Capítulo 10: Luna
MAX:
Ya habían pasado algunos días desde que tuvimos esa "charla" en la mesa del comedor, y desde ese entonces, la situación ha cambiado radicalmente. Ahora, en vez de estar todo el rato replicándome y respondiéndome, Bea no hacía más que evitarme. Y aunque cada vez sus acciones me hacían ver que mi teoría era más que correcta, no podía ni siquiera acercarme a burlarme por ello o a afirmarlo, ya que al sentir mi más mínima presencia, Bea giraba sobre sus talones y se iba.
Ya había intentado acorralarla varias veces e intentar comunicarme con ella, lo había intentado en el pasillo, en la cocina, en las escaleras... Pero en todas y cada una de esas veces, ella había logrado esquivarme sin responder a nada, haciendo que me frustrase en cada intento.
Bea me caía mal, nunca quise a nadie más en la puta familia, y menos a alguien que era ególatra y se creía superior. Aun así, aunque me quemara en el alma tener que decirlo, en el fondo Bea tenía un buen corazón. Desde esa charla que tuvimos en su habitación a las tantas de la noche, mi forma de verla cambió un poco.
Esa charla sé quedó muy clavada en mí, fue tanto extraña como confortante. Si hubiera tenido la opción, seguramente no le hubiera explicado nada. Al fin y al cabo, en ese entonces no me imaginaba ni por asomo que Bea fuera a actuar así. Supongo que me acabé imaginando una personalidad de Bea, cuando ni siquiera la había acabado de conocer bien.
El caso fue que, incluso siendo una persona que no me caía especialmente bien, necesitaba desfogarme con alguien que no fuesen los tres idiotas que tenía como amigos. Ellos siempre me decían que lo sabían desde el principio, y sus regaños no hacían más que echarle leña al fuego. Sentía que me caía a un agujero negro sin retorno, y necesitaba a alguien urgentemente que pudiera ver la situación desde un punto de vista externo.
Lo extraño fue, que incluso con la personalidad que yo me imaginaba que tenía, me relajé con ella muy rápidamente. Fue tanta la tranquilidad y el apoyo que me transmitió, que le expliqué incluso más de lo que jamás le había explicado a mis mejores amigos, claro que eso nunca se lo dije.
Por primera vez en mi vida, sentí como pude quitarme la máscara de encima y desfogarme. Siempre intentaba ser fuerte, que nadie notara mis debilidades y fingir que estaba bien, al fin y al cabo, mucha gente solo quería estar contigo para los buenos momentos, no para los malos.
Pero esa noche, lloré como nunca, delante de alguien por primera vez. Esa noche, por fin dije en voz alta mis mayores preocupaciones sin siquiera pensar en como reaccionaria la otra persona.
Esa noche, me aclaró muchas cosas. Y desde entonces, no veo a Bea igual.
La calidez que sentí con ella nunca la había sentido con nadie, me sentí escuchado y reconfortado. Mis amigos también eran geniales, pero cuando algo se les metía entre ceja y ceja... Era complicado hacerles ver que estaban equivocados o que no era el momento.
Ahora, cada vez me fijaba más en los pequeños detalles y cosas que ella hacía, y no me daba cuenta hasta que ella lo había hecho. Esos pequeños momentos me habían hecho dudar bastante sobre lo que sentía acerca de ella. Y aunque poco a poco iba averiguando el porqué de mis cambios, aún era un misterio.
Era por la noche cuando, sentado en la silla de mi escritorio y pensando en como hablar con Bea de una vez por todas, se me ocurrió la idea. No sé por qué, pero iba empezando a ser una extraña costumbre el aparecer en la habitación de Bea a las tantas de la noche.
Mis nudillos hicieron contacto con la puerta, mientras yo esperaba en el umbral de esta misma. Una aguda voz desde el otro lado de la puerta respondió a los toques dándome permiso para pasar. Una sonrisa ladeada se me dibujó en el rostro y abrí la puerta para entrar.
La habitación, estaba bien ordenada, con Bea en su cama leyendo un libro. Tenía las tiras de luces encendidas, como única fuente de luz que en ese momento estuviera activa, dándole a la habitación una sensación acogedora. Esas mismas luces me hicieron recordar cuando, noches antes yo estaba en esa cama explicándole todo a Bea. La habitación estaba igual.
Las luces hacían que todo tuviera la característica tonalidad amarilla, fruto de las bombillas. Bea, quién me miraba confundida y con los ojos bien abiertos, también tenía cierta tonalidad amarilla por las luces.
—¿Max? ¿Qué haces aquí?— Me preguntó desde la cama mientras sus mejillas se encendían. Me encantaba ver que era yo quién le causaba ese nerviosismo. Cierto es, que habían pasado varios días desde la charla del comedor, y desde entonces a Bea cada vez le cuesta menos no sonrojarse, o al menos eso parece.
—Irónico que preguntes eso cuando no he tenido más opción a hacerlo, ya que siempre me esquivabas— Solté una pequeña carcajada mientras me sentaba en la cama, y Bea, aún confundida y sin saber que hacer, se recolocaba en la misma hasta acabar sentada como un indio.
—No te he estado ignorando— Dijo mientras miraba hacía otro lado.
—Como sea. ¿Sabes? Desde que tuvimos esa charla en el comedor, no he dejado de pensar en el porqué te sonrojas cuando me ves...— Proseguí ignorando su comentario
—Te he dicho mil veces que no me sonrojo— Dijo mirándome de manera penetrante mientras yo la miraba con una sonrisa burlesca.
—¿Qué soñaste aquel día que te fui a despertar?— Le volví a ignorar y le pregunté. Tal y como esperaba, al segundo sus ojos se abrieron y sus mejillas se coloraron aún más. Una sonrisa de victoria poco a poco se fue asomando por mi rostro.
—Eso no es de tu incumbencia— Dijo Bea cada vez más nerviosa debido a que me iba acercando lentamente.
—¿Seguro? ¿Y no puede ser que en tu sueño yo estuviera así de cerca?— Pregunté mientras su respiración chocó con la mía y me fijaba en sus grandes ojos marrones.
Bea estaba muy nerviosa, no sabía donde mirar o que hacer. Sus mejillas incrementaban el color por momentos. Sus manos se pusieron en mi torso, y pensé que me había equivocado, que me iba a apartar y iba a quedar como un imbécil, pero estas no se movieron.
—No sé de qué estás hablando— Dijo tartamudeando de los nervios.
—¿Estás segura de eso?— Inquirí mientras nuestros labios se rozaban sutilmente.
—Tú... Tú me caes mal— Dijo Bea mientras suspiraba y cerraba los ojos, intentando convencerse a sí misma. Solté una pequeña carcajada.
—Y tú a mí— Le respondí mojándome los labios —Pero hay veces, que la tensión es mayor al odio, ¿no crees?— Le dije con una sonrisa ladeada.
Acorté la poca distancia que teníamos y nuestros labios se juntaron. Ella apretó el agarre que tenía en mi camiseta, mientras inmediatamente me correspondía al beso.
Sus labios eran suaves y se complementaban con los míos. En ese beso se veía perfectamente toda la tensión que habíamos acumulado al largo de tantas miradas, vaciles e insultos.
Mis manos se colocaron en los laterales de su cintura, mientras un gruñido salía del fondo de mi garganta al ver lo bien que estas encajaban. Ella ascendió las suyas hasta dejarlas en mi nuca, dejando caricias por donde pasaban. Ella soltó un pequeño jadeo cuando la acerqué más a mí, haciendo que una sonrisa se me colocara en el rostro en medio del beso. Nos separamos por la falta del aire.
Cuando abrí los ojos, ella aún los tenía cerrados. Su respiración estaba agitada, sus mejillas sonrojadas y su ceño fruncido. Ese fue de los primeros momentos en donde pensé que se veía realmente bonita.
Poco a poco Bea fue abriendo los ojos, hasta que conectaron con los míos. Ya estaba saboreando la victoria al ver como una pequeña sonrisa se iba formando en su rostro, pero no debería haber cantado victoria antes de tiempo, porque al segundo, esta desapareció completamente, y Bea dejó de mirarme a los ojos.
—Esto está mal, muy mal—Se empezó a arrepentir
—¿Qué dices? Yo lo he encontrado genial para ser con alguien que me cae mal— Le dije de manera burlesca
—¿Es que acaso no ves el problema que esto supone?— Me dijo mirándome fijamente
—Eh... ¿No?— Dije dudoso por la manera en la que me miraba. Ella suspiró
—Joder Max, somos hermanos— Dijo ella tapándose la cara
—Bueno, eso de que somos hermanos no sé yo...— Respondí de manera burlesca de nuevo
—¡¿Puedes tomarte esto en serio?! — Me chilló ella
—Vaya humor después de un beso, cortas el rollo coño— Resoplé. Ella ignoró el comentario. Suspiré. —A ver, ambos queríamos esto, entonces ¿Qué tiene de malo?— Le dije intentando razonar con ella mientras que Bea estaba mirando a otro lado de la habitación y se mordía el labio nerviosa. Ella suspiró y se giró para volver a mirarme, estando tan cerca que no podía evitar recordar el beso.
—Me habéis adoptado hace apenas un mes y medio. Llevo toda mi vida esperando esta oportunidad, y no pienso desaprovecharla por besarme con mi ahora hermano— Me dijo con la mirada penetrante.
—Tú no sabes lo que es estar toda tu vida en el mismo edificio sin poder tener ni la mitad de cosas que tú haces al día. Imagínate que Biel y Marta se enterasen. ¿Crees que les haría gracia? Claro que no. Y ahora que he podido sentir y experimentar con mi propia piel lo que es ser una persona libre y fuera del orfanato, no quiero volver, no puedo hacerlo.— Acabó cada vez susurrando más y con los ojos cristalinos.
—Está bien, tranquila— Le susurré acercándola a mí para abrazarla. —Eso no va a pasar, te lo prometo.—Le dije mientras acariciaba su pelo.
Verla así de destrozada, y después de escucharla hizo que algo en mí cambiara, de nuevo. Ella se abrió al igual que como yo lo hice con ella, y para mí, eso fue un detalle muy importante.
—¿Seguro?— Me preguntó entre sollozos
—Haré lo que esté en mi mano para que no pasé— Le dije dándole un pequeño beso en la frente mientras la seguía abrazando. —Además, solo ha sido un beso... Al menos por ahora— Continué
—Pero, ¿Y si va a más?— Preguntó aferrando su agarre. Mi corazón se disparó al simplemente imaginar la de cosas que esa pregunta podía contener. Carraspeé
—En caso de que vaya a más, estoy segura de que se podría esconder. De todos modos, ellos trabajan mucho y lo sabes, así que no sería difícil esconderlo, ¿no crees?— Le dije nervioso.
—Supongo que tienes razón...— Dijo aún acurrucada en mi pecho. Suspiré.
—Bueno Luna, creo que es mejor que vaya ya a mi habitación— Le dije. Ella soltó su agarre y me miró con los ojos aún cristalizados y con restos de lágrimas en sus mejillas.
—¿Luna?—Preguntó confundida. Sentí mis mejillas calentarse un poco.
—Bueno... Es que como que siempre nos pasan este tipo de cosas por la noche... Pensé que... Aunque entiendo si no te gusta o— Dije atropellando las palabras entre ellas. Ella soltó una pequeña carcajada
—No te preocupes, me encanta—Dijo con una sonrisa sincera y sus mejillas sonrojadas. Sonreí aliviado y le di un beso en la frente antes de irme a mi habitación.
Cuando crucé el pasillo, me pareció ver una sombra empezar a bajar las escaleras, pero no le di mucho caso y entré a mi habitación.
Cuando me estiré en mi cama, no pude evitar pensar en el beso y en las sensaciones que me causó. Tampoco pude evitar el compararlo con los besos que me había dado con Estela. Habían sido tan diferentes... Los de Bea, tenían como una descarga eléctrica desde el primer toque que con los que me había dado con mi ahora ex, nunca había sentido.
Fue entonces cuando pensé, que mis sentimientos de alguna manera estaban cambiando respecto a Bea.
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