Capítulo IV. Reminiscencia
Ambientación: The Somnium y Ether - John D. Boswell (Melodysheep) para Timelapse of the Future (Álbum: The Arrow of Time)
Allá fuera, ni tan lejos de tu estrella natal —el Sol—, existen otros mundos que jamás podrás presenciar. La distancia y el tiempo juegan en contra de todo lo que vive, pero los ecos que dejan, y que podrían encontrar en el futuro; tal vez les susurren algunos de sus secretos.
—Aunque, como excepción, podrás conocer a uno de ellos como un pequeño adelanto de mi parte, "amo" —imagino que sonrío mientras lo digo—. Es mi regalo de despedida. ¿Cómo soy tan considerada? —con sarcasmo.
Unos son mundos incandescentes, otros de nubes interminables, más de temperaturas casi o tan bajas como el mismo "vacío", y pocos de desechos de roca. Más, el mundo que este misterio encontró te será tan familiar, como ajeno.
—Era un mundo azul. Si pudieras agudizar tu oído desde el exterior, llegaría a ti el sonido del agua fluir. Lo percibirías lejano, bajo... Como una "llenura" en tu oído —hago una pausa. Tengo un momento de entendimiento—. El tiempo que tengo para pensar suele ser tan corto, que aún no había comprendido por cuánto he existido en realidad; pues cada vez que alguno de ustedes, humanos, se hace conmigo... Me he desviado demasiado.
No has de dejarte engañar por la naturaleza positiva del sonido: seguiría siendo más intenso que el de un arroyo, con un rugido mayor al de un río furioso e, incluso, más ensordecedor que el de olas que esculpen acantilados. Así es. Era la clase de canción que un océano puede cantar sólo con un huracán: la puerta a los abismos para los marineros. Podrías haber escuchado el augurio desde el espacio, pues era un tiempo en el que sonido aún viajaba con apagada claridad a través de las nubes de polvo.
—No es que lo puedas dimensionar. Tal cosa ha sido imposible, desde el tiempo en que la Vía Láctea comenzó a formar sus brazos —me resigno. El paso del tiempo, es la clase de algo que no se puede cambiar—. Tu estúpido planeta Tierra ni siquiera estaba por existir. Agradece que no se parece a este en particular.
Y es que, el que ese sonido de caos oceánico siempre estaría ahí, no es lo único "anormal" aquí. Vieras por donde quisieras, no vislumbrarías ni un solo pedazo de tierra o hielo para pisar; pues estas furiosas y profundas aguas, cubiertas por colosales nubes de hidrógeno y argón de mil kilómetros de grosor: eran el planeta en sí mismo. En la "superficie" de este lugar, de haber estado, el estaño fluiría y el mercurio sería un vapor. Más, el agua seguía siendo eso. Nada más y nada menos que obra de la aplastante presión de las nubes sobre ella. No fueron pocas las veces en que se desataron furiosas tormentas con unos pocos diamantes entre el agua y el ácido.
Este enigma se expande. Debajo, para lo que a los océanos de la Tierra sería el punto más profundo, aquí eran aguas superficiales. Mucho después de que la luz tuviera dificultades para alumbrar, y que la presión pudiera aplastar incluso, al tungsteno; se hallaba su núcleo helado. Este "hielo", un pseudo fluido cálido y más denso que su versión conocida, equivalía al material más curioso de este mundo olvidado.
—"La vida viene en posibilidades que parecen infinitas". En específico la de este recóndito lugar, no es de sus formas más exóticas —conjeturo que, lo que debería estar sintiendo, sería auge—. En un momento de gran coincidencia, un ser molecular de carbono apareció.
Formado por el medio ácido del agua y las someras temperaturas de las profundidades, fue el primero de su clase. Con el tiempo, pudo crecer hasta diversificarse en cositas curiosas de "gelatina". Y al fin, en el pasado presente que te digo —unos cuántos millones de años después nada más—, algunos individuos gelatinosos privilegiados, desarrollaron un sentido elaborado del yo y el ello. Unos cuantos más especiales aún, pudieron ver.
Con una inclinación del azar, a una de ellos, su necedad la impulsó a ahondar más allá de su lugar. Ese individuo fue la kníde Alétheia; y su planeta natal, Hydor, fue la mayor víctima de sus acciones.
Cuando Hydor se enfrió hasta el punto, en que un manto helado se formó en su interior; el calor de su estrella ya podía darle asilo a sus habitantes en la superficie. La atmósfera opresiva, adquirió estabilidad gracias a, lo que sólo podría llamarse, otro giro de la casualidad. Una historia más que podrías encontrar familiar. Aunque no te engañes, aún morirías aplastado por la presión, antes de poder ver su superficie.
De entre todas las especies, aquella con un asombroso parecido a las medusas —las gelatinas de antes—; aún con cuerpos hechos casi en su totalidad de agua; tenían ojos bastante útiles. Además de ser parte de los privilegiados con algo de inteligencia. ¿Y sobre su morfología? ...No es importante. Alétheia, quien nos trae al punto de este relato, fue una descendiente posterior de ellos.
—Admitiré que parezco adorar divagar en la narración de lo escénico. No puedes culparme, debo ensayar: la última promesa que le hice a Anant depende de ello. Por eso deja de hacer ese ruido con tu boca, ¡no hay nada que puedas hacer! El desangramiento y ahogamiento no son rápidos —hago una pausa para ordenar mis pensamientos otra vez—. Harías bien en recordar todo lo que he dicho hasta ahora, puesto que eso no fue más que un efímero capítulo de la historia de Hydor. Humano, ¿es este el agradecimiento que me das por comenzar a contar desde un lugar conocido? ¡Será la última vez que lo haga entonces!
Ante tu falta de interés y respeto, debo preguntarte: ¿has sentido algo fuera de lugar a pesar de la normalidad a tu alrededor? La piel de gallina cuando el frío y el peligro están ausentes. ¿Objetos extraños, aparecidos o desaparecidos? ¿Recuerdos que nadie más tiene? ¿Visto "realidades alternativas", miradas posadas en ti de ningún lugar?
Las explicaciones predominantes para tus problemas son: los viejos y desconocidos trucos de tu primitiva mente, los wáay, o... Por supuesto, un misterio del vacío. Alétheia, en aquel momento y lugar, experimentó algo inequívoco. Un consejo que debería ser pasado a todo aquello que pueda pensar e imaginar: de día o noche, en compañía o aislamiento absoluto, con tu subconsciente al aire o no; nada importa, nosotros sólo somos incapaces de resistir la atracción de una anomalía estadística a otra.
En una de las noches despejadas de Hydor, Alétheia se asomaba una vez más por encima del agua glacial pacífica: contemplaba un cielo estrellado que podía iluminar todo con la misma intensidad que tu Luna al mundo que ya conoces. Había visto ese cielo suficientes veces para saber algo clave.
—Allá arriba, en un lugar que no parecía tan lejano, había una "estrella" más en el cielo. Un poco más brillante que las otras y con un distintivo color dorado. La distancia resultó no ser más que una ilusión, pues ahora esa "partícula de luz" que se llamaría Anant, estaba justo frente a ella...
Y se extendió para tocarla.
Ella dice: «El tiempo que tengo para pensar suele ser tan corto, que aún no había comprendido por cuánto he existido en realidad; pues cada vez que alguno de ustedes, humanos, se hace conmigo... » y «Asimilar que eso ha sido imposible desde el tiempo en que la Vía Láctea comenzó a formar sus brazos...»
Parte de su deseo, tal vez, es que la clase de realidad eludible sólo en ficción como el paso del tiempo; deje de pasar sin dejarla atrás. «La distancia y el tiempo juegan en contra de todo lo que vive, pero los ecos que dejan, y que podrían encontrar en el futuro; tal vez les susurren algunos de sus secretos».
Conteo de palabras del capítulo: 1120 palabras
*Como pequeño extra para quienes deseen un apoyo visual para cómo se ve Alétheia, dejo aquí el moodboard y algunas ilustraciones (los créditos de cada una están en los comentarios de las mismas) c:
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