron esos policías los que me llevaron hasta este punto de la inanición. No tenía fuerzas. Tenía el brazo estirado con un suero, imagino de vitaminas o lo que sea que pongan en casos como el mío. El doctor me mira con una cara muy tierna y me dice:
- Ahora que despertó permitiré que pasen sus héroes para que los conozca - y se retira de la sala. Pensé por un momento que se habían ido, que me habían dejado allí y habían desistido, pero entendí que yo era su único vínculo a Edgar y no me dejarían escapar.
- Buenos días dormilona - aparece con un caminar calmado el detective Castillo y su tono sarcástico de siempre. - ¿Descansó bien la señorita? Recuerde que tiene que estar fuerte para responder preguntas - sonríe sin enseñar los dientes con un sonido bajo. Al fondo se asomaba el grandullón con mirada amenazante y sin decir una palabra.
Se retiran y se escuchan voces, al parecer conversan con el doctor el cual les dice que no es tiempo todavía para el alta, debo permanecer un día más. Se oye como el detective Castillo alza la voz, pero llega un gran silencio, al parecer la situación está zanjada.
No sabía que pasaría conmigo, ni si estaba en un lugar cerca o lejos de donde me encontraba anteriormente. Las circunstancias cada vez se hacían más complejas y el destino se empeñaba en abrirme los ojos con cuchillos.
Tiempo después, cuando volvía a quedarme dormida, abren la puerta. Miro con detenimiento a ver quién se asomaba, era el doctor que comienza a quitarme todos los artefactos con rapidez y yo empiezo a mover la cabeza en forma de negación como suplicando que no me dé el alta, no quería volver allá con los policías. El doctor me mira con su rostro lleno de ternura, se acerca a mí y en un tono calmado comienza a decir.
- Soy informante, los hombres de Edgar han venido por ti, los policías bajaron, no hay tiempo que perder -. No sabía que era mejor, si quedarme o irme con Edgar, un asesino a sueldo capaz de matar a cualquiera por dinero y un mentiroso de mierda. Pero que hacia el médico emparentado con esta gentuza o acaso no era médico en realidad...
Rápidamente me visto y voy detrás del doctor como una paciente más. Me lleva por las escaleras hasta el garaje y allí espera una furgoneta negra con cristales oscuros. Se abre y sale un señor bien vestido con gafas y un cuerpo perfectamente ejercitado, me ayuda a subir en tanto otro sale de repente y dispara contra el doctor, este cae al suelo después de unos segundos, se cierra la puerta y arrancan.
- ¿Qué hicieron? ¿Por qué lo mataron? Suéltenme -. Me tenía agarrada de un brazo e inmediatamente me suelta.
- No lo hemos matado, ha sido un dardo de sueño. Ese era el trato, simular un ataque. Es uno de nuestros mejores informantes, no lo mataríamos a menos que nos paguen, pero nadie dio un centavo por su vida o debería decir, su muerte -. Se ríe a carcajadas al igual que los otros dos hombres que iban en el carro. Manejan rápido y por calles desiertas. La lluvia intensa no me permite ver a donde vamos ni en qué lugar estamos.
- ¿A dónde vamos? ¿Dónde está Edgar?
- El señor la espera en el lugar acorado, cuando lleguemos podrá verlo.
A pesar de que conducían muy rápido el viaje duró como media hora y mi corazón en cada momento se agitaba más. Todavía sentía esas mariposillas en el estómago, pero esta vez me daban náuseas.
Llegamos.
Era un inmenso hotel, la puerta de entrada parecía tallada a mano, todo adentro relucía en tono dorado y el techo me recordaba a los grandes museos de obras de arte. El piso era un mosaico de brillantes y el camino hacia el elevador permitía un cristal transparente con una corriente de agua cristalina debajo.
El ascensor también era traslucido, pero un poco más opaco. Llegamos al piso 22 y caminamos por un gran corredor que tenía no más de 8 habitaciones perfectamente identificadas por números. Abren la puerta 308 y me dejan sola adentro luego de cerrar con llave a la salida.
Camino despacio por el pasillo de entrada antes de llegar a la sala y me encuentro a un hombre de espaldas, de pie junto a la ventana con el cabello rubio muy bien peinado, de traje azul oscuro y un vaso de wisky, imagino, en la mano. Se vira despacio y encuentro a un Edgar completamente afeitado con sólo una sombra de bigote y unas gafas puestas que me permitían mirarle a los ojos.
No dijimos una palabra.
++++
Edgar Brown
- Andrea. ¿Eres tú?
- No papá soy Lucas - dijo con voz entrecortada.
- ¿Lucas? ¿Y tu madre? ¿Dónde está? -. Mi preocupación se notaba aunque quería evitarlo.
- Se la llevaron, se la llevaron los policías, vinieron ayer unos carros algunos vestidos de policías y otros no, hubo tiroteos, nos separamos y se la llevaron.
- ¿Cómo los encontraron? ¡MIERDA! ¿Y tú cómo estás? ¿Estás solo?
- Estoy con Patricia, dice que te conoce, ya me contó todo, yo voy a ayudarte.
- No te metas en esto, quédate con ella, cuídate, encontraré otra forma de comunicarme -. Colgué. Sentí unas últimas palabras, pero no alcance a oírlas. No puede ser, malditos policías, no va a ser ahora que les dé la oportunidad de atraparme.
La conciencia me satura el alma y hace que mi mente debata entre el bien y el mal, pero se tenía que hacer, debía separar las cosas, mi familia solo eran Andrea y Lucas lo demás no importaba. Mi pacto no me permitía contarles y su vida realmente fue mucho mejor sin que supieran, pero siempre algo sale mal y mi descontrol me obligó a claudicar ante el error, error que no había cometido nunca en tantos años, pero la rabia me segó y el rencor hizo de las suyas. Comprendí que era mejor alejarme y no convivir por un tiempo en casa para que las cosas se calmaran, pero no se calmaron, empeoraron y sin poder arreglar mi error he tenido que recurrir a contar mi historia a una de las personas más importantes de mi vida a la cual nunca le haría daño.
El destino supo ponerme entre la espada y la pared y las circunstancias cada vez se asemejaban a mi final, pero no dejaría que nada pasara, tenía una misión y sé que Andrea sentía todavía, entre toda la confusión, amor por mí. El verdadero culpable de toda esta agonía era LaPorte y debía pagar por todo lo que había hecho, debía morir. No me habían encomendado su alma, yo me había propuesto asesinarlo con mis propias manos por hacer de mi vida una basura con su mar de mentiras, era mi deber enviarlo al más allá. Mi última misión antes de separarme por completo de esta vida y dedicarme de una vez a mi familia.
Solo podía pensar en Andrea y en su mente llena de preguntas sin respuestas. Ese tipo de policías tenían muchas técnicas para hacer que hablara y seguro le habrán mostrado informaciones completamente falsas sobre mí ya que no tenían gran contenido real que pudieran mostrar, no me conocen en persona, nunca me han visto, solo tienen mi rastro. El odio de Andrea puede pasar la cordura y estallar en pocos minutos, la conozco muy bien y sé que será así. Parece débil, pero es una mujer muy fuerte y emocional, eso fue lo que me enamoró de ella, su carisma, su espontaneidad, su forma de ser tan diferente a la mía, yo siempre tan calmado y ella siempre tan entusiasta, pero cuando había que ponerse serios, tenía el carácter de su padre, explosivo.
***
Han pasado tres días, largos días sin rastro de Andrea. No he podido encontrarla con ninguno de los informantes, estoy a punto de perder las esperanzas.
