Bulimia (MÍA)
Érase una vez... La peor enemiga de todos.
La pubertad.
¿Quién pensaban que era?
Esa es tu peor enemiga, sí. En femenino.
Es la pubertad.
Llega a ti solo para destrozar tu vida, tus pensamientos. Hace una revolución en tu forma de vivir, y no es algo bueno. Una vez que llega a ti es para empeorarlo todo. Especialmente, tu autoestima. Pero eso es otro tema...
Hoy, le corresponde a una jovencita, nacida en un pequeño pueblo repleto de personas de altos recursos económicos.
Ella es la menor de los hermanos después de nacer, sus padres decidieron cerrar la fábrica. Es decir, todo aquel que es hermano menor comprenderá la responsabilidad que afronta la joven, es la sombra entre tanta genialidad que la rodea. Sentirse desplazada siempre por sus maravillosos y perfectos hermanos le ha traído muchos problemas, problemas que nadie se imagina. Y le ha costado un precio demasiado alto a su vida, en especial en la salud.
¿Qué conocen de la palabra abuso?
El abuso no siempre se relaciona con un acto sexual sin consentimiento. Es más, la mayoría de las veces, el abuso proviene de nosotros mismos, y no tiene nada qué ver con sexo. Es más como una explotación que le hacemos a nuestra mente y alma porque no estamos conformes con algo, abusamos de la nobleza de nuestro ser.
¿Tan difícil es aceptarnos como somos aún cuando los demás no lo hacen?
Espero que comprendan, que ciertamente tenemos muchos enemigos, pero el peor siempre resulta ser: uno mismo. Adrede o no. Pero nos hacemos daño, ¿Y qué hacer cuando corres tal peligro?
Porque déjenme dejarles muy claro, que no quererse a sí mismos es un peligro garrafal.
No puedes andar por la vida dañándote, ni mucho menos dejar que otros te dañen.
Ésta situación...
El ser la sombra de sus hermanos, tratar de encajar con los requisitos que conlleva su apellido. Querer ser igual o mejor, que su hermana. Le producía tanta ansiedad...
A ver, queridos lectores... Cuando tienen ansiedad, ¿Qué es lo que te calma? Cuéntame...
A ella, la comida.
Comer.
Pero todo éste embrollo, trae consigo ciertas etapas.
Al principio, comes todo. TODO lo que te puedas atracar, hasta aquello que te hace daño. Te produce tanta satisfacción que puedes con esa simple acción de llevar la comida a tu boca, olvidarte del mundo.
¿Por qué hacerlo?
Muchas veces, porque no te permiten abusar con la comida.
O porque tienes una rutina tan fuerte y estricta que consumir calorías no puede ni pasar por tu mente... Esa es una buena solución.
También están las burlas... Esa gente que no está conforme consigo misma y siente la necesidad de hacerte sentir mal a ti también. Comienzas a compararte con alguien, y ese es un grave error. Comparar tu cuerpo con el de otro, nunca. NUNCA seremos igual a nadie, ni siquiera pasando por procesos quirúrgicos.
Pero luego de cada atracón. De esa enorme satisfacción, venía la segunda fase.
EL ARREPENTIMIENTO.
Después de ingerir una cantidad excesiva de comida o dulces, de cualquier tipo. Minutos... O quizás, segundos después, paraba en el baño para purgarse de todas esas calorías insanas que consumió en su lapsus mental de ansiedad y desesperación.
Después de haber tenido mínimo dos atracones por día, se puede decir que lograba estabilizarse en el segundo. Calmar su ansiedad, o al menos eso pensaba, hasta que amanecía y tenía que volver a lidiar con su vida, sus problemas, las burlas... Con todo. Y replay a la bulimia.
¿Cuándo comenzó?
A los once años.
Prepárense para éste flahsback.
Estaba en una reunión familiar, sus primos siempre se burlaban de ella, decían que no era parte de su familia. Ya que no se parece en nada a sus padres y su hermana, quién si les heredó todo, siempre fue esquelética. Ella, por el contrario, tenía un cuerpo bastante desarrollado para la pronta edad que tenía.
Le perturbaba saber que con el pasar del tiempo se convertiría en una gorda a la que nadie iba a querer. De por sí ya el bullying que recibía en primaria y en su casa, era algo traumante.
De manera que esa noche, comió como lo hacía de un tiempo para acá. Desesperada. Con la ansiedad y las ganas de no vivir atoradas en la garganta, pero dándole paso a la comida. Sentirse y saberse gorda...
Antes lo hacía, luego de cada atracón se iba a su cama quedándose dormida después de llorar, sabiendo que nada de lo que hiciera la iba a volver bonita o delgada. Pero esa noche hubo algo diferente...
