Capítulo 17: La... ¿Cita?
Me desperté más pronto de lo normal, había de prepararme y estar aunque fuera presentable para nuestra salida. Estaba un poco nerviosa, esto contaba como cita, ¿No?
Estuve como media hora mirando el contenido de mi armario e intentando escoger que ponerme, así que con ayuda de Marina y Cristina, (A quiénes había llamado para que me ayudaran) escogimos un vestido rojo con Flores.
Eran aproximadamente las nueve y media de la mañana cuando bajé las escaleras. Me lo encontré al final del pasillo, sentado en una de las sillas de la isla, comiendo sus ya rutinarios cereales de cada mañana. Fui hasta allí con un poco de vergüenza y lo saludé con un gesto tímido mientras me preparaba mi desayuno.
Cuando me paraba a pensarlo, me sentía un tanto estúpida por tener vergüenza de alguien a quien veo las veinticuatro horas, pero es simplemente un sentimiento que por muy ridículo que me parezca, me sale sin casi darme cuenta.
Desayunamos todos juntos en la cocina. Como siempre fue todo muy ameno y agradable, exceptuando un par de miradas tímidas pero a la vez cómplices entre Max y yo.
Una vez acabé de desayunar, volví a subir hacia arriba para empaquetar la mochila con lo que creía que era conveniente llevar, es decir, lo más básico. Cuando acabé de preparar y repasar que lo tuviera todo, baje de nuevo para esperarlo y me senté en el sofá.
Estuve revisando las redes sociales de manera desinteresada durante un rato hasta que alguien tocó mi hombro derecho. Cuando giré mi cabeza, me di cuenta de que era Max.
— ¿Estás lista? — Me preguntó mirándome fijamente y con una sonrisa ladeada dibujada en su rostro
— Claro, ¿Por quién me tomas? — Le respondí levantándome del sofá con una confianza y seguridad que ni yo misma sabía de donde había salido.
Max soltó una pequeña carcajada por lo bajo mientras se dejaba arrastrar por toda la casa debido a que en algún punto entre cuando me había levantado y cuando llegamos al garaje le había cogido de la mano. Supongo que fue por la adrenalina del momento.
Me paré delante de una moto, y la que yo suponía que era de Max.
No era la primera vez que veía su moto, siempre que iba o venía con Biel o Marta la veía aparcada en una esquina del garaje. Era negra como el carbón. Los sillones de cuero, un cuero negro con algunos tonos grisáceos. Había pequeños detalles en un precioso plateado. Me encantó esa moto desde el primer momento que la vi.
Me subí a la moto cuando él se subió y lo agarré de la cintura, entrelazando mis propios brazos en su abdomen, siendo consciente de lo íntima que podía parecer esa posición, pero la verdad es que me importaba poco.
—¿Te has montado antes en moto? — Preguntó Max cuando arrancó
— No, ¿Por? —Le contesté.
—Es extraño ver a alguien que no le dé miedo montarse en su primera vez —Me respondió mirándome desde el retrovisor. Me quedé callada y pensando durante un rato
—¿Lo dices basándote en tu ex? —Pregunté curiosa. El lanzó una suave carcajada
—Que va, lo digo basándome en mis amigos — Respondió divertido. Yo me reí por su comentario
— Nunca me has hablado de tus amigos, explícame cómo son — Le dije intrigada. Él sopló divertido por dentro del casco
—A ver como te los explico... Es que son muy especiales, dejémoslo ahí — Dijo él y ambos nos empezamos a reír.
Estuvo todo el viaje explicando anécdotas sobre sus amigos y cada vez me daban más ganas de llegar a conocerlos dentro de tan poco. Por todo lo que me contaba de ellos, se veían tan unidos y con una amistad tan bonita... Me recordaba a la amistad que yo tenía con mi grupo.
—Estás nerviosa, ¿No? — Me preguntó con una sonrisa de lado mientras conducía, haciendo que me pusiera incluso más nerviosa de lo que ya estaba. Era simplemente extraño hacer esto, nunca lo había experimentado, y la palabra "Cita" sonaba tan grande y albergaba tantas cosas... Como para no estar nerviosa. Incluso aunque esto no fuera oficialmente una, los nervios me carcomían por dentro.
—¿Tanto se me nota? —Dije yo obviamente nerviosa. Él Lanzó una carcajada.
—Digamos que solo un poco —Respondió él. —Y ¿Cuál es el motivo? — Me preguntó
—Eh, esto... No lo sé... —
—Eso no sé lo cree nadie —Me dijo mirándome de reojo desde el retrovisor. —Supongo que es por estar con alguien tan galán ¿Verdad? — Añadió con aires de superioridad
—¿A sí? ¿Y dónde está el galán? Yo no lo veo... —Respondí girándome mientras le vacilaba
—Ouch, eso dolió, Luna — Respondió riendo
Estuvimos en la moto unos 10 minutos más, mientras tanto íbamos hablando de otras cosas triviales o simplemente disfrutábamos de los últimos rayos del sol en verano y del viento acariciando nuestros cuerpos.
—Llegamos. —Anunció él bajando de la moto y ayudándome a mí a hacerlo.
El museo del arte era mucho más grande de lo que me imaginaba. Una gran arquitectura blanca estaba en frente mío junto con unas grandes pancartas cubriendo las paredes de la parte delantera. La naturaleza le rodeaba por todos lados, pero cuando quedé boquiabierta fue cuando Max me giró, cogiéndome de los hombros.
En frente del museo, habían un centenar de escaleras que bajaban hasta la ciudad, acompañadas de diferentes fuentes y cascadas. Al final de las escaleras, una gran calle se veía, llena de turistas que al igual que nosotros, querían apreciar la vista que tenía el bonito museo. Suspiré ante la bonita vista de toda Barcelona, definitivamente, las vistas desde el MNAC eran de las cosas más bonitas que había visto. Esquivando a los turistas, Max me cogió de la muñeca y me guio hasta la entrada. En ella, una chica muy amable nos vendió los dos tickets.
Fuimos caminando por varias salas. Todo era precioso. Mi mente no podía dejar de sorprenderse e ilusionarse por la de cosas que había por ver y descubrir. La que más me gustó fue una de un autor de la ciudad. Las salas con obras, mayoritariamente oscuras y con unas tenues luces que alumbraban las obras, contrastaban demasiado con el exterior y los pasillos comunes, los cuales estaban llenos de luz y de ventanales o tragaluces.
Estuvimos horas sentados mirando los cuadros, intentando descifrar lo que eran. Las risas de esos momentos son difíciles de olvidar.
—Yo sinceramente, veo a un caballo con boina en una nube— Soltó Max haciéndome reír, mientras mirábamos una colección de algún pintor abstracto.
—Joder, pues tienes razón—Le di la razón entre risas girando la cabeza intentando descifrar el cuadro
—¡Mira que bonito cuadro! — Dijo alguno de un grupo de franceses que pasaba por la sala.
—¡Qué elegante! ¡Cuanta sofisticación! —Otro añadió, haciéndonos estallar otra vez de la risa a ambos.
—Me encanta visitar los museos, se ha convertido en las cosas que más me gustan— Reconocí mientras caminábamos por una de las últimas salas
—¿Te gusta mucho el arte?— Me preguntó
—Mucho, aunque si soy sincera no me lo puedo tomar tan en serio si estoy contigo. —Respondí soltando una risa suave
—¿Y eso? A mí me ha pareci —Hace una pausa — A ti lo que te pasa es que no sabes apreciar mis dotes de calificar e interpretar obras —Me dice con una sonrisa burlona
— Déjame decirte que ahora mismo tus dotes son bastante cuestionables — Le respondí
—No tienes que estar celosa mi pequeña Luna, puedo compartir mi talento contigo —Soltó para después robarme un beso.
Tardé en reaccionar después de ese beso robado, y con las mejillas claramente sonrojadas, intenté hacer como si nada hubiera pasado.
—En fin, hemos de continuar con nuestra cita — Al escuchar cita el mundo se detuvo y me llegó una ola de calor, seguramente me puse aún más colorada. Sonaba tan bien esa palabra dicha con su voz...
Luego de quedarme parada durante un tiempo, él se dio cuenta de lo que había dicho y sus mejillas también se tiñeron de un bonito pero más sutil color rosado.
Carraspeó antes de continuar obviando la palabra que había dicho al final de la anterior frase.
—Entonces Luna, ¿Me acompaña al lago a hacer un picnic? —Me preguntó de manera burlesca, arrodillándose con su mano alzada.
—Claro, nunca se le dice que no a la comida— Le respondí siguiéndole el juego.
— Hemos de partir ya, si no puede que no lleguemos a tiempo — Siguió jugando mientras me arrastraba hasta las afueras de ese bonito museo.
Durante todo el caminó, él me miró con una intensidad que me ponía nerviosa. Como nunca había estado por allí, me quedaba fascinada por todo y corría con una criatura, persiguiendo a las mariposas, observando a los animales que por ahí corrían,... De mientras, él caminaba con las manos en sus bolsillos, mirándome todo el rato con una media sonrisa en la cara.
—Aquí es — Me susurró en el oído mientras yo estaba observando sorprendida el precioso paisaje que teníamos enfrente. Notar su aliento tan cerca de mi cara hizo estremecerme.
El lago, cuya agua había podido presenciar instantes antes, descansaba en el centro del paisaje, rodeado de preciosos árboles que empezaban ya a cambiar de color. El verde césped se hacía ver por toda la superficie del suelo, mientras mariposas y pájaros surcaban el cielo a poca altura.
Nos sentamos apoyados en un gran árbol que daba la vista perfecta hacia el lago. Las hojas de dicho árbol, ya se empezaban a poner rojizas, signo de que era casi otoño y dentro de unos días empezaría el bachillerato.
—Bien, como sé que te gusta mucho la pizza, he ido a una de las mejores pizzerías del barrio para poder comerla ahora. — Anunció Max mientras abría la cesta de picnic, haciendo que dejara de centrarme en el bonito paisaje para centrarme en él.
—¡¿En serio?! — No podía esconder mi ilusión. Él se rio. —Eres el mejor —Le dije lanzándome encima de él y robándole un beso.
Cuando me di cuenta de lo que había hecho por mero impulso, me separé poco a poco y lo pude ver con las mejillas igual de sonrojadas que las mías.
—Perdón, ha sido sin pensar — Me disculpé carraspeando y con notoria vergüenza.
Pasamos toda la tarde en el lago, tumbados, hablando de cosas. Como que el otoño se acercaba, había una brisa suave que nos golpeaba a ratos, haciendo que se estuviera la mar de bien. La gran mayoría del rato, me la pasé con la cabeza en sus muslos, mirando hacia arriba mientras nos conocíamos mejor. Estaba tan cómoda... No quería que ese momento acabara.
Pero sin darnos cuenta llegó la noche, obligándonos a irnos hacia casa.
Nos subimos en su moto y fuimos de vuelta a casa. Le di las gracias por la salida, (aunque él se aseguró de recalcarme que para él había sido una cita) en el marco de mi puerta y le di un pequeño beso, el cual se aseguró de profundizarlo más, aunque solo un poco, lo necesario.
Me fui a dormir, mientras pensaba en todos y cada uno de los segundos que había pasado hoy con Max, en los pocos besos que nos habíamos dado y en todos los sentimientos que había llegado a notar.
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