Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 3

La pantorrilla de Minho estaba salpicada por un poco de sangre seca que el norcoreano no estaba seguro de sí le pertenecía. Había pasado una hora y media desde que había desembarcado en el puerto y desde entonces, sus manos habían permanecido cerradas en un puño como si estuvieran listas para pelear contra los fantasmas de los que ya hubiera escapado.

Hasta ese momento, Minho no habia visto señales del amigo de Zhong Chenle.

Minho asumía que se estaba quedando sin tiempo. El olor metálico que emanaban sus ropas era demasiado distintivo como para no ser notado. Tanto que, cuando inspeccionaron el barco, los pesacadores tuvieron que sobornar a una de las tandas de inspectores en orden de no delatarlo.

Sumado al cansancio, pasadas tres horas del mediodia, el estomago de Minho continuaba gruñendo. No había cenado la noche anterior ni mucho menos desayunado esa mañana y aquella falta de alimento comenzaba a extenderse camino a sus piernas, revolviendose en su interior como una bestia buscando que devorar.

Estaba seguro de que, si no lo arrestaban antes por atravesar sin permiso la frontera, su presa sería el mismo y caería al agua en medio de un desmayo por falta de energía.

- Que rápido te desacostumbras. - Pensó, tensando la mandíbula y frotándose las manos para contrarrestar las calante brisa marina. Minho yacía de pie detrás de los puestos que vendían pescado fresco, mirando perdido hacía la parte del océano donde llegaban los barcos. - Pensar que antes podías pasar hasta tres días en ayunas sin sentir molestias.

Minho se quedo quieto, apoyando más peso sobre su pierna derecha mientras que jugaba con sus dedos y alzaba la cabeza de vez en cuando. El flequillo del cual se habia descuidado desde hacía un par de meses había comenzado a pasarle factura, cada vez que miraba hacia abajo, sus cabellos actuaban como una cortina oscura que lo privaran del sentido de visibilidad.

Aunque la sensacion fuera molesta, Minho no podia pensar en un corte de pelo cuando creía que ni siquiera podria dormir en un lugar fijo esa noche. Se encontro a si mismo en la posición que durante tantos años había tratado de evitar para su familia. La capital se encotraba a un par de horas de Incheon, de modo que tal vez tendrían que mendigar limosna para costear un bus que lo llevara.

Una presencia ajena a la suya comenzo a materializarse de repente a sus espaldas. En un principio, Minho la ignoro, pensando que serian niños procurando alimentar algunos animales acuaticos con las visceras de los peces. Pronto se dio cuenta de que aquella entidad era demasiado grande como para pertenecerle a un chiquillo, de modo que se giro, coordinado perfectamente con la mano del descordinado que había estado a punto de tocar su hombro.

- Disculpe... - Dijo el extraño, dueño de una voz nutrida de gracia y cordialidad. - Vengo desde la capital y jamás he estado en un lugar como éste, ¿Sabe donde puedo encontrar a los pasajeros que llegaron desde China?

Los labios de Minho se entreabrieron y el frio dejó que se vieran teñidos de un morado distante a su rojizo natural, sus oídos escucharon atentos. Hacía mucho que había dejado de lado el coreano y aquella lengua que durante tanto tiempo habia declarado muerta, habia vuelta a nacer en la boca de un desconocido de piel clara que lo miraba con atención.

- Lo siento, ¿No habla coreano? - Preguntó. Minho le sostuvo la mirada, incapaz de responder. Todavía no se adaptaba a su idioma. Su lengua se revolvió dubitativa y lo hizo sentirse como un sietemesino intentando pronunciar sus primeras palabras. - Ni shuo zhongguo hua? Do you speak english?

/¿Hablas chino? ¿Hablas ingles?/

- No lo se. - Logro responder. No comprendio la ultima frase y se enamoro tanto de su propio idioma, que temio que el desconocido volviera a pronunciar una palabra más en habla distinta. - Acabo de llegar también.

El hombre asintio, agradeciendoles de nuevo y apretando su hombro para reafirmar sus palabras. Se volteo y siguió su camino infestado por la niebla en medio del muelle. Perdiendose entre el mar de gente que avanzaba en distintos sentidos y se chocaba sin pedir disculpas y ni maldecirse entre si.

