Capítulo 9: Confusiones
Sus ojos volvieron a chocar con los míos. Me miraba de una manera que no podría describir, con esos ojos que tan misteriosos me parecían. Mire sus labios, esos que eran tan carnosos y que estaban decorados con su piercing plateado, el que en esos momentos me daban ganas de besar.
Lo volví a mirar a los ojos. Él hizo lo mismo. Nos quedamos en silencio mucho tiempo, pero al contrario de lo que esperaba, no era incómodo. Al contrario, deseaba poder estar así toda la vida. Estábamos tan cerca que su respiración la notaba en mi labio superior, y supongo que viceversa.
—Yo... Sé que teóricamente nos caemos mal, pero necesito hacer esto. No lo puedo soportar más. Lo siento— Dijo Max después de un tiempo en el cual estábamos inmersos en la mirada del otro.
Fruncí el ceño y lo miré confundida.
—¿Qué sientes exactam— Quería decir, pero sus labios me interrumpieron.
Sus carnosos labios chocaron contra los míos. Tenía un sabor dulce. El beso era lento, muy lento. Pero enseguida sentí una emoción que nunca hice con otros besos que tuve. Mis manos se aferraron a su camiseta mientras el beso seguía, era algo pausado, hasta mágico diría yo. Si esto es un beso, entonces llevo toda mi vida besando mal. ¿Cómo algo tan sencillo podía contener tantas emociones?
Ni siquiera era un beso apasionado, era algo simple, sencillo. Nos separamos cuando nos quedamos sin aire y nos quedamos mirando el uno al otro, de la misma manera que antes de que el beso pasara.
Puse mis manos en su cuello y él puso las suyas en mi cadera mientras yo la alzaba, haciendo que nuestras intimidades rozaran. El beso poco a poco subió de intensidad. Su lengua entró en mi boca y yo la acepté. Dios, nunca me había sentido así. Estaba en el cielo, no sabía ni quien era. Sus besos fueron descendieron hacia mi cuello, y después de un gran rato, volvieron a mi boca.
Me costaba respirar, sentía demasiadas cosas dentro. Él iba dejando besos, mordidas y lametones por toda la piel entre mi clavícula y mi boca, haciendo que esta se erizara al momento. Cuando ya no podíamos más, nos distanciamos y nos quedamos mirando, no sabría decir por cuanto tiempo exactamente.
Entonces como un balde de agua fría, las preocupaciones empezaron a hacer presencia, y poco a poco, todo a mi alrededor empezó a fundirse hasta convertirse en negro. ¿Qué había hecho? ¡Esto estaba mal!
—Y-yo, no puedo seguir con esto— Le dije mientras me levantaba he iba corriendo hacia mi habitación
—¡Espera! ¡Bea!—Escuché que me chillaba Max con una voz distorsionada desde el sofá en donde todo había pasado.
Yo corría por un pasillo infinito mientras las paredes, suelo y techo se convertían en negro, más la preocupación de lo que acababa de hacer era tan grande que ni siquiera les prestaba atención.
El grito con mi nombre cada vez se escuchaba más cerca y con la voz menos distorsionada, haciendo que me girase para ver si Max estaba detrás persiguiéndome, pero solo veía oscuridad, haciendo que mi ansiedad empeorara.
—¡Bea!— Un chillido me hizo levantarme de un boté de la cama. Una solitaria gota de sudor bajó por todo el lateral de mi rostro mientras yo alarmada y con los ojos bien abiertos, miraba toda mi habitación.
Todo parecía estar en calma, los pájaros se oían a través de la puerta semiabierta de mi balcón, del cual la luz del sol se colaba y alumbraba toda la habitación. Una suave brisa acarició mi cara recién despierta a la vez que movía las cortinas.
Todo parecía estar a la normalidad, no había nada derritiéndose o convirtiéndose en negro. Tampoco había un chico con ojos color miel persiguiéndome, o eso creía.
Cuando seguí inspeccionando la habitación, una cabellera negra hizo que me volviera a asustar y dijera algunas malas palabras por lo bajo mientras mi mano se dirigía a mi pecho.
—Es demasiado pronto para esto...—Bufó Max, quién estaba en el umbral y que era el culpable de mi segundo susto —Quién diría que cuesta tanto levantarte—Dijo burlón.
Me volví a tumbar en la cama exhausta y resoplé.
—¿Qué coño quieres?— Inquirí aún con el sueño presente en mi cabeza
—Vaya humor tenemos cuando nos levantamos...— Dijo vacilón, pero al ver que yo lo ignoraba prosiguió. —Además de mala despertando, creo que también hibernas, es la hora de comer y Papá me ha obligado a venir para avisarte.
Giré mi cabeza confundida hacia el despertador que tenía al lado de la cama y efectivamente era más tarde de lo que pensé que sería. Volví a resoplar mientras mi mirada se volvía a quedar pegada en el techo.
—Vale, ahora bajo— Le respondí mientras me sentaba para verlo. Max dio como finalizada la charla y volvió a desaparecer por el pasillo dirección al piso de abajo.
Me volví a acostar y suspiré mientras mi mirada se quedaba clavada en el techo y repasaba todo lo que me había pasado. Varias incógnitas se me aparecían en la cabeza y se me amontonaban sin dejarme casi tiempo a pensar con claridad.
El sueño se sentía tan real... Me había hasta costado diferenciar la realidad cuando por fin había despertado. Los escenarios, el espacio, la casa... Todo parecía cien por cien la vida real. Incluso Max.
¿Qué demonios hacía Max en su sueño? ¿Y por qué lo estaba besando? No entendía como mi mente había podido imaginar una escena así, y mucho menos la razón para ello.
Si recordaba con atención y detenimiento, aún podía notar el roce de los labios de Max, pensé mientras con una mano me tocaba los míos. Y se había sentido bien, bien de verdad.
Cuando menos me di cuenta, estaba recordando detalle a detalle aquel beso. Recordaba cada respiración que había acariciado mi cuerpo, cada roce sentido, y cada mirada dedicada. Hasta que me acordé de quién estaba soñando despierta.
Incluso mi yo imaginario había tenido más conciencia de la situación. En mi sueño había dicho que estaba mal, y fue tanto el sentimiento que aún sentía el corazón oprimido por ello, pero ¿Cuáles serían las razones?
Sin siquiera darme cuenta empecé a imaginarme todas las posibles razones para que mi yo imaginario detuviese eso.
No me costó mucho rato encontrar el primer motivo, el simple hecho de ahora ser hermanos, o el término que sea correcto. Aunque no fuéramos hermanos de sangre, ahora pertenecía a la misma familia que él.
No había tenido muchos amoríos hasta la fecha, pero de sobras sabía que un romance prohibido y secreto nunca acababa bien. Y yo no sería la idiota que arriesgaría la oportunidad de su vida. Había estado esperando toda mi vida para tener una familia, y ahora que la tenía, no la tiraría al traste por un amor seguramente pasajero.
En todo caso de que esa no fuera una causa suficientemente fuerte, estaba el factor de que no me caía bien. Es decir, ¿Quién se besa con alguien que le cae mal? No tiene sentido, y el dicho de "El amor y el odio son diferentes caras de la misma moneda" que siempre acompaña a todas aquellas personas que se odian tampoco lo tiene.
Poco después disipé todos esos pensamientos de mi cabeza mientras pensaba en lo inútil que había sido el simple hecho de imaginármelo, solo una persona sin capacidad de pensar haría eso, y yo estaba segura de que nunca lo haría.
Bajé las escaleras mientras la última incógnita y la más grande seguía surcando entre mis pensamientos, ¿Por qué mi mente había imaginado eso?
—Hasta que por fin bajas— Se quejó Max, haciendo que mi atención se dirigiese hacia él. Estaba en la mesa junto a Biel y Marta, quiénes hablaban animados mientras me esperaban para bajar.
Mi mirada se clavó en la suya, e inmediatamente todos los momentos que mi cabeza había imaginado se reprodujeron en mi cabeza, haciendo que mi cara se pusiera de todos los colores posibles y me pusiera nerviosa. Antes, cuando vino a despertarme, no caí en que él era con quién me estaba besando, pero ahora que estaba más consciente de todo, sí. Aparté mi mirada y me encaminé a la silla que estaba libre, la que estaba justo enfrente de él.
¿Cómo había sido tan estúpida de olvidarme de ese detalle? Estaba tan centrada en todas las preguntas que no me había parado a pensar que tarde o temprano iba a tener que ver a la persona con quién compartía ese beso apasionado en el sueño. ¿Cómo lo podría mirar ahora si cada vez que lo hacía todos esos momentos se visualizaban en mi cabeza? Era como si nada más ver esos ojos color miel, los recuerdos se activaran de nuevo.
Max frunció el ceño ante mi extraña actitud hacia él, y me miró con recelo hasta que me senté enfrente suya.
—Max, controla tu lenguaje con Bea— Le reprimió Biel
—Te estábamos esperando Bea, hoy Biel ha preparado algo que está buenísimo, seguro que te encanta— Me dijo alentándome a comer. Yo le sonreí amablemente
Durante gran parte de la cena intentaba evitar la mirada de Max, debido a que el mínimo vistazo hacía que mis mejillas se encendieran. Me daba hasta rabia, ¿Qué clase de persona se sonroja cuando ve a quién le cae mal? Era ridículo.
Para colmo, Max, quién desde el principió notó que algo no estaba igual, a medida que la cena avanzaba, me miraba más profundamente, como si con la mirada quisiese entrar en mi mente y descubrir que pasaba conmigo.
Cuando ya estábamos acabando la comida, Max dejó sus cubiertos en el plato haciendo ruido, pero uno lo suficientemente bajo para que solo yo me diera cuenta, debido a que Biel y Marta estaban en su propia burbuja hablando de vete a saber tú que tema.
—¿Se puede saber que te pasa conmigo?— Preguntó con una mirada acusadora y susurrando después de fijarse si Biel y Marta estaban pendientes. Fue mirar a sus ojos y sentir como mis mejillas se empezaban a calentar, así que bajé mi cabeza fingiendo naturalidad.
—¿A mí? Nada. Odio es lo único que me pasa contigo—Le dije mirando mi plato mientras continuaba comiendo
—¿Te crees que no me he fijado en que te sonrojas cada vez que me miras?— Dijo burló, aún más bajo que su frase anterior. Al analizar sus palabras mi cabeza volvió a subir, enfrentándolo.
—Te estás imaginando cosas, yo nunca me sonrojaría por ti— Le dije acercando el cuerpo por encima de la mesa de igual forma que él había hecho instantes antes.
Él se alejó no sin antes revisar si Marta o Biel se habían dado cuenta de la cercanía que habíamos llegado a tener, hasta que, con la espalda apoyada al respaldo y los brazos cruzados, me miró con una sonrisa con aires de superioridad.
—Pues tus mejillas no opinan lo mismo— Me señaló con la misma sonrisa puesta en su rostro
Mis ojos se abrieron por sorpresa y con mis manos toqué mis mejillas, las cuales efectivamente estaban muy calientes. Hinché mis mejillas y aparté la mirada.
—Eso es por el calor— Inventé ya más nerviosa, por qué cada vez me veía más acorralada.
—¿A sí? Te recuerdo que tenemos el aire acondicionado puesto— Dijo de manea vacilante mientras su mirada me volvía a penetrar la mía.
Esa mirada juraría que era idéntica a la que me había dado antes de... Quité ese pensamiento de mi mente nada más sentí como las mejillas se me calentaban aún más y aparté la mirada.
—Nunca, y escúchame bien, nunca me sonrojaré por ti— Le dije dándole una mirada fría mientras ocultaba mis nervios y me giraba para seguir la conversación a Marta y Biel. Quienes sorprendentemente no se habían dado cuenta de la conversación que acababa de suceder entre los más pequeños de la casa.
Max siguió observándome en silencio durante lo que faltó de la comida, ideando posibles razones por las que mi comportamiento había cambiado tan drásticamente de la noche a la mañana.
Entonces, recordando cómo me había levantado hoy, una sonrisa de victoria se plantó en su rostro. Sonrisa, que yo no me di cuenta debido a que estaba demasiado concentrada intentando ignorarle.
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