Capítulo XII. El arte de perder la guerra
Ambientación: I Don't Like Small Talk (The Prisoner II) - Brandon Boone para Slay the Princess y Eternity in a Box - 1000 Eyes y Tom Schley para Signalis
Día 2/Segundo bucle
Había una vez, una civilización que se llamaba a sí misma los mado, y vivían en un grano de polvo marrón. En la superficie, su planeta era especial porque albergaba vida, pero como todos los sueños y milagros, esta desaparecería en cualquier momento. En la baraja de posibilidades que podrían haberlo provocado estaban: la muerte explosiva de una de sus estrellas nativas, la pérdida de su atmósfera, el paso de un cuerpo desconocido como Anant para Hydor, y... Sí, lo que realmente los mató.
Había una vez, una civilización que lo destruyó todo: su mundo nativo, su historia, su originalidad y su nombre. Pero no todo estaba perdido, los pocos que lograron escapar todavía tenían algo a lo que aferrarse. Algo en lo que creer para vivir. Su lema no era muy alejado de simplemente decir "Servir al placer". ¿Por qué específicamente decidir vivir para la indulgencia? No fue nada arbitrario, ya lo hacían desde antes de caer en picada. Eso fue lo que los condenó en primer lugar. ¿Y lo que dije que perdieron? No pasó en el orden exacto que listé tampoco. Lo único específico que necesitas saber por ahora es:
—El miedo podrá no ser una experiencia tan universal, como en el caso de las kníde, pero la capacidad de negación es cercana a serlo. Y en la particularidad de los sin nombre, el miedo al sufrimiento y a ver en lo que se habían convertido, echaron leña al fuego de la negación —digo. A través de la ventana, la noche reina desde el silencio.
Estos sin nombre, tenían un rostro singular, incluso para la época: tecnología. Los pocos líderes totalitarios que les quedaron, como una forma de darles falsa esperanza al resto, juraron que traerían de vuelta de la condena eterna a sus antiguas vidas. Con simulaciones y privándolos de la sensación en sus propios cuerpos a través de máquinas, los supremos líderes de los sin nombre, poco a poco fueron colonizando pequeños mundos estériles para depositar los cuerpos extáticos de sus súbditos. "¡Felicidad ignorante y eterna para las masas!", hasta que sus limitaciones biológicas y físicas lo permitieran. La muerte es inevitable después de todo. Pero había una trampa detrás de esa lógica de vida.
Los sin nombre no necesitaban "colonizar" mundos vacíos con lo más bajo y triste de su sociedad, era una consecuencia de su objetivo. El eslabón final de un ciclo vicioso. Verás, eventualmente le confiaron a las máquinas la mitad del liderazgo. La parte más exhaustiva y aburrida: la planeación del futuro. Esos planetas lejanos al hogar original de los sin nombre, no siempre fueron estériles antes de que llegaran. Y un mundo tal, era Prehensio.
—«Cómo tiene que ver lo que acabas de decir sobre los mundos estériles, ¿con lo anterior sobre las máquinas, Ekho?» Podrías estar interrogando, amo. No te culpo por no entenderlo sólo con estas explicaciones dispersas. Pero no desesperes aún, incluso con poca inteligencia ya deberías de estar uniendo puntos... —explico. Afuera de la habitación, en alguna otra planta, ruidos de un debate agitado nos alcanzan. Algo sobre un espejo roto se llega a entender.
¿Alguna vez te has preguntado cómo se comportaría una mente sintética ante una crisis planetaria como la de los sin nombre? Una con un creador y programada, que la atan y obligan a mantener con vida a una civilización sin consciencia. Una que, irónicamente, sin sentimientos debe encargarse del dilema ético más grande de todos: "Si un día escasean y vuelven a agotarse los recursos, la subsistencia misma de mis progenitores, ¿qué hacer para ayudarlos y cumplir con mi programa?" Bueno, no debes preguntártelo demasiado, en realidad. Las máquinas no tienen dilemas, sólo hacen lo que le ordenas con códigos: tal y como, se lo comandaste. La conclusión lógica de un algoritmo fundamentalmente sesgado por sus creadores, llegó en la forma de "Seguiré buscando hasta encontrar y tomar lo que necesito". ¿Y qué necesitaban para mantener sus simulaciones y a la tecnología que los había salvado? ¿La que estaba drenando la finita subsistencia de los sin nombre?
Metal. La clase de elementos más rara del joven universo que Anant y yo experimentamos. Los metales ahora y en ese tiempo, se concentraban en planetas rocosos como tu Tierra y Prehensio. Los más invaluables para los sin nombre en particular, se encontraban casi exclusivamente en sus núcleos: el hierro y níquel. En verdad el titanio, otro esencial, es un poco más rebelde. Pero esa es otra historia.
—Ahora lo entiendes, ¿no? El por qué el asesino de mundos requería tantos sistemas de vigilancia terrestres y los mado intentaban destruirlo a toda costa... Aunque sólo terminó sellando el destino de Prehensio y todo lo que lo habitaba. La guerra ya estaba perdida: si dejaban a los sin nombre hacer lo que quisieran, morirían. Si intentaban destruir la mina de hierro y a su taladro, corrían el riesgo de que el escenario que tanto intentaban evitar, se cumpliera antes de tiempo. Jugar con el corazón de un planeta siempre tendrá consecuencias nefastas —reflexiono.
Por primera vez, parezco tocar una fibra sensible de mi "amo". En el monitor cardiaco, el patrón de una taquicardia se presenta y lucha por respirar con normalidad, aún con el ventilador como ayuda.
—Los mado no tenían la sabiduría para enfrentarse a algo fuera de su comprensión y murieron. Los líderes de los sin nombre, tanto la mente sintética como las mentes orgánicas detrás de toda la operación, sólo lamentaron brevemente el que perdieron la oportunidad de desangrar a un planeta. ¿Qué te pasa? ¿Acaso te has visto reflejado en alguno de estos bandos, amo?
Ambientación: Adler - 1000 Eyes y Tom Schley para Signalis y An Open Door - Brandon Boone para Slay the Princess
Una buena parte de esta iluminación recién relatada vino a mi, cuando Anant remarcó que el reinicio del bucle se sintió como el final de Hydor: la sensación de que algo que no debería ser físicamente posible, acababa de pasar frente a nosotras, se hizo hueco en nuestras psiques —primero en la de Anant, y en consecuencia la mía—. Fue algo complicado lograr darle sentido a todos los ecos que abarcaban el espacio, pues no era que se me cruzaran linealmente para contarme una linda historia como lo estoy haciendo contigo. Oh no. No es para nada así como funciona esta técnica. En realidad, sobre lo que más pude reunir detalles fue el desastroso plan de los mado y sus consecuencias. La única información que pude obtener en el momento sobre los sin nombre, fue el hecho de que existían y que ellos habían sido los que plantaron las semillas del cataclismo que acabábamos de presenciar.
Digamos que si vas a conquistar un planeta para llevarte hasta las rocas brillantes y el magma, es más viable aniquilar cualquier vida inteligente a la vista, en lugar de mantenerlos para someterlos y convertirlos en escla- Quiero decir, fuerza de trabajo. Puede que algún día necesites este consejo, así que anótalo en alguna parte, ¿vale?
—Regresando al tema principal, gran parte de mi conocimiento sobre la mentalidad de los invasores, o los sin nombre, viene de cuando Anant y yo los conocimos en persona. Es una gran historia, y lo que les hicimos siempre va a permanecer como una de nuestras mejores ideas. Te va a encantar cuando lleguemos a esa parte —digo con picardía y te guiño.
Una vez logré darle forma al desastre en mi cabeza, y luego de preocupar a mi pobre esposa porque volví a quedar inerte en sus brazos, le pedí que nos acercara flotando al taladro. Intentó protestar el por qué no le estaba dando ninguna explicación, después de casi causarle un susto de muerte, pero cedió al final. Antes de que la luz del amanecer alcanzara a superar las montañas que rodeaban el valle e iluminara todo a su paso, llegamos a la parte más alta y menos vigilada del asesino de mundos —"por qué molestarse en vigilar una parte tan importante del aparato, ¿de criaturas tan poco evolucionadas?"—. Con la cortina de la noche alzándose al fin, pude confirmar mis sospechas sobre algo demasiado importante, a lo que no le pude dar demasiada atención antes: con cada reiteración del bucle, el mundo se distorsionaba y alejaba más de los eventos originales contados por los ecos.
¿Recuerdas el campo de helechos desde el que vimos todo pasar? ¿La selva sombría y llena de cosas en descomposición? ¡Ya no más como los conocimos! Los helechos fueron reemplazados por una tundra y una gruesa capa de nieve. La selva ahora era una ruina que sólo podía dar algunos indicios de lo que alguna vez fue. No tenía hojas, no había agua corriente o rastro del calor asfixiante del día anterior. Sólo troncos negros y huecos, muchos caídos y enterrados bajo la nieve y tierra por el paso del tiempo.
Anant y yo quedamos atónitas una vez más. Lo imposible no se había limitado a que desaparecieran los rastros de la destrucción del taladro y la "naturaleza retomara su lugar" como si nada después del fuego. No. El Prehensio que creímos conocer había cambiado radicalmente a mitad de la noche.
—Ese frío familiar de cuando te recosté para intentar despertarte, en la superficie de ese campo abierto, ¿fue por el hielo? —comenzó a decir Anant, refiriéndose a la nieve con un tono nostálgico y confundido. Luego, miró al cielo—. Ekho, mira hacia arriba —me indicó, tanto con su voz como con un dedo señalador—.
El cielo sobre nosotras también había cambiado. El que apreciamos el día anterior, lleno de colores cálidos y profundos, ahora era un morado cercano al negro en el cénit. Resultaba aún más inquietante, porque las sombras del bosque de cadáveres indicaban que el amanecer ya estaba terminando. Incluso, aún era posible ver a varias de las estrellas más brillantes de la noche. ¿Cómo era eso posible orbitando a un sistema binario? Voltee con violencia hacia donde se supondría que habrían de estar los dos soles de Prehensio. Y lo que encontré fue...
—Sólo una estrella —susurré.
—¿Qué? —preguntó Anant, volteando a verme.
—Theia. Ahora sólo está la diminuta estrella roja, ¿a dónde se ha ido la otra? —le expliqué.
Pasamos a un nuevo silencio contemplativo. Parecía que ese maldito lugar no nos daría un descanso con los misterios y sorpresas. Al fin, Anant rompió el silencio con una inferencia. Una que el tiempo nos probaría, que no podía estar más lejos de la verdad.
—Será que el "ritmo de cambio normal" que experimenté en Hydor, ¿era sólo la excepción? Pareciera que a cada nuevo lugar que vamos e iremos, tiene nuevos acontecimientos con los que dejarnos estupefactas.
Oh mi dulce e ignorante "Theia". Como te rompió la verdad cuando una de Ellos nos enfrentó cara a cara a ella, para intentar convencernos de dejarnos aniquilar.
Conteo de palabras del capítulo: 1788 palabras
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