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—¡Esta es la última vez en el mes que me haré cargo de sus cartelitos en la cafetería! —Jaehyun echó la pila de panfletos al piso y cerró de un portazo al salir. Su paciencia era nula.
Había pasado un mes. Se regían por la misma rutina de todos los días e intentaban, de todas las formas posibles, mantenerse al margen de la discreción para no ser encontrados.
Ya les era costumbre recibir al empleado del Expresso-Esso a la puerta de la casa con el montón de pistas al paradero de Jungkook, Jihyun y Taehyung en mano, ir de compras a la farmacia y al mercado, alimentar a los seis gatos, cocinar sin aceite, tomar sopa, y procurar por la seguridad de Yoona en sus noches de disco. Ni Jungkook ni Taehyung tenían la menor idea de qué tan terca podía llegar a ser la muchacha; no aceptaba faltar ni una noche a ese lugar.
Jihyun se hallaba recogiendo todos los panfletos de "se busca" y los hacía bolas para jugar con los gatos con los auriculares puestos. Yoona barría el resto del suelo y la pareja estaba a punto de salir por la puerta.
—Iremos a comprar. Volveremos en un rato —Jungkook avisó a las chicas—. ¿Querrás lo mismo de siempre, Yoona?
—Sí, por favor —intentaba meter la basura en un balde al no contar con pala.
—Bien. Espérennos —Taehyung iba cerrando la puerta cuando de pronto escucharon a Jihyun.
—Ah, Yoona —se había levantado sin percatarse que ambos muchachos seguían en casa. Fue donde la chica y con su característico tono risueño le suelta—, has ganado algo más de peso. ¡Se te ve súper!
Hubo silencio, uno grande. Se suponía que esas debían ser palabras de aliento, pero la estupefacción en el rostro de Yoona lo hacía ver como una atroz exclamación. La miró impactada, con los latidos yendo a mil, y no pudo aguantar correr lejos de ella. Se había escondido en el refugio de sus sábanas y Jihyun notó la presencia de los dos en la puerta. Se había tensado de pies a cabeza y cayó en cuenta de lo bocaza que fue. Irrefrenable.
—¡No subas! —aulló.
—¡Perdóname! ¡Yoona...! —le desobedeció y trepó la escalera con un nudo en la garganta.
Jungkook cerró la puerta. Se miró con Taehyung y comenzaron a caminar lejos de la escena. No habían dicho palabra alguna hasta que Jungkook soltó inaguantable...
—¿Jihyun acaba de decirle a Yoona que...?
—Sí —le cortó el pecoso, queriendo tachar el tema.
—Sabe muy bien que es anoréxica, ¿no?
—Sí... —se le escuchó un suspiro— Carajo —maldijo—. No tendría que haberle dicho eso... Es admitir lo que uno más elude, y duele recibir esas palabras. Como un combo en el hocico.
—Tienes razón... —Jungkook pareció entristecer— Pero... ¿Por qué habría de ganar peso si lo único que come es sopa? Digo... Es imposible. Tendría que ocurrirle todo lo contrario, al igual que nosotros. ¡No cabe duda que ya he bajado todo lo que aumenté en rehabilitación!
—No digas eso —recriminó el otro—. No por nada te llevo al Expresso-Esso por las noches para calmar tu fatiga.
—Espero que estés en lo cierto, porque me siento más enjuto que antes...
Taehyung se detuvo y Jungkook se percató de su distancia. Llamó con duda al nombre del pecoso, pero él estaba en un profundo trance. Su cara parecía pálida y Jungkook se alarmó.
—¿Tae?
—¿Cómo haces para pronunciar esas palabras sin sentir ni una puta culpa? —ni siquiera se permite pestañear. Se acerca a Jungkook por la vacía avenida y lo ve petrificarse— ¿No te haces ni una mínima idea de cómo esa declaración me hace sentir? —el menor empezaba a empequeñecer, cabizbajo— No sabes cómo me haces sentir... Y hablas de tu delgadez como si mucho te gustara...
Y, oh, mierda. Kim Taehyung tenía toda la razón.
Pero eso solo sería un secreto entre Jungkook y Jungkook.
—Lo siento... —desvió sus ojos.
—¿Por qué, ahora? —disparó.
Jungkook titubeó.
—Por no apreciarme a mí mismo, por sentir que floto mientras tú mantienes los pies en la Tierra —se le acercó alzando lento su mirar—, por pensar que estos huesos se hicieron para mostrarse, y por soñar que algún día volveré a ser alguien normal.
—Claro que vas a poder.
—¡No! —el alarido provocó un sobresalto a él mismo, sin saber controlar sus emociones— ¡N-No volveré a ser alguien común y corriente! ¡Es obvio! Solo mírame... —se mostró ante él, abriendo los brazos y aguantándose las lágrimas saladas que amenazaban por brotar— ¿Quién creería que un loco y enfermo como yo volvería a confiar en aquello que más amó, y que más daño le causó? —respiró hondo. Lo intentó— ¡La comida, Tae! La amo tanto... Demasiado como para darle distancia... La adoro y la odio por causar estragos en mí. ¿Cómo mierda puede existir alguien que repudia algo que ama? Cuando la pura y cierta verdad es... —se mordió el labio inconsciente, y sangró— La verdad es que... —no quería admitirlo para nada, ni para él mismo, pero con el poco aliento que guardaba se sinceró. No iba a sollozar. No iba a recapitular sus pesadillas. No iba a recordar, porque no quería— Tae —pronunció casi inaudible—. Tengo hambre... —lloró y recibió el hombro de Kim— Muero de hambre...
—Kookie —le acarició con extrema delicadeza las mejillas—, gracias por sincerarte conmigo —le peinó los cabellos mientras lo abrazaba—. Debes sosegarte...
—¿Por qué? —su preguntaba sonaba atropellada.
—Porque yo estoy aquí, y te dije que te amo —ambos se miraron y juntaron sus frentes, sintiendo el ardiente sol en sus cabezas. Se abrazaron con más fuerza y el pecho de Jungkook se tranquilizó—. Las compras pueden esperar, ¿sabes? —le rascó los cabellos, como si fuese una mascota— Almorzar algo apropiado no nos hará daño.
—¿También tienes hambre?
—¿Me quieres poner a prueba? No has escuchado mi estómago rugir. Lo hace como león.
Se rieron antes de separarse.
—Tú lo has dicho —encontró su pulso—, no nos hará daño solo... una probadita.
Se habían alejado de casa tomados de la mano, rebuscando por la ciudad un buen restaurante para compartir con lo poco y nada que les sobraba de dinero.
A Jungkook se le saldría el corazón de la boca; estaba tan emocionado como un niño pequeño. Se encontraba entre la línea que separaba el sentimiento de deseo y el de arrepentimiento. Sin siquiera haber dado una mordida al platillo pedido, ya tenía la particularidad de rememorar los sabores en su lengua antes de probarlos; con ello había sobrevivido todo el tiempo. No necesitaba de un banquete en su paladar cuando su particularidad era alimentarse mediante aromas, y nutrirse a través de sensaciones. Vívidas tan a flor de piel.
Iba a masticar cuando, en eso, vio a Taehyung mirarle complacido, como si verle comer fuese la cosa más maravillosa del mundo.
Y sí que lo era.
● ● ●
—Llegamos con los pedidos... —avisó Taehyung al adentrarse a casa con Jungkook.
—¡¿Dónde estaban?! —Jihyun les vociferó, casi afónica— ¡¿Por qué tardaron tanto?! —parecía a punto de romperse a llorar de desesperación.
—¿Ji, estás bien? Cálmate...
—¡Jungkook! ¡Yoona no se siente bien...! —se ahogó con los nudos que aguantaba en su garganta y empezó a toser, negándose de la ayuda de ambos— ¡E-Está... mal! ¡Y se rehúsa a ir... al hospital!
—¿Por qué iría al hospital...? ¿Qué le ocurre?
—¡Ah...! —se empezaba a indignar; los chicos no la tomaban en serio— ¡Escuchen, idiotas! ¡A Yoona se le ha roto la bolsa!
De un segundo a otro... nada se escuchó. En algún punto del hogar, estaba Im Yoona, delirando en el suelo. Sola, fría y húmeda.
—Jihyun, no estoy entendiendo...
