6
Habían llegado antes de la cena y llevaban una sonrisa en la boca. Admitían lo bien que lo pasaron. Jungkook seguía sin creer cómo Yoongi pudo romper en cosa de horas los alborotos de su cabeza, sus guerras y jaleos. Comenzaban a originarse esperanzas en él y en aquel centro, el cual ocupaba más lugar en sus pensamientos que cualquier otra congoja.
—¿Cuándo será mi turno para salir? ¿Ya acumulé los puntos suficientes para dar un paseo? —le preguntó Sandara al paramédico Kibum antes de que este saliera por la puerta del comedor, pero este la ignoró— Vaya —sintió envidia por sobretodo.
—Ya, Dara. Si quieres te llevo conmigo una vez que me dejen salir —animó Xiumin a la chica, quien rodó los ojos con ironía y se propuso a cenar de una vez.
Jungkook escrutaba y analizaba cada centímetro de su platillo. Le daba vueltas y se inclinaba para detallarlo a su manera, escuchando la bien conocida voz en su cabeza.
457.
No iba a testificar que estaba sintiendo un hambre voraz, pues lo declararía un pecado por mera gula. Sin embargo, el rugido de su estómago lo delataba en vano.
457.
A Jungkook le gustaba mirar su comida. Le gustaba oler su comida, pero no tocarla. Supone un acto de fascinación más que de alarma, temor o cobardía. Le encantaba estimar el punto de delicadeza que le agregaban al plato, la manera de servirse. Valoraba el esfuerzo con el que se era cocinado. La comida era un talento irrealizable para Jungkook, casi ilusorio.
457.
La mano de Yoongi se había posado en la pierna del menor, captando su atención. Miraba como no había probado bocado y le aisló de sus pensamientos. Este le compadecía y con su mirada le habló. Jungkook juraba haber esclarecido en un "adelante". Le había invitado a desafiarse a sí mismo.
Y así lo hizo, igual que horas atrás.
Terminó por acabarse la porción y respiró profundo antes de percatarse del susurro de su amigo. "Bien hecho".
● ● ●
Por la tarde muchos se sumían en las hojas de papel, la música, los cinco sentidos y entre otros. Los dos amigos se ensimismaron en su burbuja, tecleando en el piano y las notas. Estuvieron practicando la misma canción una y otra vez, como disco rayado. En las cuatro paredes de la sala de talentos se enfrascaban en un bullicio, menos en una esquina, donde un pintor no desafiaba al son. Este solo obedecía a sus ojos, par que apuntaba a una persona en especial...
Llegada la noche, Yoongi se le había acercado en la habitación que compartían con algo entre las manos.
—Oye.
Jungkook se acababa de cambiar la camiseta por otra más holgada cuando se giró a verle.
—¿Sí?
El mayor pintó una sonrisa de diablillo, como si estuviera a punto de hacer una travesura, y alzó aquello que tenía entre los dedos, sacudiéndolo: una barra de chocolate. Una idéntica e incomparable.
Jungkook se enfrió. No movió un músculo.
—Hay uno para ti, y otro para mi —le tendió el chocolate al otro, con el envoltorio ya rasgado y sacó uno más de su bolsillo trasero—. Hay que celebrar por tu primera salida —se deshizo del envoltorio del suyo y lo alzó, suponiendo un brindis—. Vamos, Jungkook —le sonrió casto y esperó por él, quien con desazón e incertidumbre le siguió la corriente—. Felicidades a ti.
—Felicidades a mí...
Así mascaron y se deleitaron con el manjar. Yoongi parecía tomárselo con naturalidad, como si hubiese sido premiado. Y, por otro lado, Jungkook se acomplejaba y se enredaba tal tela de araña. El castaño continuó por acabarlo junto al mayor, entretanto se agobiaba con los suspiros a gusto que este dejaba salir.
—De lo mejor —comentó Min, dando su espalda y acomodando su cama para poder acostarse—. Ahora hay que dormir. Se viene otro día, Jungkook.
—Sí —aclaró su garganta—. Buenas noches —suspiró para luego apagar las luces de la habitación y acercarse a su cama.
—Buenas noches —le respondió entre su bostezo.
Jungkook quería dormir las horas que le correspondían, pero ni siquiera lo intentó. Arrullando sus piernas en medio de su fría cama, desorientándose entre las estrellas de la noche, los gritos en su cabeza vociferaron hasta causarle una jaqueca. Se entristeció.
—¿Por qué? —apretó el agarre que le tenía a sus piernas pegadas al pecho— Aún no estoy listo.
Le estaba dando muchas vueltas al problema. Él se creía un problema sin solución. Sus demonios habían decorado su mente como un infierno y Jungkook sufría en silencio. Le faltaba el aire que sus lágrimas robaron.
Así que con desespero fue en busca de ello.
Salió a tropiezos de la habitación, bajó las escalas sin poder evitar el tronido de sus huesos y se guió por la orientación, cegada por la oscuridad de la madrugada fría. Su corazón palpitaba terriblemente rápido y furioso por la presión. Temblaba por encontrar la puerta de salida, llegando a sobresaltarse al palpar de una vez por todas el pomo de esta. Una exhalación escapó desprevenida de la vacilante boca y dio el primer paso a fuera finalmente. Sus pies estaban descalzos y se mojaron en cuanto contactó con el césped húmedo. No lo soportaba. Corrió con una colisión en sus pobres sentidos medio inconscientes, medio furtivos.
Parecía un crimen, y juraba que así era; por eso paró en seco.
¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué? ¿Para qué? Él no era un bulímico. Se prometió no volver a dar retorno a algo que haya sido bienvenido por su hambre. Por más que lo amó, se repudió. Cada decisión hasta ese entonces le culpó de delito. ¡Una vil fechoría! ¿De veras planeaba llevar a cabo otro desquite contra sus emociones? ¿Contra sus demonios? ¡Imperdonable!
—Qué estoy haciendo...
Cayó de rodillas en el pasto y refregó las palmas por su rostro compungido. Cabizbajo trató de encontrar su respiración y una pizca de desasosiego, casi inexistente en ese minuto. Inhaló y exhaló hasta el cansancio. Se paró en sus dos gélidos pies y se decidió a volver, pues desde la última vez que terminó en ese quebrantamiento, se había percatado de una presencia.
Esa noche sintió desconfianza de todo, hasta de sí mismo.
● ● ●
Ya había llegado: su tercer día en "recuperación". Sentía un peso gigante encima y carecía de alientos. Comenzaba a inquirir la razón por la cual no recibía llamada alguna de sus padres. Empezaba a creer que le habían abandonado en aquel centro para dejar de cargar con otro incordio, otro enigma bochornoso que era él.
Sus raciocinios huyeron en cuanto la voz de Yoongi le despertó. Ya era de mañana.
—Amigo, ya hay que despertarse —le propinó un suave golpe en la cabeza—. Ve a bañarte, ¿bien? Toca desayunar en unos minutos.
—¿Cuántas energéticas te has echado? Tienes mucha energía...
—Y tú corres en cámara lenta —bromeó, sin ganar una sonrisa en el otro rostro—. El chocolate de anoche me ha puesto dulce —levantó sus cejas a modo de juego.
Jungkook sí se rió esta vez.
—Ya. Me levanto para no volver a escuchar otra de tus estupideces.
—Te agradan mis estupideces —le quitó lo ofensivo al comentario del menor y abandonó con júbilo la habitación.
Jungkook había escogido sin mucha consideración sus ropas y se bañó en cuanto antes. Le gustaba sentir el agua cayendo cálida sobre su piel, pero detestaba ser golpeado por un frío al salir de la ducha. Sus huesos terminaban temblando. Le gustaba darle una última mirada al espejo antes de ceder el baño, observar detenidamente sus morados párpados, junto a sus ojeras; su amarillenta piel; sus descarnadas mejillas, antes rechonchas y tiernas; sus delgados brazos y piernas; los huesos que componían su humanidad.
Había llegado al comedor y se sentó al lado de su amigo. Miró a su alrededor y descubrió la monotonía en los ojos de todos. Casi todos, pues faltaba alguien.
—¿Y Dara?
—La están pesando —Xiumin respondió a Jungkook—. Iba a salir conmigo cuando supo que gané puntos por limpiar el baño.
—¿Cómo es eso? ¿Que ya no la habían pesado el mes pasado? —le preguntó la intrigada Yoona.
—Trucó su peso a última vez —masticó una de sus tostadas imperturbable—. Tal vez se echó unas piedras en los calzones. Yo no lo sé —le quitó importancia al escándalo de la mesa.
—Siendo así, no la dejarán salir de aquí —apostó Min.
—Entonces, ¿con quién saldrás? —preguntó Dahyun, jugando con las mangas de su suéter.
—No lo sé. Estaba pensando en salir solo, pero creo que invitaré a Taehyung —se giró a su derecha para lanzar una mirada confidente al chico—. ¿Qué dices? —le murmuró.
Kim se enderezó en su asiento y se mostró impávido.
—Claro.
Al parecer, era un hombre de pocas palabras.
De pronto todos se callaron, no había nada más que hablar. Dara no llegó a desayunar. Jungkook había terminado sus tostadas y se encontró bebiendo leche cuando le pilló de nuevo: Kim Taehyung.
¿Por qué no dejaba de mirarlo?
—Ya es el colmo —bisbiseó bajo, sin ser escuchado.
● ● ●
Xiumin y Taehyung no llegaron a cenar. Todos se estaban creando teorías bajo el mismo techo, y Jungkook admitía para sus adentros estar igual de curioso que todos, pero no menos desinteresado. No era un conspirador.
Ellos arribaron a eso de las diez, siendo confiscados por los paramédicos. Eso le hizo recordar a Jungkook el fisgoneo de Kibum en sus pertenencias. Le dio gracia.
—No hay chocolates esta vez, Jungkook —Yoongi le espabiló de sus recuerdos—. Se me acabaron.
Jungkook le respondió con una sonrisa comprensiva.
Esa noche durmió tranquilo.
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