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2.2. Cariño

Alanina −o, mejor dicho, Nina− era la niña más preciosa que Nicolás –o Nico, como él prefería que lo llamaran− había visto en toda su vida. Tenía los ojos del color del cielo a mediodía y sus mejillas se llenaban de un par de graciosos hoyuelos en cada una de sus sonrisas. Nico no acostumbraba a ver muchas sonrisas como las de esa niña por allí. ¿Color de pelo? Nico no podía saberlo porque Nina no tenía pelo, al igual que él y el resto de niños hospitalizados en el ala de oncología infantil de aquel hospital.

Pero el pelo no importaba lo más mínimo; meses atrás, sus padres le habían explicado que iba a tener que tomar un medicamento que lo iba a curar, pero que haría que su pelo se cayera. A Nico le pareció un precio ridículo en comparación con la alegría que sentirían sus padres –y él también, claro− cuando estuviera curado.

Desde ese momento, la vida de Nico se había visto reducida a leer libros de aventuras en la cama de su nueva habitación y a recibir sesiones de quimioterapia cada cierto tiempo. Hasta que llegó Nina, su nueva compañera. Sus anteriores compañeros habían sido chicos mayores que él, de quince o dieciséis años, con los que no tenía nada en común; pero ese no era el caso de Nina, ella tenía 10 años, como él.

Conectaron de inmediato. Reían, se divertían y jugaban como amigos de toda la vida a los pocos días de conocerse. Por las noches, cuando todo se envolvía en silencio, hablaban entre ellos mediante susurros: de lo que les gustaba hacer, de sus amigos y de lo increíble que era echar de menos la escuela; sueños, secretos y miedos... Miedos compartidos que nadie más podría comprender como ellos.

Ambos adoraban los libros de aventuras, en especial, los que hablaban de piratas, por lo que no tardaron en formar el "Club de la N", un grupo ultra secreto formado por ellos dos con el objetivo de no perder su niñez en aquel hospital. Aunque estuvieran enfermos, querían seguir siendo niños. Con sendos pañuelos en la cabeza, al más puro estilo pirata, sembraron el caos por los pasillos del hospital: carreras en sillas de ruedas, sustos y bromas a las enfermeras, muchas risas y travesuras y, sobre todo, diversión y alegría.

El tiempo fue pasando, así como las sesiones de quimioterapia, en las que se hacían compañía el uno al otro aunque a uno de ellos no le tocara ese día; así no se aburrían. El tiempo fue pasando y el "Club de la N" terminó disolviéndose, al menos en la práctica, pues Nina y Nico superaron su enfermedad y abandonaron el hospital. Cada uno regresó a su casa, a su escuela, a su vida, demasiado alejada de la vida del otro como para mantener la amistad tan cercana que había nacido entre esos dos pequeños amantes de los piratas. Sin embargo, eso no impidió que siguieran recordando ese gran cariño que los había unido. De hecho, se enviaban cartas cada pocas semanas, intentando mantener el contacto.

En cierto momento de su adolescencia, Nico llegó a pensar que se había enamorado de Nina y se planteó escribirle una carta confesándoselo, pero no se atrevió. Y nunca se arrepintió de ello pues cuando, tiempo después, con más de veinte años, quedaron para tomar un café y saber qué había sido de sus vidas después de que sus cartas comenzaran a ser menos frecuentes, casi inexistentes, Nico supo que en realidad no la había amado; simplemente, sentía un gran cariño por Nina, aunque pasara tiempo sin escribirle o no pensara siempre en ella. También comprendió que, de haberla amado de verdad, habría tratado de acabar de algún modo con la distancia que los separaba y, por el contrario, no había intentado hacer nada. Una distancia que era como el viento, aire que apagaba el fuego pequeño y avivaba el grande; él no amó a Nina, en ningún momento la había echado dolorosamente de menos. Había sido su mejor amiga, quien mejor lo comprendía, su compañera pirata de aventuras y, por ello, siempre sentiría un enorme cariño por ella.

Mientras tomaban ese café y se ponían al día, Nico le confesó, entre risas, su "enamoramiento adolescente". Ella se unió a sus carcajadas y le dijo –además de que actualmente tenía pareja− que no era su tipo: tendría que ser una chica para que a Nina le gustara.

El cariño sincero y la amistad de dos niños ilustran este tipo de amor descrito por Sternberg en el que solo hay intimidad: conocerse el uno al otro, compartir secretos, complicidad, sentirse emocionalmente próximo a la otra persona sin que exista pasión o el deseo de querer pasar el resto de la vida con él o ella.

Para comprobar si una amistad es algo más, se ha de analizar la reacción ante la ausencia prolongada del otro; si se extraña activamente a la otra persona y se tiende a aferrarse a la pérdida o a preocuparse por dicha ausencia, esa relación próxima va más allá del cariño. Este no es el caso de los protagonistas de este pequeño relato: aunque Nico pensaba en Nina y la echaba de menos, a veces se "olvidaba" de ella; además, los personajes son capaces de retomar su amistad años más tarde sin problema alguno.

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