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Prólogo

La chispa.

Las fosas nasales de Minho fueron privadas de recibir un aroma que no fuera el de las heces de los prisioneros. Sus pupilas sucumbieron ante el daño que causaron sus errores con el pasar del tiempo; desapareciendo bajo la pesadez de sus párpados, y dirigiéndose carentes de vida hacía un punto fijo sobre la pared. 

Mal no estaba el dicho que titulaba a los ojos como las ventanas del alma.

Minho podia ubicar con exactitud cada charco de sangre que manchaba el suelo de tantos meses - o tal vez años - que había pasado sin salida dentro de la celda en la que estaba. Podría caminar hacía una de las paredes cubiertas de moho para trazar su contorno con los ojos vendados. No había nada que Minho no supiera de esa celda... Nada excepto como escapar.

Esa noche, Minho penso que había sido un milagro que un solo soldado hubiera aparecido a traves de los barrotes. Sin embargo, el sonido de la paliza que comenzó a darle a su más reciente compañero no comprendió el perfecto arrullo para dormir en una noche relativamente tranquila como esa. Eran irritantes los alaridos y los jadeos de la victima... Todos esos inservibles chillidos implorando piedad.

Minho se sentía terrible por su nuevo compañero. Pero, lo rutinario que se había vuelto escuchar aquellos alaridos, había hecho que en lugar de apenarlo, le generará repudió la falta de consideración del adolescente por los que buscaban algo de paz.

"No todos tienen el valor de morderse la lengua hasta casi cortarsela por no perturbar la noche". Pensó Minho en un intento de comprensión y recordando las incontables veces en las que el sabor metálico de la sangre había inundado su boca.

Dejandose llevar por el cansancio, Minho cayó en los brazos del Morfeo. Era todo un fenómeno notar como su espíritu se extinguía cada vez más con el pasar de los años.

Esa noche, Minho se permitió soñar.

Soñar con un universo distinto en donde la libertad no hubiera sido arrebatada de sus brazos. Se permitió liberar a su madre y a su hermana de las cadenas del gobierno, de los grilletes de sus errores. Y se dejó a si mismo codiciar un par de alas para, como un ángel, gozar de la dicha de volar.

Sabía que las leyes del Norte no podían regir en los cielos.

Un sacudon le congelo la sangre, arrebatandolo de sus fantasías de ensueño. Sus parpados se entreabrieron rápido, pero no alcanzaron la velocidad con la que comenzó a bombear su corazón.

Tardo unos cuantos segundos en dar nitidez a las facciones sombrías que yacían a unos pocos centímetros de su rostro; una imagen uniformada, revestida con un traje verde pastoso y sombrero de igual color. Tenía en frente a la figura de un soldado muy particular que se acercaba pues, su piel no estaba exenta de las heridas que proporcionaban los castigos de los guardias.

Cortes profundos - que delataban una pelea reciente - se apreciaban a los costados de sus mejillas. Ojeras abismales cavaban un pozo en la piel fantasmagórica del extraño. La sangre manaba de sus tajos como agua recién liberada de su caudal. El hombre parecía alterado por la forma en la que su fisionomía se deformaba.

Hablaba demasiado... O al parecer gritaba. Pero, para su desgracia, Minho no podia oír nada que saliera de esos labios tan secos y resquebrajados.

No pudo hasta enderezar su espalda, y divisar al cuerpo del guardía que yacía estático sobre el de su compañero, que intentaba liberarse.

Su audición se agudizo. Sus respiraciones volvieron a tener vida. Sus ojos mostraron esa clase de brillo deslumbrante que había sido tan característico suyo alguna vez.

El hombre le tendió una mano.

- Solo si te mueves rápido podrás escapar.

Una chispa de esperanza.

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