-Señor Brown, es el doctor Vieira, dice que entró al hospital una mujer idéntica al retrato, pero en muy mal estado de salud, a punto de la muerte por falta de comida y agua. Comentó que unos policías la llevaron y no se han apartado de la puerta hasta que despertó hace unas horas, quieren llevársela, pero dice que su condición no está todavía en los estándares aceptados para su caso-.
Un fuego de alegría y de molestia me invade. - Dígale al doctor que trate lo más rápido posible de apartar a esos policías de la puerta, la recogeremos en el parqueo. Él sabe cuál es el proceder en estos casos -.
- Marcos, prepara a tres hombres para una acción en las afueras inmediatamente.
- ¿A quién vamos a enviar al cielo jefe? - Dice frotándose las manos.
- ¡A nadie! Y ni se te ocurra ponerle una mano encima porque el que va a ir al cielo vas a ser tú -. Estoy alterado desde aquel sucedo de hace meses, no puedo dormir, no podía ir a casa a pasar tiempo con Andrea después de lo que había pasado, debía esconderme, pero los amo y no podía irme y dejarlos.
Solo espero que este bien. Esos malditos... ¡Los acabaré!
De un tirón dejo caer con fuerza un jarrón de porcelana de tantos que había en la mesa frente al espejo de la habitación, mi respiración se hace cada vez más agitada y me sirvo un vaso de wisky para calmar la ansiedad.
Pasan más menos media hora y me vuelvo a preparar otro trago de wisky, esta vez menos cantidad mientras me dirijo a la ventana donde solo se ve el cielo gris, pero no se logra oír la lluvia caer a tanta altura. No reparo en el jarrón caído, mis ojos me arden de furia y de intentar frenar mis lágrimas, no es tiempo de llorar.
Siento el sonido de la puerta abriéndose y a unos poco segundos se vuelve a cerrar, pasan seguro. Me quedo mirando a la ventana, a pesar de que no me reconocen era necesario un cambio de look que me permitiera hospedarme en el hotel con confianza, mi cara no era un rostro conocido, pero los pocos que pudieran reconocerme dudarían, tiempo suficiente para contraatacar.
Se oyen pasos desde el pasillo de entrada, pasillos lentos, como si no quisiera llegar. Se detiene.
Me giro lentamente y la encuentro a ella, Andrea, un poco más desarreglada de lo habitual pero tan bella como siempre, no puedo articular palabra, no sé qué tendrá en su cabeza. Su mirada se torna fría, distante y sorprendida al verme. Me aniquila con los ojos mientras me observa detalladamente.
No decimos una palabra.
++++
Andrea Maldivas
Inmediatamente a su lado reparo en un jarrón destrozado en el suelo, alejado de cualquier mesa, como si lo hubiesen tirado a propósito.
Se quita las gafas de su cara y se le pueden ver los ojos rojos, de cansancio, de tristeza. Mi cara no muestra emociones o al menos eso intento. Mi cabeza da vueltas por todo lo que ha pasado y de tantas preguntas que tenía no logro articular ninguna.
Trago con fuerza y pongo mis manos sobre el espaldar del sofá que se encuentra frente a él y controlando el tono de voz solté: - ¿No vas a explicar? Es tu momento de decir lo que no me has dicho en estos años. Estoy aquí para escuchar tus mentiras -. Dije de forma irónica con rabia en los ojos.
No obtengo respuesta, parece que espera a que explote y mis emociones no pueden esperar más.
- ¡Respóndeme! ¿Qué es todo esto? ¿Qué mierda pasa? Cómo me entero por una desconocida que eres... -trago en seco, no puedo articular esa palabra fuera de mis pensamientos, lo intento de nuevo. - ...que eres un ases... asesino -. Mis ojos se llenan de lágrimas, pero las aguanto.
El continúa parado frente a mí, en la misma posición pero esta vez con la mirada abajo.
Bordeo el sofá y me acerco a él: - Mírame a la cara, dime qué pasa. ¿Desde cuándo es esto? ¡Explícame! ¡Dime que es mentira! DIME ALGO -. Le doy con fuerza en el pecho mientras grito desesperada soltando toda aquella rabia que sentía por dentro y no tenía fin. Él no se mueve, no me aguanta, no me mira, me deja pegarle cada vez con más fuerza como si supiera que lo merece. Continúo golpeándolo pero me vencen las lágrimas y me rodea con sus brazos y me dejo abrazar destruida, rota por dentro.
Viviendo en un mundo de mentiras, en una fantasía que ya no sabía si en verdad lo quería, pero su olor me recordaba mi tranquilidad en mi hogar, me hacía viajar por mis recuerdos y me hacía un nudo en la mente que no me permitía separar la verdad de la mentira, lo bueno de lo malo, el blanco y el negro. Mi vida era gris en aquel momento, tan gris como las nubes que asomaban en la ventana, pero sin rastro de luz por ningún lado.
Todavía me sentía débil, la ira me había impulsado hacia Edgar, pero me vencía cada vez más. Mis piernas no aguantaban mi peso y me fui desmoronando poco a poco.
Escuché la puerta y unos hombres entrando para saber que ocurría por tantos gritos, yo estaba casi en el piso y Edgar me aguantaba por debajo de los brazos mirándome con los ojos llenos de lluvia, llenos de mares que no se atrevían a cruzar la frontera de sus ojos para viajar a sus mejillas.
Rápido dio órdenes de llevarme a la habitación escogida, al parecer, antes de mi llegada y sentí como me cargaban modo princesa en lo que veía a Edgar que no apartaba su vista de mí, cerré los ojos y me desmayé.
Al despertar al lado mío se encontraba una mujer un poco más joven que yo, pero tan fuerte como los demás, sentada con la vista fija en mí y un aire de molestia en su cara al mirarme. Era trigueña de pelo largo y recogido con una coleta, sus ojos eran oscuros, sus mejillas rosadas y sus labios pintados de un tono carmelita claro como si en ella fuese habitual usar ese tono. Vestida con unos pantalones apretados de color negro y una blusa holgada violeta que resaltaba su rostro.
Miro a mi alrededor y me encuentro en una habitación más pequeña que la de Edgar, pero no por ello menos encantadora. El techo era alto y las figuras escogidas para mi cuarto eran más coloridas que las del lobby. Las paredes estaban pintadas de un amarillo claro y la ventana que se encontraba cerca de la cama, llegaba al techo junto con las cortinas gruesas que la acompañaban abiertas permitiéndole que entrara una brisa fresca.
Las nubes de lluvia no permitieron saber los horarios y de un momento a otro ya era de noche. A mis pies un espectacular banquete del cual solo me apetecía la sopa y miraba con pena todo lo demás al saberme con poco apetito.
- Debes alimentarte, el día de mañana será agitado -. Dijo con voz grave y me miró una vez más como si fuera una amenaza al no comer toda aquella comida. Edgar no dejaría que me hicieran daño, pero a su rostro se le escapan los destellos de odio.
Me senté en la cama y empecé a comer poco a poco sintiendo su mirada sobre mí. Terminé con lo que pude y la miré como perro sumiso. Se retiró con el plato y me quedé sola en aquella habitación.
Era bastante tarde, ya había tomado una ducha con el agua más caliente que aguantara mi cuerpo. No volvió a aparecer aquella mujer y me recosté a la cabecera de la cama. Mi mente comenzó de nuevo a dar vueltas pensando en todo. Extrañaba a mi niño, como estaría, pensaba en mi madre y en la idea de que ya no estuviera en este mundo, sollocé al pensar que fuera verdad.
Con sólo la lamparilla de la mesa encendida y una parte de la ventana abierta, sentía que el cielo era mi único amigo, aquel cielo oscuro aún lleno de nubes que prometía iluminarse al día siguiente, siempre de optimista el cielo, yo no podría prometerle lo mismo.
* Edgar Brown *
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