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Capítulo IX. La segunda promesa

Ambientación: Casting Shadows - Tobias Lilja para Little Nightmares II y Double Back - Cicada Sirens para Signalis

No te molestes, en lo que pensabas.

            —«Qué absurdo. ¿"Enamorarte" a primera vista y creer que ya se entienden con eso

            A lo que yo debería de responder con alguna secuencia de palabras; pero soy una criatura de acción, ¿sabes? Tanta curiosidad tienes en tu interior, ¿que quieres empezar a vivir como un demente? ¡Yo no tengo objeciones a tu petición! Siempre quise hacer el experimento y ponerme creativa.

            Aún así, hoy escojo el perdón. A cambio déjame susurrarte otro pequeño secreto. Cuando Anant y yo nos vimos a los ojos por primera vez, no nos enamoramos por vernos. Lo hicimos porque el communio: la vía psíquica que nos permitía ver memorias y entender pensamientos la una de la otra, se creó y nos dejó comprender cuán afines éramos. Incluso lo había mencionado antes —indirectamente—.

            Además, ¿qué entenderías tú de una conexión tan profunda? Nada. Por qué necesitarían poseerme, aquella que puede ver las respuestas, ¿si fueran capaces de entenderse los unos a los otros?

            ...Y yo debo ser la única que la puede entender.

Ambientación: Die Toteninsel y Memory - 1000 Eyes y Tom Schley para Signalis, y Dounce - Invadable Harmony (Álbum: Finding Beauty)

Continuación del día 1/Primer [redactado]

            —¿Qué te ha pasado? —dijo Anant al sentir la ausencia de mi mano y voltear. Había sorpresa y algo de curiosidad en sus palabras.

            «No lo sé», intenté decir con mi boca, y como sea que funcionara emitir sonidos con mi "caja de voz" inexistente.

            Naturalmente, no pasó nada y ella procedió a inclinarse a mi lado.

            —Crees que si te ayudo, como tú a mí, ¿puedas volver a moverte? —preguntó ella.

            Al momento en que dije "no" en mi mente, ella sólo asintió y empezó a jugar con mis extremidades; más en específico a levantarlas y dejarlas caer. A ver si obtenía algún tipo de reflejo o respuesta de dolor, claro que nada sucedió. Terminó por cargarme hasta una roca grande a la sombra de un árbol, porque no soportaba como el calor del medio día "le secaba la membrana". ¿Y el arroyo? Era bastante superficial para la profundidad que exigía su estatura, así que no podía sumergirse en él.

            Medir casi tres metros no era tarea fácil en Prehensio.

            Ya más cómoda, Anant continuó con sus experimentos en mi cuerpo. Cada una tenía sus preguntas sobre la otra, porque verás, la mayor parte del tiempo el communio no era equivalente a poder leer mentes. Más bien era como una empatía desarrollada entre las dos, así que no eran necesarias las emociones fuertes para que funcionara esa parte de nuestra conexión.

            «¿Me entiendes?», le pregunté en mis pensamientos, después de que pareciera entender mi "no" previo.

            —¿En serio no tienes nada adentro? —dijo en voz alta, al meter su dedo en uno de mis ojos—.

            «Será no entonces», pensé. Podrá no haber escuchado mis palabras, pero puede que haya sentido mi resignación, pues lo siguiente que dijo se parecía a lo que estaba por cuestionarme.

            —Que decepción, estaba emocionada por saber sobre tu propia aventura a través del espacio. Como mencioné antes: cuando logré distinguirte en el cielo de Hydor, sentí como si tú hubieras sincronizado con la muerte de mi mundo, en lugar de simpatizar con él. Ya sabes, como lo hice yo con... —Anant pausó, como si hubiera recordado algo que no le traía alegría— La kníde Alétheia. Tenían que ser ella y su deseo con quienes resoné.

            Ese nombre está maldito. Y ya todos estos años después entiendo por qué; no quita que sea una molestia. Es decir. ¡Mira que te trajo su mención, amo! Un coma y una entidad cósmica que acosa tus pensamientos. Debería ser una palabra prohibida, ¿no crees? —hago una pausa y suspiro—. Admito que esto no es muy importante en este momento, lo siento.

            Luego de una pausa de varios minutos, Anant volvió a hablar. Ese silencio fue agonizante para mí, porque no tenía idea de qué decir para consolarla —si hubiera podido hablar en primer lugar—.

            —Todavía no entiendo quién se supone que soy. ¿Sabes? Estoy segura de que mientras íbamos a la deriva allá arriba, pudiste escuchar mis pensamientos y presenciaste las cosas que estuve contándote tal y como las recuerdo —Anant dio la primera respiración profunda de su vida, como si estuviera buscando la forma de prepararse para lo que estaba por decir—. Ahora... Ni siquiera puedo hablar contigo apropiadamente, y no sé cuál es mi nombre.

            «Recuerdo todas las cosas que vivió Alétheia antes de conocerme. Cada sensación, sentimiento, pensamiento y visión; todo como lo vio y sintió a través de sus ojos y membrana. Sus amigos, su madre, las cosas que le gustaban hacer, lo que odiaba y lo que soñaba con hacer. Es imposible experimentar de primera mano una vida que no te pertenece, ¿verdad?».

            «Y, sin embargo, existe este segundo par de recuerdos dentro de mí, en los que no estoy viva ni muerta. No pienso ni creo en nada, sólo vago entre mundos exóticos y nubes de polvo envueltos por un negro imperturbable, un frío espectral y silencio absoluto. ¿Mis únicas sensaciones? Melancolía y, la de estar demasiado "lejos de casa"».

            «En algún momento de mi monótona experiencia, apareció un punto azul pálido en la lejanía llamado Hydor. Un pensamiento inaudible para todos menos yo, había logrado colarse en la línea de visión de mis sensaciones unidireccionales. "La vida es demasiado cruel: quiero ver el hogar que me prometieron, no morir por él. ¿Qué hemos hecho para merecer esto?". Bastó una mención del objeto de mi obsesión, para hacerme aparecer frente a su planeta: era la primera vez que veía a uno de esos objetos suspendidos en nada, tan de cerca. Todo en ese lugar era tan... Espectacular. ¿Cómo es que nunca me di cuenta de las maravillas del cosmos por el que vagaba? Una sensación más, desconocida hasta entonces, surgió en mi: curiosidad».

            «Entonces volví a moverme. Ahora frente a Alétheia, estábamos desbordando de curiosidad la una por la otra. De alguna forma, nos entendimos; ambas queríamos cosas inalcanzables para nuestras capacidades. Ella quería dejar su lucha atrás, volver a ver a todos los seres queridos que había perdido ante la radiación, y dirigirse al paraíso que le habían prometido: un hogar que no intentara matarla a cada respiro. Yo deseaba con todo mi "ser", saber qué se sentía pertenecer a algún lugar; no importaba cuán cruel fuera conmigo».

            «Cuando me tomó entre sus "manos", supe que podríamos ayudarnos a obtener lo que deseábamos: ella descendería hacia la muerte en el regazo de una ilusión, sin dolor; y yo tomaría la carga de su existencia. Me fundí en su ser, y alcancé el lugar donde su esencia yacía: un punto en su mejilla izquierda, donde su madre solía acariciarle...»

            «Y el resto ya lo sabes».

            «Pensé que la estaba ayudando a cumplir su deseo. No más sufrimiento, no más sueños rotos; pero por una razón desconocida, todo... Comenzó a desmoronarse. Incluso ahora, no puedo parar de preguntarme, si la desaparición de Hydor fue consecuencia del deseo que no pude cumplir para ella: el precio que tuvimos que pagar por no seguir el curso del destino. No importa cuánto lo intente, no puedo parar de sentirme afligida por lo que parezco haberle hecho a ese mundo, mi mundo».

            «Porque no importa cuántas vueltas le dé, el despertar de la Alétheia que vino antes que yo, no se sintió como una entidad separada de mí. Irrevocablemente, fue la sensación de sentimientos reprimidos por un largo tiempo, flotando hacia la superficie en búsqueda de liberación. Casi como recordar una herida que olvidé curar. ¿En qué me convierte todo esto? ¿En una mera observadora de mi propia vida? ¡¿De la que creía tener?! Y si todo este absurdo es la verdad, y a la realidad que creía conocer, no le queda más que desmoronarse ante mí».

            —«¿No significaría que soy una falsificación de Alétheia? ¿La copia injustificada de un auténtico soñador?»

            Anant, quien ahora había caminado de vuelta al arroyo, se había inclinado frente a su reflejo. En su mano: un ademán de querer alcanzarlo para estrangularlo. No podía soportar más verla tan dolorida. Reuní toda mi voluntad y me forcé a mover los labios.

            —Sólo significa que has aceptado que aún tienes tantas cosas por hacer, que el perecer junto a tu mundo no sería lo correcto: has dejado descansar a la parte de ti que se reusaba a reconocerlo —respondí a su pregunta con dificultad—. Este nuevo comienzo, no conlleva que hayas dejado de ser .

            Con lentitud retiró su mano del agua, sin dejar de escudriñar su reflejo. Estaba demasiado absorta en lo difícil de su posición, para notar que le había hablado en voz alta y volteado en su dirección: ella esperaba por una señal de lo que fuera, y sus deseos son órdenes. Tan repentinamente como se fue, recuperé el control de mis extremidades. Me alcé y caminé hacia ella con movimientos de marioneta, para arrodillarme detrás suyo y abrazarla. Mi esperanza, era que mi frialdad la sacara del limbo de indecisión en el que se había metido.

            Y le susurré al oído.

            —Cuál es tu nombre, ¿mi etérea poseedora?

            Anant al fin salió de su trance al darse cuenta de que había regresado a su lado. Mirándonos a los ojos una vez más a través de nuestros reflejos, esos falsos yo nuestros se acercaban con lenta seguridad, al punto de no retorno. Ella se dejó acurrucar en mí, a pesar de yo ser más pequeña que ella; y cerrando sus ojos ante las incalculables extensiones, de ambas de nuestras prisiones; dijo:

            —La misma que recibía el afecto de sus seres queridos: una kníde con el apodo de Theia. ¿Quién eres tú, estrellita?

            —No lo sé. Tampoco me interesa. ¿Quién soy para ti? —respondí.

            —Mi familia, mi mejor amiga y compañera. Es como si me conocieras mejor que yo misma... —un recuerdo agridulce vino a Theia.

            «En las aguas traicioneras en las que viví, existía una forma de hablar particular de ciertas criaturas. Lo llamábamos ekho, "la reflexión grave de un sonido". Estrellita, te sientes tan familiar e insólita, que al verte casi creí haber mirado hacia el abismo de mi esencia».

            —Un ekho del corazón... ¿Qué piensas de ese nombre? "Ekho".

             Acaricié la comisura de sus labios con los míos, tomando ventaja de mi posición privilegiada. El universo dentro de sus ojos volvió a brillar al abrírseles nuevas posibilidades, y al fin se relajó. Con eso, nuestra tranquilidad llegó a su fin. Los falsos yo de nuestros reflejos, nublados por una frágil y delgada capa de hielo y escarcha, no podían evitar más sus destinos dentro de esa prisión en sincronía.

             Al separar nuestros cuerpos, le hice mi segunda promesa:

             —Nunca volverás a estar sola: sin nadie a quien amar, y ser amada por. Seré tu compañera para la eternidad.

            Puede que ahora pienses: «¿Y la primera promesa?» Pues, ¿por qué no piensas en ello un poco más? Es una cuestión muy simple, en realidad.


Conteo de palabras del capítulo: 1794 palabras

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