48
Los cuerpos estaban pegados cual firme empalme y bañados en sudor, allí sobre la banca que los acogía con ajadas almohadas para un descanso encandilado. Un ruido que rozaba lo palpable llegó a los oídos de Taehyung, quien se atrevió a entreabrir los ojos para toparse con una imagen jamás pensada. Algo abrumador.
Intentó mantenerse en la quietud más natural para no ser percibido, y continuó por ser testigo de un pecado de mismísima gula.
Los cajones de los muebles en la cocina estaban todos abiertos de par en par con un cierto rechinar. Había solo una pobre luz encendida y una chica con su ceñido vestido a lentejuelas, ahora descalza y con su cabello enmarañado. Su maquillaje era la definición del desastre en sus ojos, y su nariz parecía estar roja tal como su cara entera.
Era Yoona.
Temblaba de pies a cabeza como un terremoto. Quizás, pensó Taehyung, moría de frío por llevar los pies descalzos. Llevaba poca ropa. Estaba buscando algo con demasiado esmero en cada cajonera. Daba miedo. Pero más temor dio cuando halló lo que indagaba.
Taehyung trató, por lo que más quiso, mantenerse cuerdo. Hacer como que nada estaba sucediendo frente a sus ojos, porque él no quería ser testigo de tal quebrantamiento.
La espalda que dejaba al descubierto el vestido se removía con estremecimientos, y los huesos de la columna se hacían más notorios cuando se inclinaba aún más. Estaba sudando en demasía y Taehyung se ansiaba por ver su rostro.
Y lo hizo, cuando esta se giró.
Yacía devorando como animal un bol completo de fideos, sin dejarse respirar ni meditar sobre sus acciones. Ella engullía como si su vida dependiera de ello. La saliva resbalaba por sus agrietados labios. Degustaba ahora de un litro de pura leche de almendras, seguido de un paquete de galletas untadas en crema batida. Se estaba preparando para tragar algo de agua por su garganta para digerir todo más fácil. Se veía que le faltaba el aire y su cara se notaba inflada, pero eso no la detuvo para alimentarse de otras sobras de comida como frijoles, arroz y más pasta.
Fue una pesadilla para Taehyung.
Ella se había aguantado las ganas de regresarlo todo en vómito al sentarse sobre la alfombra y abrazarse a sí misma, volviendo a llorar, ahora sollozando. Contemplaba todo el caos y el vorágine en su mente. Empezaba a gatear hasta alcanzar su bolso y de él saca un reproductor de música. Ella necesitaba dejar de oír los alaridos de su cabeza y se torturó, poniendo a tope la melodía en sus oídos. Cerraba los ojos y echaba la nuca hacia atrás, inspirando y exhalando con dificultad.
Se atracó.
Estaba hundida.
Lloró mientras rasguñaba con sus uñas el piso de la deteriorada madera que la sostenía. Entretanto miraba al techo, volvía a beber agua hasta atragantarse con los grandes tragos y volcaba el resto en el suelo, llegando a humedecer sus escuálidos pies. Taehyung veía como los vellos en su piel, el lanugo que intentaba protegerla del frío, se erizaba por lo gélido del ambiente. No entraba ni un rayo de luna de las ventanas, pues estaban cubiertas con oscuras mantas, pintándolo todo de un lúgubre azabache. Deprimente.
Y ya no le importó el recato. Y sollozó con más fuerza, porque mañana volvería a pasar hambre.
● ● ●
Ya era otro día. Taehyung se estaba despertando justo cuando sintió a Jungkook removerse a su lado. Ambos estaban recién perturbados por la somnolencia y, al dar una mirada al frente, se estrellaron con los curiosos ojos de Lee Jihyun. Demasiado cerca como para desafiar los cortos centímetros que los separaban a los tres.
Eran Taehyung y Jungkook desnudos bajo una manta, y Jihyun arrodillada frente a la banca, escrutándolos con una sonrisa diablilla, casi con bravata.
—Buenos días —pícara saludó sin siquiera pestañear—. ¿Cómo la pasaron anoche? —jugueteó con sus cejas.
—¿Anoche...? —Taehyung tardaba en darse cuenta de lo que habían hecho por la noche, pero sus músculos se sentían desgastados.
—Échense un baño, ¿quieren? —Yoona les miró con una mezcla de disgusto y bastante gracia entretanto sorbía de su taza de té. Resultaba gracioso verlos así— De seguro apestan.
En ese instante, las eróticas imágenes llegaron de golpe a los recuerdos de ambos y sus rostros se tiñeron de un rojo furioso. Saltaron fuera del asiento y se cubrieron con lo primero que hallaron cerca. Huyeron de la vergüenza ajena en la sala de estar y escalaron hacia el segundo piso; a Jungkook se le daba más fácil escapar sin dar trompicones, pues Taehyung se envolvía con la larga manta.
Al llegar al baño se vieron a los ojos y se rieron.
—¡Qué vergüenza! —con tantas carcajadas, le dolió el estómago a Jungkook.
—Y que lo digas... —Taehyung terminó tosiendo.
—Pero... —Jungkook suspiró antes de mirarlo suave— Me gustó —admitió, conservando el rojizo tinte en las mejillas—, me gustó mucho.
Taehyung bajó la cabeza, mordiendo su labio.
—A mí también...
Rozaron sus narices y Taehyung dejó de sujetar la manta que le escondía para apoderarse de las curvas del castaño, y le apartó de la almohada que le cubría para aprovechar más de su cercanía.
—Solo quiero que sepas —Jungkook susurró— que cada día te estoy amando más.
Taehyung sentía subir el carmín.
—Ojalá me estés amando a mí y no a mi pene —bromeó desvergonzado, recibiendo un golpe resonante en el trasero—. ¡Ay!
—Bañémonos ya, ¿sí?
Antes de adentrarse a la apretada ducha, Taehyung pareció pisar lo que aparentaban ser píldoras en el suelo. Sin embargo, no las recogió, no las analizó ni las hurgó; encontró la paz mental que necesitaba bajo la lluvia refrescante, junto a la persona que arrebató su emoción de la noche a la mañana.
● ● ●
Cuando el almuerzo ya iba acabando, alguien tocó diez veces en la puerta.
—¿Q-Quién es?
—¿Es el dueño?
—Tranquilos, tocaron diez veces ¿Recuerdan? —se levantó de su lugar y se fue aproximando a la puerta— Debe ser alguien conocido.
Ignorando completamente el resquemor de los jóvenes, abrió la puerta de par en par y un sujeto enfurecido se introdujo en la vivienda, llevando consigo un montón de papeles arrugados.
—¿Jaehyun? ¿Qué haces...? —se sorprendió la chica.
Era el empleado del Expresso-Esso.
Yoona no sabía si mantener la puerta abierta o cerrada, pues nunca había recibido a Park Jaehyun en su casa, y él no acostumbraba a adentrarse en estas si no fuese por un caso de inevitable importancia; él era un tipo de espécimen para su jefe en el café y un guardián para el condominio, pues el sector fue invadido ilegalmente por personas necesitadas de techo, como Yoona, y se requería de un mirilla ante cualquier peligro.
—Los he aguantado todo el día, pero... ¡no se van! —Yoona le empezaba a mirar indignada y pensaba golpearlo muy fuerte en la ingle— Ugh, no me mires así. No me refiero a ustedes; pueden hacer lo que les dé la puta gana, ¡menos esto! —sacó a relucir los papeles que tenía en la mano hecha puño y casi le restriega en la cara estos al par de muchachos.
Jihyun solo admiraba el escándalo desde una esquina con su taza de leche.
—Explícate y no les toques ni un pelo —ordenó Yoona.
—¿Sabes leer? —le lanzó lo que parecían ser panfletos— Para cuando vuelva, quiero este asunto ultimado para no tener que volver a lo mismo —y se fue cascando, cerrando la puerta de un golpazo.
—Vaya temperamento que se echa ese, ¿verdad? —Jihyun sorbió con una bombilla.
Yoona recogió unos panfletos y los empezó a leer, quedando boquiabierta.
—¿Qué dice? —quiso saber el castaño.
—Jungkook... —no solo le costaba hablar, se había puesto pálida al decidir mostrarle la hoja— Te están buscando.
● ● ●
Era el colmo.
—Jungkook —Taehyung corrió detrás de él—, ¿qué es lo que tratas de hacer?
Jungkook se giró para explicarse enfrente de un Taehyung embarullado y agitado a unos pocos metros de distancia. Se hallaban por la avenida y parecían caminar apresurados y sin rumbo. La cara del castaño parecía un laberinto sin entrada ni salida, y la del pecoso pintaba un blanco enfermizo, preocupado. Su semblante lo decía todo.
—Voy a hacer desaparecer todo letrero con mi cara en ella —afirmó.
—Ay... ¡Espera! —alcanzó a llegar a su lado— Entonces ¿no quieres que te encuentren? ¿Q-Qué es lo que pretendes?
—Bueno... Esto puede ocurrirle a Ji o a ti. ¿No te has puesto ha pensar? Si lo olvidaste, te recuerdo que nos escapamos de un hospital en medio de nuestra rehabilitación.
—Vale, vale... Tienes razón —discurrió mordiéndose una uña y mirando detenidamente a sus alrededores. Suspiró por lo alto y tomó de la muñeca de Jungkook—. Esto tenemos que hablarlo en un sitio menos concurrido.
Fue así que se dirigieron aprisa hacia la discoteca que visitaron de noche. Se encontraba afortunadamente vacío y funcionaba como bar en el transcurso del día. Pasaron de largo las invitaciones de un mozo a quedar una copa y se fueron al baño. Estaba desierto.
—Bien... Cerraré la puerta —el pecoso rápidamente le dio vuelta al pestillo y regresó para encarar al castaño. Suspiró lento—. Jungkook...
—Taehyung, no quiero volver a lo mismo. Quiero decir... —se refregó las sienes e intentó ganar tranquilidad mirando a las luces del techo— Admito que mis padres me buscan y los extraño, pero no espero regresar así a ellos.
—¿Así cómo?
—Así de hecho mierda —se apuntó a sí mismo frente al gran espejo a su derecha—. Quiero regresar a ellos una vez que haya hecho algo que los haga orgullosos...
—¿Y crees que llegarás a eso? ¿Solo? —se cruzó de brazos, naciendo de él la indignación que las palabras de Jungkook le arremetían— ¿Sin mi? ¿Sin Jihyun o Yoona? Porque si así lo quieres, opino que estás siendo muy egoísta.
Y Jungkook se calló. Se giró a ver su reflejo y revolvió todos sus cabellos. En parte, tenía razón.
—Ya. Entonces lo soy —admitió, tomando por asombro al chico detrás—. Soy un egoísta, y lo soy porque mis padres me criaron con la idea de ponerme a mi y mí bienestar primero que nada.
Taehyung enfureció.
—Y fue así como terminaste en un centro de rehabilitación con anorexia —rodó los ojos y apretó los brazos cruzados, enfrentándose al reflejo de ambos en el espejo—. Vaya inmunidad, ¿eh? —le atacó irónico— ¿Dijiste que te ponías a ti en primer lugar antes que nada?
Pero Taehyung tarde se dio cuenta de lo que lanzó antes de meditar, y vio una lágrima peligrosa caer por la mejilla de Jungkook.
—Vete a la mierda.
—Jungkook, perdóname —le tomó de los codos para impedir que se fugase lejos de él, y sus pulmones se apretaron al sentirse tan compungido y arrepentido de sus palabras—. Es que, ¡solo trato de decirte que no es el momento ni el lugar para centrarte solo en ti! Pronto nos llegarán otros panfletos con la cara de Jihyun y otro con la mía, ¿entiendes? —Jungkook evasivo trató de desquitarse del agarre del chico y esas manos regresaron a él, a sus mejillas— Jungkook, intento hacerte ver que no harás nada sin mi. ¿Acaso no recuerdas nuestras promesas? —tragó saliva antes de recitarle— "No desaparecerás si yo no desaparezco contigo", ¿no?
A Jungkook le pintaron esa madrugada con Taehyung bajó la lluvia tórrida luego de lamentar la muerte de Dahyun y Jaejoong. Se le colorearon las escenas de los dos juntos en la ducha, desnudos y repartiendo besos en el cuerpo del otro, angustias y promesas.
—Perdón —levantó su cabeza, soltándose—, tienes razón. Es que esto... es mucho en lo que pensar.
—Lo sé.
—Entonces —su mirada se volvió vacilante y las lágrimas temerosas, dubitativas—, ¿qué haremos ahora?
—Yo... —el entrecejo de Kim se frunció— No lo sé...
—Taehyung —pronunció su nombre y su corazón golpeteó contra su pecho. Se estaban observando con congoja, casi con súplica por un milagro—, dime —le pidió—. ¿Tú también quieres desaparecer conmigo?
Taehyung le miró rotundo, y le había hecho una promesa.
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