Esa noche...
En lugar de lamentarse por su estúpida figura.
Vomitó.
Ella decidió no ser más gorda. Y no me vean así, claro que se tiene el poder para decidir semejante cosa.
Puede que la genética decida cómo serás físicamente, pero tu como persona decides si te conformas con ello. Debes cambiar para mejor, sin importar el sacrificio que tengas qué hacer.
Y Oriana, decidió no ser gorda.
Tal vez, no era la mejor manera. Pero después de todo, esa es su manera.
Mantuvo esa rutina por años...
Esa vocecita... La voz de Mía susurrándole al oído cada vez que tenía un espejo al frente.
Eres gorda...
Eres fea...
Esa ropa no te queda bien...
No bajes de peso o lo notarán...
Adelgaza y te verás mejor...
Nadie lo notaba, porque como es esa nube gris a la que nadie le presta atención en su casa, apenas y le daban su mesada cada domingo. Sin importarle en qué o con quiénes la gastaba. Sin pensar que día a día, Oriana lidiaba con su peor enemigo. Frente al espejo.
Solo una persona se dio cuenta...
Y esa persona, sin ella quererlo se convirtió en su mundo.
Ambos se guardaban un secreto del otro, y aquello los unió de tal manera que hasta se hicieron novios.
A los padres de Oriana, les pareció algo bueno. Al fin la niña retraída e infantil de la casa, logró madurar y poner su mente en otra cosa: pensar en chicos.
Era algo afortunada en ese aspecto, ya que a su hermana por el contrario a ella, le prohibían cualquier tipo de relación con chicos. No permitían que se distrajera de su horizonte: entrar en una buena universidad. Aún siendo mayor, tenía sus restricciones.
A su hermano mayor Martín, no le agradó mucho la idea de que Oriana se hiciera novia de su mejor amigo, sabía que esa decisión los iba a alejar de forma rotunda. Ya que si todo iba bien, él pasaría tiempo con su hermana y no con él. Pero si algo malo pasaba... Él mismo lo enterraría vivo. Porque, aunque no sea muy unido con sus hermanas, nadie las toca. Ni se mete con ellas. Y muchísimo menos, les hace daño.
Ben, el novio de Oriana. Era muy amigo de la familia, así que fue sencillo para él entrar a su vida y adaptarse al mundo de Oriana.
Pero, lo que quieren saber es: ¿Cómo la descubrió?
Ben venía llegando de una fiesta con Martín, y le pidió prestado a su amigo el baño de visitas, queda justo al otro lado de la casa. Ese baño rara vez era ocupado por alguien, puesto que cada integrante de la familia tenía su enorme baño dentro de cada habitación. Ese baño era el escondite de Oriana, cada vez que tenía uno de sus atracones y cuando su pepe grillo, empezaba a torturarla. Solo salía corriendo al retrete a descargar toda su culpa.
Como dije, por muchos años mantuvo esa rutina. La ventaja de la bulimia, si es que así se le puede llamar... "Ventaja".
Es que quién la padece, no sufre de drásticos cambios en su peso. Al menos, no la mayoría. Puesto que no estás dejando de comer, solo excedes el nivel de alimentos para después desecharlos. Así que si le sumamos eso a que Oriana en su hogar es como si fuera un florero más...
¿Quién iba a darse cuenta de algo así?
Por supuesto que Ben.
Parece mentira, pero la mayoría de las veces quienes descubren tus debilidades son las personas ajenas a tu casa. Esos comúnmente llamados: extraños.
—¡Mierda! L-lo S-siento...—expresa Ben, abrió la puerta del baño al que Martín le dijo que podía ir en la madrugada cuando tenía ansiedad.
Ansiedad, como Oriana.
Su secreto...
Se droga.
Nada grave, según él. Pero según su terapeuta, su familia y en especial su fastidiosa madre, debe dejar ese vicio inmundo que no lo llevará a ningún lado.
Los ojos de Oriana se abren ante la escena en la que se encuentra, yace sentada en el suelo, apoyada del retrete. Descargando toda la comida que acaba de ingerir en su atracón de hace apenas tres minutos.
Éste atracón fue porque vio lo fabulosa que luce Andrea con su vestido negro de encaje. El cual le pidió prestado para una fiesta y con solo medírselo, descubrió que dicho vestido no estaba hecho para ella, sino para su hermana. Su delgada, hermosa e inigualable hermana. Aunado a eso, los halagos de sus padres para su hija favorita. Y el hecho de que nadie siquiera notara, que ese vestido es de ella.
Oriana tambalea está débil por lo que acaba de hacer, pero como puede se pone de pie y cierra la puerta del baño, quedando sola con Ben.
