Capitulo 48: Os queremos, pero más a nosotros
La luna surcaba el cielo cuando llegamos al porche de casa. Llevábamos 3 horas de viaje a nuestras espaldas y un remolino de nervios en nuestra barriga.
—Pase lo que pase, siempre juntos... ¿No? — Pregunté mientras le miraba, estando a escasos centímetros de la puerta que tanto habíamos visto ya.
—Siempre — Suspiró abrazándome y entrelazando nuestras manos antes de meter la llave en la cerradura.
La puerta se abrió y mamá nada más escucharlo, gritó un "Max" lleno de emoción desde un punto desconocido de casa. Al llegar se le veía una sonrisa de oreja a oreja, sonrisa que empezó a desaparecer y a transformarse en una de confusión al verme ahí parada también.
—¿Bea?— Preguntó intentando asimilar que hacía yo ahí —¿Qué haces aquí?—
—Hola, mamá— Saludé sin saber cómo actuar ante esta situación, incluso cuando me la había imaginado durante todo el trayecto en coche. Mamá nos lanzó una mirada algo extraña y que no supe identificar bien antes de borrarla y transformar la cara por completo al hacer aparecer una sonrisa.
—Mira tú que bien, tengo a mis dos renacuajos en casa otra vez... — Dijo feliz y llenándonos de besos a cada uno — Por cierto, Bea, que bien que hayas venido, justo Max tenía una noticia que darnos — Explicó cómo si fuera un secreto antes de abrazarnos y volver a llenarnos la cara a besos mientras nos explicaba lo sola que se sentía la casa en nuestra ausencia — Pasad anda, la comida está en la mesa, tu plato también está puesto, Bea — Guiñó un ojo antes de desaparecer por el pasillo que se dirigía a la cocina.
Ambos empezamos a adentrarnos a la casa, felices de poder volver a comer la comida de papá en vez de los fideos instantáneos y la comida a domicilio. Sin embargo, un pensamiento se nos cruzó por la mente a los dos, haciendo que nos detuviéramos y nos miráramos en confusión. ¿Por qué estaba mi plato ya puesto si no sabían que iba a venir? Ambos nos miramos extrañados ante ese pequeño detalle, pero seguimos caminamos hasta el comedor, donde papá estaba leyendo en su móvil, seguramente algún correo importante.
—¿Qué tenemos aquí? ¡Si son mis dos tesoros!, Venid a darme un abrazo, hombre — Pidió papá al vernos entrar. Yo, como siempre, fui corriendo hasta llegar a él y lo abracé con todas mis fuerzas. Habían sido solo tres meses desde que me había ido, pero esos tres meses para mí se sintieron cómo un montón más, y echaba de menos el estar en casa.
Después de unos minutos, ya estábamos todos en el comedor, sentados como siempre. Yo estaba al lado de Max, y Papá estaba en frente. Costó un tiempo el poder finalmente sentarnos a comer, pues las maletas que habíamos traído con toda la ropa para poder pasar navidad en casa no fueron precisamente fáciles de subir.
El volver a entrar en mi habitación fue como volver al pasado, volver a mis inicios en esta familia, y volver a todos aquellos momentos. Nos pude ver a Max y a mí en la cama estirados, hablando de miles de cosas a escondidas de nuestros padres. Me vi a mí, pintando cuadros en mi bonita terraza y despertándome por la luz del sol.
—¿Y bien?— Le preguntó Mamá a Max, haciendo que volviera a prestar atención a la mesa. Cogí su mano por debajo de la mesa para darle apoyo, y en parte para calmar los nervios que tenía
—Yo... He encontrado a alguien que me hace muy feliz, que amo con todo mi corazón y con la que he formalizado una relación. — Se escuchó la voz de Max resonar por todas las paredes de la casa.
Nuestros padres se miraron y luego volvieron a dirigir la vista al frente. Mamá empezó a reír por lo bajo mientras que papá maldecía. ¿Qué estaba pasando? Max y yo nos miramos desconcertados al ver la reacción de nuestros padres, sabiendo que eso no era para nada lo más chocante que teníamos que contar.
— ¿La conocemos? — Preguntó Mamá carraspeando
— Sí... de hecho — Empezó Max alargando las palabras
—Soy yo, estamos saliendo — Solté la bomba mientras apretaba la mano de Max por debajo de la mesa. Su pulgar empezó a acariciar mi mano, y las respiraciones de ambos empezaron a aumentar de ritmo.
El silencio reinó en la casa. El latido de mi corazón resonaba por cada rincón de mi cuerpo, mientras mis ojos analizaban las reacciones de mis padres.
— ¡Sí! Te lo dije — Mi madre saltó de la silla animada mientras papá maldecía — Me debes los cincuenta euros — Alargó su mano en dirección de papá
Max y yo los miramos sin saber qué hacer o pensar. ¿Cincuenta euros? ¿A qué se refería con eso?
— Mamá... ¿Qué está pasando?— Max preguntó igual de confundido que yo.
Ella nos miró y se empezó a reír. Volvió a sentarse y nos miró con burla.
— Sois muy poco disimulados. Más de una vez os vi yendo a la habitación del otro por las noches o cómo actuabais cuando estabais juntos. Fue mucho más obvio cuando nada más se fue Max, tu humor cayó. — Suspiró divertida — Le conté a papá lo que había visto y que pensaba que estabais juntos, pero él no me creyó. Así que decidimos apostar — Explicó con una sonrisa victoriosa
— ¿Habéis apostado sobre la vida de vuestros hijos? — Preguntó Max anonadado de las acciones de nuestros padres
— ¿Qué más íbamos a hacer? ¿Hablar con vosotros al respecto? — Dijo divertida ella — Ya erais mayores para saber lo que hacer con vuestra vida, y aunque así no fuera, nunca nos hubierais dicho nada. — Explicó, teniendo un punto bastante lógico en su argumento
— Entonces, ¿No os importa? — Pregunté insegura con lo que esa reacción había significado
— No— Dijo Mamá
— Sí — Simultáneamente soltó papá. Todos lo miramos — No me miréis así. Puede que no sean hermanos de sangre, pero siguen siendo hermanos para los demás. No permitiré que sean pareja cuando llevan los dos el mismo apellido — Razonó. Yo me mordí el labio para evitar llorar, viendo como mi pesadilla desde hacía dos años se estaba cumpliendo
—Biel, dime que no estás hablando en serio —Hablo mamá. Levanté mi cabeza por la confusión y la vi con su ceño fruncido mirando a Papá.
—Pues claro que si cielo, y tú, también tendrías que pensar igual —Le replicó
—¿A caso se te olvida cómo fue nuestra relación? Tuvimos el mismo problema con la aceptación de tus padres y mira cómo acabó todo. Yo no veo nada malo en que se amen.— Le contradijo mamá, haciendo que Max y yo nos miráramos confundidos. ¿A qué se refería con eso?
—Pero Marta, esto es distinto. No te aceptaban por tu situación económica, pero ellos, ¡Son nuestros hijos! — Exclamó —Sé que no son de la misma sangre, pero no puedo ni siquiera imaginarme el hecho de verlos juntos. Los amo a los dos como si fueran de mi misma sangre, y no me puedo permitir el hecho de ver como sufren por gente externa. ¿Sabes la de cosas que les puede pasar si alguien se entera de que son de la misma familia? Nunca permitiría que pasaran por eso. — Argumentó papá, haciendo que a todos nos saliera una mueca. El silencio reinó la casa por segunda vez en esa noche.
—Yo... Yo de verdad que lo amo— Empecé a decir. — Y no mentiré, tenía miedo. Pero este año en el que no he estado a su lado, ha sido como si una parte de mi alma hubiera desaparecido. Sabemos que nuestra relación puede no ser la más convencional, y que tendremos muchos problemas por ello, pero vamos a luchar contra esto, juntos. Ambos somos mayores de edad, y provenimos de diferentes familias, aunque al final vosotros seáis lo más cercano a padres para los dos. No hay nada de malo en nuestro amor, solamente el destino nos ha hecho conocernos de una manera un tanto inusual. Es por eso que vuestro apoyo es lo más importante para nosotros, aunque si no nos apoyáis, no dejaremos de amarnos. No podemos. —Suspiré con la voz temblando — Esperamos que nos entendáis. — Acabé mientras levanté la mirada para enfrentar a mis padres. De mientras noté como Max me acariciaba la mano y al girarme lo vi con una gran sonrisa en su rostro. "Bien hecho" Me susurró, orgulloso de que por fin haya afrontado de cara mis miedos.
Se escuchó un sollozo y al mirar otra vez enfrente pude ver a nuestra madre llorando.
—Mamá, ¿Qué pasa?— Preguntó Max, preocupado. Los cambios de emociones que había tenido al largo de la noche me estaban dejando más confundida de lo que estaba, sin saber al cien por ciento cuál era su respuesta ante la situación.
—Lo siento, es que es todo tan bonito que no puedo evitar llorar. Me recordáis a cuando afronté a los padres de Biel y no puedo evitar llorar — Suspiró quitándose las lágrimas y sonriéndonos cálidamente — Claro que os apoyamos tesoros — Confirma mientras se limpiaba las lágrimas que le recorrían por el rostro y alargó sus brazos para que la abracemos. Yo me levanté e inmediatamente fui a abrazarla, respirando su aroma a vainilla mientras ella me apretaba entre su cuerpo. El notar su calor y saber que estaba de nuestra parte hizo que suspirara con las ganas de llorar en la garganta. Al final, podía haber un final feliz para nuestro amor, ¿No?
—¿Papá?— Preguntó Max al ver que aquel hombre no había dicho ni una sola palabra. Yo me giré aún acorralada por el cuerpo de mi madre para ver a mi padre, expectante de sus palabras.
—Yo... —Suspiró derrotado — Solo no salgáis heridos, es lo único que os pido — Dijo mientras hacía una sonrisa ladeada y se acercaba a nuestro abrazo para acabar los cuatro achuchándonos. Mis ojos se cristalizaron, por fin lo habíamos dicho y estábamos bien, no había pasado nada malo.
De una vez por todas, noté como si mis alas hubieran sido liberadas y aquellas cadenas que tanto me habían impedido volar hubieran desaparecido. Por fin estaba bien, estaba en paz.
Fui hacia Max y le abracé con fuerza, mirándonos a los ojos y limpiando las lágrimas que corrían de las mejillas ajenas cuando ambos, con nuestros ojos cristalizados y las mejillas húmedas por las lágrimas de felicidad, nos sonreímos aliviados, sabiendo que íbamos a poder amarnos libremente.
—Gracias, yo tenía mucho miedo — Me giré hacia nuestros padres, sintiendo como Max me abrazaba por detrás — No quería perderos — Admití con la voz rota ante el pensamiento, que ahora sabía que era solo algo que no saldría de mi imaginación.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro