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Capítulo 14: Amigos

—Vi que esta noche Max y tú habéis dormido juntos — Me dijo Biel cuando me lo encontré en la cocina. —Me alegro de que os empecéis a llevar tan bien, ya te dije que era complicado al principio — Añadió

—Si, la verdad es que nos estamos juntando más últimamente— Le respondí mientras comía la tostada

—Pero, ¿Por qué habéis dormido juntos?— Preguntó intrigado. Enseguida la voz de Max apareció en mi cabeza. Quizás tenía razón y era mejor que los adultos lo supieran...

—Desde pequeña me dan pánicos las tormentas, vi a mi madre siendo aplastada por un árbol durante una tormenta antes de ir al orfanato. Desde entonces necesitaba a mis amigos siempre que había una, y ayer no estaban conmigo, así que fui con Max— Me sinceré explicándole la situación entera

—Dios Bea... —Sonreí divertida al notar que Max decía las mismas expresiones que su padre. —Eso debió ser muy duro, y más ahora que tus amigos no están aquí. ¿Por qué no nos lo dijiste antes? — Preguntó Biel preocupado

—No pensé que fuera para tanto, además es algo que quería poder superar sola. Supongo que simplemente no lo vi necesario— Le dije mirándolo

—Está bien que quieras superarlo sola, pero si ves que es demasiado, no lo dudes y dínoslo. Podemos encontrar ayuda en un profesional o lo que prefieras. Recuerda Bea que ahora eres nuestra hija, y vamos a tratarte como tal ¿Sí? —Me dijo abrazándome. Le devolví el abrazo agradecida de que me hubiera tocado semejante familia.

—Ya que hemos hablado de mis amigos, ¿Sería posible que fuera a visitarlos? —Pregunté esperanzada. Hacía ya casi dos meses y medio que no los veía y los necesitaba, sobre todo después de la noche que tuve ayer.

—Pues no lo sé si está permitido. Si quieres llamo y pregunto. — Yo asentí contenta —De acuerdo. Ves preparando lo que quieras llevar, dudo que digan que no —Me dijo mientras marcaba un número de teléfono en el móvil. Le di un pequeño abrazo modo de agradecimiento y subí a mi habitación.

Me cambié y empecé a poner el móvil y poco más en mi pequeño bolso. En ello estaba cuando por el umbral de la puerta apareció Biel.

—Buenas noticias Bea, nos dejan ir. —Hizo una pausa —Me han dicho que hoy era día de puertas abiertas, y aunque normalmente es para familias interesadas, harán la excepción. —Yo sonreí de la emoción. Sabía que los sábados eran los días de puertas abiertas, es por eso que lo pregunté hoy. Las posibilidades eran muchísimo más altas.

—Aun así la Señora García me pide personalmente que pases por su despacho, quiere volver a verte. — Yo asentí y nos dirigimos al coche.

El viaje no duró mucho, yo me estaba fijando en el bonito paisaje y en como volvíamos a dejar la ciudad para adentrarnos a un terreno más frondoso. En un momento determinado, se empezaron a escuchar risas de niños. Inmediatamente, mi atención se centró en mirar por la ventana a ver si podía ver el orfanato, aunque dentro de pocos segundos lo vería en su totalidad.

Miré el móvil y eran las once y media de la mañana, los niños pequeños deberían estar haciendo el patio ahora.

Sonreí nostálgica al escuchar ese sonido. Con solo escucharlo volvía a mi infancia y todos los recuerdos que viví aquí se intensificaban. Pero cuando de verdad se intensificaron fue cuando empecé a ver la valla que señalizaba el final de patio. La misma valla que vi cuando me fui del orfanato por primera vez.

Entonces, empecé a ver el patio. Niños corriendo de un lado al otro, otros jugando a fútbol o saltando a la cuerda, y otros simplemente charlando debajo de los árboles. En un momento en específico, me fijé en el árbol al que siempre íbamos, y allí estaban todos mis amigos.

No voy a mentir, fue extraño verlos todos allí, riendo y charlando como siempre habíamos hecho, pero esta vez sin mí. No era que quisiera que estuviesen tristes porque me había ido, pero se me hizo extremadamente raro no verme allí con ellos.

Vi como Marina tecleó algo en el móvil, y al segundo me llegó un mensaje suyo.

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Marina: Te echamos de menos


Ese era su mensaje. Sonreí divertida y le contesté.


                                                                                                   ¿Del uno al diez cuanto me echáis de menos? :Yo

Marina: No lo sé, solo sé que mucho...

                                                   Entonces me voy, si no lo sabes es que tanto de menos no me echas :Yo

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Me dejó en visto y cuando volví a verla vi que tenía el ceño fruncido, confundida y sin saber a qué me refería con eso. Segundos más tarde vi como Eric señalaba hacia aquí y todos giraban su cabeza hacia mi dirección. Marina miró su móvil y hacia mí varias veces antes de chillar.

—¡Bea está aquí! ¡Es ella!— Dijo levantándose de golpe. Todos la miraron extrañados.

Me empecé a reír mientras guardaba el vídeo que les acababa de hacer en la galería y los perdía de vista, ya que el coche continuó hasta el aparcamiento

—Os queréis mucho, ¿No?— Preguntó Biel con una sonrisa después de ver la escena. Yo asentí

—Hemos estado todos juntos desde que yo tenía cuatro, así que somos casi como hermanos —Le respondí

—Ahora entiendo lo duro que fue para ti cuando te fuiste, debió ser complicado— Pensó en voz alta

—Exacto, pasé de estar con ellos todos los días a verlos solo unos minutos a través de una pantalla. Es por eso que quería venir a verlos —Le expliqué

—Comprendo... — Dijo Biel —En ese caso, siempre que quieras verlos no dudes en preguntarme, ¿Sí?— Me dijo. Yo asentí de nuevo con una gran sonrisa en mi rostro.

No puse ni un pie en el orfanato, cuando un montón de manos y cuerpos se chocaron conmigo. A la vez, un montón de diferentes voces que conocía a la perfección decían mi nombre y hacían que una gran sonrisa se formara en mi cara.

—No me creo que seas tú —Dijo Cristina abrazándome fuertemente

—¿Y si es un robot? ¿Cómo estamos seguros de que es ella?— Preguntó David mientras miraba mi brazo buscando alguna soldadura. Marina le dio un golpe en la cabeza que hizo que me riera.

—¿Cómo te atreves a dejarnos solos tanto tiempo y volver sin decirnos nada?— Dijo Eric de broma

—Anda Eric no me seas exagerado —Le seguí la broma riendo.

Todos seguimos hablando y haciéndonos bromas entre nosotros durante todo el camino hasta mi antigua habitación. Era casi como un déjà vu. Estar así bromeando con mis amigos, mientras caminaba por los pasillos que hace poco tenía que recorrer a diario. Era como si estos dos meses no hubieran pasado.

Obviamente, un montón de nostalgia me llenaba por dentro cada vez que veía algún rincón o habitación. En realidad, dos meses y medio es muy poco, pero para mí parecía casi una eternidad.

Las paredes de ladrillo y las grandes ventanas me recibieron junto con un montón de niños corriendo y riendo.

Estábamos casualmente caminando cuando me acordé que Biel me había dicho que tenía que ir a ver a la Señorita García. Paré en seco, a los que mis amigos me miraron extrañados.

—Chicos id tirando a la habitación, yo he de ver a la Señorita García antes— Les aclaré giré para ir sin esperar respuesta.

Una vez empecé a caminar a solas por el orfanato, fui capaz de fijarme más en el edificio y en mis recuerdos y pensamientos que iban surgiendo por mi cabeza. Ese momento de caminar sola entre pasillos mientras miraba todo lo que estaba a mi alrededor y momentos de mi infancia se reproducían desde mi mente era casi mágico.

Sin darme cuenta, llegué delante de la puerta del despacho de la Señorita García. Solté una pequeña risa suave al recordar como hace poco estuve en la misma situación, con esa gran puerta de madera enfrente de mí, pero sin esperarme para nada lo que pasaría allí dentro.

Me alisé la falda y me arreglé de la misma manera que lo hice aquella vez mientras me reía, intentando imitar los acontecimientos de aquel día. Luego de eso llamé a la puerta.

Escuche el "Adelante" que tanto añoré y la abrí. La Señorita García, quién estaba sentada revisando unos papeles en su escritorio, subió la mirada y se quedó inmovilizada para luego poner una sonrisa de oreja a oreja en su rostro. Se levantó de su silla y empezó a caminar hasta mí

—¡Bea! —Dijo emocionada —Hola querida, no sabes lo mucho que te he echado de menos — Me hizo saber mientras me abrazaba

—Hay que ver lo que has crecido en casi tres meses... Aún recuerdo lo enana que eras cuando llegaste, y mira tú por donde ya pareces hasta otra persona — Me susurró con los ojos vidriosos. Hizo una pausa mientras me miraba —¿Cómo va todo por ahí fuera? — Preguntó

—¡Muy bien! Me tocó la mejor familia que me pudo tocar — Le respondí toda feliz —Mil gracias por todo el trabajo que hicisteis — Le agradecí porque la otra vez no pude hacerlo

—No sabes cuanto me alegro —Me respondió sonriendo

—¡Bueno siéntate! Tu padre me pidió que vinieras, ¿A qué has venido? —Pregunta dándome un vaso con agua mientras sonreía. Yo, al igual que ella, estaba muy feliz de verla.

—Bueno, os echaba de menos y quería volver a veros a todos y recordar los momentos aquí antes de empezar el curso escolar— Le expliqué —Además de que se me hacía tan raro no estar aquí y ver a todo el mundo que era casi necesario para mí — Añadí riendo suave, ella también rio.

—¿Ya te han visto los chicos? — Me preguntó. Asentí con la cabeza y le expliqué que luego iría otra vez con ellos.

Así estuvimos hablando durante un rato, entre las plantas y cientos de libros que decoraban ese despacho que tanto me gustaba y en donde mi vida empezó hace apenas pocos meses.

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