Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 3: Pozo sin fondo

Me arrestaron, sí. Me esposaron con fuerza tirándome hacia el carro, me aguantaron la cabeza. Habían disparos, muchos disparos. Mi aprensión fue lejos de la dulcería pero se escuchaba el estruendo.

Eran policías, sí, pero no me llevaron a una comisaria, no documentaron mi declaración, no me tomaron las huellas, no me tiraron fotos de frente y de perfil con un número abajo. No hicieron nada como en las películas o debía decir que sí; lo que no hicieron nada legal.

Me llevaron a un descampado lejos de Edelsteine, desolado y oscuro donde se encontraba un establecimiento antiguo, parecido a una antigua fábrica y me encerraron en una habitación sin nada para sentarse. Tenía cuatro ventanas pegadas al techo y un olor a rancio que despertaba de la paja alojada en el piso.

Abrieron la puerta, me tiraron y me raspe la rodilla en la caída. En un intento fallido y desesperado quise dar la vuelta y salir antes de que cerraran, pero efectivamente, fue un intento fallido.

Me quedé pegada a la pared, con los pies encogidos y las rodillas tocándome el pecho, el cabello descuidado y las manos sucias por la tierra del piso.

No se oía nada afuera, no se veía nada a medida que caía la noche y yo solo pensaba en mi niño. Confiaba en que Patricia lo cuidaría, ya a estas alturas ella debía haberle contado la misma historia que ayer me contó a mí, mi pobre niño. Ya un adolescente enamorado, pero un niño indefenso ante mis ojos.

Recosté mi cabeza el suelo y me dormí en la misma posición en la que tenia de sentada.
Me pareció que habían pasado tan solo minutos cuando oí abrirse la puerta y entrar a un hombre extremadamente grande con un bigote espeso y una vestimenta informal. Todo aquello, menos la patrulla y los policías que me buscaron, todo era muy informal.

Me agarró de la mano con tal fuerza que pensé que mi cabeza se safaría de mi cuerpo, comencé a caminar y cada vez con más frecuencia me daba un golpe en la espalda para que caminara más rápido por aquel pasillo oscuro lleno de polvo y de tierra con paja en los bordes del suelo y con ventanas solo en las habitaciones que daban un poco de luz al caminar.

Llegué a una habitación inmensa donde solo habían dos sillas a ambos lados de una mesa. En una de las sillas me esperaba un señor delgado, alto, con rostro sonriente y calmado, de tez blanca y los ojos más negros que aquella oscuridad.

– Bienvenida a este peculiar sitio, no hubiese querido encontrarla en estas condiciones después de tanto tiempo de conocerla, pero así se han dado las cosas.
¿Tiempo de conocerme? Nunca había visto a aquel hombre, me hubiese acordado. No conocía a ningún policía, aunque ya no estaba segura de si aquello era una farsa o eran de verdad oficiales de la ley. No dije nada solo lo miré fijamente y no aparté la vista.

– La veo un poco tensa. ¿No le agradaron las condiciones de la habitación? ¿No ha podido la señora relajarse un rato? Pues menos se relajará si no colabora con nosotros-.

– ¿Qué quiere? ¿Quiénes son ustedes?

– ¿No parece evidente? – dijo señalando el oficial de la puerta de entrada que vestía de uniforme de policía. –Yo soy el detective Máximo Castillo, Detective Castillo para usted, a estas alturas ya debe saber a lo que se dedica su esposo… ¿O todavía no lo sabe? –

No lo miré, dejé mi rostro mirando hacia la mesa a lo que él me replicó. – Ya lo sabes, no te has asombrado, pero… ¿Lo sabes todo realmente? –

Lo miré por un momento con la más pura de las rabias. – ¿Qué quieren de mí? ¿Qué hicieron con mi madre? –

– Mire… le voy a explicar un par de cosas. Nosotros somos una agencia que se dedica a rastrear, investigar y capturar a los asesinos… como su esposo. Trabajamos en conjunto con la policía por eso puede ver muchos agentes aquí y se puede decir que todo esto está dentro de la ley, pero con este caso nos hemos permitido ciertos lujos como esta ilustre mansión acomodada para usted. Llevamos muchos años detrás de su marido y hemos tenido que implementar medidas… más extremas para su encuentro y su madre desgraciadamente fue la primera en probarlas –. La comisura de su labio se subió para formas una macabra sonrisa. – Llévensela. La señorita tendrá sueño, pónganla cómoda –.

