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Se bajaron de la bicicleta cuando llegaron finalmente al Expresso-Esso, luego de pedir perennes consultas a extraños en el camino. Habían dado con una avenida calle arriba, no muy lejos del centro de la ciudad. No era un punto muy transitado, por lo que escamaron con la sola pinta del ambiente. Lo raro era ver al Expresso-Esso como una única tienda a la cual acudir en la cuadra.
Sintieron curiosidad al volver a revisar la dirección plasmada en el pedazo de papel, pero no se echaron atrás con el plan: entrarían, preguntarían, y se cerciorarían. ¿De qué exactamente? Ni ellos lo sabían. Solo deseaban saciar sus dudas.
Se adentraron al café y lo pillaron completamente vacío. El solo trabajador era la presencia del lugar. Se veía distraído en un cubo rubik e inevitablemente aburrido. El singular ruido del antiguo ventilador en el techo era el que se ganaba la mera atención de cualquiera con su ligero rechinar. Además de un olor intenso a cafeína, se percibía una esencia a aceite freído que provocaba gula y otro hedor a metal derretido proveniente de la cocina.
Se aproximaron al mostrador donde se ubicaba el empleado y le hicieron señas con la mano, pues estaba muy abstraído en algún punto en específico.
—Ehm... ¿Hola? —Jungkook fue el que alzó la voz. El chiquillo se enderezó perezoso y parpadeó antes de ver al dúo con más detenimiento, como si los estudiara con rayos equis. Se le notaban las noches de desvelo en sus ojeras violáceas y su anemia en la piel amarillenta, como la de Jungkook— Sí... Venimos a preguntarle por una dirección pues, verá, nos llegó esta nota que apuntaba a esta misma tienda. ¿Sabe dónde se hallaría ese tal 2727?
—Ah. Deben venir de visita —arrastró las palabras como si sintiera hasta cierta flojera pronunciarlas.
—¿Cómo es eso de "visita"? —quiso saber Taehyung.
—Atrás de este café —con su pulgar señaló a sus espaldas—, se toparán con varias viviendas abandonadas. Muchas personas vienen a aprovecharse de las casas desocupadas y viven ahí. Yo asumo que vienen por eso —se frotó su nariz antes de estornudar.
—Tae, ¿quién podría vivir allí? ¿Por qué nos habrá llegado esta dirección a nuestras manos? ¿Qué querrán de nosotros? —Jungkook le susurró cerca del oído, sin importarle demasiado la estancia del indiferente vendedor.
—Tranquilo. Lo sabremos en unos minutos —le sobó el hombro para transmitirle confianza y miró al otro joven no-tan-joven a simple vista—. Chico, ¿me puedes decir cómo llegar a esas casas?
—A un costado de este café hay unas rejas que guardan el condominio de casas que les digo; está abierto, solo deben entrar. Y en cuanto lleguen a la propiedad que buscan, necesitan golpear diez veces lentamente.
—¿Y eso por qué?
—Porque es la señal de los visitantes —aclaró—. Si ningún conocido de los dueños de casa golpeara distinto, sería todo un atado. Podría ser un policía o hasta el mismo arrendatario original. Esto tiene su ciencia, chicos.
—Tienes razón. Gracias por tu ayuda.
El desconocido apenas imitó un "sí".
Trotando salieron de la tienda y, efectivamente, acudieron a la entrada de rejas. De verdad se trataba de un condominio de casas maltratadas y de barrios bajos. Echaban ojo a los números indicados en cada puerta y luego de cinco minutos le acuntaron.
2727.
—Alguien está saliendo de la casa. Hay que esconderse...
Detrás de unos botes de basura se camuflaron y no despegaron la vista del residente, quien resultó ser nada más ni nada menos que ella.
—Yoo... Yoona.
Ahora esbelta, pelinegra, lenta y perdida en sí misma. Realmente era ella.
—¿No se había hospitalizado hace poco? —le preguntó Jungkook.
—Sí... Pero parece haber escapado...
—Dios.
Con sus miradas siguieron los pasos de la chica que cerró la puerta con un candado oxidado y echó a apresurarse fuera de allí. Tanto Jungkook como Taehyung estaban boquiabiertos.
Se escuchó un ronroneo.
—Mira, Kookie. Parece que le gustas.
Un gato bastante gordo y plomizo se refregaba en la pierna del castaño. Y le maulló.
—Creo que ya es hora de irnos.
● ● ●
Un temblor les quitó la calma en la mañana mientras dormían abrazados.
—¡Ya es de día! ¡Hay que despertarse, flojos! ¡Herví agua para todos! ¡Tomemos leche~! —sacudía sus cuerpos mientras se posicionaba encima de ellos, y los soportes de la cama chirriaban.
—Ay. No me gusta la leche... —se quejó soñoliento Taehyung— Me hace ir a cagar troncos...
—¡Ah! ¡Qué asco, Taehyung! —ella le golpeó con una almohada y saltó fuera de la cama, como si una cucaracha hubiese estado en su lugar.
—Lee Jihyun, esta no es tu habitación. Vete de aquí y dirígete al comedor si ya estás aseada —le llamó la atención la enfermera que concurría el pasillo del segundo piso.
—Ups —se retiró cerrando la puerta tras ella.
—Mm... Asco... Troncos... —bisbiseó Jungkook y se escuchó la desvergonzada risa de Taehyung.
—Bueno. A despertar... —estiró sus brazos y bostezó, contagiando este a Jungkook.
Abandonaron la cama deshecha y cogieron un par de prendas limpias para vestir el uno al otro. A Taehyung le gustaba que le pusieran siempre los calcetines y que le abrocharan el pantalón. A Jungkook le agradaba la sensación de los dedos largos de Taehyung por su cuero cabelludo cuando le colocaba su típico gorro azul marino de lana, y las lisas palmas de sus manos cuando le vestía el torso con uno de sus suéteres. Era como si cada uno supiera la forma indicada de complacer al otro, como si se conociesen de años.
—Oye, Tae... —se rascó la cabeza meditabundo mientras el pecoso se arrodillaba frente a él para quitar los pelos que el gordo gato de ayer le dejó en el pantalón— Tú... ¿crees que Yoona se sintió presionada? Digo, ¿por qué habría de "mudarse" estando en buenas manos de médicos?
—Buena pregunta —se puso de pie—. Buena pregunta que no sé responder.
—Ja, ja —rodó los ojos—. De todos modos... Opino que se buscó un buen lugar para vivir... —no desquitó la mirada del piso bajo sus pies.
—Mm... —Taehyung le miró estudioso con su ceja arqueada— ¿En qué estás pensando? Suéltalo —le refregó los hombros a modo de chacota.
—Bueno, es que... —de a poco fue subiendo la vista— Tú sabes... Si algo nos llegase a pasar, ¿crees que Yoona nos recibiría allí?
Taehyung demoró cerca de un minuto en responderle. Le dejó un beso en los labios y habló.
—Yo creo que es muy pronto para hablar de eso.
—Lo dices como si fuéramos una pareja de recién casados planeando tener hijos —bromeó.
—Podemos tener gatos. Los gatos parecen amarte —le sacudió un poco más el pantalón y de paso le palmeó una posadera.
—Hijos gatunos.
Taehyung fue el que rodó los ojos ahora.
—Óyeme, Jungkook —le arrulló la mandíbula con sus manos y el menor le abrazó la cintura—. Antes de querer pensar en otros planes, debemos mejorarnos.
—Claro, Tae —se deprimió un poco.
—En serio, Jungkook. Te prometí que saldríamos juntos de esta, y tú...
—Y yo te prometí a ti.
Taehyung asintió conforme. Le regaló un beso en la oreja de Jungkook y después rozó su nariz con la otra. Jungkook le miró antes de darle un pequeño beso en los labios.
Ya era hora de desayunar en el comedor. Entretanto se oían los acostumbrados choques de cucharas en los cuencos, Jihyun dejó de comer por un momento.
—Ay... —se abrazó el estómago— Necesito ir al baño... Urgente... —se apresuró a saltar fuera de su silla y corrió escaleras arriba.
—¡Jihyun! ¡Te dijimos que no le echaras tanta leche a tu café! ¡No estás acostumbrada! —el vociferador se hizo oír.
—Yo le advertí: la leche te hace cagar troncos.
—¡Oye, Kim! ¡Eres un grosero! —le quejó Tiffany.
—¡Qué indecente! Ya no quiero más leche... —apuró su prima.
Allá en el baño se hallaba Jihyun, lavándose las manos luego de acabar con sus estropicios. Iba en busca de una de sus toallas cuando notó algo que no se veía acorde en la habitación contigua... La de las primas. La puerta estaba semi-abierta.
Entró pisando suave para no hacer crujir las maderas y encontró un tablón del suelo levantado. Se resaltaba una que otra astilla, así que la chiquilla lo levantó con cautela, y palideció.
—Qué...
Acercó su cara a lo que debajo se escondía y se congeló.
Eran bolsas de un polvillo irreconocible para Jihyun, uno que otro fajo de billetes y distintas billeteras con identificaciones desconocidas dentro.
—Ups.
Debía contárselo a alguien. O a ellos.
● ● ●
Taehyung y Jungkook estaban a punto de entrar a su habitación para dormir plácidos, y una mano les detuvo cualquier movimiento en falso.
—Oigan... Hay-Hay algo... que debo contarles —mantuvo el volumen de su voz tres tonos más bajo.
—Ah...
—Entra —le invitó Kim. Cerraron la puerta de la habitación y esta vez Jihyun se abstuvo de sentarse en las camas despreocupada— ¿Estás bien?
—Yo sí, ellas no.
—Ellas dices... —Jungkook meditó un segundo— ¿Las primas? —la chica le asintió temerosa— ¿Qué pasa con ellas?
—Pasan-Pasan muchas cosas —tartamudeó de nuevo.
—Puedes confiar en nosotros.
—Lo sé, Taehyung. Por eso vine a ustedes —relamió sus labios agrietados antes de hablar—. Miren... —se frotó las manos, sintiendo un escalofrío con el solo hecho de recordarlo todo— Vi algo inusual luego de ir al baño en la pieza de las chicas; una tabla saliendo del piso, para ser más exactos. Y de ella se escondían... cosas.
—¿Qué tipo de cosas?
—Cosas malas. Cosas de las que nadie debería poner las manos al fuego —ambos chicos se miraron en unas largas fracciones de segundos antes de insistirle en especificar con sus detalles—. Había... droga. Dinero, identificaciones, billeteras...
Los dos enmudecieron.
—V-Vale —Taehyung se restregó la cara con estrés.
—Tranquila, Ji —Jungkook le acarició el esponjoso cabello corto—. Solo debes recordar que eso no es problema nuestro, así que debemos mantenernos afuera de ese tema.
—C-Ciertamente.
—Guardaremos este secreto por ti.
—Gracias... ¡Ya me estaba carcomiendo viva! —se secó las gotas de sudor que corrían por la frente y se fue a la puerta— Iré a dormir ahora... Nos vemos.
Tal como ella se fue, en silencio la pareja se sentó en silencio. Se observaron cómplices y nerviosos.
—¿Qué haremos ahora?
—Jungkook, tú mismo dijiste que era su problema y no el nuestro.
—Verdad. Estoy algo descolocado, eso es todo.
Taehyung le calmó con unas caricias en las rodillas.
—Sabes que no podemos sacar conclusiones tan pronto, ¿no?
—Opino que estás tonto al pensar eso y que deberíamos formular un plan de emergencia.
El pecoso estaba a punto de tomar esa idea como una bufada, pero lo analizó desde otra perspectiva y se vio velando por la seguridad de todos bajo ese techo. Arrugó el ceño muy abstraído y buscó por aire.
—Tienes razón —concluyó mirándole directo a los ojos—, pero solo si las cosas se salen de control.
Y aquello era lo que más temían.
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