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Capítulo 10: Desapareció

El sonrojo en mi rostro era evidente, el nerviosismo se reflejaba en mis manos y mi mirada sólo podía dirigirse a la cajuela del auto. Estábamos en dirección a la cafetería para encontrarme con Sophia.

Mi mente repetía con insistencia el momento en el que uno de los compañeros de Damián entró al cuarto y nos pudo ver casi desnudos y con intenciones de continuar así, incluso más. Vestirme fue mi primera reacción y Damián sacó inmediatamente a ese hombre de allí. Nos quedamos viéndonos con cierto desconcierto y él con una mirada un tanto más decidida que la mía.

Creo que mi decisión de volver fue la mejor, me había dejado llevar por el momento esta mañana, por las difusas ideas de mi cabeza y aquel inesperado suceso al entrar aquel hombre había logrado que volviera en mí. Mejor irme.

Yo me encontraba en el asiento al lado del conductor y Damián conducía el auto con total tranquilidad, como si no quisiera llegar nunca. Mi corazón estaba confundido con tantas historias, algunas con más fundamentos que las otras, pero de igual forma complicadas de ver para mí. Debía poner mi mente en orden.

Siempre he sido una mujer muy emocional y hoy era un problema. Hoy debía actuar por los hechos, por las evidencias, por lo que he visto, hasta ahora cada cual tenía su verdad, historias que no contrastaban y la de Edgar carecía de pruebas.

A cada rato me miraba, como si me cuidara con tan solo verme.

- No te preocupes, todo saldrá bien -. Su voz me tranquilizaba. Él estaba tan seguro y yo era un manojo de dudas.

Con una mano aguantó el volante y con la otra me acarició el muslo. No sabía exactamente qué sentir, no sabía qué pensar ni cómo debía reaccionar, así que no reaccioné. Levanté mi cabeza y miré hacia aquella carretera, larga y desolada, como deseando llegar a aquella cafetería lo más pronto posible, como deseando estar sola con mis pensamientos alejada de Damián y de Edgar. Volvió a mirarme.

No le expliqué a Damián dónde me quedaba y él tampoco preguntó. Con solo una llamada él estaría presente y mi excusa para acudir a aquella cafetería junto a Sophia fue pensar. Sabía que él podía entenderlo y así lo hizo. Lo que nunca entendí fue porqué Edgar nunca me buscó, porqué no trató de encontrarme y ayudarme con Damián. Quizás no pudo hacerlo, tal vez no lo encontraba como tantas veces, no estaba en condiciones de pensar.

***

Llegamos a la cafetería de Sophia después de un largo viaje muy lento. Damián me dejó en la puerta y al salir del auto me viré hacia la ventanilla.

- ¿Estás segura? - su voz denotaba preocupación y mi vista estaba fija en sus ojos.

Asentí con la cabeza a lo que él respondió haciendo lo mismo, era un hombre comprensivo, calmado; se había vuelto grande mi amigo y con él todas mis dudas.

Me alejé poco a poco del auto y él arrancó sólo cuando estuve dentro y saludando a Sophia como si fueramos íntimas amigas. Por suerte la encontré allí.

Al entrar ella fue rápido a mi encuentro y me tomó de la mano, me abrazó para disimular y cuando se cercioró de que Damián se había ido me dijo: - ¿No te hizo nada? ¿Te amenazó? ¿Te golpeó? - decía mientras me revisaba cada espacio de mi cuerpo. - ¿Cómo estás? ¿Cómo te dejó salir? - su preocupación era tal que me abrazó fuertemente al terminar la frase como si me hubiese extrañado insufriblemete.

- No me hizo nada - dije alejándome un poco de ella y con cara de desacuerdo respecto a sus insinuaciones. - Él es mi amigo, fue muy atento conmigo, solo... - en un instante recordé aquella mañana - ...conversamos mucho - dije mientras intentaba ocultar mi mentira detrás de un rostro serio y desafiante.

- Pero si... pero cómo si él... - no terminaba las frases y me miraba cada vez más confundida. - Debemos irnos, rápido -. Me tomó de la mano y casi me arrastró hacia el auto. - No puedo creer que estés bien, cuando te vi la otra noche salir con él y mirarme pensé que pasaría lo peor -.

- Él no es agresivo, es muy atento, es... normal - me miró de reojo al mismo tiempo que arrancaba el auto.

- Él no es una persona normal -. Su voz fue grave y su mirada, antes fija en mí, se volvía hacia el frente provocando un silencio incómodo.

A diferencia del anterior viaje éste era mucho más rápido, mucho más veloz. Indiscutiblemente debíamos llegar rápido a aquella casa de los grandes árboles.

- ¿Y Edgar dónde estuvo en todo este tiempo si estaba tan preocupado por mí? - No obtuve respuesta inmediata.

- Debemos llegar lo antes posible, ocurrió algo, desapareció - su mirada seguía fija en la carretera y me encogí de hombros al no obtener la respuesta que buscaba. Era evidente que ella no me daría más datos y que solo descubriría lo que estaba pasando una vez llegara. Pero... ¿Quién había desaparecido? ¿Edgar?

Con el viento a nuestro favor llegamos como los veleros más suertudos, veloz. Me bajé del auto un poco alterada y como ya era habitual en mis circunstancias, confundida. Recorrimos el pasillo yo detrás de ella, hasta llegar la habitación de Edgar.

Sophia me abrió la puerta y se apartó para cederme el paso. Al entrar sentí como se cerraba la puerta. Una vez más me encontraba recorriendo el pasillo de entrada de la habitación de Edgar, pero esta vez al final había una cama en vez de un sofá junto a la ventana y yo estaba mucho más relajada.

Me encontré con Edgar sentado al borde de la cama, bastante desarreglado para lo que era su estado habitual, con un vaso vacío en la mano mirando fijamente al suelo. Completamente encorvado y pasándose la mano por la cabeza reparó en mi llegada.

Me quedé en silencio cerca de la otra esquina de la cama mientras mis ojos se enfocaban en Edgar y mis cejas bailaban en conjunto con mi preocupación.

- Se lo llevaron, se lo llevó - ¿Se lo llevaron? ¿A quién? Volvió a bajar la cabeza una vez terminada la frase.

- ¿A quién se llevaron? ¿Qué pasa? - dije acercándome a la cama y apoyando mi mano sobre su esquina.

- Lo busqué por todos lados, desapareció, no puedo encontrarlo -. Una lágrima corrió por su mejilla.

- ¿Dime quién desapareció? No, espera, no puede ser... no puede haber sido Lucas. No es verdad. Lucas no por Dios. NO -. No me contestó y viró su rostro hacia mí mientras volvía a correrle una lágrima por su rostro. - Pero... ¿Cómo? ¿Cuándo? Si estaba con Patricia y ella es de tu confianza. ¿Dónde está, Edgar? ¿Quién lo tiene? -.

- DAMIÁN. Lo tiene Damián. No voy a reparar en que te hayas ido ayer con él y hayas dejado de lado el plan yéndote sola con alguien tan peligroso, hablaremos de eso después. ¡Lucas fue secuestrado por Damián! -

- ¿Pero cómo? Si Damián estuvo todo el tiempo conmigo, no pudo hacerlo -. Dije alterada y confusa ante aquella acusación.

- Tiene hombres que pueden hacer su trabajo, él quiere acabar con Lucas porque no es su hijo, porque es fruto del amor que nos tenemos -. Él estaba seguro de ese amor, yo ya no tanto.

- ¡Le estas echando a Damián toda la culpa! Él me contó toda la verdad, él me dijo que tú habías matado a tu jefe, no él -. Mi voz se empezaba a romper y mi tono cada vez era más alto.

- MENTIRA, mentira. No dice más que mentiras. Es un manipulador de mierda. Secuestro a Lucas porque es mi hijo, porque quiere destruir todo tu pasado, porque quiere que seas solo de él. ESTÁ LOCO - Su voz se hacía cada vez más fuerte y el Edgar que no gritaba se convirtió en un Edgar desesperado con ojos llorosos, mejillas mojadas y de un tono de voz con varios decibeles por encima de lo habitual.

- Pero eso no puede ser. Él quiere lo mejor para mí. Tú eres el que me ha engañado todo este tiempo, él me abrió los ojos. ¡Tú mientes! No fue Damián -. Al final de la frase mi voz bajó drásticamente y la congeló un profundo silencio acompañado por un gran grito de rabia proveniente de Edgar que esta vez yacía en el suelo con la espalda pegada a la cama y las piernas extendidas ampliamente.

Me quedé sentada en la esquina de la cama distorsionada en el tiempo y el espacio. Con la incertidumbre de historias mal contadas, con la agonía de un momento mal vivido. Con las esperanzas de encontrar de una vez la verdadera verdad, completamente desechas y con un deseo enorme de que un ángel me llevara y me dejara cerca de mi niño.

<< Si tus confusiones marchitan tu alma, tus verdades correrán el riesgo de ser mal escogidas >>

Frase de mi madre que se posaba en mis oídos continuamente en el desierto de ideas que fomentaba mi angustia. Esta vez, envuelta en todos mis problemas, volvía a pensar en mi madre.

- Edgar - la puerta se abre bruscamente y entra un joven vestido con una camisa blanca bastante sudada y un pantalón negro un poco manchado de tierra en los bajos - lo encontramos - mis ojos se abrieron y me paré inmediatamente de la cama. Edgar también se paró pero con un poco más de trabajo.

- ¿Dónde está? ¿Dónde lo tienen? - la voz de Edgar resonó en todo el lugar.

- Está en un lugar bastante alejado, al parecer una antigua fábrica ya abandonada, son muchos hombres. Uno de nuestros informantes lo vio en el camino - La voz del joven era agitada como si hubiese corrido largas distancias antes de llegar hasta acá.

- Muy bien, buen trabajo, reúnelos a todos, los espero dentro de cinco minutos en la entrada principal - dijo con autoridad a lo que el muchacho se marchó de inmediato.

- ¿Qué vamos a hacer? - dije mirándolo con un gesto de preocupación.

- Tú no vas a hacer nada, tú te quedas aquí.

- Yo si voy a donde sea por mi hijo y no podrás impedirlo -. Me miró e hizo un gesto de negación con la cabeza, luego salió rápido de la habitación dando un fuerte golpe en la puerta.

Me llevé las manos a la cabeza, me recogí el cabello con mi liga y me quedé un instante parada en el lugar, instante que parecía una eternidad. De pronto llegó Martha.

- Debes cambiarte, vamos a tu cuarto - A veces pensaba que me mandaba, pero esta vez tenía razón, con aquel vestido no podría ir a ningún lado.

Caminé junto a ella hacia casi el final del pasillo donde todavía entraba la luz por aquel portal al fondo. Llegué a mi habitación y Martha tan solo hizo acompañarme, se marchó otra vez.

Cerré la puerta sin seguro y me introduje en el baño como quien se esconde de todos los peligros del mundo, como si afuera hubiese un diluvio universal, como si fuera la segunda guerra mundial, como se me escondiera de una explosión nuclear; pero así como el aire esparce todas las partículas con radiactividad, se cuela por debajo de la puerta la angustia y la tristeza que me perseguían desde entonces.

Apenas cojo la ropa y me cambio salgo del baño. Al salir me encuentro con Sophia, mirada seria, fija, preocupada.

- Andrea, estás haciendo todo mal -. Si me hubiesen hecho una apuesta hubiese ganado. Sabía que iba a atormentarme, lo intentó en el auto pero no continuó y vino a terminar su conversación ahora.

- ¿A qué te refieres? - dije todavía desde la puerta del baño mientras sus manos tocaban las sábanas y su chaqueta amarilla a juego con su pantalón reposaba sobre mi cama.

- No sé qué te ha dicho Damián, pero no es cierto. Pude oír los gritos a través de la puerta cuando hablabas con Edgar. Damián no es como cres -. Su angelical voz acaramelaba mis oídos y mi mente se encargaba de llevarme a la realidad. - Damián ha provocado eventos horribles en el clan, siempre fue un hombre muy atento; pero después de muchos sucesos y la ayuda de Edgar pudimos conocer su otra cara -. Me acerqué a ella sin apartar mi vista de su rostro, todavía con la toalla en la mano y pude ver como su cabeza se inclinaba esperando una reacción.

Al comprender que yo solo quería escuchar lo que tenía para decir continuó: - Edgar haría lo que sea por su hijo y lo ha hecho. Ha movido cielo y tierra tratando de encontrarlo hasta que por fin lo logró. Es un hombre como pocos y enamorado completamente de ti. - Un suspiro escapo sin antes poder detenerlo, me quede sentada en la parte central de la cama al costado derecho, de espaldas a ella que se encontraba al final de la cama, de pie, diagonal a mí. - En cambio Damián no quiere a tu hijo, odia a Edgar y haría todo por tenerte sólo a ti. No le interesa más nada que tú, eres su obsesión, su obsesión de loco, de psicópata. No puede soportar haberte perdido por Edgar y que hayas tenido una vida a su lado. Él te miente Andrea, te lo digo en serio -.

Otra vez la palabra mentira en la historia, de nuevo cambiando de rumbo mi vida, una vez más esforzándome por comprender qué me perdí de toda esta novela.

- Por favor, debes comprender, Edgar te ama de verdad, no te haría daño -. Edgar a lo mejor no hubiese querido hacerme daño, pero lo hizo, pero Sophia habla tan segura, tiene la voz tan firme que envuelve de nuevo a mis dudas. Pensé que había entendido todo y ahora sigo en el mismo lugar.

- ¿Cómo estás tan segura? - Mi voz ya estaba temblorosa, no debí haberla escuchado, no debí pero me pudo la curiosidad.

- Porque lo sé, porque lo viví -. Esta vez estábamos frente a frente, ella había recorrido el cuarto hasta llegar hasta mí y yo continuaba en el lado izquierdo de la cama, frente a la ventana y con la sombra de su silueta en mi rostro formada a contraluz.

Ahora mi Lucas era prioridad, qué importaba quién lo tenía, había que recuperarlo como sea. Pero no podía negar que desprender de mi mente todas las incógnitas seguía contando en la lista. Debía pensar, debía reposar mi cabeza. Había vuelto al inicio de todo el suspenso y otra vez me veo asediada por las voces de otros que sólo dicen "verdades".

La locación de Lucas ya la teníamos, sólo faltaba confirmar quién lo había secuestrado.

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