—No puedes decirle a nadie —lo observa con mucha seriedad, recostada de la puerta mientras sostiene el pomo con toda la fuerza que puede.
Como si aquella acción fuera a impedir lo que sea que Ben decida hacer.
—¿Desde cuándo? —espeta el moreno de ojos verdes, recostándose del lavabo de cerámica costosa.
Ben tiene el cabello teñido de color blanco, tu tez es morena. Sus pupilas son verdes, con la orilla de color azul. Sí, tiene heterocromía.
A Oriana siempre le pareció guapo, pero al notar en una de las reuniones del pueble que él botada baba por su hermana, pues... Decidió olvidarse de esa estúpida idea de tener algo con alguien como Ben. Mayor, guapo, inteligente, adinerado...
Era demasiado perfecto como para ser algo de ella.
—Desde los once —titubeó, pero le contestó.
No comprende como es que algo tan difícil de afrontar, inclusive para ella misma, se le hacía tan sencillo de hablar estando con él.
—¿Y tú familia qué? ¿Nadie lo nota? ¿Ni siquiera Andrea? —frunce el ceño confundido.
Ella niega.
—Soy invisible, Ben.
Se encoge de hombros, intentando restarle importancia.
—¿Cómo es que alguien tan dulce se hace daño de esa manera?—replica enfadado.
Oriana bufa.
¿En serio le molesta saber lo qué ella hace?
—No eres quién para decirme eso...
Ben levanta una ceja.
¿Acaso no ha funcionado eso de darle celos con Andrea? A él le gusta Oriana, no su plástica e insufrible hermana mayor. Demasiado frívola.
—Te he visto... Como sabrás, también utilizo éste baño y pues... Fumas...—añade ella.
La joven entrecierra los ojos, acusándolo con la mirada.
Ben traga saliva.
—¿Desde cuándo lo sabes?—traga saliva nervioso.
—Hace unos seis meses, dejaste la puerta abierta y el humo se coló al pasillo... Pensaba que había un incendio, pero cuando inhalé me di cuenta que se trataba de algo más que un simple incendio en el baño de visitas. Descuida, como ya ves tu secreto está a salvo conmigo. Cosa que espero que suceda con el mío. Por favor...
Camina hasta él, haciendo que Ben tense su cuerpo. Baja la tapa del retrete y la palanca. Sintiéndose observada por el chico en cada movimiento y cada gesto que emite. Al fin es el centro de atención para alguien y aunque sabe que no es el tipo de chica que le pueda gustar a Ben, ese pequeño e infinito momento con él, le hacen llenar su corazón de esperanza.
Abre el grifo del lavabo, llena sus manos de agua y las pasa por su rostro.
Se seca con una de las toallas que están colgadas en una fina cosa metálica, fija en una de las paredes del baño.
—Adiós, Ben.
Abre el pomo de la puerta y justo cuando va por la mitad del pasillo, siente una mano en su hombro. Da vuelta para toparse con esos ojos verdes con azul, brillantes en el medio del pasillo del segundo piso de la casa.
—¿Qué sucede? —susurra Oriana, su intención siempre ha sido pasar desapercibida, está acostumbrada a ello. Hacer un escándalo a mitad de la noche con el mejor amigo de su hermano y en el pasillo de su casa, no está en sus planes.
Ben avanza hasta ella, su corazón se acelera.
¿Será un sueño?
¿Acaso todo esto lo está imaginando?
Porque si es así, sería una buena idea redactarlo en Wattpad. Están perfecto que parece de mentira, esperen... Ya lo estoy haciendo.
El chico sostiene su cuello con delicadeza, es tan gracioso como semejante cuello tan delicado se ve rodeado con apenas una sola mano del chico.
Une sus labios con los de Oriana, ella se lo piensa por unos micro-segundos... Pero se deja llevar.
Nunca nadie le había prestado atención.
Y justo ésta noche, su amor platónico...
Su crush...
Como le quieran llamar.
La miró.
Entre tanta oscuridad, él la miró.
Aún sabiendo lo jodida, rota y gastada que estaba, él la miró.
Al separar sus labios húmedos de ese corto beso, Ben retiró su mano del cuello de Oriana.
—Esto también puede quedarse entre nosotros...—indica.
Ella estupefacta, asiente.
Los demás días pasaron de manera extraña para Oriana.
De hecho, ya no tenía tantos arranques de ansiedad, debido a que comenzó a hablar con Ben por WhatsApp, él estaba para ella en cualquier mal rato que tenía, al día. De manera que vomitar tras cada atracón, para ella solo era un simple recuerdo. Siempre habían malos momentos, la ansiedad siempre la molestó, pero estando con Ben todo fue más llevadero.
Hasta que...
Estaba en el penúltimo año de secundaria, ya tiene dos años de noviazgo con Ben y poco a poco había ganado algo de reputación en esa jauría, todo se debe a su prestigioso apellido.
Al decir de qué familia provenía, todos querían estar con ella. Y es que, sus antecesores han dejado el apellido de la familia muy en alto en esa secundaria.
Así que por ley, le corresponde a sus hermanos realizar la fiesta que indica el inicio de las vacaciones de verano en su casa. Como sus padres también estudiaron allí, sabían lo que vendría ese fin de semana. De manera qué, por primera vez se hicieron los de la vista gorda y dejaron que se armara el rebullicio en su casa. Su plan, era observar a sus hijos desde cerca. Y tener a los amigos de sus hijos, más cerca todavía. Para conocer y saber en qué andan sus pequeños. Aunque muchas veces piensen que no los quieren.
Se dieron cuenta de que pasaron toda la vida trabajando duro, para darles todo lo que desearan. Pero en el proceso se han perdido de muchas cosas que involucran a sus hijos.
¿Qué mejor momento para saber en quiénes se han convertido?
Para descubrir a quiénes han criado.
Esa fiesta será ideal.
Se mantendrán al margen de sus progenies, pero de igual forma los analizarán. Claro, que sin ellos saber, hay un pequeña sorpresa para los hijos el día de hoy.
—Oriana, recógete el cabello. No te queda bien suelto —otra vez Andrea aconsejando qué le va bien y qué no.
Oriana, sin chistar le hace caso a su hermana mayor. La verdad, es que la admira. Siente que es su modelo a seguir, y aunque muchas veces sea cruel con sus comentarios hacia ella, siempre hace caso a todo lo que le diga. Porque su meta, es ser como Andrea.
La mejor en su clase.
La mejor en casa.
La mejor en danza.
La mejor en canto.
La mejor matemáticas.
La mejor en... Básicamente todo.
Es como la Spencer Hasting de la familia. Pero, en éste caso ella sería Spencer y su hermana Melissa. Puesto que Andrea es la mayor.
—Ahora sí, luces mejor —Andrea pasa una de sus delgadas y largas manos por el peinado que se hizo su hermana menor, al ella aconsejarla.
Si Oriana supiera que con su hermana sucede todo lo contrario...
Que Andrea solo quiere protegerla, no puede negar que se siente mal por tratarla así, pero bueno... Eso es otra historia.
—Gracias —responde sobria Oriana.
Suena la puerta de la habitación de ambas hermanas.
—Dime —responde despectiva Andy a su hermano gemelo, Martín.
—Ya empezó a llegar la gente, baja para que los atiendas. Ésta es tú última fiesta de inicio de verano, no puedes cometer errores—amenaza éste.
Andrea comienza a respirar muy nerviosa, pero de inmediato recupera la calma que la caracteriza. No puede ser débil.
Da vuelta hasta Oriana, quién permanece de frente al espejo de cuerpo completo que ambas tienen en la habitación. Lo que Andrea no sabe es que Oriana se encuentra en esa especie de trance, Mía la está torturando. Y nadie puede verlo.
—Iré abajo, no tardes —ordena, Oriana asiente sin chistar.
Al escuchar el portazo, se siente aliviada. Al fin sola.
Se pone de pie y pasa el seguro a la puerta.
Esto...
Hace mucho que no lo hace, y no puede evitar sentirse nerviosa. Prometió que no lo volvería a hacer, se lo dijo a Ben. De hecho, ambos juraron no hacerlo. Pero al ver su reflejo en el espejo junto al de su hermana, es la última fiesta de Andrea para comenzar con la universidad. Y ella será la encargada ahora de la tradición, tremenda responsabilidad ha caído en sus hombros y aunque muchos lo verán como algo tonto, para ella es muy importante ser parte de la élite. Ser tomada en cuenta por fin.
Corre veloz hasta el closet y revisa entre los bolsos que usa para ir a la escuela y como si de droga se tratase, los consigue. Extasiada porque hace mucho no lo hacía, retoma su rutina donde los comportamientos compulsivos se han vuelto sus mejores amigos. Incluso, más que Ben.
Pero...
No puede hacerlo. Aunque esa maldita fiesta la tiene ansiosa, pensar en cómo luce el vestido en Andy. No puede hacerlo. Y lo agradece.
Lo que ella no sabe ni sus hermanos, es que la sorpresa de sus padres es que los estarán observando a través de las cámaras que instalaron cuando ellos eran apenas unos niños.
Toma aire y su teléfono comienza a sonar. Es ese tono de Shawn Mendes. Canción que ella le dedicó especialmente a Ben.
—¿Aló? —se hace la que no sabe quién llama, pero claro que lo sabe.
—Cielo, aún no llego...
Oriana finaliza la llamada sin decirle nada, le molesta que no esté para ella en un momento tan importante, y se da un último vistazo en el espejo. Luce...
¿Decente?
Nunca estará tan delgada y linda como su hermana, pero al menos ella sí tiene novio.
Baja las escaleras, ya la casa tiene color. Si es que así se le puede llamar a la cantidad de gente que hay en la planta baja llenando de ruido el ambiente.
Es extraño tener padres que te permitan hacer fiestas en tu casa bueno, al menos para los demás. Para Oriana y sus hermanos, es algo común. Solo abren la boca y los dejan hacer y deshacer, siempre y cuando tengan excelentes calificaciones y claro... Siempre y cuando dejen en alto el apellido de la familia.
Como puede, camina entre la multitud de personas en búsqueda de su novio. Pero no lo ve, y eso que Ben es más alto que los demás. Demasiado alto. Es cierto entonces eso de que no ha llegado.
La dejará sola.
—Hola Estela—, todavía tiene un poco de esperanza— ¿Has visto a ven? —pregunta a una de las mejores amigas de su hermana, esperando un respuesta afirmativa.
—¡Ow, estás linda! Hola Ori, si. Está afuera, en el jardín. Con Andy. Pensaba que lo habías visto y...
Oriana le ofrece una sonrisa hipócrita, y no escucha más. Sale a buscar a su novio. Nunca le ha gustado dejarlo solo por mucho tiempo con ella, ya que aún desconfía de Ben y sus sentimientos para con Andrea. Y ahora más que le dijo que no vendría y resulta que ya está aquí.
Recorre el atestado jardín de personas y consigue ver el celaje de su hermana, con su perfecto y ceñido vestido pasar entre la gente muy apresurada. Rodea a muchas personas, pero logra alcanzarla y no le pierde la pista.
Llegan hasta la parte de atrás de la casa, esa zona permanece sola y casi en completa oscuridad, de no ser por su celular que tiene encendida la linterna.
Oriana, rápido saca sus conclusiones...
Hace unos meses, Andrea comenzó a actuar muy extraño. Oriana se atrevió a cuestionarle acerca de qué pasaba con ella, el porqué de sus cambios de humor, falta de apetito y bajas calificaciones, su hermana tardó mucho en contestarle pero lo hizo y su justificación fue que tenía novio. Pero que no podía decir quién era, o de lo contrario la matarían sus padres.
Ya que nunca la han dejado tener uno, porque puede distraerse de los asuntos verdaderamente importantes. Y quién sabe que más.
Por más que Oriana le insistió, su hermana mayor nunca le dije quién era el chico.
Hasta hoy...
Al fin lo iba a saber, está cien por ciento segura de que el encuentro furtivo es con su pareja misteriosa.
Sigue a Andy como puede en medio de la oscuridad. Imitando el camino que ella sigue, gracias a la linterna de su teléfono celular. Hasta que visualiza, una figura fornida en la penumbra. Afortunadamente, está en una distancia tan considerable y no la pueden ver. Escucha como su hermana y la persona comienzan a besarse.
Se siente feliz...
Es bueno saber que su hermana puede ser feliz con alguien que la quiera, así como ella lo es.
Aunque no sean tan unidas como cuando eran pequeñas. Al menos ambas ahora tienen eso en común.
Toma su celular y decide marcarle a Ben, es mejor dejar que Andy se toquetee a solas con el chico misterioso y ella prefiere dedicarse a su hermoso novio.
Marca el número de Ben...
Su corazón está a punto de pararse...
Da vuelta y sin importarle si es descubierta, lo ve...
Ben saca su teléfono del bolsillo, el brillo de su iPhone deja a simple vista su rostro junto al de Andrea.
—¿Quién es? —indaga ésta.
—Es Oriana...—expresa con preocupación.
—Debe estar preocupada por ti, mejor ve...
—No, mejor sigan en lo suyo —habla la joven desde la penumbra del jardín. Como lo que siempre ha sido, un fantasma. Es como esa gente que está en un grupo de WhatsApp y puede ver y leer todo, pero nunca comenta hasta que tocan algo que le importa. Así se siente Oriana ahora.
La piel de ambos amantes se pone de gallina.
—¡ORIANA! —grita su hermana, pero ya es tarde.
Su hermana menor dio una carrera directo a la casa.
—Andrea...—Ben está nervioso, destrozado.
—Espera, yo lo resuelvo.
Oriana corre con todas sus fuerzas directo a su habitación, sin importarle que en el camino se llevó a muchas personas y que un par de vasos con licor se derramaron en su ropa que tantas horas pasó escogiendo en la tienda del centro comercial.