Su risa se oía mientras caminaba casi a rastras llevada por aquel hombre que una vez me hubiera sacado de la primera habitación. Pero esta vez no me llevaban de vuelta, me encerraban en un cuarto más pequeño sin ventanas bastante limpio en comparación con otras habitaciones y una temperatura más alta de la habitual.

Mi madre no podía estar muerta, no podían haberla matado, seguro me quieren hundir, la policía no haría eso, la policía no hace eso, joder. Mi esperanza hablaba más alto, algo en mi quería pensar que no era huérfana, algo en mi me impedía llorar por mi madre y me pintaba del color de aquella casa en aquel pueblo de donde me sacaron.

Me volví a rosar la rodilla al caer después del tirón de aquel sujeto al entrarme en ese cuarto y sentía como poco a poco la temperatura iba subiendo, era un suplicio, las gotas de sudor me corrían y termine quietándome la blusa, me logré hacer un moño con una liga que siempre tenía en mi mano y la cabeza no me daba para pensar.

Aquello duraba cada vez más – ¡Sáquenme de aquí! SÁQUENME DE AQUÍ – daba fuertes golpes en la puerta, pero no encontraba respuesta, ni un sonido del otro lado. Volví  a gritar, volví a tocar, pero nada.
Se me quitaban las fuerzas con cada grito y el oxígeno era cada vez menos, el calor me consumía por dentro y por fuera, aquello era una tortura, qué querían de mí.

Cuando estaba a punto de desmayarme se abrió la puerta, vi entre el vapor a aquel hombre fornido que me levantó a rastras y de nuevo me encontraba caminando por el pasillo, resbalándome de la confusión e inestable. Otra vez en la misma silla frente a aquel de-tec-ti-ve.

Inmediatamente al sentarme me lanzó un cubo de agua fría que me entró en la boca y en los ojos. Terminé tosiendo despavorida por el agua y por el susto. Ahora comenzaba a tener frio ya sin pullover para protegerme y cayendo la noche con el aire entrando por las ventanas.

– ¿Ya estas mejor? Ahora si Andrea, dime dónde se esconde Edgar –. Me miró desde la otra silla inclinándose hacia mí sobre la mesa.

– No lo sé –. Le dije, a lo que el negó con la cabeza.

– Es tu deber como ciudadana decirnos y denunciar ese tipo de acciones, sino te caerán cargos por cómplice.

– A ustedes sí que les caerán cargos por torturarme de esta manera. ¡Eso es delito!

– ¿Torturar a quién? ¿A ti? ¿Cuándo? Solo tuvimos un ligero problemilla con la calefacción, se nos fue de las manos. Le pedimos nuestras más sinceras disculpas por ese pequeño incidente. Ahora sí, le preguntaré nuevamente Andrea: ¿Dónde está su esposo? –.

– ¡QUE NO LO SÉ JODER!

– No grites Andrea y no me engañes, él no pudo haber dejado sola a su mujer y a su hijo en un pueblo alejado sin amparo. Ustedes son las únicas personas que no sabías su verdadera profesión.

Si quería hacerme sentir ofendida, lo consiguió. Llevaba con Edgar 18 años y nunca me hubiese imaginado lo que hacía si no hubiera pasado todo aquello esa noche. Es cierto, a veces se quedaba hasta tarde en la calle, no pasaba mucho tiempo en casa, pero me había justificado tan bien su trabajo que no había forma de pensar que estuviera haciendo otra cosa. Aunque tampoco nunca me pasaría por la cabeza que fuera un asesino, un asesino. ¡Dios mío! Todavía no logro creerlo, mi mente lo sabe, pero evade la situación, no lo asimilo.

– Y bien… ¿Me dirá de una vez? Para que vea que somos los buenos, le mostraremos unas fotos…– Se dirigió a la puerta y le entregaron un sobre amarillo el cual tiro sobre la mesa. En estas imágenes se encuentran evidencias de la existencia del clan de los malditos. Se llaman a sí mismos “rebaño” como animales. Tienen un gran sentido del humor porque matan a los “designados” y ayudan a las víctimas jóvenes jajaja, que grandes. Mira estas fotos – decía mientras sacaba del sobre las fotos impresas y las colocaba encima de la mesa para que las viera. – Ahí está tu hombre en acción. Eran unos cuantos del rebaño, calculamos que unos treinta. Pero los más cercanos al jefe eran Edgar y Damián. Damián igual de ágil que su marido y con tantas muertes en su currículo que podría ser millonario en este momento, como lo es su esposo, aunque usted no tenga ni puta idea –.

