Capítulo VII. Ekho del corazón
Ambientación: Lament y A Fragment of My Soul - Invadable Harmony
¿No es la vida como un bucle?
—Me has dejado sin palabras, chico. Quién diría que aguantarías lo suficiente en ese húmedo y oscuro callejón, ¿para que alguien llegara y te pusiera en soporte vital? Me tuviste de puntas por unos minutos. Lo admito —digo. Le sonrío un poco.
Y ya en el tema de mi amo inerte en su cama, pensaría que lo adecuado sería ponerlo en un hospital. Pero henos aquí: en una casona. Si es que las siguen llamando así. «¿Debería intentar buscar en los ecos qué está pasando aquí? Pero, sin alguien que pueda mantenerme en sus pensamientos, podría...», comienzo a reflexionar.
Esa línea de pensamiento, se ve interrumpida por la entrada de una enfermera. Ya era hora del baño de esponja, y de tomar notas de los reflejos del paciente. En los últimos tres días, la mujer se estuvo presentando a primera hora de la tarde para hacerlo. Desde dentro del espejo antiguo por el que observaba la escena, tomé una decisión algo compulsiva. Hacía demasiado tiempo que no tenía esta clase de libertad.
Con el reverso de mi mano, toqué el vidrio del espejo dos veces. La mujer volteó hacia el ventanal de la habitación, pensando que el ruido provino de allí. Fiel al carácter que fue adquiriendo con la edad (y tal vez su profesión), no esperó ni un segundo y volvió a su tarea. Esperé unos minutos, y repetí la acción. Ahora, ninguna reacción. Entonces, con un puño, azoté el cristal.
Desconcertada, la mujer de mediana edad, ahora pudo identificar el lugar de origen del sonido. Con fuerza, lanzó la esponja de vuelta al cubo; y caminó a zancadas hacia la pared. Acaso pensó que alguien está golpeando la pared, ¿desde la otra habitación? Por última vez, golpee el espejo. Una gran grieta se formó a lo largo, y la enfermera volteó en mi dirección.
Mi deseo porque fuera real, podría estar engañándome: pero casi pensaría que nos acabamos de encontrar cara a cara en ese momento. Fuera lo que fuera, el shock de ver el espejo fue tan grande; que tuvieron que pasar unos segundos para que comenzara a gritar y correr fuera de la habitación. Una reacción algo exagerada, en mi opinión.
«Las cosas vivientes son tan volubles. Ven a alguien distinto a lo usual, y lo único que pueden hacer es sentir rechazo y miedo», pienso. Meto un dedo en la cuenca de mi ojo izquierdo, para hacer una mueca de exasperación.
—Ey. Tal vez, eso lo han sacado de "Ellos" —le sugiero a "mi amo".
Salgo de la antigüedad arruinada, y camino hacia la cabecera de la cama. Contemplo al ventilador mecánico y el pecho del chico. Es cierto que podría terminar por depositar mis esperanzas en la persona equivocada. Después de todo, no sé si despertará del coma o no. No existe forma de evaluar el daño cerebral por la hipoxia anémica. Más, escojo darle un premio de consolación.
Si termina muriendo al final, al menos me ha otorgado la oportunidad de estar "viva" por más tiempo del usual. Una pena que no pueda arriesgarme a interpretar los ecos aún. No debo complicar todo sin necesidad.
—¿Sabes? Puedo no poseer en este instante, todo el contexto de sobre por qué ese grupo de mercenarios al que perteneces, me ha buscado sin descanso. ¿Y qué sí se? Veamos. Que para la persona que te ordenó buscarme, las probabilidades de poder usarme son escasas a nulas. Porque tú no tienes ningún don, o una estela que te auxilie; no pudiste usarme para defenderte durante la persecución. Por eso y lo que decía de tu cliente, para que no te pese demasiado en tu corazón que podrías morir por nada: te contaré dos secretos míos. El primero es sobre por qué te ha costado tanto encontrarme. El segundo, es sobre mi nombre. No te preocupes, esta vez, lo diré sin rodeos. Es en serio.
El primero empieza así: por las particularidades que hacen posible a esta media existencia mía, como dirían "Ellos" —¡¿en serio acabo de decir eso?!—, casi nunca puedo tener libre albedrío. A pesar de mi engañosamente lejana "fecha de nacimiento". Así, las veces que me he encontrado con algún amo con suficiente fuerza para sobrevivirme, han sido... ¿Cinco? Y créeme, he pasado por demasiadas manos.
El resultado es que ustedes creen que soy algún objeto mítico vistoso de materiales preciosos; o un poder invocado por una serie de palabras; o hasta la remanente de alguno de sus dioses, una profecía perdida en el tiempo. Curioso, ¿no? Los últimos dos sí se acercan un poco. Más, no te confundas. Aunque en algún punto pude haber tenido la apariencia de alguna de las cosas que listé, la perdí en el momento en que el amo que lo manifestó, murió. Luego de eso, la parte de mí que dejé en este diminuto planeta, vuelve a su forma original. Si alguien más me encuentra después, ¡se repite el ciclo!
Ese es mi primer secreto. El segundo... Ese es hasta hilarante. Investigadores compatriotas de quien creo te mandó a buscarme, decidieron ponerme ADARTE como un acrónimo irrisorio de lo que les infligí a sus sujetos de prueba: Abominación, Desastre, Artificio, Ruina, Terror. Antes de eso, me conocieron como Kardía y Lithra. Más anterior aún, como Itzamara.
Y, al inicio, con el primer amo humano que tuve: Nyarlathotep.
...Falta un nombre más. Uno que precede a todos y preda a las estrellas de tu cielo. Ya sean los de origen humano, misterio del vacío, o las idioteces de media existencia y fantasía. El único que considero mi nombre, porque Anant lo decía con tanta dulzura, es:
—Ekho. Recuérdalo bien. Si algún día despiertas, deberá ser lo primero que digas.
¿Por qué tanto desprecio por un simple nombre? Es la verdad de todas las existencias imperfectas.
No es tan cierto que, el precio de ser todo, ¿es ser lo mismo que nada? Esta es su cruda realidad.
Conteo de palabras del capítulo: 950 palabras
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