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(1/2) Charles

Charles se entera sobre el bebé tres días después de que su padre - su otro padre - se haya ido. Los médicos, de hecho, lo descubren mucho antes; pero Charles está inconsciente y roto y perdido en el dolor y después en los medicamentos, así que incluso si se lo hubieran dicho, no lo recordaría.

Recuerda cómo el médico de cabellos canosos que lidera su caso coloca una silla al lado de su cama y dice: "Profesor Xavier, tenemos que hablar sobre sus resultados del laboratorio," y Charles dice: "Doctor Xavier, por el momento, por favor, no soy profesor hasta que tenga un puesto de enseñanza," y luego tiene que detenerse ya que la idea le golpea como una bala en el estómago, y él sabe sobre balas ahora.

Por supuesto que había tratado de ser un profesor. De ser un líder. Tres días atrás había estado en una playa frente al desmoronamiento del mundo.

Cierra sus ojos. El doctor de voz tranquila suspira. "Lo siento, doctor Xavier."

Charles abre los ojos de nuevo. "No, está bien. Continúe."

"Le hemos contado sobre la extensión de sus lesiones..." comprende tanto como está dentro de su capacidad - funciones corporales voluntarias intactas y demás - y lo que no... Ambos se detienen para mirar las inútiles piernas de Charles, dos bultos debajo de la manta. Charles ha estado esforzándose mucho para no escuchar nada aquí en el hospital, una tarea que se vuelve considerablemente más fácil con todas las drogas que transforman su cerebro en músculos blandos; pero los pensamientos del doctor pinchan fuerte y vívidamente, no es lástima sino una especie de curiosidad clínica: mutación, cambio genético, el hombre tiene la suerte más extraña que haya visto, perdiendo pero ganando...

"Oh, Dios," balbucea Charles, en voz alta y completamente sin pensar. "¿Un bebé?"

La mirada del hombre se estrecha. "¿Cómo ha...?"

"Oh, mierda," dice Charles sin poder hacer nada, y empuja y tira, sacando toda la información de la cabeza del hombre mientras elimina a la vez cualquier vaga noción de tener a un mutante como paciente. No debería ser capaz de hacer esto, no drogado y no con sus reconocidos y ocasionalmente flexibles escrúpulos morales todavía en su lugar; pero a la mierda, está embarazado y con pánico, de una manera extremadamente definida y frágil, y la adrenalina está llenándolo.

Grita telepáticamente a Hank, mientras que aún tiene la fuerza.

Hank viene un minuto después, corriendo a través del hospital que ahora está repentinamente congelado, pasando por inmóviles médicos y enfermeras, con los ojos desorbitados, jadeando y sin zapatos. "Charles, ¿estás bien?"

"Tenemos que irnos," dice Charles, y Hank abre la boca para protestar, pero un movimiento de cabeza lo interrumpe. "Ahora."

Entonces lo hacen. Nadie nota su partida.

Charles, de vuelta en la mansión, envuelve la casa mentalmente en alambres puntiagudos, temblorosas hebras diseñadas para retorcerse y avisarle ante cualquier invasión, telepática o física. Los cables se meterán en las mentes y se alojarán ahí; les dará dolor que aumentará cuanto más cerca esté alguien de entrar. Es muy Bella Durmiente, todo eso, de verdad.

Las lianas solo incapacitarán a cualquiera que no sea un amigo, por supuesto. Él entrena los pequeños bucles concienzudamente para reconocer las texturas y sensaciones peculiares de unos pocos privilegiados. A él mismo. Al entusiasmo que parece ser verde esmeralda de Sean y sus emociones vertiginosas, ese tipo de torpe consideración que se está volviendo más reflexivo y menos torpe. A Hank, una brillante maraña con falta de tacto y café negro y lápices masticados y cristales de microscopio, dudas y determinación. Alex, tan incandescente como un fogonazo, y muy devoto. Moira, quien no los recuerda, pero que obtendrá un refugio seguro ahí si alguna vez lo requiere. Ella piensa vagamente en dejar la CIA, en seguir una carrera en la ciencia. No porque ella lo recuerde, él está ocupado asegurándose de eso, sino porque tiene un deseo genuino y vasto de ayudar a la gente, y ella está inquieta donde está, en una agencia en la que, sospecha, el comando tiene su agenda personal.

Charles sonríe y la deja con ese pensamiento. Le desea bien.

Después de un momento que se siente como una eternidad pero no lo es, añade a Raven en el pequeño grupo al que se le permite la entrada, también. Ella es su hermana. Él vierte eso en su descripción. Eso es todo.

Y luego hay uno más. Erik.

Casi no lo hace. No está seguro de poder.