– Si usted sabe que no tengo idea de a lo que se dedicaba mi marido. ¿Por qué sigue insistiendo?

– Continúe mirando las fotos – Siguió pasando fotos y llegó a la final. – Mire esta, aquí aparecen Edgar, Damián y el jefe del clan. Se ha preguntado usted porqué no hemos cogido nunca a Edgar y porqué ahora hemos llegado al punto de hablar con usted – dijo sin todavía enseñarme la foto.

– Será porque se han quedado sin opciones…

– Pues esta es la causa – dijo tirando entre mis brazos la foto, la última foto que guardaba todos los secretos. –Ahí está la respuesta, Edgar se descontroló por un momento e hizo el asesinato menos calculado de todos, mató al jefe del clan, Nicolás Franco. Se dividieron y ahora están débiles al punto que usted, su idiota princesa se enteró de todo. Él no la dejaría a su suerte… ¿Se ha comunicado con usted? –

– No – mentí.

– DIGAME.

– NO.

– ¿Por qué escondes a un asesino? Guardias, llévensela –. Ni yo misma sabía porqué mentía, el amor que todavía sentía era más fuerte o era que simplemente todavía lo veía como un simple mecánico… Lucas sabía que su padre volvería a llamar dentro de dos días o sea, mañana y sabía dónde ir, lo que esta vez debía ser él el que hablara.

Mi cabeza daba vueltas, el frío que empezaba a tener me entumecía las manos y las ganas incontrolables de despertar me perseguían. No podía pasarme esto a mí, a mí que di mi vida por mi casa, que no trabajé desde que nació mi hijo y me desviví dándole lo mejor a mi familia. Yo que no me perdía una reunión en la escuela de Lucas, que no dejaba de cocinar ni siquiera un día. Abandoné mi carrera por ser esposa y madre, por dedicarme a mi familia y mi familia es esto. No podía estar pasando esto, no podía.

Esta vez el grandullón me dejó en una habitación igual a la primera pero con agua por todo el suelo. Ésta tenía las ventanas mucho más grandes, cabe aclarar que con barrotes y demasiado altas como para llegar y salir de aquel infierno. Al parecer estaba todo fríamente calculado, habían aplicado la técnica de: si no puedes contra tu enemigo, únete a él y ya se habían convertido en policías torturadores, rezo a todos los santos para que no evolucionen hasta convertirse en asesinos.

El aire que entraba por las ventanas combinado con el agua fría del piso me congelaba, decidí pararme por unas horas, pero el cansancio y el frio me empujaban a acurrucarme en una esquina sentándome en el suelo mojado y tiritando.

Me quedé pensando en lo que vi, en las fotos, Edgar había matado al jefe, porqué lo había matado. Edgar era un asesino! Verlo con el cuchillo en la mano y la sangre por todos lados. ¿Quién era ese Damián? La policía estaba detrás de Edgar, pero quiénes eran los hombres que fueron a la casa. ¿También eran policías? Más dudas, cada vez más dudas y la imagen de Edgar matando a… matando a su jefe… ¡Su jefe! Lloré, lloré a mares, que ligado con el frío era la peor combinación, lloré mucho.

Así llegó el día, con tanta neblina que no se podían distinguir las nubes y el frio no se iba, o tal vez simplemente lo tenía en los huesos. El hambre me consumía por dentro, no comía nada desde las tres de la tarde del día anterior y ya empezaba a notarlo.
Volví a sentir la puerta abrirse y esta vez me alegre un poco con tal de salir de aquel frio, prefería la mesa y las preguntas.

– Querida Andrea. ¿Cómo durmió? No me lo diga, se le nota en su sonrisa reluciente, calentita entre las sábanas de seda-. Dijo con gran sarcasmo. Lo miré con odio mientras él adoptaba una sonrisa mal disimulada. – ¿No le dieron sabanitas? Qué pena... –.

– ¿Hasta cuándo me van a tener aquí?

– Hasta que nos digas dónde está Edgar.

– No lo sé.

– Estos días van a ser muyyy largos.

No fueron días para mí, fueron años. Día tras día en una habitación diferente, con torturas nuevas, con dolores nuevos, con informaciones nuevas, sin comer, sin beber agua, sin descansar, pero las mismas preguntas, siempre las mismas preguntas. Hasta que caí, caí sin vuelta atrás, caí al suelo sin sostenerme a nada por todo el cansancio, por el hambre, por la sed, caí destruida.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro