Capítulo XIII. Liminaridad y engaño
Ambientación: A Little Warmth - Tobias Lilja para Little Nightmares II y Let. Me. Out. (The Nightmare II) - Brandon Boone para Slay the Princess
Continuación del Día 2/Segundo bucle
Después de cerciorarnos de que un sol entero había desaparecido, otros detalles extraños del nuevo entorno comenzaron a hacerse evidentes. El primero fue que la apariencia general de todo adquirió un subtono sutil de antigüedad: el aire inusualmente estancado, cargado de un olor a óxido, tenía demasiada presencia. Casi pensamos que Prehensio ahora debía de ser un planeta por completo, inhóspito. Entonces llegó el segundo detalle.
—Estemundo... Ha vuelto a morir —dijo Anant, con una voz apagada y ronca.
Luego, susurró lo que sonó como «Estoy en casa». Antes de que pudiera comentar sobre eso, como si la vida buscara probarle lo mal que estaba, la mina debajo de nosotras comenzó a reactivarse. Curiosamente, acercarnos al taladro no había sido una tarea muy complicada, no sólo porque estuviera tan lejos del suelo y por ende poco vigilado a esa altura, sino que además los centinelas a nivel del suelo y otros vigilantes mecánicos se habían "congelado" en sus sitios. Por la prisa que traíamos, una vez más no me detuve a pensar en lo inusual que fue encontrar a varios centinelas "volando" sin hacer un solo ruido de maquinaria o moviéndose ligeramente para compensar sus movimientos. Casi parecía... Que habían sido congelados en el tiempo.
Ahora, misteriosamente, la actividad esperada de una zona tan vigilada se hacía eco cuando Anant susurró aquellas palabras. Incluso el aire estancado comenzó a moverse, convirtiéndose en un viento frío y seco, que llevaba consigo un sonido combinado de metal oxidado chirriante y fragmentos de madera y roca quebrándose con lenta seguridad. Sin embargo, no era con el mismo ritmo que el día anterior. Los centinelas ahora no se movían como si estuvieran en perfecto funcionamiento, porque incluso desde allá arriba, podía apreciarse como algunos tenían unas cuantas chispas saliendo de ellos, mientras otros cuántos colisionaban con simples obstáculos como una antena de transmisión, para luego intentar seguir su patrulla y repetir el ciclo.
Las excavadoras con las que mi esposa había tenido un no tan placentero encuentro el día anterior, tenían también las suficientes fallas para que una cayera en un pozo, y otras no fueran capaces de moverse en la profunda capa de nieve. Las quejas de sus engranajes y gritos de sus resortes se hicieron notar de inmediato. ¿Cómo intuimos que estábamos atrapadas en un bucle si todo era tan diferente? Porque nada es lo que parece.
Seguí observando el rostro de Anant cuando ella miraba hacia la mina fijamente. Esperaba a que decidiera nuestro próximo paso, y con el ceño fruncido demandó:
—Ekho.¿Qué sabes sobre esto? Es evidente que no nos trajiste a este lugar sólo por uncapricho —terminó por decir con molestia, volteando hacia mi—. ¿Qué escondes?
Una expresión híbrida de decepción y brillos de hostilidad comenzó a formarse en mi amada. Supe que esta vez, no debía de dejarme llevar por el caos de ese mundo, si no quería seguir lastimando sus sentimientos.
—No estoy segura de por qué pude hacerlo... Pero antes de despertar aquí, luego de que perdiste la consciencia al acabar con Alétheia, vi momentos de la historia de algún lugar. No eran de tu natal Hydor, porque el mundo que creí haber visto, no era completamente azul; y lo único que conocí como "misterio del vacío" fueron puntos brillantes... O lo que tú llamas estrellas. Y cuando lo supe, me encontré mirando al cielo rosa-anaranjado, y a todas esas cosas altas y oscuras que ayer dominaban todo a nuestro alrededor. Algo en esa vista y la de sus partes caídas, muertas y descompuestas, me hicieron sentir algo. Confusión, tal vez. Y es que las cosas no se veían como esas visiones en mi inconsciencia, me hicieron esperar. ¿Sabes qué más pude ver en ellas? A ti adentrándote en las oscuras sombras de esas cosas altas, y tocando a esa mole de metal —le expliqué.
El mismo malestar que me aquejó el día anterior, ver la incompatibilidad del pasado y el presente, y tener que tolerarla con mi recién adquirida mente pensante, la que aún estaba aprendiendo a usar, volvió para atormentarme.
—¿Fue por eso que te apresuraste hacia mí? ¿Porque ya presentías que había algo malo con este mundo? —preguntó ella con palpable molestia. Tomó mi mano y la apretó con cada vez más fuerza—. ¿Y aun así decidiste no decir nada sobre ello cuando sugerí quedarnos a explorar este lugar en esa cima ayer? ¡¿La misma que ahora está llena de hielo y cadáveres ennegrecidos?!
Algo en mi mente vacía me estaba señalando que, de ser una criatura con un cuerpo físico normal, esa presión debía de empezar a doler más y más. Pero mi responsabilidad de quitar el peso de la decepción y enojo, de los hombros de la dueña de mi ser, era más ingente que lidiar con mis dolencias imaginarias.
—No...No lo sabía —respondí, al tiempo que no sólo forzaba a los ecos en mi cabeza atener sentido, si no a recuperar sus apariencias originales por igual. Entré a una metafórica lucha por balancearmeen la cuerda floja invisible de la hipersensibilidad y la apatía—. Theia, lolamento, en verdad no lo sabía... Cuando supe que podías estar en una malasituación, no pensé más allá de ir a ayudarte. Es todo en lo que he pensadodesde que nos conocimos. Lo siento...
«Lo que vi fue a esas cosas altas y frondosas cambiar de forma sin cesar con los años. Crecían erráticamente: apareciendo y esfumándose mientras violentos tiempos antiguos, y otros más amenos, volvían a la vida cíclicamente. Flujos de material ardiente reptaban hacia todas partes, creando murallas de luz y calor como las de ayer. Gases incandescentes salían de ellos, y una onda formada de aire y escombros derribaba todo a su paso. En seguida, en un solitario y frío alrededor como este, un gran cuerpo de agua cristalino y amurallado por los restos de la montaña furiosa que había pintado de negro el cielo momentos antes, y glaciares colosales, clamó las vidas de todas las criaturas que hayan estado en el paso de su ola cuando dicha muralla de hielo colapsó. Para luego, aparecer un gran desierto caliente de cadáveres de las últimas formas de vida masivas y móviles, preparando el paisaje para el retorno de la vegetación sobre esas memorias. Hubo un cielo lleno de vientos de colores que besaban la tierra desolada expectante, aunada a la llegada de una civilización ajena deseosa de tomar el corazón de ˈθiːə», le confesé a Anant en un frenesí.
No sabía el qué, pero algo en mi forma sufrió un cambio temporal estrepitoso: porque cuando lo supe, ella ya había soltado mi mano y su lenguaje corporal... Era ilegible. Una emoción desconocida hasta entonces para ambas, logró arrastrarse por un pequeño hueco hasta llegar a nosotras. Una mísera sensación primitiva y perdurable. Y como muchas cosas, reafirmaba que "nada es lo que parece". No el bucle. No mi cuerpo.
Noté que Anant intentaba disimular la dirección en la que alternaba su mirada con la mía; mientras me decía de su decisión de adentrarnos en el complejo de túneles y cavernas en el que, yo había visto en los ecos, estaba el centro de comando de todo el complejo. Por ende, no le presté un gran esfuerzo de contemplación a su acción; pues el agujero sin fondo que teníamos debajo, ese que el taladro cavaba lentamente para llegar al núcleo de Prehensio, dejaba salir una ligera bocanada de aire. Casi como si respirara.
Al señalar con mi mano derecha el pequeño edificio que contenía la entrada al sistema subterráneo, vi que mi mano en algún momento fue atravesada por unas rupturas paralelas muy finas. Semejantes a las de un cristal debilitado, destinado a quebrarse.
Ambientación: The Red Gate, Safe Room y Falke's Theme - 1000 Eyes, Tom Schley y Cicada Sirens para Singalis
"Un, dos, tres. Pongamos esa puerta de revés... Vuela, canta, baila. ¿Y los pasos sobre los que no podemos volver?"
Esta vez no intentamos escabullirnos. Bajamos y atravesamos el campo de máquinas sin preocupación. Todas idas, todas esperando no tener que seguir intentando. Sus ruidos de engranaje sonaban más y más afines a pequeños sollozos de cansancio. Incluso cosas tan faltas de vida como obreros sintéticos, parecían tener sentimientos encontrados... Exhalando sus bocanadas de humo en intervalos que no paraban decrecer. No pudimos verlo, pero no hay duda de que exhalaron sus últimos "respiros" en algún momento del día.
Los centinelas sobre nuestras cabezas vagaban como fantasmas en el aire.
No había nada especial sobre la "torre" que resguardaba la entrada al subterráneo. Su estructura e integridad eran equivalentes a las de un almacén glorificado, pues los "años" se habían llevado una parte del techo. También algunos fragmentos de las paredes. De no ser por el material del que estaba hecho: láminas de metal que en antaño pudieron estar protegidas por algo más sofisticado —las misteriosas líneas rectas sin propósito aparente nos lo hicieron sospechar—; cualquiera hubiera podido decir que ese pequeño edificio y el gloriosamente avanzado taladro suspendido, no habían sido construidos y puestos por la misma multitud. Incluso mi esposa, quien jamás había visto semejantes estructuras, lo pensó.
—Ekho,cariño. ¿Podrías haberte equivocado sobre la antigüedad de estos objetos? —preguntó. Con su mano, seguía laslíneas en las paredes.
Mi respuesta, fue mi silencio. No sabía que decir, pues el tercer y último detalle que no cuadraba con mis visiones, era la ausencia de la grandeza que esas construcciones debían tener. Sí. El tiempo puede corroerlo todo, pero no debía ser posible ese grado de ruina. No cuando la entrada al centro de mando del asesino de mundos estaba, nada más ni menos, que señalada en un lenguaje desconocido con grandes pantallas con unos cuántos problemas de estática y algunos rasguños: dentro de un edificio al que sólo le quedaban los huesos, hecho con los mismos materiales que el taladro. ¿Acaso no deberían de estar destrozadas por la intemperie para ese punto?
Y por supuesto, no cuadraba el que los puestos militares de mi memoria hubieran desaparecido convenientemente. Sin ruinas que sirvieran de testigos de su existencia. No cuando una máquina tan extravagante, de la cual los sin nombre se enorgullecían sin timidez, estaba atada a un lugar muerto sin razón lógica. Así, caí en cuenta.
—Theia, faltan seres aquí adentro —dije con sorpresa, cuando ella estaba a punto de tocar el botón del elevador que nos introduciría a los túneles.
Los centinelas no podían ser el único sistema de vigilancia. No para un lugar tan crucial. Incluso los sin nombre debían de tener un límite para la soberbia... Sus alternativas terrestres existieron en algún momento, y eran particularmente numerosos. Sobre todo en ese "almacén".
—Nada tiene sentido. Theia, parece que el 'tiempo' que conociste nunca existió —le admití al comenzar a abrazarla, luego de todas las conclusiones a las que llegué luego de ver tantas anacronías.
Ella ya se sentía defraudada por mis mentiras inconscientes, pero ahora, a través del communio, algo distinto comenzaba a reinar sobre el resto de sus emociones. Sobre el cariño, el asombro, la melancolía, la pena, y la pequeña esperanza de encontrarnos un hogar como el paraíso del Hydor del pasado que recuperó al atardecer y nuestro verdadero lugar de origen... Fuera cuál fuera. Una emoción lo suficiente fuerte para que por unos segundos, volviera a escuchar sus pensamientos.
«Ekho. Lo que intentas decir es que la "normalidad" fuera de mi antiguo hogar de agua, ¿es el tipo de caos al que pertenece el apocalipsis del que escapamos?», pensó ella con ansiedad. Una emoción adyacente al miedo.
Con nuestras experiencias combinadas, esa pareciera la respuesta: que el gran Universo no es más que un lugar lleno de caos, donde muy pocos oasis de luz podían ser perdonados de ser sometidos a cambios espontáneos y sin dirección. Como si lo que rigiera todo lo que existe sólo sirviera a sus impulsos. Pues a donde fuéramos, no había escapatoria de lo que Anant percibía como un sinsentido.
—Amo, ¿no dirías que es una broma muy cruel del Universo del que ni siquiera puedo formar parte? Yo, quien nació para ayudarla y acompañarla en su travesía hacia una nueva vida, era completamente inútil ante lo desconocido. Ekho, la herramienta que no podía cumplir con su aparente propósito: desvelar los misterios del pasado y presente. Y Theia, una ama que volvía a enfrentarse ante su propia insignificancia en soledad —recito mi mantra sin emoción. Viendo las pocas estrellas asomándose por la ventana, pues la contaminación lumínica de los faroles de aceite fuera de la casona esconde a las menos brillantes, recuerdo cuánto las aborrezco.
Esta vez no hubo tiempo perdido para intentar digerir nuestros sueños, en apariencia, rotos. El impío viento que nos estuvo atormentando con su olor y ruido, había transportado hasta la mina los primeros síntomas de una tormenta invernal. El aire comenzaba a pintarse de blanco y la temperatura cayó en picada. Eso fue suficiente para que Anant se recuperará rápido y decidiera declararle la guerra a las leyes del universo en un momento de valentía desafiante:
—¡No!¡Esta vez no dejaré que un mundo decaiga y desaparezca por azar! Puedo aceptar eventos desafortunados catastróficos como los de ayer, ¡pero no esta locura antinatural de imitación de un lugar! —gritó mi gallarda amante.
Pasó su brazo izquierdo sobre mis hombros para protegerme de la tormenta con su capa y nos guio hacia la plataforma de descenso —el mencionado elevador—. Golpeó con un puño el botón que la activaba —«¿cómo supo que ese era su propósito?», pensé—,y comenzamos a bajar hacia el complejo de túneles y cuevas. Y con su mirada de disconformidad y euforia por vivir, dábamos nuestros primeros pasos hacia la verdadera destrucción de Theia-Prehensio.
Conteo de palabras del capítulo: 2279 palabras
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