46
Era un cuarto para la una de la noche. A cada uno le había correspondido una habitación diferente, pero no muy alejada de las otras. Se hallaban en el mismo pasillo de un segundo piso, donde todo era pálido y gélido. Se podían oír las pisadas de los médicos metódicos y la frecuencia cardíaca de los pacientes a través de sus monitores.
Esa misma noche, Jihyun, Taehyung y Jungkook habían optado por quedarse despiertos hasta no sentir ni una presencia por los pasillos. Por ello fue que a las cuatro con diez minutos se encontraron en la habitación de la muchacha, quien por una ventana pensó en fugarse junto con los chicos.
—Primero vas tú para recibir a Ji y luego yo. Ese es el plan —le había susurrado Jungkook a un Taehyung inquieto, arremangando sus mangas y acomodando bien la gran mochila en su espalda—. Te aventaré el bolso de Ji y el mío —avisó, fijándose en la espalda del mayor—. Deberías lanzar tu mochila por la ventana primero... Así se te haría más simple saltar por la ventana y caer sobre nuestros bolsos.
—T-Tienes razón. Ya lo hago —empezó a sacarse el peso de los hombros con algo de espasmos por lo frío del cuarto.
Jungkook lo notó.
—Tae... Calmado... —le acarició los hombros turbados y le sonrió demasiado dulce, tanto como para hacer saltar aún más el corazón de Taehyung y sosegarlo al mismo tiempo. El menor le estaba estirando las mangas que se había arremangado cuando le dijo:— Saldremos juntos de esta. Todo saldrá bien, te lo prometo.
Taehyung no pudo sentirse más encandilado con ese castaño.
Sin tolerar más, le arrulló el rostro con ternura y le besó en los labios con presura, tomando a Jungkook por completa sorpresa y pasmando a Jihyun de pies a cabeza. A Taehyung le recorrió una seguridad innata y una energía explosiva luego de aquel beso, como si hubiese recompuesto su arrojo, y sin esperar ni un segundo más lanzó los bolsos por la ventana y saltó intrépido. Osado.
—¡¿Qué...?! Ustedes son... —chilló en un susurro la chiquilla, sin poder abandonar la sorpresa de su interior.
—Te lo explicaremos, pero luego... —con bochorno y un rojo hasta las orejas le empujó cerca de la ventana para incitarla a seguir con el plan— Ahora, vamos. Apresúrate...
La chiquilla se sentó en el borde de la ventana y cerrando sus ojos cayó al vacío... A los brazos de Kim Taehyung.
—L-La tengo... —las piernas de Taehyung temblaron, aún habiendo terminado sentado sobre los bolsos— J-Jungkook...
—Ya voy...
Jungkook echó un ojo a la puerta de entrada y sin meditarlo un minuto más, atravesó la ventana. Se sintió volar por los aires y un torbellino se apoderó de su estómago, originando una adrenalina peligrosa. No había cerrado los ojos para poder recolectar cada instante en su mente hasta el aterrizaje.
—Tomen su bolsos y corran sin mirar atrás...
Fue así como huyeron por el sector de basurero en el hospital y corrieron por la avenida, sin tener idea ni orientación mínima por la ciudad. Habían corrido por minutos inaguantables y de vez en cuando se detenían por Jungkook, quien percibía sus piernas como gelatina y los pulmones le jugaban una mala pasada. A Jihyun se le dificultaba llevar su bolso en algunas ocasiones, ya que lo tenía en el hombro y se resbalaba por su brazo.
Después de veinte minutos de tropiezos, habían reconocido un sector de la ciudad, y supieron que debían subir calle arriba... hacia el café.
La calle era empinada para su mala suerte, y se pusieron uno detrás del otro, afirmándose de los hombros para no caer de espaldas en algún caso inesperado. El aire ya les parecía espeso y aspiraban con fuerza. Iban llegando a la cúspide de la colina hasta reconocer su sitio seguro...
El Expresso-Esso.
Abrieron la verja al costado del café y lo atravesaron. Habían entrado al condominio de casas abandonadas, donde aparentaba ser silencioso y desierto, pero no tan tremebundo. Se fueron directamente al 2727 y tocaron la puerta, muriendo de nervios por dentro.
Y apareció ella.
Había ganado más vida en su cuerpo, su cara había tomado más forma y sus ojos se apreciaban más brillantes. Sin embargo, conservaba su palidez amarillenta, sus violáceas ojeras profundas y sus temblores. Vestía con ropas demasiado holgadas para su talla y los miró aterrada.
—Hola, Yoona... —Taehyung intentó saludar cordial, como si no le faltase el aliento y no le ardieran los músculos por el ejercicio.
Ella no dijo nada.
—Yoona, nosotros tuvimos que...
—No —le cortó a Jungkook—. No quiero que me expliquen su situación. No quiero saber más de esa casa.
—Oh... ¿Tú también estuviste en el centro de rehabilitación para desórdenes alimenticios del doctor Zhang Lay? —Jihyun habló tan rápido que no solo Yoona se perturbó.
—Ah... Sí...
—Súper —un tick nervioso le invadió el ojo derecho y todos le miraron desorbitados.
Yoona suspiró.
—Vamos. Entren —no le dio más vueltas al asunto y les abrió paso.
Sin duda parecía abandonada. Habían muchos muebles en un estado deplorable y la pintura de las paredes parecían descascaradas. Desde lejos pensaron que el techo iba a caerse en cualquier momento y se percataron de la escalera de palo, hecha para treparla. Por las ventanas comenzaba a saludarlos el sol del inminente día y su luz les permitió vislumbrar bien la madera que enaltecía la antigua casa. Cada paso producía un crujir del piso, como si estuviesen pisoteando sobre huesos y fósiles. Ciertamente, no había un orden en la casa. Sin embargo, el aroma instintivo que acostumbraba a desprender Yoona lo recompensaba, parecido al suavizante de algún detergente.
—¿Vives sola? —quiso curiosear la menor, sin dejando pasar ni un detalle de la humilde casa.
—Eh... No —le respondió—. Vivo con ellos.
—¿Quiénes?
La respuesta de Jungkook fue atendida en un segundo cuando un gato maulló y tres felinos más se le arrimaron con huroneo. Sus enanas narices se arrugaban cuando olían los zapatos de cada uno y sus miradas eran exhaustas; probablemente porque habían interrumpido sus horas de sueño, como le ocurrió a la misma dueña de casa. Bostezaban y se rascaban el cogote.
—¡Gatos!
—Arriba hay más por si quieres verlos —le apuntó a la escalera antes de que la castaña se fuera apresurada—. ¡Vuelve acá a tomar algo caliente cuando los saludes...! —le pidió cerrando la puerta de la casa de una vez por todas, pues estaba entrando una brisa friolenta que podía calar el cuerpo, y eso los llevaría a prender el fuego a la chimenea— ¿Quieren una taza de té?
—Por favor —Taehyung pidió casi rogando.
Se dirigieron a la banca de madera que reemplazaba la tarea de un sofá. Se acomodaron en las ajadas almohadas y se dieron cuenta que hacia falta un buen respaldo, pues sus espaldas terminaban chocando contra la pared.
Yoona sacó unos grandes y hondos tazones de sopa vacíos a cada uno y otros dos sobre una pocha mesa de café. Escurrió el agua por el lavaplatos y empezó a llenar la plomiza tetera. Prendió la lumbre de la vieja cocina y tomó asiento en un rojo cojín que se hallaba en el suelo, encarando a los dos muchachos.
—Bien —cruzó los brazos sobre la mesa y su entrecejo intimidó a ambos—. Vamos a poner algunas reglas bajo este techo —declaro con una profunda voz, casi extenuada y ronca.
—P-Por supuesto —murmuró Taehyung.
No iban a decirlo en voz alta, pero se sentían demasiado incómodos por hallarse en casa ajena. Tanto así que el aire se les hacía pesado.
—Primero: no pueden traer comida a casa. De ningún tipo mas que algo líquido, lo que nos lleva a la segunda regla: aquí se sigue una dieta líquida. Es decir, se acostumbra a comer sopas o cosas por el estilo. Y si no están de acuerdo con ese punto, los invito a hacer lo que sea que quieran saliendo por esa puerta —señaló la misma puerta por la que entraron minutos atrás y prosiguió—. Tercero: se cocina una vez al día, y me refiero al almuerzo —se oyeron gatos subiendo y bajando por la casa—. Cuarto: estos gatos son nuestros hermanos —se refirió a los seis gatos que revoloteaban por ahí—. Quinto: nos turnaremos para hacer el aseo diario pues, aunque no lo parezca, sí limpio mi casa; son estos gatos que me ultrajan todo —rodó los ojos con una sutil sonrisa, como recordando anteriores situaciones vividas con los mininos—. Y sexto: lo tuyo es mío y lo mío es tuyo; aquí todo se comparte. ¿Aceptan?
Jungkook y Taehyung les costó procesar todo lo mencionado. No sabían si sus dificultades se debieron al agua de la tetera hirviendo o los ronroneos de los gatos sentados a los costados de la banca, pero de una cosa sí estaban seguros.
Yoona seguía inestable.
Llevaba el orden de su vida por un estricto patrón insano, y era lamentable no poder argumentar en contra ese mismo instante. Les dolía el imaginarla comiendo una sola insípida sopa al día y viviendo por su cuenta.
Les dolía, pero no tenían otro lugar al que acudir.
—Aceptamos.
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