Pero su mano cae, casi por propia voluntad, sobre su estómago. Es ridículo, porque no puede sentir nada aún, han pasado seis semanas y ni siquiera se nota, no ha tenido náuseas matinales ni ninguno de los otros síntomas, pero de todos modos está ahí, con la mano en el estómago y una nueva vida creciendo dentro de él, durmiendo allí, cómodo y cálido.

Erik. Partidas de ajedrez y el lento y suave escozor del whisky, el crepitar y la chispa, promesa y cautela, ira y esperanza. Firmes músculos y cinismo y un cierto optimismo sorprendente: Erik nunca dudó de su propia capacidad para encontrar al hombre que había conocido como Schmidt, nunca dudó de su propio amor por Charles, nunca dudó de que pudieran cambiar el mundo juntos. Erik es una roca en estos aspectos. Erik también argumentó siempre que los fines justificaban los medios. Llegar al objetivo por encima de todo. Hacer los sacrificios que fueran necesarios. Y si uno de esos sacrificios era el amor de Charles...

Erik nunca, en su mente, se creyó merecedor de él, de todos modos. Erik creía - todavía cree, por lo que Charles sabe - que el monstruo de Frankenstein está demasiado deformado, demasiado lleno de cicatrices, demasiado destruido para saber cómo amar sin lastimar. Charles, en la mente de Erik, es un brillante caballero blanco, glorioso y amable y hermoso y estúpidamente ingenuo, brillantemente apasionado e idiotamente listo para sumergirse en el océano detrás de un hombre al que nunca había conocido, y Erik lo ama tanto que mataría por él, lo dejaría para ir a remodelar el mundo para él, para que tal vez algún día el mundo sea lo que Charles quiere que sea.

Erik siempre ha estado equivocado y nunca se convencería de lo contrario. Charles podría, al pensar en ello ahora, haberse puesto de pie y gritarle, Escuché a mi padre suicidarse, convertí a mi hermanastro en un idiota amante del fútbol porque no podía soportar mirarlo arrojar otro de mis libros al fuego, tengo una cicatriz en la cadera de la que nunca me has preguntado porque no pensaste que tuvieras el derecho de hacerlo, e incluso cuando tus pensamientos eran tan infelices, queriendo saber todo de mí, pensando que era egoísta; yo te lo habría dicho, pero no pude encontrar las palabras y al siguiente aliento me besaste como si de esa forma pudieras conocer todo de mí y aferrarte solo a lo que ya te había dado...

Nunca tuvo la oportunidad de encontrar esas palabras. Nunca se lo dijo a nadie. Pero se lo habría dicho a Erik. Hoy, sin embargo, ya no puede.

Erik no está aquí. Esa es una certeza también.

Toma una respiración profunda y ata todos esos recuerdos en sus paredes defensivas. Serán reconocidos.

Las vides se rizan y crujen, inquietas; pero se asientan mientras las sujeta, tranquilizando. Tienen trabajo que hacer; protegerán la mansión incluso cuando él esté dormido o inconsciente. No necesitará estar mirando para sentir su aviso.

Abre los ojos. Y luego vomita sobre los pies de Hank, en la enfermería de la mansión. En su mayoría por el agotamiento y la espantosa migraña. El noventa por ciento es por eso.

"Lo lamento."

"No lo hagas." Hank, obviamente, se ha agachado junto a él, mirándose preocupado. "Quiero decir, no te disculpes. Puedo ducharme. Charles, tú... esto no es un síntoma de... ¿puedes decirme qué está ...?"

"Estoy embarazado," dice Charles, y luego comienza a reírse por la expresión de asombro en la cara de Hank, y luego comienza a llorar, porque está embarazado, y Erik, Erik.

La expresión de Hank se llena de inquietud. "Tú- aquí, toma una manta... uh, debes estar seguro, o no me lo dirías - oh, Dios, Charles, esa migraña que siento, ¿eres tú? eso no puede ser bueno para el bebé- "

"Lo siento, lo siento... puedo arreglarlo... ¿mejor? Estoy apenado... y embarazado, oh Dios, no puedo beber té... "

"¿Qué diablos...?" dice Hank, "Digo, obviamente, eh, tú, eh, pero ¿cómo?" y Charles sacude la cabeza a través de todas las lágrimas y dice: "Simplemente sucedió, Hank, no planeé esto," y Hank parpadea, obviamente calculando, y luego dice: "Lehnsherr," y es un gruñido real, retumbante y feroz. Ambos parpadean, asombrados.

"Uh," dice Hank, "Lo siento, profesor," y Charles niega con la cabeza, pero está sonriendo de nuevo, y gracias a Dios, gracias a Dios por Hank, que simplemente lo rodea con un brazo aterradoramente cuidadoso y comienza a pensar en voz alta sobre las fascinantes implicaciones de esto, con suficientes detalles técnicos que hacen a Charles olvidarse de pensar en Erik y terminar involucrado en discusiones sobre enlaces de ARN y proteínas.

Hank ordena un equipo de sonograma. Charles, acostumbrándose a la silla de ruedas - porque no acostumbrarse es aún más impensable - invoca el privilegio de persona embarazada y juega primero con el nuevo equipo, probándolo en Hank, quién pone los ojos en blanco.

El bebé es esencialmente del tamaño de un frijol en este punto, pero no puede evitar quedar falto de aliento viéndolo por primera vez. No puede decir nada. Hank lo hace, suavemente, "Dios mío," y Charles, muy lentamente, sonríe.

La expresión duele, es como hielo que se quiebra después de un largo invierno; pero es un buen tipo de dolor.

Hank traga saliva y dice, con el tono de un hombre que se aventura a un puente de cuerda deshilachado sobre un barranco lleno de cocodrilos, "¿Vas a... quieres que yo...? ¿Deberíamos decirle?"

Los cocodrilos agitan el agua y golpean sus colas, con dientes afilados e implacables. Charles responde: "No."

Él debería decirle a Erik. Erik merece saber. Y si se lo dice, entonces Erik podría volver a casa.

Se permite a sí mismoimaginar eso, brevemente, por un segundo. Erik devuelta en casa.

Pero él no quiere que Erik regrese porque es una obligación, o por sentir culpa. Y si Erik regresa por esto, entonces no habrá regresado por Charles, y ese hecho siempre será cierto.

Peor aún, Erik podría no regresar. Podría escucharlo y luego decir no. O no responder en absoluto.

La ausencia - en su mente - ese punto en blanco donde su otra mitad solía resonar con la sensación, es tangible. Siempre lo es. Como una extremidad amputada. Como sus piernas.

Así que no puede decirle a Erik. Puede hacer esto solo.

Hank, con el peso del mundo en su voz, dice: "¿Profesor?" Y Charles cierra los ojos y dice: "Sí, estoy aquí, lo siento, estoy bien." Más tarde querrá llorar, o reír, y terminará haciendo las dos cosas, porque joder, ha perdido sus piernas, pero hay vida dentro de él. Perdió a Erik. Pero ellos tienen un hijo.

Dios. Va a ser padre. O algo así, al menos. Esa parte finalmente está llegando. No solo el embarazo. Lo que viene después.

No es un mal pensamiento, cuando lo contempla. Hay calidez en ello. Sorprendentemente, sí. Tal vez, solo tal vez, esto es algo que él puede manejar. Puede que no sea capaz de salvar al mundo o mantener a Erik a su lado o proteger a sus alumnos, pero puede llevar esta nueva vida - esta parte de Erik y de sí mismo - y protegerla, al menos.

Pero, por supuesto, ese no es el caso. Realmente, él debió haberlo sabido.

Al principio, todos irradian emoción al escuchar las noticias. Hank, una vez que se da cuenta de que Charles realmente está deseando el porvenir, comienza a entrar en detalles sobre el desarrollo infantil y los requisitos para la habitación del bebé y comienza a comprar cada libro disponible sobre el tema para leer sobre el proceso. Charles señala que este caso en particular va a ser bastante diferente de cualquier otro, y Hank asiente y ordena tres frascos más de vitaminas prenatales.

Sean se sorprende, por un momento, cuando le dicen sobre el bebé; y pregunta, con los ojos muy abiertos, "¿Lo sabías? ¿Sabías que podías hacer eso?" y Charles se ríe hasta sollozar.

"¡No! Te puedo prometer, Sean, que esta posibilidad en particular nunca se me ocurrió. Puedo asegurarte que, si lo hubiera sabido, habríamos sido mucho más precavidos..."

"Oh, Dios," dice Sean, "No quiero imágenes mentales, por favor. Y no vas a pedirme que lo alimente o algo así, ¿verdad? Porque si me vomita encima, podría romperle los tímpanos accidentalmente y - "

"No lo harás," le responde Charles entre risas, "De hecho estaba pensando en pedirte a ti, y también a Hank, que sean, eh... los padrinos. O algo similar. Si quieres, por supuesto."

"Oh, wow," dice Sean, "Wow, sí, totalmente, quiero decir, sí, por supuesto, si quieres que lo seamos, pero yo no..."

"Confío en ti," le dice Charles, y puede leer sus sentimientos sin necesidad de mirar en esa mente tan abierta: Sean está conmovedoramente honrado, y está decidido a ser lo suficientemente adulto para cumplir con esta responsabilidad - lo que hace que Charles quiera reírse otra vez; como si él mismo fuera responsable - también piensa en la persona que no está allí, y resuelve nunca mencionar ese nombre, nunca, sino que intentará ser lo que Charles necesite que sea, tanto como pueda. Apesar de que sabe que nunca va a ser esa persona. Aquel que Charles necesita.

No todas las necesidades deben cumplirse. Charles se repite a sí mismo este hecho todas las mañanas. Algunos días casi cree que puede ser cierto.

Al final, solo pasan otras cinco semanas para que el universo implosione. 

Es domingo, lo que significa que está siendo completamente perezoso: despertándose tarde y sin nada urgente que hacer. Él podría estar haciendo cosas, por supuesto, ciertamente podría estar escribiendo algún artículo sobre esta mutación genética recién presentada, por ejemplo, pero no se siente productivo. Ahora es más lento. Y está cansado, a pesar de que acaba de levantarse.

De hecho, ha estado cansado por unos días. Es una especie de agotamiento profundo que lo deja sintiéndose adolorido, ingrávido, irritable y extremadamente débil. No ha querido decir nada; sigue siendo funcional, después de todo, y no es como si esta fuera una situación normal. Por lo que él sabe, esta sensación de fragilidad hueca es completamente normal durante el embarazo. Durante el embarazo masculino... durante el embarazo mutante. Santo Dios.

La mansión está tranquila; él puede escuchar, si lo intenta, a Hank en el laboratorio, contemplando datos sobre los futuros residentes de la escuela. Sean está trabajando en el plan de estudios que llevarían, en la planificación de las lecciones, preguntándose si es demasiado temprano para tomar cerveza en la cocina. Charles sonríe y luego deja de escuchar, porque le duele un poco la cabeza.

La luz del sol, previamente dorada y tranquilizadora, se oculta detrás de una nube. Esto no es muy tranquilizador. Comienza a hacer mal tiempo. Está nublado y parece que lloverá pronto.

Trata de enfocarse en su libro. Le gusta leer a Heinlein. Y este es nuevo, ha estado esperando ansiosamente para sumergirse en la lectura. Pero en este momento parece que lee una página entera y olvida al instante todas las palabras.

La silla de ruedas se siente abruptamente incómoda. No es que normalmente sea muy cómoda, pero ahora mismo, en este momento, se siente demasiado rígida o demasiado inflexible, y le duele la espalda en lugares donde los hematomas apenas están comenzando a desvanecerse.

Es gracioso, piensa, no debería doler tanto, no tan pronto en el día - acabo de meterme en la jodida silla - y luego algo se retuerce dentro de su estómago, y entonces el dolor no está en su espalda ni en ningún otro lado, solo allí.

Tiene tiempo para pensar, oh, eso está mal, debe estarlo, antes de que el resto del dolor lo golpee, no es como nada que haya sentido antes, y siente un chasquido, como el rompimiento de un cuello, como el final de una vida, y él sabe lo que acaba de pasar. Comienza a gritar.

Hay sangre. Hay manos temblorosas e intentos de cirugía, esfuerzos desesperados para abrirlo y salvar todo a pesar de que él está tratando de explicar que ya ningún rescate puede ser realizado, que él lo sabe más allá de la certitud; pero no puede ser coherente, no a través de la maraña de agonía, desolación y anestesia que no funciona. Anestesia que él no puede permitir funcionar porque entonces olvidará cómo se siente esta tortura, y necesita sentirlo porque se lo merece todo y más. 

Hay una mesa de operaciones fría debajo de él y la voz de Hank grita y persuade alternativamente hasta que se apaga y se convierte en un zumbido sordo. El aire sabe a metal. Cobre. Como a sangre, excepto que no lo es. El sabor no es de sangre.

Está muy cansado. Extrañamente más ligero. Combate ese sentimiento por un tiempo - no puede dejarse ir, no puede rendirse, ¿a dónde se ha ido el dolor?, el dolor en el que merece ahogarse por este fracaso definitivo - pero realmente está terriblemente cansado de todo esto, y tal vez esto está bien, tal vez al universo no le importe si se aleja por un momento, el universo no lo necesita de todos modos, y entonces Hank podría dejar de gritar...

Poco a poco, el mundo físico se vuelve gris. Eso está bien también. Esas sensaciones ya no importan, no más. Todo lo que importa es su propia insuficiencia y la consiguiente devastación y el vacío eterno e ineludible.

Es como el infinito, cuando se deja caer, todo es negro. No hay nada más allá del abrasador vacío. Nada a lo que aferrarse. Nada por lo que volver. Es tranquilo al principio. Le da la bienvenida. Sereno.

Pero él no merece paz.

Y cuando intenta volver atrás - como si hubiera un detrás de él, como si hubiera algo físico o dimensionado o real aquí - tampoco hay nada allí. Todas las líneas de vida han sido cortadas. No hay cuerda a la que seguir. Al principio está demasiado aturdido como para sorprenderse, luego se sorprende, y luego no se sorprende. Había sido lo que él quería, después de todo. El vacío. Y lo es.

Cuando vuelve a gritar, solo es en su mente. El sonido hace eco a través del universo.

Y el universo, roto y sin voz, grita también.


    

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