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El repiqueteo en la mesa fue constante mientras la incomodidad en sus rostros se pintaba muy pálido. El trío de amigos se miraban cómplices de los gritos en la planta alta de la casa, allá donde dormían las primas; no por mucho tiempo ahora...

Se escuchaban quejas y voces que cantaban las cuarenta, y en la mesa no hubo ni intento de intervenir.

—Ustedes no deberían estar aquí —se oía la voz prepotente del enfermero Kibum a la lejanía—, deberían estar en un centro de rehabilitación para drogadictos. 

—¡No! 

—Por favor, no...

—Querían hacer creer a sus padres que padecían de anorexia, ¿no? —Hyojin no se anduvo con rodeos— Así se les haría más fácil ganar el peso perdido mientras se fumaban los porros, ¿verdad?

—¡Que no es nuestra droga, les digo!

—¡No más excusas! ¡Ustedes se van de aquí! —vociferó la mujer, notándose su furia— ¡Se van!

—No...

—¡Ya! —se trastocó— ¡Ya, ya, ya! ¡Quiero sus cosas fuera de esta casa! ¡Llamaremos a sus padres ahora, mierda!

La mañana se percibió fría desde ese incidente. Apenas quisieron tragar con gusto la miel que cubría las almendras, pues ni siquiera ello haría largar el regusto amargo del día. No les apetecía acercarse ni un metro al disparate engendrado en esa habitación. Por ahora, tacharían ese día como una fechoría bajo secreto a voces. 

No, nada de fechoría. ¡Una canallada!

Dos horas y media más tarde se habían esfumado las primas, y se escucharon los alaridos y maldiciones de los mayores que bajaban de la humilde furgoneta. Ciertamente fue una escena bastante apabullante para una sola mañana, y para tres chiquillos espantados. Ellos veían a través de la ventana como el padre echaba disgustado las maletas dentro del auto y como la madre tironeaba a su hija de la oreja, mientras Tiffany se abrazaba a sí misma para apaciguarse.

Se les revolvió el estómago. 

Ya por la noche les costó conciliar el sueño sin dejar de recordar el rostro furibundo de la señora. A Jungkook le dolía la vejiga de madrugada y tuvo que dirigirse al baño en cuanto despegó ojo. Se paseó cauteloso por el pasillo, esperando no hacer crujir ni un tablón del piso, y entró al baño. Al acabar sus asuntos cerró silencioso la puerta y decidió por regresar al lado de Taehyung en la cama, pero un llanto poco perceptible le llamó la atención...

Se aproximó al barandal de la escalera y pudo oír con mayor claridad.

—Dios... —era Hyojin— ¿Puedes creerlo? P-Porque yo no... Y no quiero hacerlo.

—Calma, linda... —se notó la angustia en la voz de Kibum.

—No puedo, lo siento —se aguantó un sollozo—. ¿Es que no te das cuenta que perderemos nuestro trabajo? Todo por esas mocosas...

—Toma un poco de agua, Hyojin. Cálmate —se le escuchó.

Jungkook pudo asumir que, tal como se le invitó, la dama sorbió un poco de su vaso de agua y se tranquilizó un poco. Estaba con los nervios de punta.

—El doctor Zhang cerrará este centro de rehabilitación por culpa de esas crías; tú mismo lo escuchaste decir —un silencio mortal se multiplicó por los siguientes pavorosos segundos, dejando la oración como definitiva, dejándole unos escalofríos indescriptibles al cuerpo entero de Jungkook. Su aliento se atascó en su garganta y tuvo que tapar su boca para no soltar un lamento desde lo profundo—. Ya lo veía venir.

—Lo hizo para disipar sospechas. Lo sabes.

—Sí... Es solo que —suspiró alto, como si estuviera demasiado decepcionada de la situación que vivían. Y realmente así era— no tuvimos el tiempo suficiente para hacerle saber a los chicos que tendremos que trasladarlos a otra clínica de rehabilitación.

Esa fue el ultimátum a su cordura.

Jungkook se aferró al barandal y arañó la madera con sus, ahora, azuladas uñas. Se mordió la mano que cubría su boca y cerró los ojos sin querer continuar escuchando, pero permaneciendo quieto de todas formas, enloqueciendo. 

Transcurrieron los minutos de duelo y Jungkook no paraba de divagar entre sus pensamientos. Ya tenía en claro lo que ansiaba, y fue así que corrió de puntas a la habitación. Sin siquiera tomarse el tiempo de cerrar la puerta, saltó de una vez a la cama y tembló al reencontrarse con el contacto del lado de su cama, ahora frío. Se acurrucó necesitado al pecho del pecoso y este acabó por pestañear.

—¿Jungkook...? —sonó roncó.

—Shh... —le miró a los ojos.

Taehyung se paralizó; al fijarse bien en el castaño, su cara mostraba un trauma. Estaba muy pálido.

—Jungkook, ¿qué te pasó?

—Cerrarán el centro.

El mayor se fue reincorporando en el colchón y su corazón inició un huracán de latidos caóticos.

—¿Qué?

—Cerrarán el centro, Tae —repitió, y esta vez no le costó pronunciar—. Nos trasladarán a un hospital. A ti, a Jihyun y a mí.

Taehyung no pudo creerlo a la primera, pero las palabras de Jungkook eran sinceras y no le puso en duda ni una sola vez. 

Se descolocó y ahora fue su turno de saltar de la cama, totalmente trastornado. Anduvo caminando en círculos por dos minutos y cuando notó la puerta abierta, intentó cerrarla. Pero algo la abrió de par en par.

Alguien.

—Ji...

—Escuché todo —sus ojos estaban hinchados por las lágrimas y sostuvo fuertemente su peluche, apegado a su pecho—. ¿Qué es lo que vamos a hacer?

Lo declararían esa misma noche. 

●      ●      ●

—Sí, señor Jeon. Estará en muy buenas manos. Le puedo asegurar que habrá continuidad en su recuperación tal y cómo se llevó a cabo en mi centro. He transferido todo a la base de datos del hospital, así que saben perfectamente la situación de su hijo y el registro de su peso estos últimos días. No hay de qué preocuparse, en serio. Y si algo llegara a sucederle, créame que ellos se lo harán saber a ustedes por medio de una llamada. Pero, ¡a quién le miento! Este hospital es mil veces mejor que mi centro de rehabilitación. Le invito muy cordialmente a que venga a visitarlo, y así se cerciora de todo lo que le he mencionado. Eso es todo por ahora. Colgaré, ¿sí?

Ese era el doctor Zhang, tragándose su orgullo y sudando por la frente. Veía con detenimiento las puertas automáticas de la ensalzada clínica, inundada de gente vestida en blancas batas. 

No iba a admitirlo, pero sentía envidia.

—Bueno, chiquillos —se puso en cuclillas frente al trío de amigos, como si de niños pequeños se tratase—. Ustedes ya lo saben todo, y me lo lamento mucho... Y lo siento demasiado —empezó a originarse un nudo en su garganta—. Han... sucedido muchas cosas que me cuesta superar bajo ese techo. Ustedes mismo lo saben, y nunca quise que fueran espectadores de tal atrocidad...

—No fue su culpa, doctor. Ya está en el pasado, y ellos ya están en un lugar mejor allá arriba —el pecoso le acarició un hombro, rindiéndole una torcida sonrisa penosa.

—G-Gracias, Taehyung. Mierda... No quiero dejarlos ir. Me anduve encariñando mucho con ustedes, desgraciados... —no se aguantó a abrazarlos a los tres y escondió sus lágrimas en el hombro de Jungkook— Estarán mejor aquí. Créanme. 

—Le creemos. 

Pero lo que harían esa noche diría todo lo contrario. 

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