Yoona no resistió más y dio por vencido al plan de pedirle ayuda a los muchachos. Iba a enloquecer del dolor.
—¡POR LA MIERDA! —vociferó, levantándose de la alfombra con sus piernas extremadamente tambaleantes y su voz convaleciente— ¡Hijos de...! ¡Estoy embarazada! —sollozó estremecedora y alto— V-Voy a parir... —cayó de rodillas y Jihyun corrió a ella— Voy a parir... —se abrazó a la chiquilla— Solo le había contado a Jihyun... He estado embarazada ocho meses... Una vez que tuve la oportunidad de escapar de esa rehabilitación, me decidí a no dejar este bebé que traigo conmigo... Quería traerlo a la vida, y por eso había asistido a ese centro en un principio... P-Pero... ¡Seguía enferma! Y-Y mis padres me querían allí... —negaba con la cabeza, como si recordara lo estúpida que llegó a ser en ese momento de su vida. Se retractaba mortalmente y rechinaba con fuerza sus dientes— Llegué aquí para buscar al padre todas las noches en esa disco, pero... ni aunque fuese al mismo lugar donde nos vimos por última vez... No hubo caso —continuó por llorar y sujetarse de la chica— Ahora solo somos Huening y yo...
—¿H-Huening? —a Jungkook le costaba modular con su corazón trastornado.
—Huening Kai, mi bebé... —Yoona sonrió con duelo— Tengo su nombre grabado en mi espalda...
—Y-Yoona, creo que deberías dejar de hablar... No entiendo cómo puedes hacerlo sin sentir que te quiebran doscientos huesos...
—Calma, Ji... Aún no vienen las contracciones...
No pasaron ni dos minutos para que el cuerpo entero de la muchacha se retorciera bajo la mirada de todos. El pánico ascendía y el dolor en los gritos de la chiquilla se duplicaban con pena.
Taehyung comprendió porqué necesitaba medicamentos, porqué Yoona se rehusaba a faltar a la disco, y porqué devoraba lo que tenía al alcance por las noches. Por su hijo... Ella de verdad quiso darle a luz...
Ahora yacía ella en el piso, de la mano con Jihyun, quien le ofrecía calma y esperanzas. Yoona sangraba en cantidades desbordantes por la parte baja. Jungkook intentaba darle cariños en el cabello y secarle el sudor con su propia playera. Taehyung, por otro lado, estaba entre sus piernas. Había revelado las milagrosas hazañas que su madre le había enseñado en su lugar de trabajo, pero el pecoso se hallaba tan inquieto que comenzaba a trabucar. Se deshacía frente a la mirada de todos, y luchaba por mantenerse cuerdo.
—Deberíamos llamar a la ambulancia, por favor... —Jihyun podía ganar un ataque de nervios. Lo juraba.
—Yoona, Jihyun tiene razón... —Jungkook musitó.
—¡NO! —la madre no cedería por nada del mundo— ¡No, no, no! ¡Se llevarán a mi niño! ¡Me lo quitarán! ¿¡No lo entienden!?
—Entonces, por favor, ¿q-qué quieres que hagamos? —a Taehyung le temblaban las manos— Estás sangrando demasiado cuando pujas...
Yoona se calló, se inmovilizó y una lágrima irrumpió en el universo.
—Jungkook... Taehyung... —llamó sus nombres, casi sin aliento. Su rostro era la mismísima definición de la angustia, y el sol comenzó a caer— Ayúdenme... —rogó— Ayúdenme a traer a Kai al mundo...
—Yoona...
—P-Por favor... —empezó a suplicar, y su voz no podía estar más quebrada— Haré lo que sea hasta desbordarme de esfuerzo... Por favor...
—¿Y si algo llegase a pasarte...?
Las palabras de Jungkook eran el miedo más colosal para la madre, y sonrió, resquebrajada.
—Ustedes se harán cargo de él.
Fue una orden, y un favor.
Y así luchó para lograr concebir a su amado hijo que no pudo recibir entre sus brazos. Yoona no pudo darle su primer beso. No pudo darle sus primeras caricias, ni ver su rostro, pero sí la vida.
Im Yoona murió batallando.
Huening Kai nació hambriento.
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