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9

Min estaba en lo cierto.

El doctor Zhang estaba dentro de la oficina de medidas y los demás esperaban fuera de esta, con pocas ropas y una manta por sobre los hombros para no agarrarse con lo frío del pasillo. Estaban todos formados sin un orden determinado, simplemente estaban uno detrás de otro. El primero en la fila era Xiumin. Le seguía Dahyun, Dara, Yoona, Taehyung, Jungkook, Yoongi y finalizaban con Jaejoong. 

De la puerta salió el enfermero e hizo pasar al primero.

—Alto ahí —advirtió el mayor, provocando un sobresalto en el muchacho—. Muéstrame.

Xiumin alzó las cejas.

—¿Q-Qué... cosa?

—Lo que tienes ahí —apuntó a su entrepierna. El chico palideció y se congeló con la sensación de varios pares de ojos en él—. De prisa, quítate el pantalón. Ya hablamos sobre esto hace dos meses. ¿Quieres una sanción?

Xiumin bufó colérico y bajó sus pantalón deportivo hasta los tobillos, importándole muy poco que todos le escrutaran sobrecogidos por su impudor. Cuando la tela tocó el piso, cayó una bolsa rellena de harina la cual se estrelló en la madera. Todos tosieron cuando la cantidad de harina sembró una tos colectiva, haciendo a muchos correr lejos de ahí.

—¡Por la mierda! —se escuchó decir.

Era el doctor.

—Yo...

—Es la segunda vez, Xiumin. ¿Entiendes que tus problemas no se solucionarán con unos kilos demás? —frunció su ceño más de lo que estaba cuando salió pasmado de la oficina— ¡Entra!

El fullero, el paramédico y el jefe abandonaron el pasillo con un visaje demoníaco a la habitación. El pasillo se sintió más apretado y asfixiante que nunca. Más aún para Jungkook, quien tuvo la mala suerte de tocarle aquella nueva experiencia. Cada cuerpo aparentaba estar ausente por la conmoción. La pelinegra Dahyun empezaba a rascarse los antebrazos y temblar, pues era la siguiente.

—¿Dahyun? —le espabiló Dara, sacudiendo ligeramente su hombro.

La chica ya no estaba temblando, ahora se sentía desfallecer del temor. Se sentó en el piso sin tomar en cuenta que se ensuciaría con la harina esparcida miserablemente. Ahora todos se atemorizaban por ella.

—¿Dahyun? ¿Te estás sintiendo mal? —inseguro se aproximó Yoongi, siendo seguido por Jungkook.

—No quiero subirme...

—¿Subirte a qué? —dudó Jungkook, acariciando los largos cabellos.

—A la pesa... —sollozó casi inaudiblemente.

—Dahyun, puedes quedarte al último de la fila si quieres —le trató de apaciguar Jaejoong, tomándola de la mano y volviendo a acomodarle la colcha de lana que traía por sus hombros—. Te puedo traer un vaso de agua si quieres.

—Tráeme dos botellas llenas —su amigo le miró con sus ojos fuera de órbita—. Por favor...

Jaejoong no alcanzó a decir ni pío y arrancó con firmeza a la cocina a buscar el pedido, tardando unos cinco minutos. Había un bullicio dentro de la sala y, cuando el pomo de la puerta inició a sacudirse, Dahyun se enderezó y echó a correr al baño con las dos grandes botellas de agua.

—Kim Dahyun —la nombraron.

—N-No —Dara intentó cubrir a la chica, compadeciendo su terror—. Te equivocaste, Kibum. Era yo la siguiente.

—Vale —sin sospecha asintió—. Entra entonces.

La chica se adentró a la pequeña oficina y Xiumin salió hecho humos, dando zapateos furiosos hasta el final de la escalera. Nadie quiso regalarle ni un vistazo. A eso de tres minutos salió Dara y fue el turno de Yoona. Dahyun abandonó el baño cuando la puerta de la oficina se cerró y le devolvió las botellas a su amigo.

—¿Qué...? —tartamudeó este.

—Creo que ya tengo una idea de qué hizo —susurró Min de brazos cruzados y resollando por el resto de harina que había terminado en sus fosas nasales.

—Cómo...

—Se tomó los dos litros de agua —la voz inconfundible y profunda de Kim Taehyung le respondió a Jungkook, quien recibía la fulminante mirada de este sobre el hombro—. Dos mil mililitros equivalen a dos kilogramos.

Jungkook se entumeció en estupefacción y con la orden del enfermero, Kim Taehyung desapareció en la sala. 

En cuestión de seis minutos salió el pecoso y le dieron la bienvenida a Jungkook.

—Ah. Jeon Jungkook —en forma de saludo le recibió el doctor y la puerta se cerró sola, de un portazo espeluznante—. ¿Cómo han sido tus primeros días? ¿Ya te has acostumbrado al sistema del centro? —le dio una sonrisa y una mueca totalmente distinta a la que mostró con Xiumin y su caos. Parecía haberse aplacado del mal rato.

—Bien, doctor Zhang.

—Dime Lay. Soy el doctor Lay para todos —dejó de escribir en el libro oscuro y acomodó el bolígrafo en su oreja, abandonando la silla para deshacerse de la sucia manta de Jungkook—. "Zhang" es un término más profesional con el que me tratan mis jefes. Tú eres mi paciente —bromeó para aliviar el pesado aire que aún calaba—. ¿Vale? —Jungkook le asintió— Ahora a la pesa.

Suspiró en alto.

Jungkook rozó la pesa con la yema del dedo del pie y osó a arrimarse de una vez a la balanza. Ya no sabía qué sentir en ese instante; la última vez que le analizaron de pies a cabeza una emoción tras otra le invadió, como si portara un diablillo y un angelito sobre los hombros. Se rascó la nuca y evitó temblar a los ojos del doctor. El mayor se había aproximado a cerciorarse del número infame que gritaba la máquina y su cara fue un enigma amedrentador.

—¿Puedo bajarme? —preguntó con hilo muy débil de voz. Ya tenía una idea de lo que venía a continuación.

—Sí, bájate ya. Por favor.

Así lo hizo y la cinta métrica le rodeó inmediatamente la cintura.

Un silencio enfermizo abarcó en la oficina.

—Doctor Lay.

—Bajaste medio kilo —disparó al corazón del castaño. Al chico se le pusieron los pelos de punta y no se atrevió a subir la mirada tan fija que tenía en algún punto del suelo. En una esquina se encontraban los enfermeros, con el pulso desenfrenado al escuchar la cifra. Todo era nítido para Jungkook—. Medio kilo... ¿Sabes de lo que estoy hablando? No ha pasado siquiera una semana y ya has bajado esa cantidad de peso. ¿Te imaginas a ti mismo en dos semanas más? ¿Dos meses? ¿Tres...? —el menor no reaccionó— No es para hacerte sentir mal, pero quiero que tomes consciencia cuando te digo que eres uno de los pesos más bajos luego de los veintinueve de Dahyun.

A Jeon le faltó el aire.

—Veintinueve dice...

—Hace cinco meses aproximadamente. Estaba en un estado crítico, cerca de la muerte —su voz bajó tanto como la vitalidad de su mirar—. Sin embargo, hemos podido ayudarle a subir unos siete kilos. Podemos decir que está a salvo.

—Yo... no sabía.

El doctor se acomodó en su silla, apoyando sus hombros en el escritorio e invitando al chico a tomar asiento frente a él. 

—Estás al tanto de que tendré que informar a tus padres sobre esto, deberé vigilar tus movimientos y tomar decisiones más drásticas.

—Sí.

—Tendré que aumentar tu ingesta calórica y recetarte lo más pronto posible si vamos en reversa.

—Sí...

—¿Y estás bien con ello? —Jungkook no respondió tan fácil ahora. Las palabras se le atoraban y le asfixiaban el alma— Jungkook, dime si lo estás o no. Comprende que tú eres el único que decide sobre tu salud y tu cuerpo. Tú eres tu propio dueño. Tú eres el que decide si salir adelante o seguir con esta vida putrefacta —el castaño se sobrecogió con lo dicho, como si hubiese recibido un balazo. No esperaba ese tacto del doctor—. Y no me mires así, porque mi trabajo es decir la verdad y solo la verdad. No trato con niños de primaria.

—Lo entiendo.

—Y si lo entiendes, ¿por qué no te atreves a cambiar? Quieres mejorar, ¿no es así?

—Sí. Yo quiero —musitó, compartiendo la mirada tímidamente.

—Mira, sé que no es fácil llegar y cambiar el mundo dentro de ti en un abrir y cerrar de ojos pero, tal como te aconsejo a ti y a todos mis pacientes —se inclinó más al semblante depresivo de Jungkook—, atrévete a ser tu propio héroe —recitó con el corazón. Jungkook quedó tan blanco como el papel y los enfermeros le incitaron a ceder la silla. Todo se sentía más distinto ahora—. Nos vemos en unos minutos, ¿sí?

Asintió y salió del cuarto, percatándose de los orbes de los pacientes formados en sus espaldas. Bajó la escalera y no se unió a los cuchicheos de los demás en el comedor. El reloj corría y de a poco fueron llegando Yoongi y Jaejoong. No obstante, ocho minutos... Diez, trece, quince minutos... Los suficientes fueron a cuentas de Kim Dahyun, quien se unió a la mesa con los labios sellados y la cabeza gacha.

Nadie le discutió.

—Bueno, chicos —Zhang arribó a la punta de la larga mesa, con los paramédicos tras él—. Tendremos un diálogo ahora, ¿sí?

¿Por qué Jungkook se sentía tan condenado?

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