Cierra con seguro la puerta y toma los chocolates que dejó hace pocos minutos sobre la cama, los destapa y comienza con su ritual de sanación.
Es algo retorcido, pero es lo único que la ha calmado. Y lo está retomando por la culpa de quién, nada más y nada menos, la incitó a caer en ello. Andy, sin saberlo fue la causante de las primeras arcadas de su hermana en el inodoro. Y hoy, será la causante de hacerla retomar el vicio.
En cuestiones de segundos, devoró cuatro barras de TOBLERONE de 100 gramos. Cinco barras de SNICKERS y dos de MILKY WAY.
Sus labios están llenos de chocolate, sus manos también y uno que otro trozo cayó en la alfombra favorita felpuda de su hermana.
La puerta de habitación suena y sale corriendo hasta el baño. Cierra la puerta con seguro y espera...
Nada.
Al parecer se equivocó.
Ben no la iba a seguir, a él le importa Andy. No ella, o es lo que se encarga de repetir en su mente Mía. Sabe que tiene razón, quizás Ben inició una relación con ella por mera lástima. O porque su hermana se lo pidió.
¿Quién iba a querer estar con una gorda que vomita?
Levanta la tapa del retrete y le da bienvenida a su antigua amiga: Mía. La deja hacer de las suyas, abusar de su cuerpo y mente, como siempre.
Arcada tras arcada, siente como libera todo el pecado. La culpa de haber ingerido todas esas calorías que la hacen tan feliz, en solo segundos. Aunque no pueda mantenerlas dentro, la están sanando. O eso sientes.
Con ésta enfermedad, prometes no hacerlo más. Pero siempre se siente mejor la recaída. Solo mientras purgas tu cuerpo, ya después ella sabe que la culpa la consumirá viva, pero ya no tiene a quién rendirle cuentas. Ben nunca fue auténtico con ella.
—Abre la puerta Oriana, sé que estás ahí y sé lo que estás haciendo...—escucha la voz autoritaria de Andy.
Se paraliza.
Pero de inmediato se relaja, ya le da igual.
¿Qué más pueden dañar de su vida?
Se pone de pie y abre.
—¿Qué quieres, hacer un trío? —le reta.
Andrea abre los ojos, no puede creer la actitud de su dulce y callada hermana.
—No... Solamente quiero hablarte —toma aire— como adultas.
—Es por eso, ¿no? Soy demasiado infantil para Ben. ¿O es por esto? —sostiene la piel de su barriga— Sí, debe ser esto... No todas nacimos así de delgadas.
—Estás mal, hablemos...
—No. Tuviste la oportunidad para decírmelo. Se supone que somos hermanas, eres una zorra traidora. Y yo en el fondo lo sabía... SIEMPRE LO SUPE, TU LE GUSTAS A BEN. NO YO —alza la voz en esa última frase.
—Sí—, solloza— tienes razón, soy una zorra. Soy la peor mierda del mundo, pero si me dejaras...—Andrea se ve interrumpida por una cachetada Oriana.
Queda un poco aturdida.
—No te imaginas cuánto deseaba hacer esto... No tienes idea...
Segundos después sus padres aparecen en la habitación. Las expresiones de su rostro, son un extraño y perverso poema. Son de miedo, con dolor y tristeza.
—Oriana, lávate el rostro. Tenemos qué hablar —ordena su padre.
Oriana expresa indiferencia, seguramente la van a castigar como siempre. Porque Andrea es inocente. Andrea nunca tiene la culpa.
Hace caso y lava su rostro.
Treinta minutos después
Se encuentran en el despacho con sus padres: Andrea y Oriana.
Martín todavía atiende la fiesta, tiene muchos invitados qué atender y tiene una reputación que cuidar. Una careta de que todo está bien, que debe enseñar.
—Expliquen...
—¿Qué es lo que saben...? —la duda aborda la voz de Andrea.
Su padre gira el monitor hasta las dos, y puede apreciar en la pantalla múltiples cuadros con imágenes de todas partes de la casa.
—¿Cámaras? —espeta Oriana con nerviosismo— ¿Desde cuándo?
Esa pregunta se ha vuelto parte de ella: ¿Desde cuándo?
—No estás en condiciones para preguntar...—reclama su madre.
—Eso es violación a la privacidad —refuta Andy exaltada.
—No, ésta es mí casa y mientras sean menores de edad y vivan aquí se atienen a mis reglas. Las dos tienen mucho qué explicar...—el padre de ambas se escucha muy enojado.
Apenas y puede respirar por la rabia.
—Bueno, no hay mucho que decir...—Andrea traga saliva.
—Sí, o sea está muy claro les explico—toma aire— mi propia hermana me robó a mi novio. Y yo soy una maldita gorda bulímica que sufre de depresión. Nada del otro mundo.
Y aunque aquel diálogo salió de su boca tan fácil, para ella han sido las palabras más difíciles que haya dicho jamás. Soltó tanto odio, veneno y dolor con esas palabras. Que no sabía la magnitud del monstruo que se había estado alimentando en su cuerpo desde hace tantos años.
—¿Ya ven? Lo siento, por lo de tu novio —Andrea se refiere a su hermana, la cual la ignora.
—¿Me llevarán a un loquero? —insiste ella.
—Eso... Hay que hablarlo.
—Bien —Oriana se acomoda en el asiento.
Tampoco esperaba una reacción distinta de parte de su familia, no es que ella les importe mucho. Ya sabe cómo terminará todo, hija prodigio será castigada sin salir. Y Oriana será la loca desquiciada que enviarán al psiquiatra.
—¿Sabes lo qué van a decir de esto?—su padre golpea el escritorio.
—Sí, claro que lo sé papá. Es por eso que me metía los dedos a escondidas, jamás me perdonaría que se regara la noticia de que una hija tuya vomita después de comer —responde con sarcasmo— ¿Sí sabrán que soy parte de ésta familia? Digo, porque soy invisible, fea y gorda. No encajo con el perfil.
Aquel miedo...
Esa baja autoestima que nutría su ansiedad...
Todo eso se acaba de esfumar.
Siempre, en su familia han estado al pendiente de sí mismos.
Andrea se levanta bruscamente de la silla y camina hasta la puerta.
—Ya no puedo seguir aquí, me sofoco.
—¡NO! —grita su madre— Tu te quedas...
—Pero yo no tengo nada qué hacer aquí, el problema es con ella...
—¡Oh, sí! —interviene su padre— En vista de su rara actitud, decidimos ver las grabaciones de hace meses atrás y no es primera vez que hacen esto. Ninguna de las dos.
Ambas se observan.
Andrea oculta algo. Algo más que el engaño con Ben.
¿Pero qué?
—Ambas irán por ayuda, ya que aquí no se les puede ayudar... Ya es tarde para hacerlo.
—No necesito ayuda, solo necesito una familia que sepa que existo —reta Oriana.
—¡Cállate! —ordena su madre— Harás lo que se te ordene.
—Bien, como siempre eso haré. ¿Ya me puedo ir? Y tranquilos, no me quedan más ganas de vomitar, sabiendo que van a estar viéndome.
Ambos padres asienten.
Andrea intenta seguir a su hermana para salir también de allí.
—Tu no...—escucha la voz de su padre.
Oriana se detiene por unos instantes, quizás la Oriana de hace unas horas se hubiera quedado para apoyar a su hermana. Así quizás, el castigo hubiera sido diferente...
Pero no.
Ya es momento de comenzarse a querer.
🍂
A la mañana siguiente, recién comenzando las vacaciones de verano. Su madre llamó a la puerta, durmió sola en la habitación, Andy nunca llegó de la plática con sus padres.
Le ordenaron hacer sus maletas y eso hizo.
Un chófer la estaba esperando en las afueras de la casa. Solamente recibió un largo abrazo de la persona que menos esperó: Martín. Con un ojo morado y un recado susurrado al oído:
—Descubrieron lo de Ben, por las cámaras... Su familia se lo llevó a Venezuela. No sin antes dejarle un golpe de recuerdo.
Una lágrima se derrama por sus ojos, abraza con fuerza a su hermano. Porque, aunque Ben la engañó con su propia hermana, siempre fue fiel a ella y al secreto. La ayudó a superar, al menos por un tiempo a esa gran ami-enemiga, Mía.
Subió a ese auto, y llegó al aeropuerto sin articular palabra.
—Señorita —la saca del ensimismamiento el chófer
—Dígame.
—Tenga, éste sobre se lo envían sus padres. Dijeron que debe entregarlo a la Doctora Alicia Taylor.
Frunce el ceño confundida.
—¿Quién es ella?
El chófer traga saliva.
—No se me permite hablar más, qué tenga un feliz viaje.
Se baja del auto y abre la puerta para que la joven baje, la ayuda con sus maletas y la acompaña hasta la entrada del aeropuerto.
Oriana se fue en un silencioso y triste viaje de una hora.
Al llegar, la esperaba otro chófer con un letrero dónde expresa su nombre.
—Hola —lo saluda amablemente.
—Mucho gusto.
Tras la recepción en el instituto Anarky. No ha cambiado mucho. Solo que no tiene esa serie de atracones, puesto que su método alimenticio está siendo monitoreado por especialistas.
Le quitaron todas sus pertenencias.