Su voz dejo a Minho hablando consigo mismo durante un rato. Minho procuraba que escucharse a si mismo le generara el mismo placer e impacto que le habia generado escuchar al desconocido, pero descubrió que la sensación era completamente diferente.

Quizá su necesidad de sentir la calidez de su idioma una vez más fue la que lo obligo a musitar en voz baja las palabras que le habia dirigido al desconocido. Las mismas que, después de un par de repeticiones, provocaron que un millar de bombillas se colocaran sobre su cabeza y salieran a relucir.

- Pasajeros desde China. - Repitio, mirandose los dedos de ambas manos y jugando al rozar sus yemas frías. - Vengo desde la capital...

¿Acaso aquel hombre no había dicho que buscaba a un pasajero de China, y ademas llevaba una bata de doctor bajo su saco?

Minho alzo la mirada y analizó sus pensamientos.  No tardo en comenzar a trotar en contra del viento detrás del rastro invisible que había dejado el hombre con el que había acabado de hablar.

La naturaleza se apiadó de él y el aire le levanto el fleco para permitirle ver claro mientras avanzaba pero, cuando se infiltró entre la gente, sintió como si cada uno hubiera dejado su indiferencia para desplazarse en una misma corriente que resultaba ser contraria a la que necesitaba tomar.

Perdió la cuenta de cuantas veces choco contra distintas anatomias... Hizo oidos sordos a disculpas e insultos que se percataron de que su presencia estaba allí. Al comprobar que Minho estaba en medio de una lucha por llegar a un lugar que ni siquiera conocia con certeza, el viento contribuyo, volo sombreros y aparto gente de un solo soplido con tal de que dejaran un camino despejado.

Pronto Minho tuvo la dicha de sostener la suave tela de un abrigo entre sus dedos de metal.

Dibujo una sonrisa en su rostro cuando Kim Seungmin se detuvo ante su tacto.

- ¿Necesitas algo?

El cachorro parecio extrañado. Con su cuerpo en diagonal al de Minho, permanecio un rato mirandolo de reojo, sin moverse... expectante a lo que el joven tuviera para decir. Minho diviso una identificacion colgada del bolsillo de su bata y leyo en ella poco menos de la mitad de su nombre.

- Tu eres Kim Seungmin. - Afirmó con seguridad, señalando la tarjeta. Exhalaciones aliviadas abandonaron su boca como si acabara de correr una maratón olimpica en el infierno. - El neurocirujano del hospital de los hermanos Kim, KimGal.

Minho perdió un poco de brillo ante la reaccion ambigua del colega de su amigo. Seungmin asintio sorprendido ante las facciones aliviadas del más pequeño, pero torno su mueca un tanto más seria - sin resultar hosca - poco después.

Kim Seungmin no parecia demasiado entusiasmado por verlo y Minho, incluso, podía percibir en sus ojos una chispa de inseguridad.

La misma que lo estaba quemando.

- Lo soy. - Respondio. - ¿Y tú?

- Mi nombre es Lee Minho. - Seungmin asintió, mirando sobre su hombro. Continuaba distraido, como si no fuera el la persona a quien estuviera buscando.

Sus labios dudaron en pronunciar lo siguiente.

- Soy... soy el amigo de Zhong Chenle.

Kim Seungmin retrocedio un par de pasos, como si algo lo hubiera golpeado en el hombro y empujado para atrás. Minho encontro en la brisa una excusa para abrazarse a si mismo, llevaba una camiseta manga corta que, bajo su delgadisima tela, escondia cicatrices que esperaba no tener que mostrarle a nadie nunca.

- ¿Qué dijiste? ¿Dónde esta él? - Preguntó Seungmin. Cuando Minho quiso responderle, se vió impulsado a clavar la mirada de vuelta hacia el suelo, deseo salir corriendo al ver su entrecejo fruncido y su pose tensionada. - Él... ¿Él no vino contigo? ¿Es una broma?

Nego sin mirarlo, agachando la cabeza como una forma inconsciente de expresar una profunda disculpa. Al ver su semblante atormentado, Kim Seungmin se percato de la dureza en su tono de voz, de modo que se obligo a apaciguar el nerviosisimo que había hostilizado su genio.

Cuando lo hizo se enderezo frente al albino y suspiro.

- Lo siento.

Seungmin habia llegado a Incheon hacía más de dos horas y después de preguntarle a medio puerto no habia encontrado señales de vida de Zhong Chenle.

Habría estado mintiendo si dijera que no hubiera preferido darse la vuelta y arribar a Seul de vuelta, solo... Sin embargo, algo en aquella última palabra provoco que su pecho se estrujara y que, en su mente, volviera a iluminarse uno de los mensajes de Zhong Chenle.

"No podras volver a sin haberme encontrado.

Confío en que cuando llegues comprenderas".

Contempló al joven que parecia estar congelandose de frío y reconocio en él al tipo de persona que Chenle se hubiera negado a abandonar en medio de un mundo de complicaciones. No conocía nada acerca de aquel joven ni estaba seguro de que no estuviera teniendole una especie de trampa mortal. No obstante, le había mostrado que conocia a su amigo...

Un hombre que durante años habia arriesgado su vida en agencias clandestinas de rescate y que más de una vez le había suplicado a Seungmin, ayudarlo con atención médica para cada desertor.

Tal vez aquella vez su pedido de ayuda había resultado demasiado. Seungmin se culpo por aquel pensamiento, pero no tuvo en cuenta que la idea ni siquiera se hubiera cruzado por su cabeza de haber sabido que el destino se encargaria de volverlos seres interdependientes.

- Estas temblando de frío.

Seungmin se percato de que Minho no tenia idea de que Chenle no le habia dicho de que tendria que acogerlo en su casa. Después de meditarlo, terminó convenciéndose de que sería mejor dejarlo así. Tomó los bordes de su gaban y los deslizo hacia fuera de sus hambros para entregarle a Minho la prenda.

Minho se dió cuenta de su baja temperatura solo despues de que Seungmin lo señalara. Los agradecimientos no parecieron tener intenciones de abandonar su boca y sus ojos se transformaron en un par de fotos, alumbrando directo hacia las tinieblas de los de Seungmin.

- Muchas gracias, doctor Kim.

Cuando terminó de ponerse su abrigo, noto que el médico ya había emprendido una caminata hacía su vehículo. Él estaba tieso por el frio, pero a diferencia suya, no perdia la gracia al caminar en medio de la humedad...

Una capa de incertidumbre lo acompañaba conforme avanzaba.

Perdiendose entre la niebla...

Lo primero que Seungmin pensó al ver a Minho que, irradiaba un aire demasiado semejante al de su hermano más joven. La cabeza baja mientras hablaba y el hecho de que agitara sus manos en su regazo de arriba hacía abajo, delataba una especie de tic nervioso que, como a Jeongin, al parecer lo ayudaba a mantener la calma en situaciones de ansiedad.

Aquello lo inquietaba en cierto modo.

Minho lucia como si antes de responder a cada pregunta, hiciera una minuciosa selección de palabras. Se suponía que el médico debía de estar concentrado y prestando atención sola y exclusivamente a la carretera, pero, sin darse cuenta, se encontro divagando acerca de la misteriosa aura que envolvía a Minho.

La piel del joven lo hacía preguntarse si sus secretos se transportarían con la misma facilidad que sus venas.

El estudiante dormía con placidez, apoyando la cabeza en la ventana del asiento del acompañante, Seungmin le había ofrecido recostarse en la parte trasera de la camioneta antes de que partieran, pero Minho le había dicho que podría aguantar a la perfección un par de horas más.

Quince minutos más tarde, Seungmin se dió cuenta de que Minho solo había estado intentando no causar molestias. Había entrado en un profundo sueño casi al instante y desde entonces, sus cabellos se desparramaban contra el vidrio polarizado como si fueran los rayos del sol.

"Realmente apesta" pensó Seung, frenando detrás de una larga cola de autos que le impedían seguir en marcha. Seungmin pensaba que el penetrante aroma contrastaba de manera horrible con su imagen serena "Es como si lo hubiera traído un pesquero en lugar de un trasbordador".

El tráfico avanzó un poco, pero no demasiado, provocando que Seungmin soltara vários suspiros frustrados y que, después de un rato, apagara el motor.

Treinta minutos trascurrieron sin que los autos se agilizaran. Cuando Seungmin estuvo a punto de deshacerse del poco acopió de paciencia que resguardaba y presionar un extenso bocinazo, la pantalla de su camioneta se encendió. 

El nombre de Changbin se encendió, anunciando una posible represalia... Sin muchas alternativas, Seungmin respondió.

- ¿Diga? - Un soplido hastiado abandono los labios del hombre del otro lado de la línea. - ¿Changbin?

- ¿Dónde estás? - Preguntó, más bien gruño, al parecer irritado. - Te he estado llamando como desquiciado al teléfono del hospital. - Seungmin se paso una mano por la cara. Bajando la ventanilla para apoyar allí su brazo y renovar el aire que se habia vuelto pesado. - La señora Huo estará aquí en una hora para que dirijas su tratamiento, se que no olvidaste que su situación es delicada.

Seungmin solto una risa sin gracia y echo una mirada a la cola de vehículos que dudaba que fuera a avanzar pronto. Contando con el estado irascible de Changbin, se alegró de que fuera así...

La señora Huo, que presentaba un meningioma por el cual ya se había sometido varias veces a radioterapia, estaba fuera de peligro. Seungmin sabía que su hermano demostraba particular interes en ella ya que, su hijo planeaba efectuar una generosa donación si continuaba con los excelentes resultados de su tratamiento.

- Estoy atascado en el tráfico, no llegaré.

- Son excusas, llegarás. Desde ahora debes responder al teléfono del hospital, no tienes que apagarlo, ¿Cuántas veces tendre que decirte-

El médico abrió la boca para responder, pero un jadeo - similar a un gritó repimido - lo hizo callar. Ignoró a su hermano durante unos cuantos segundos, esperando a que volviera a repetirse aquel fenomeno, de modo que se quedo inmovil en su asiento y en silencio miro el rostro enrojecido de su acompañante que, con un suspiro de agotamiento, acababa de hacerse notar.

- ¡Seungmin!

Seungmin colgó la llamada y se acerco a Minho cuando noto que su piel parecia estar cubierta por una leve capa de agua. Parecía como si estuviera viviendo una persecución en carne propia, su frente tenía un par de lineas marcadas y su ceño permanecia fruncido como si algo le disgustara de lo que acababa de pasar.

 Cada vez más pesada, su respiración comenzo a trabajar solo con la ayuda de sus labios fue cada vez más rápida... Cada vez más exhausta... Minho tenía pintado en el rostro un corazón que temblaba y comenzaba a teñirse de blanco ante la falta de sangre.

- Lee Jiwoong - Balbuceo, tapado por resuellos y bocinazos. Las palabras fueron demasiado indistinguibles como para que Seungmin las comprendiera. - Lee Jiwo... Lee...

Sus inhalaciones se tornaron cada vez mas perturbadas hasta que sus mano se poso sobre la suya y la sostuvo aplicando quiza demasiada presión. Seungmin no supo si lo estaba tocando la piel de un ser humano o la extensión de un tempano de hielo, de modo que se libro de su agarre y, tomó las llaves del baúl del auto para sacar el tanque de oxígeno que solía llevar.

Sabía que aquella no era forma de despertar a alguien que estuviera teniendo un mal sueño, sin embargo, el momento lo llevo a posar una mano sobre su hombro y clamar su nombre de un vozarron.

Al mismo tiempo sonaron numerosas bocinas que taparon su llamado... Seungmin no pudo decir que fue lo que primero lo despertó.

- ¡Minho!

Sus ojos se abrieron se subito, apuntando directamente al techo de la camioneta. Sus pupilas se dilataron, mostrando un color abismal en el que Seungmin pensó que podría zambullirse y permanecer cayendo eternamente; un oscuro profundo.

Minho notó que Seungmin no había ignorado la extraña escena que su inconsciente había forzado en los asientos delanteros del auto. Cuando lo miro, ahogo su último aliento y soltó una risa forzada, intentando que el médico le restara importancia a lo que acababa de pasar.

- Fue un mal sueño. - Se excusó, evitando encontrarse con la extrañada y vagamente preocupada mirada de Seungmin. - No pasa nada. - Minho soltaba sus palabras como si estuviera recuperándose de una corrida en el infierno. - Fue... fue un mal sueño, nada más.

Seungmin quiso decir algo y bajar a buscar el tanque de oxígeno, pero se vió obligado a voltearse rápido hacía el volante cuando el tráfico comenzó a descongestionarse después de un largo tiempo de esperar.

- Intenta inhalar por la naríz y exhalar por la boca. - Aconsejó sin mirarlo. Minho ya había comenzado a hacerlo, pero el tráfico y la niebla no permitieron que Seungmin le prestara más atención que esa. - Tu respiración se agito mientras dormías, asi que nos detendremos para darte oxígeno en la siguiente estación de servicio.

Minho siguió las instrucciones de Seungmin y volvió a apoyarse contra la ventana, no tardo en recapacitar sobre que aquello no había sido ni un sueño ni una pesadilla. Sino, sus recuerdos cobrando vida y manifestandose al exterior.

Miro hacia un costado... Era sorprendente ver como los vehículos avanzaban con tanta naturalidad en un lugar tan infestado de niebla. Ellos atravezaban su tempestad, llevandosela por delante mientras que su corazón bombeaba histérico, haciendolo dudar sobre si no estaría a punto de experimentar una taquicardia.

Minho se sintió decepcionado de si mismo.

Pensó en que daría lo que fuera por hacer lo mismo que los autos hacían con la niebla.

Minho se sintió en casa cuando las puertas del hospital se abrieron a su paso.

La pulcredad en las paredes blancas y la dedicación con la que cada una de las decoraciones parecía haber sido colocada, le recordaba a los programas de televisión que alguna vez había visto de niño, cuando apenas descubría las maravillas de la medicina.

Desde los diez años que había tenido que seguir toda una lista de procedimientos al pie de la letra para poder sentarse en frente de la televisión, como en el Norte estaban terminantemente prohibidas las producciones extranjeras, por lo que solía cerrar todas las ventanas con seguro y cubrir hasta la mirilla de la puerta con el proposito de que nadie pudiera verlo ni tuviera que denunciar a la autoridad.

A pesar de haber tenido que ver al Doctor Mark Greene en acción con el sonido entrecortado y un par de líneas de interferencia, había sido felíz. Gracias a él y a su programa de televisión, desde tan temprana edad había ansiado convertirse en médico.

Convertirse en un héroe sin capa, pero de verdad.

Jamás hubiera imaginado todo lo que aquello le costaría en un par de años.

- Por una vida nueva. - Brindó, antes de tomar un sorbo del pequeño vaso de café que le había brindado una extraña máquina.

El doctor Kim lo había dejado solo, excusandose con que le había surgido un asunto importantisimo que atender. Encomendo cualquier inconveniente que tuviera a la Doctora Choi Nari e, incluso, le ofreció a Minho pedir de la cafetería lo que quisiera, alegando que volvería pronto para llevarselo y que pudiera descansar.

Sinceramente, al albino no le importo quedarse allí después de tan largo viaje. Había comenzado a vagar por los pasillos y sentía que podría quedarse en el hospital para siempre si fuera por él.

Caminar por aquel lugar era como palpar su sueño de pequeño con las manos. Todo parecía tan moderno y tan moderno y tan estable en Seúl que, comenzaba a convercerse de que aquella era la ciudad con la que tantas veces se había atrevido a soñar.

En el Norte, - o al menos en su pueblo - los médicos tenían suerte si el quirófano no se quedaba sin luz a mitad de los procedimientos.

Además, Minho estaba seguro de que las últimas palabras de las personas allí no eran gritos rogando misericordia.

Camino durante un rato hasta que sus ojos se quedaron enganchados en el interior de una de las habitaciones del segundo piso. La puerta estaba abierta, a diferencia de las muchas otras, y el único sonido que se escuchaba provenir de ella era el de la voz apacible de una mujer que parecía estar leyendole un cuento a un menor.

Al acercarse, Minho diviso a un escualido niño cubierto hasta el puente de la naríz con delgadas sabanas blancas. El pequeño dormitaba con sosiego y sus rasgos delataban que debía de tener entre dos y tres años de edad.

El corazón de Minho dió un salto ante los nuevos recuerdos. Reminiscencias le susurraron que, si hubiera sobrevivido a la dura realidad norcoreana, de seguro su sobrino tendria su edad.

Minho había sido enviado a la carcel cuando su hermana, Minsoo, tenía dieciocho años de edad y estaba embarazada. Había sido victima de una violación que las autoridades habían negado, contando con que involucraba a uno de sus oficiales. El fruto que en su vientre se gestaba apenas había cumplido los tres meses cuando la armada arribo a su hogar, dotada de armas y lo atrapó.

Pero aquel tiempo había sido más que suficiente para lograr que se encariñara con el niño.

Sus ojos se apegaron con dulzura a imagen del pequeño que tenía en frente. Los minutos pasaron ligeros como plumas siendo sopladas por el viento hasta que, de repente, los sonidos de sus respiraciones se tornaron más audibles y roncos.

De Minho se apodero una sensación que hacía tiempo no había experimentado...

Un mal presentimiento que solo podría tener un doctor.

- Disculpe señor. - Procuró interrumpirlo una voz, pero no pudo conseguir su atención a la primera. - ¿Está buscando a alguien? De no ser así, tendré que pedirle que se retire de esta área.

Minho volteó la cabeza, ligeramente irritado por la interrupción. Se encontró con la imagen de un joven que lo miraba con la cabeza en alto, alguien un par de centimetros más alto, que llevaba un historial médico entre las manos.

- Buscaba la cafeteria. - Mintió, mirandole imponente. Debido a la impaciencia, Minho adquirió una tonalidad que diferia bastante de la que habia utilizado con Kim Seungmin.

De reojo captó como una de las enfermeras se abría paso hacia el cuarto que había estado escrutando con la mirada.

- El horario de visitas acabo hace díez minutos. - Alguna vez en el pasado, Minho habría deseado que el tiempo le arrebatará la habilidad de engañar como si estuviera acostumbrado, sin embargo, su mandibula se crispo al percatarse de que había sido descubierto.

Algo le desconcertaba del niño y tenía que saber que era.

- Supongo que...

El médico siguió hablando cuando Minho volvió la vista al menor. Continuaba tapado en consecuencia del frío, sin embargo, la corta extensión de la manta le permitia observar el área de sus pies. Debido a la distancia, Minho se vió obligado a analizar su silueta con los ojos entrecerrados y cuando el menor intento deshacerse de los cobertores, dejando libre uno de sus brazos, pudo afirmar con certeza que sus tobillos estaban demasiado inflamados como para ser proporcionales a las demás partes de su cuerpo.

- ¡Señor!

Minho avanzó, ignorando al Doctor Kim Jeongin, un par de pasos para clasificar su percepción de la zona. Creyó ver que el médico había sacado un aparato para llamar a seguridad, pero ignoro sus acciones al darse cuenta de que el pequeño durmiente cada vez manifestaba más dificultades para respirar...

Al albino le pareció ver incomodidad en las facciones del niño. Fruncía levemente el ceño y comenzaba a revolverse en su lugar, disconforme. Su pecho no subia no bajaba. Solo parecía estar agitandose... Luchando contra una fuerza sobrenatural.

O en contra de si mismo.

- ¡Saquenlo de la habitación!

La advertencia del médico llego demasiado tarde, Minho ya había ingresado dentro del cuarto y comenzando a quitarle las sábanas al niño para posar una mano sobre su espalda, logrando que se sentara en la camilla. El infante de piel amarillenta despertó y comenzó a toser sangre se manera inmediata.

- ¡Escuche, podría ir a la carcel si-

La mujer que permanecia a su lado se puso de pie al instante, ahogando un chillido de horror. El doctor Kim Jeongin manifesto su inexperiencia en sus rasgos desfigurados por la sorpresa. Minho no se sorprendió cuando el joven demostro que no haría nada más que permanecer petrificado como una estatua.

Se apresuro en arrebatar el expediente de sus manos, rezando porque los datos escritos le confirmaran las sospechas acerca del ahogo del niño y su por qué.

Leyo las palabras "Defectos cardíacos congénitos" al mismo tiempo en que el menor dejaba salir un hilo de sangre por la boca y caía a la cama. El reloj en la pared marcaba los segundos, bramando sus "tic-toc, tic-toc" con más fuerza que nunca. Sus ojos escanearon la hoja de una sola mirada, y eso fue suficiente para que avanzara hasta los equipos que yacian junto a la cama. Retiró con agilidad todos los elementos que necesitaba e imploro no haber olvidado los procedimientos a seguir.

Escucho a la mujer gritar preguntas incoherentes al doctor que yacia petrificado. El niño se llamaba Taeoh, por lo que había leído, y permanecía mirandolo como si confiara en él, pero a su vez hubiera entrado en un impenetrable estado de shock.

Otro tic-toc.

El niño se había desmayado y cada segundo era imprescindible de ser aprovechado para salvarlo. Minho sabía aquello tan bien, que llego a aborrecer por un corto periodo de tiempo al médico a su lado y al demente que hubiera contratado sus servicios.

La enfermera se acerco para brindar su ayuda, pero Minho ya había nivelado al niño en una posición en la que no tuviera riesgos de ahogarse con sus fluidos escarlatas. Aprovecho su estado de inconciencia, y se salteo la anestesia para tomar entre sus manos un escarpelo brillante y afilado. Si hubiera tenido tiempo de contemplarlo, su corazón hubiera estallado.

No había sostenido uno para salvar a alguien en tanto tiempo, que no podía recordar la última vez.

Minho levanto el brazo del niño a la altura de su cabeza logrando que quedara en esa posición. Se agacho lo más que pudo hasta encarar la piel del infante... Una piel nueva... Pura.

Una piel que tendría una importante batalla que pelear.

De manera ágil, comenzo a hacer una incisión corta, de tres centimetros de longitud, en el sexto espacio intercostal. El médico recordaba haber realizado el mismo procedimeinto una sola vez hacía muchos años, pero también recordaba que ni siquiera había sido una cirujia de urgencia, por lo cual, se sentía como un niño sin flotadores que fue lanzado al agua y forzado a aprender a nadar.

Se repitió que confiaba en sus conocimientos, aplacando de a poco el sonido del tic-tac. Inserto un dedo en la incisión para palpar la costilla del niño y lo retiro de inmediato en orden de reemplazarlo por una de las pinzas que había traído consigo. Sus respiraciones se volvieron cada vez más agitadas y el frío se convirtió en un calor infernal que empapo su espalda de sudor.

Una vez su anatomía, Minho dirigió las tenazas hacía más arriba. Tuvo que maniobrar con gran fuerza para empujar las misma hacía adentro del tórax, pues, a pesar de ser delgado, Tae Oh tenía musculos jóvenes a los que debía darle batalla.

Minho volvió a meter su dedo índice en el agujero que había hecho dentro del niño. Presionó hasta que alcanzó la membrana que recubría sus pulmones, la pleura, y a pesar de saber regular su fuerza, sintió como si estuviera empujando un camión.

El líquido comenzó a salir hacía el exterior, resbalándose como una cascada. Aquella sustancia ligeramente teñida por el color de la sangre, había sido la causante de la sensación de asfixia de Tae Oh. El albino libero aquel aliento oprimente que había estado conteniendo desde que vio por primera vez al niño.

Más tranquilo, pero sin perder el tiempo, corrió en búsqueda del tubo toráxico que insertaría en la incisión: los residuos se almacenarían en la unidad de drenaje toráxico de ese modo. Cuando suturó el tubo a su cuerpo, lo cubrió con numerosas gasas y cinta para evitar que se desplazara. 

Minho estaba más despierto que nunca. 

La adrenalina había manifestado tener más poder que cualquier energizante o cualquier siesta. De todas formas, cuando se separó de Tae Oh, su cuerpo comenzó a sentirse debilitado casi al instante.

- Se...Señor - Escuchó decir a la dama.

Minho tomó asiento junto al niño en la silla donde antes había estado la mujer leyéndole un cuento. La cabeza le martilleaba. Asi que solo asintió distraído, ignorando lo maravillada que estaban tanto ella, como el grupo de aprendices que lo miraban con la quijada caída desde la puerta.

Miro hacia el techo con ambas manos apoyadas en su regazo.

Luego se encorvo, llevando sus palmas hacía su frente...

- Señor... Usted...

Estaba incrédulo.

- Usted lo salvó.

Había salvado una vida...

Después de tantas que había arrebatado, había salvado una vida.


Buenas~~~~~

Siento tardar mucho en actualizar, pero trataré de traerla con más frecuencia;;;

Recordando: cuando se habla del "albino" se refiere a Minho :b

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro