Alta autoestima
En una reconocida ciudad, de un reconocido país, nació una joven peculiar. En sus primeros meses de vida, actuaba como una nena más. Aprender a gatear, reír con sus padres y llorar cuando el hambre atacaba su estómago, eran cosas tan simples para una bebé tan "común" como ella.
Con el pasar del tiempo, dar sus primeros pasos y explorar la sensación de articular palabra, la fueron formando y haciendo una persona autóctona. Cada cosa que aprendía, la fortalecía. A su vez, su padres entendían que para la corta edad de la niña, era demasiado inteligente y avispada.
No fue sino hasta los dieciséis años que sus padres y amigos más cercanos, comenzaron a notar algo. Que antes no era tan severo. Afortunadamente, ella de salud física, estaba en perfectas condiciones.
Verán, muchas personas creen que tener una baja autoestima es un "problema". Y claro que es cierto, por supuesto que lo es. Pero, lo opuesto... Eso también lo es.
Tener el autoestima demasiado elevada, es algo contraproducente. Mientras que la baja autoestima, solo te ataca a ti, a ésta la podríamos considerar un enemigo silencioso. Una autoestima elevada, hace daño a la persona que la padece (aunque ésta crea que no es así), y por supuesto que a quiénes le rodean. Porque con autoestima alta, no tienes la sensibilidad necesaria para tratar a las demás personas. Sientes que el mundo gira a tu alrededor, y aunque sí, se supone que debe ser bueno sentirse así. No lo es. Te vuelve avaro, egoísta, terco, necio... Debemos saber que se necesita un equilibrio en lo que respecta al autoestima para poder vivir una vida plena, no debe ser tan alta. Pero tampoco baja.
—No tengo que ir a esa estúpida escuela, de gente enferma —chilla Beta a su Nana, Sol.
—Tienes que hacerlo mi niña, lo siento, pero es por tu bien.
Rodea sus negros ojos, mientras ambas preparan la maleta. Un mechón fastidioso de cabello cobrizo se ciñe a su labial rosa.
—Si quieren hacer algo por mi bien, me hubieran regalado un auto, el que pedí para mi graduación. Es lo mínimo que merezco.
—Ya sabes que eso y más te lo darán tus padres, pero primero debemos nivelar esa autoestima. Cuando vean que accediste y que eres una chica buena, te darán lo que quieras.
—Ajá.
Bufa.
Se tira en la cama, dejando que la Nana Sol haga el trabajo sola, porque después de todo para eso le pagan. Así piensa desde que tiene uso de razón. Y cree que es lo justo. Nadie la manda a esa mujer a no haber estudiado, su castigo por no querer superarse, es ese. Trabajar como criada.
Extiende sus pies sobre las sábanas sin importarle que lleva puestos sus tacos de plataforma. Después de todo, las personas del servicio deben lavar las sábanas cada seis horas. Órdenes de ella misma, un ser tan especial y de piel tan delicada como lo es la de Beta no debe tener contacto con gérmenes. Y aunque nadie pase a su habitación sin que ella lo autorice, considera que debe ser cuidada. Valorada. E idolatrada como la reina que es. Por algo nació entre semejante posición económica. La vida le da a cada quién lo que merece y ella merece eso, pero claro que no piensa solo quedarse con eso, siempre está en busca de más.
Es irónico como muchos atribuyen a Dios algo así, desde niña ha pensado que Dios no tiene nada que ver en los beneficios que como personas te has ganado. Hay quienes nacen para ser estrella y otros que nacen estrellados. Ella es más grande que el sol. Y eso no debe agradecérselo a Dios, es por ella misma.
Aunque en cierto punto, en lo más recóndito de su mente, no puede negar que le alegra mucho saber que experimentará algo nuevo yendo a ese lugar. Al fin verá personas nuevas, que posiblemente estén locos y tengan problemas reales, frágiles y sentimentales. Porque para ella, padecer de autoestima alta como dice la psicóloga, es lo mejor del mundo. Ni siquiera lo ve como un padecimiento y menos, algo de qué preocuparse. Jamás ha tenido que preocuparse por su aspecto, porque sabe que es hermosa. Ni por su dinero, porque tiene todo el que quiere. Y muchísimo menos por tener amigos, porque le sobra y le basta con ella misma. Sus sobrinos, no la soportan, porque nadie está preparado para una persona de semejante calibre. Y con eso, quiere decir que no todos saben apreciar algo bueno. Hay quienes son alérgicos al oro y la plata, aunque no lo crean. Y ella piensa que sus familiares y examigos son de ese tipo de gente.
Lleva semanas pensando que en esa escuela para locos, tendrá a quiénes fastidiar para ella sentirse mejor, y lo más probable esa parte que más le fascina es, que la mayoría de esas personas son de menos recursos económicos que los de ella. Como todos a los que ha conocido. Nunca ha conocido a alguien mejor o siquiera igual a ella, y eso la tan hace feliz. El simple hecho de saber que nada ni nadie, se pueda comparar con lo fabulosa que es. Y con todo lo que tiene, los lujos, los viajes que ha hecho a su corta edad y claro que todo el dinero que carga en su cuenta sin tener la necesidad de trabajar.
Cuando alguien le dice que está mal su actitud, Beta solo le limita a reírse en su cara. Porque sabe y comprende los complejos de la gente, no todos se aceptan como son, y tienen que lidiar con eso. Esa idea los amarga, y arremeten contra ella, que es una persona que sí lo tiene todo y sabe lo que vale y qué merece. Nació hermosa y con todo lo que se merece. Nunca se ha tenido que esforzar por nada, y eso explica porqué muchos la envidian.
—Listo, tenemos que irnos.
La Nana Sol deja caer las rueditas de la maleta sobre el perfecto y pulido suelo de madera de su habitación. Madera seleccionada por ella misma, y pulida tres veces al día. Por órdenes de ella, también. Es la habitación más grande de la mansión, se supone que debería ser de sus padres, pero ella hizo todo lo que se pudo para que se la dieran. Al fin y al cabo, si sus padres se la pasan trabajando, ella debe encargarse de sí misma.
Tiene un lema de vida: Nadie es tan fabuloso como Beta, ni la misma Beta.
—Bien, llévala al auto, bajo en unos segundos.
La Nana hace caso a su orden con mucha nostalgia en su ser. Aunque no se lo demuestre, lleva dieciocho años cuidando de la joven, en los cuáles, aunque nadie la soporte ya. Ni sus propios progenitores. Sol sí, la ama como nadie de la familia se imagina. Es esa hija que no pudo tener por dedicarse a trabajar, y aunque sea malcriada y muy soberbia... Le duele el hecho de que vaya a un Sanatorio para ver si consiguen alguna cura para una situación que se pudo evitar sí sus padres le hubieran prestado un poco más de atención. A veces, las cosas materiales, no complementan, ni llenan al espíritu. Lo devalúan más.
Ser tan testaruda y egocéntrica, le ha costado demasiado a la pobre chica. Para la Nana Sol, en el fondo, Beta es muy buena persona. Y todas las noches reza para que ella pueda ser una persona normal, humilde y caritativa. Porque la humildad, no es sinónimo de pobreza. Es amabilidad, discreción.
Beta, ya quedando sola en su habitación. Decide esconder una carta. Nunca ha sentido la necesidad de estar con sus padres a diario, de hecho, la razón por la que ella sea así. Es porque ellos nunca estuvieron ahí para escucharla o atenderla cuando necesitaba algo. Justificó a la psicóloga, en su primera sesión que su alta autoestima se debe a la relación entre ella y sus padres. Siempre se mantiene diciendo así misma que ese es su escudo para no tener que demostrar esos tontos e inservibles sentimientos. Y que no necesita de nadie para ser feliz, ni para estar conforme con sigo misma.
Esconde muy bien la carta, en un lugar que solo ella sabrá, aplica un poco de perfume Carolina Herrera en sus muñecas y sale de la habitación con el sonido de sus tacos impregnando el ambiente silencioso de la mansión, con su tamborileo.
🚘
El viaje hasta el Instituto duró unas tres horas, aproximadamente. Tomó un vuelo privado de dos horas, y el chófer que ya la esperaba en las afueras del aeropuerto, manejó otra hora más. Al bajar del auto, sostiene muy bien la carpeta de color rosa, con los papeles firmados por sus padres, donde aceptan el ingreso de la joven al sanatorio y una hoja, donde refieren que su representante legal mientras ella se encuentre allí interna, será su Nana...
Otra razón para odiar a sus padres, no tienen las bolas para hacerse cargo de ella y ésta mierda que ellos mismos le han hecho. Son los causantes de éste mal y ahora no quieren dar la cara.
—Buenos días, Beta —esboza esa idiota con sonrisa de comercial de crema de dientes, la señora esa con bata blanca que la ha visto en varias ocasiones en sus sesiones privadas.
Como notarán, a Beta le caen mal todo tipo de Doctores. Sabe que solo son buitres hipócritas que al mismo instante de verte, conocen tú padecimiento, mientras que te sacan el dinero con los "tratamientos" y días de "terapia". En lugar de ofrecerte una cura de manera directa. Nada mejor que ahorrarse tiempo y esfuerzos.
—Buen día —saluda descuidada, mientras observa su manicura.
Cuando al fin nota que, la Doctora le está extendiendo la mano derecha para saludarla.
Ella la estrecha rápido y en un gesto leve la suelta. No quiere tener mucho contacto con ella. Gérmenes.
—¿Ahora qué prosigue? —insiste la joven Beta.
—Muy bien, Jorge —señala a uno de los enfermeros—, te llevará a la que será tu nueva habitación, por todo éste tiempo. Te daré un tiempo para que la adaptes a tu estilo, y pasaré por allí en un par de horas, mientras recibo a otro par de pacientes. ¿Alguna duda hasta ahora?
—Ahm, ¿No?
¿Qué duda puede tener? Se concentra.
¿Por qué sus padres la envían a un manicomio?, es la pregunta que no deja de pasar por sus pensamientos. Pero esa pregunta en particular no la puede generar, al menos no ahora.
Porque, aunque la fachada del instituto Anarky, es espectacular... No habrá nada que le haga cambiar de opinión al respecto, de lo mal que seguramente la pasará. Pero, ella es más inteligente que todos. Si les hace creer que ha superado su dichoso problema, será súper sencillo salir de ese apestoso lugar.
—Vamos —Jorge, el enfermero, toma las cosas de la joven y la guía hasta el ascensor.
Ella lo sigue y cuando las puertas están cerrando, observa como una chica de cabello negro y ojos enormes castaños entra por la puerta que ella atravesó hace unos segundos, está muy herida. Tiene cortes en muchas partes de sus brazos y rostro. Por lo poco que puede apreciar, dichos golpes están recientes, porque la sangre que brota de ellos, luce fresca. Inclusive, tiene algunas vendas que denotan lo reciente de su accidente, o lo que sea que le haya sucedido.
Beta frunce el ceño, cuando queda observando su reflejo en la puerta plateada del ascensor.
—¿Aquí viene gente de toda clase? —pregunta al enfermero.
La duda la consume, al parecer, éste es un loquero distinto.
—¿A qué te refieres?
—Esa chica —señala las puertas, aunque estén cerradas y ya no estén en el primer piso del lugar.
—Aquí solo vienen personas con problemas de carácter psicológicos. Cosas que no han podido superar, cosas que no admiten que tienen —hace énfasis en esas últimas palabras y la observa— y cosas que saben que tienen, pero aún así no las superan.
—Okey, ¿Y qué debo hacer para salir de aquí cuánto antes?
El enfermero bufa. No es la primera persona que hace esa pregunta, y tampoco será la última.
—En tu caso—coloca su dedo índice en sus labios, pensando— admite lo que tienes, pero hazlo de verdad. El programa de la Dra. Taylor está hecho para descubrir cuando los pacientes mienten, o sea, cuando se la quieren dar de listos—. Le guiña un ojo—Así que... Sí tienes en mente fingir que la terapia te está ayudando, y que estás bien, pero no es así... Desde el principio te digo que vas mal. Fingir no ayuda aquí, aquí tienes que ser real. Esto es Anarky. O eres una sola cara, o no saldrás viva de aquí.
Beta rodea los ojos, sigue observando su apuesto reflejo en esas puertas que parecen espejo. Extrañamente, para ser un ascensor no tiene espejo. Lo único que causa reflejo son esas hermosas y brillosas puertas.
La luz led en la parte superior, indica el número seis. Ese es su piso.
—Llegamos —anuncia Jorge.
Bajan de allí y la lleva hasta el final del pasillo.
—Éste es el piso rojo. Hemos clasificado los pisos por colores. Y las habitaciones, en letras. Te corresponde la rojo A.
Saca una llave electrónica de su bata azul, y la introduce.
—Adelante —ella pasa y observa lo que será su nueva habitación, quién sabe por cuánto tiempo.
—Es...—dice mientras la observa de arriba hasta abajo— horrenda. No quiero ésta.
El enfermero, deja aflorar una sonrisa en sus labios. Ciertamente ésta chica tiene problemas. Coloca la maleta de Beta sobre la cama. Y sin prestar atención a las quejas de la muchacha, continúa:
—¿Siguieron las normas, no? —apunta a la valija— Nada de espejos, ni objetos filosos que puedan ser utilizados en caso de algún daño físico.
Beta asiente.
—Por favor, abre la maleta. Tengo que asegurarme.
Rodeando los ojos, la chica hace caso.
Sus tacos resuenan en el suelo de cerámica recién pulido, Jorge sigue sus pies con la mirada ya tiene lista su primera objeción. Una vez en el borde la cama, Beta abre la maleta.
La pregunta que se hace justo ahora es: ¿Qué no le pagan a él para que haga todo eso?
—¿Ves? —dice mientras levanta la solapa de la maleta.
Jorge camina hasta ella. Sostiene la maleta y la vuelca sobre la cama. Causando que el contenido caiga por todos lados. Alguna que otra prenda cae en el suelo, mientras que las demás se desordenan sobre la cama. Varios juegos de tacones de plataforma, de todos los colores se esparcen de aquí para allá.
—¡Oye! ¿Qué haces?—reclama ella cuando ve que el joven se agacha y los toma.
—Esto —dice mientras recoge todos los tacones y los almacena en una enorme bolsa negra, que tenía doblada en su bolsillo— se quedará conmigo. Y esos...
Señala sus pies.
—¿Qué? Ni lo sueñes. No dijeron nada de lo tacones...
—Cuando tus padres firmaron, aceptaron que deberíamos hacer todo lo que fuera necesario por mejorar tu situación. Por asegurar tu paz mental, usando tacones todo el día, no solo no tendrás paz. Sino que perturbaras a tus compañeros. Y por sino sabes... Los tacones también son un arma punzo penetrante.
—Pero los necesito.
—¿Ah, si?
—Sí.
Para sacarte los ojos, piensa la chica.
—¿Acaso no estás conforme con tu estatura? Pensaba que las personas con autoestima alta, se amaban a sí mismas, sin importarles nada. Ningún defecto que tengan.
—Yo... ¿Qué dices? No tengo ningún defecto, soy perfecta —pero en cuestión de segundos Beta comprende. Es psicología inversa, se dice—. Tienes razón, ten.
Desata los tacones de sus tobillos y los entrega sin chistar. Aunque tal acto le duele en el alma, hará lo posible por salir de allí lo más pronto posible y recuperar su apreciada vida.
—Gracias —dice el enfermero.
El cual da vuelta y queda de pie, sosteniendo el pomo de la puerta.
—Por cierto, deberías aprender a mentir mejor... No se te da bien eso, tampoco.
Notó que ella no estaba de acuerdo.
Notó que lo quiere fulminar.
Y también notó que en cualquier momento, ella se quebrará.
A ver queridos lectores...
La lógica de la Doctora Alicia es...
Lo que ella quiere con éste Sanatorio, es que los pacientes superen sus problemas imponiendo los mismos temores o traumas por los que han entrado allí.
Beta usa tacones, no porque sea bajita. Sino porque se siente bien con ellos. Pero su autoestima alta, es contraproducente para ella. Así que, Jorge irá sembrando dudas con respecto a su físico y todas las cosas que ella considera bien de ella. Con el fin de hacerle ver, que es igual a todos. No es más, tampoco menos. Simplemente es igual a cualquier ser humano. Alardear ser la mejor y ser perfecta no le sirve de nada sino admite que como todos, tiene defectos y virtudes.
Aunque lo de los tacones no le afectó tanto, ya Jorge le sembró la semilla de la duda.
Cada día ella se evaluará físicamente con eso que él acaba de decirle y otras cosas más que irá añadiendo, o eso intentará, ya que no tiene espejos. No tendrá maquillajes... Nada que pueda taparla de su verdadero yo.
Esa tarde, Beta se tumbó en la cama, analizando sus pies descalzos y la manicura que hay en ellos. Se preguntó miles de veces, ¿Por qué sus padres no la aceptaban así?
¿Era entonces una fachada todo eso de la autoestima alta? ¿Será que es al contrario? Que su autoestima está por los suelos, pero no quiere demostrarlo...
La han hecho salir de su habitación, según le comentó Jorge, hay un anuncio especial para todos.
—¿Quiénes son todos? ¿Otra reunión con esos chicos raros? —suelta ella al enfermero cuando están bajando en el ascensor.
—Ya lo sabrás...—responde éste sin siquiera observarla.
Hay ciertos gestos que le perturban, pero ha aprendido a disimular cuanto les molestan, pero aún los odia. Y que él no la mire, que la ignore...
Eso la mata.
¿Acaso ya no es tan fabulosa como lo era hace ocho meses?
De un tiempo para acá... Ya no llama la atención de nadie, ni de nada. Su cabello descuidado. Sus uñas sin tintura. Estar tan bajita.
Todo aquello ha sido una tortura, ni siquiera tiene a quién presumirle su dinero. Sus lujos. Han hecho de ella alguien tan nulo e insignificante que el saber que puede ser considerada un ser humano más...
Una enferma más en este sanatorio...
Otra chica rota, esperando que la cosan.
—Exijo una respuesta—se altera.
—Así no ganarás nada, recuérdalo... Aquí, no eres nadie—le guiña un ojo Jorge.
Beta lo observa a través del reflejo de las puertas del ascensor.
Rodea los ojos.
Hasta ese horrendo uniforme la hace lucir fea.
—Adelante—el enfermero hace ademán para que ella baje del ascensor.
Beta hace caso, pero Jorge no la acompaña.
—¡Hey! ¿Y tu?
—Debo ir a buscar a los demás pacientes, estarás bien. Última puerta, a mano izquierda.
Las puertas del ascensor se cierran, dejando a una joven de ya, diecinueve años completamente confundida.
Sigue las instrucciones del enfermero y al abrir la puerta, se consigue con cuatro chicos. Dos de ellos varones y las otras dos, por supuesto que chicas.
Pasa, sin siquiera saludar. No es que le importe.
—¿Sabes por qué nos trajeron aquí?—pregunta uno de los chicos cuando la ve entrar.
Es alto, con anteojos y cabello oscuro.
Su nombre es José Carlos, tiene allí unos seis meses. Pero afuera de Anarky todos lo conocen por Charly.
—No—responde con voz apenas audible.
La norma que se inculcó Beta desde el principio fue que no le iba a hablar a nadie de ese loquero. Porque ella no se relaciona con locos.
—Seguramente nos darán de alta—expresa Alexa.
—Me encanta la esperanza que le pones a esto—añade Andrea.
—¿Por qué no es probable que nos den de alta?—espeta Abdón.
—Porque ninguno de los que ha entrado, ha salido. ¿Qué no investigaste antes de venir?
Abdón la observa fijamente por unos pocos segundos y luego se encoge de hombros.
—¿Sabes? De algo hay que vivir.
—No vivan de esperanzas, eso es para gente inferior—ésta vez Beta habla lo suficientemente alto como para que todos la escuchen.
—¡Oye! Tener esperanza no me hace inferior, al contrario...—reclama Charly.
—¿Qué? ¿Más gente?—recrimina Oriana cuando entra a la habitación.
—Oriana—la saluda Andrea, pero la chica la ignora por completo.
Lleva meses ignorando a su hermana Andrea, ya que por su culpa también cayó en ese internado.
—¿Se conocen?—indaga Beta— Pensaba que aquí nadie tendría algo en común.
—Hay chicos que se conocen, inclusive me enteré el otro día, que algunos hasta fueron novios—interviene Alexa.
En la cabeza de Beta no cabe semejante idea, dos personas que fueron algo. Terminando en el mismo loquero.
Es la idea más chiflada.
Mientras los demás intentan saber el porqué de la reunión Andrea se ubica al lado de su hermana menor.
—¿Podemos hablar?—pregunta Andrea a su hermana Oriana, no le importa que ésta la ignore como cuando eran niñas.
Lo único que quiere es resolver los problemas que hay entre ambas.
—Si no quieres que grite como una loca desmedida, quítate de al lado. No tenemos nada de qué hablar.
—Buenas...—saluda Cristina al ingresar en la sala.
Y así poco a poco se fue llenando la sala de reuniones del Instituto Anarky.
El objetivo de la Doctora Taylor, es ofrecerles una solución a sus pacientes.
Durante la reunión anterior, lo que se acordó fue que todos fueran una especie de retiro. Para poder canalizar si sus problemas, esos padecimientos tan retorcidos que los acarrean ya han sido solventados.
Pero resulta que la reunión fue interrumpida por el anuncio de su asistente, a través de uno de los parlantes. Con un tal código marrón.
Muchos quedaron confusos, otros simplemente ni siquiera consideraron importante tal conferencia.
No fue sino hasta hoy, ya unos cuántos días después, en su cita semanal con la Doctora que Beta pudo saber bien adónde iba toda esa loca idea del retiro.
—¿Cómo estás el día de hoy?—pregunta la Dra. desde su asiento de cuero.
Beta sabe que es una simple y tonta pregunta.
¿Cómo iba a estar alguien que tiene ocho meses allí encerrada?
Por supuesto que Beta debe estar queriéndose halar los cabellos.
—Bien... Ya sabe, agradeciéndole a Dios por cada día—esboza una forzada sonrisa.
Aquella mentira es la que sus labios articulan desde hace unos cinco meses, cuando comprendió que debe demostrar su cambio por fuera y muchísimo más fingirlo por dentro.
Beta en el fondo, sigue siendo la misma niña que se idolatra a sí. Pero ante los demás, en ese horrible instituto, es lo que sea que ellos quieren que sea.
—Hemos hablado con la Señorita Sol, y nos dijo que lo que tu decidas con respecto al reality estará bien para ella.
—¿Reality?—se asombra Beta.
Hace unos días la Dra. Taylor solo dijo que sería un retiro.
—Ah, sí... Ha ocurrido un cambio, un tanto leve...—traga saliva.
—¿Cuál?—Beta se acomoda en la silla.
—Pues... Hemos decidido darle un giro más... ¿Emocionante?—la Dra. luce un tanto alterada. Un mechón de cabello rebelde se escapa de su perfecto y alisado moño.
—¿Qué es emocionante? Explíqueme—respira profundo y añade— Por favor.
—Supongo que conoces qué es un reality show, ¿no?—la joven asiente— Bien, hemos recibido la llamada de un canal televisivo muy importante a nivel mundial... Ellos nos ofrecieron que trasmitiéramos sus avances en la TV y en la web. En vivo y directo, a nivel mundial.
—¿Y qué ganaría yo con todo eso?
Siempre la avaricia aflora en estos casos.
—Eso lo sabrás en unos minutos, tendremos una reunión con él productor. Solo firma aquí—, extiende la típica planilla que indica que se reunieron en su sesión habitual de la semana, Beta hace caso y firma—ahora vamos.
Se ponen de pie y salen de la oficina.
Una vez todos reunidos en la famosa sala de sesiones grupales del instituto Anarky. El productor ejecutivo Nicanor Ortega, hace acto de presencia. Se asombra al notar a casi cincuenta chicos de diversos países y culturas. Todos con una cosa en común: están rotos. Y necesitan alguien que los cosa. Con solo ver sus rostros, ya puede comprender un poco el lema de la Dra. Alicia. "Siempre hay un roto, para un descosido".
—Buena tardes, jóvenes—todos contestan al unísono al observar las señas que hace la Dra. Taylor detrás del apuesto Sr.—Mi nombre es Nicanor, y como muchos saben y otros no, soy productor ejecutivo del canal The Show's. Por un afortunado y curioso desastre, los conocí.
Suelta una carcajada.
Varios de los chicos presentes abren los ojos como platos.
—¿Cómo es eso?—espeta Sofi.
—Mi culpa—Vanessa, quien dejó de ser asistente de la Dra. la semana pasada tan solo por unas horas, levanta su mano dejando al descubierto sus coloradas mejillas.
A Naim siempre le gustó esa chica. Pero jamás ha sido capaz de pasar más allá de un "hola, buenas tardes. ¿Se encuentra la Dra. Taylor?" aunque sabe muy bien, que cuando tiene sus citas semanales con la Dra. es porque la misma se encuentra en su oficina esperando por él.
—¿Qué hace usted aquí en éste manicomio?—indaga Osmilda.
La curiosidad es su mejor amiga en estos instantes, de los seis meses que tiene aquí, lo único fabuloso que ha sucedido es que Vanessa, la asistente haya dejado las puertas de las habitaciones abiertas y haber podido explorar el instituto de noche. Deseando que su hermano estuviera con ella para que admirara el esplendoroso paisaje que los rodea a quiénes redicen en el lugar.
—Muy bien—, el productor comienza a dar vueltas por la sala sin dejar de ser observado por la audiencia—¿Quién dijo que la gente que aparece en los reality's son personas comunes?
—Ahm... Nadie, más bien dicen que eso es para personas con cojones—opina Camila, recibe una mirada recriminadora de la Dra.
Camila pone los ojos en blanco, está cansada de las estúpidas normas que ponen los estúpidos adultos.
—Ésta reunión, no hubiera sido posible, si la Dra. Alicia no hubiera hablado con sus padres y representantes. La mayoría al principio estaban reacios de que ustedes—señala al público— sus hijos, salgan en la TV alimentando los placeres y el pecado por el cual están hoy en día internos aquí. Pero...—levanta su dedo índice— Cuando les hablé de lo que se pueden ganar gracias a esto...
—Todos cambiaron de opinión—interrumpe Paola.
La joven habla con voz monótona. Ya sabía que sus padres iban a acceder que ella hiciera lo que sea, si a cambio ellos se lucran. Ni siquiera les importa que tenga que aparecer disfrazada de mono en un programa en vivo, siempre y cuando puedan sacar una buena tajada de todo eso.
—Exactamente.
—Por la plata baila el mono—expresa Naila.
—Puede que sí—. Concluye Nicanor—Veo que muchos de ustedes son diamantes en bruto para la TV. Estoy seguro de que solo hará falta pulirlos.
—¿Acaso somos parte del piso, cariño?—pregunta Ángel, el raro chico gay del grupo.
—No solo el suelo se pule, bobo—refuta Luisanna.
—Bien, damas y caballeros—la Dra. Alicia toma el mando de la situación— éstas son las condiciones del reality. Nada cambiará con respecto a lo que les he mencionado del retiro, solo serán grabados en el transcurso del mismo, con fines médicos, por supuesto.
Pero sus ojos denotan un brillo.
No se sabe bien si se debe a la codicia, o al poder que siente en estos momentos.
—Vanessa, por favor reparte a los chicos el acuerdo televisivo—le ofrece a la rubia una carpeta de color verde con múltiples papeles.
—¿Firmaremos un contrato?—se anima a hablarle Naim.
Vanessa le entrega las hojas previamente engrapadas y asiente, sin prestarle mucha atención al chico.
—¿Segura de qué nuestros padres aceptan esto?—espeta César.
Todavía no puede creer que su familia permita que los demás, el resto del mundo lo vea en vivo y directo.
—Como ya se les dijo, sus padres y representantes aceptan que estén en dicho reality. Así que, con o sin su consentimiento, participarán.
—¡Huy, sí! Prácticamente es un sí o sí—susurra Bárbara a su compañera de lugar, Karelin.
Karelin sonríe, atrayendo la atención de Jaron. La chica retira rápido la mirada de encima de él. Prometió no mirar jamás a ningún chico.
—¿Todos tienen su acuerdo en las manos?—pregunta la Dra. Taylor.
Asienten, de nuevo al unísono.
—Excelente, vamos a leerlo en voz alta. Juntos.
Aquella petición le parece tan ilógica a Beta, pero como todos los presentes, también se muere por saber qué les depara ese supuesto Reality.
Lo prometido es deuda, publicando el 01 de marzo a las 00:00hrs (horario VENEZUELA). Cinco mil palabras (o más) cargadas de poder, amor y mucha emoción. Espero que éste primer Cap. les haya gustado y que estén tan conformes como yo lo estoy ahora.
¿Les gusta Aerosmith? Espero que hayan leído con la canción de fondo, la verdad ni siquiera sabía de qué iba la canción y no se sí se relacione mucho con el Cap. pero quise añadirla por el nombre y claro está, por el vídeo.
Quiero hacerles una preguntita... ¿Conocen a alguien con el autoestima alta? ¿Quién? ¿Consideran qué es contraproducente?
Una cosa más, no olviden votar. Comentar y no dejen de participar en los The Anarky's Awards 2018. Los primeros premios del movimientoanarky, realizados con mucho amor y entusiasmo para todos, por las personitas que aparecen en ésta historia. Así comenzamos con ésta locura que espero que tarde mucho en terminarse. Los amo😎
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