Ya tiene cinco meses aquí y se ha topado con su hermana un par de veces nada más. Fue una gran sorpresa saber que ella estaría aquí y mayor todavía cuando le preguntó a la Doctora Taylor el motivo. No sabía que la perfecta Andrea iba a parar en un loquero como éste.
Sintió alivio al saber que la perfección no existe.
Pero cada vez que tiene un sesión con la Doctora, observa su asqueroso reflejo en las puertas del ascensor... Y Mía aprovecha para atacar.
—¿Tienes hambre? ¿Quieres de mi taco? —le pregunta una chica que parece tímida. Pero de tímida no tiene nada.
—No puede—se entromete Jorge, el enfermero en la conversación.
Camila rodea los ojos.
—¿Quién eres?—espeta Oriana con el ceño fruncido.
—Me llamo Camila, ¿Y tú?
—Oriana...
Camila suelta una risita.
Están en un break, mientras llegan las personas que las van a maquillar para la primera entrevista del reality. Apenas ésta mañana estaban leyendo el contrato y ya los quieren como integrantes de circo.
—¿Qué te causa gracia?
—Oriana, es igual a orina.
Ambas ríen, pero Oriana recuerda algo...
—Por favor... No me digas así.
Camila detiene sus risas y se pone seria.
—Perdón, no quería...
—No... Es que así me decía mi hermana, cuando éramos pequeñas.
—¡Ow! Entiendo... ¿Y qué sucedió?
—Murió—baja la mirada ante semejante mentira.
Que no es del todo falsa. Andrea murió para ella el día que la vio besarse con Ben en el jardín de su casa.
—Oye, oye... ¿Están cotilleando sin mi?—se acerca a éstas Osmilda.
—Ella es Osmi—presenta Camila.
—Yo me puedo presentar—refuta la joven— sí, yo soy Osmi.
A Oriana le caen muy bien éste par de chicas chifladas.
—¿Qué nadie es normal aquí?—expresa.
—Lo normal está sobre valorado—interviene Nashell— Nashell.
Se presenta antes de que ésta pregunte quién es, puesto que vio las intenciones de hacerlo en su rostro.
—Veo que al fin se te da bien socializar —aparece Andy.
Oriana bufa.
—¿No entiendes qué no quiero estar cerca de ti?
—¿Y por qué tanto odio?—pregunta Osmilda— ¿Te robó a tu enfermero? He visto que tu—señala a Beta— y tu Oriana, tienen a los más buenazos.
Beta se aclara la garganta.
—Te lo regalo, si quieres—intenta hacerse la dura. Pero Jorge le atrae casi tanto como un par de tacones nuevos.
—Bien, tu lo dijiste ¿eh?
—No me extrañaría que también me quitara a mi enfermero—Oriana entrecierra los ojos y observa a Andy con odio.
—¿Podemos hablar, hermana?
—¡Espera! ¿Qué? ¿No había muerto?—Camila interviene confundida.
—Resucitó, como el demonio.
—¡CHICAS! ATENCIÓN...—aparece Vanessa— Llegó la hora de ponerse guapas.
Andy está muerta para ORINA. u.u ¡Qué mal, we! Les juro que yo no quería. Disculpen la demora, el internet en mi país es una real 💩. Pero lo prometido es deuda. Los amo. No prometeré actualizar más seguido, pero sí seguirlos llenando con amor. 💕
Espero que les gusta el vídeo de Porta. Y bueno, en el proceso encontré muchísimos vídeos relacionados a la Bulimia (MÍA). ¿Qué fuerte, no? Triste saber que hay chicas que no se aman tal y cómo son. No se dejen llevar por lo que dictamine una puta e inservible sociedad que ni sabe lo que quiere. La sociedad está a favor del que le convenga.
Tú como persona, debes estar a favor de tu salud. De tu bienestar, ¿okey?
Sean felices, coman lo que quieran siempre y cuando no les haga daño. Claro está. Tengan mucha precaución. Y agradezcan que al menos están vivos. Lo demás es regalía, en serio que sí. Se los dice una persona que a atravesado por graves cuadros depresivos, pero sigue adelante... PERO HEY, eso no va aquí jajaja. Jamás juzgues a otro, ni quieras minimizar su problema. Solo porque creas que el tuyo es peor. No ayudas haciendo eso, solo empeoras la situación. Mejor calla y escucha y ofrece una solución. Y sí lo que tienes qué decir, no es más que una CRÍTICA. Guarda tú comentario y sigue adelante. 💋
Como siempre, si ven algún error... Sigan adelante jajaja porque la verdad, he redactado toda la madrugada y me duelen los ojos ya de tanto intentar corregir. Hasta la vista. Baby's.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro