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Ese mismo día le hicieron saber a Taehyung y Jungkook sobre las "salidas", aquellas que se ganaban recolectando puntos por buenas obras, pues habían sido modificadas: ahora era posible salir del centro una vez a la semana con un acompañante. 

Ante eso, a Jungkook le brillaron los orbes y no encontró mejor oportunidad para recompensar aquella salida que le debía a Taehyung; esa vez que invitó a Im Yoona para advertirle del peligro que se acrecentaba en Kim Dahyun y que, desgraciadamente, una serie de sucesos desafortunados se originaría días después si sucumbían al cegamiento. 

Fue directo a la habitación a buscarle y abrió la puerta con arrebato, sintiendo su corazón palpitar algo desbocado sin razón aparente para Jungkook. Había jurado ver al pecoso hace unos minutos entrando por esa misma puerta, pero se equivocó, pues no estaba ahí. 

¿En dónde entonces?

Jungkook echó un ojo por toda la habitación antes de retirarse y se percató de que el chico había abandonado el par de calcetas azul marino que siempre ocupaba luego de una ducha; asumió así que estaría en el baño. Por eso dejó los calcetines encima de la cama y se dirigió al pasillo. Le esperó allí, afuera de la puerta del baño como perro guardián, jugando con las rebordes de las mangas en su suéter deshilachado, y cuando oyó el pomo de la puerta ser girado parpadeó.

—Ah, Jungkook. ¿Me quieres secar el pelo?

Jungkook no quería modificar sus planes, pero tampoco quería denegarle.

En el cuarto solo se escuchaba el ruido estruendoso que maquinaba la secadora. Jungkook agradecía ello, pues disimulaba muy bien los ruegos que impartían su estómago. Sus entrañas estaban aullando por comida y, es que, desde que inició a comer como se debe, su gula aumentó para bien. Para bien de otros, no para el de Jungkook; le implicaba un reto más difícil que cualquier otro. Jungkook no podía dejar de ser una persona cuestionable a una completamente "normal" de la noche a la mañana. 

Se concentraba en peinar el cabello de Taehyung que irradiaba destellos anaranjados ante los rayos de luz que regalaba la ventana. Alisaba sus hebras con la palma de la mano cuando este le detuvo.

—¿Tae?

—¿Querías hablar conmigo antes? —le preguntó, pero Jungkook no entendió a qué se refería— Te encontré esperándome en la puerta del baño. ¿Qué pasa? —volvió a insistir, tomando entre sus manos el secador y apartándolo.

—Ah. Eran solo pensamientos —rió algo abochornado. ¿Por qué se sentía así? Sus manos se hallaban tan nerviosas tal como su sistema—. Creí que luego de haber escuchado lo de las "salidas" en parejas, podríamos... Bueno. Yo podría recompensarte por esa... salida que te debía. No sé si lo recuerdas... De igual manera quería invitarte tarde o temprano. Por eso... ¿Qué dices? ¿Aceptas salir conmigo hoy a dar una vuelta?

—¿Es una cita?

—Ah...

—Entonces es una cita —se exaltó—. Nuestra primera cita —sonrió de extremo a extremo y puso al castaño colorado con la sola curva perfecta de su boca, mostrando las bonitas perlas de su dentadura.

—¿Es una cita? —bajó el tono, como si alguien más estuviese por escucharlos. 

Taehyung asintió. Se alejó para colocarse otros calcetines y unas zapatillas.

—Iremos luego de almuerzo. ¿Te parece?

—Pensé que era yo el que planificaba todo esto.

Taehyung rió, y contagió a Jungkook con ella.

—Vale.

—Vale... —repitió el menor.

Taehyung estaba a unos pocos metros de él. Se podía ver que estaban igual de colorados, pero a ojos de Kim Taehyung, Jungkook era un tomate. Le pareció irresistible y se aproximó con avidez a su cara. Pausó cualquier movimiento que le surgiera de la emoción y escrutó el rostro. Le pareció mil veces más atractivo que las veces anteriores. Hasta le quitaba el aliento. Le estaba mirando demasiado y Jungkook comenzaba a dibujar un signo de interrogación en su semblante. 

No fue mucho hasta que Taehyung no se aguantó a morder su mejilla caliente.

—Qué-

Se separaron estupefactos, y sin más, Taehyung sonrió. Taehyung empezó a reír a carcajadas.

—Me gustas, Jungkook. Me gustas mucho.

Él se congeló ante esa declaración y terminó por fascinarse, enloquecer por él. Había recibido una declaración de sentimientos de su parte, pero no una tan espontánea y honesta como aquella. Y fue por ello que Jungkook sintió el corazón en la boca, el mundo en una mano, y el universo frente él, reflejado en esos marrones ojos que poseía el chiquillo pecoso. 

Se lanzó a morder la punta de su nariz, tan suave como él lo había hecho en su mejilla. Había mordido y depositado un beso en la redondez de su nariz, justo ahí donde nacía su adorable y casi imperceptible lunar.  

Ahora Taehyung era el tomate.

—Te espero en el comedor para almorzar.

Taehyung no supo ni cómo volver a respirar cuando el otro abandonó el cuarto.

●      ●      ●

—Ya que no irán conmigo, tráiganme un regalo. ¿Sí...? —puchereó Lee Jihyun, escondiendo bien en lo profundo el desánimo que sintió cuando ambos chicos no aceptaron llevarla con ellos.

—Obvio, Ji —Taehyung le revolvió los cortos cabellos y cerró la puerta de entrada para correr a la bicicleta. Esta vez pedaleaba Jungkook porque estaba entusiasmado.

—¿Qué le daremos?

—No lo sé. Tenemos toda la tarde para pensarlo —dijo sin más—. ¡Andando! El día siempre se nos hace corto.

—Concuerdo —rió mientras sentía los dedos de Kim Taehyung aferrarse a sus hombros. El pecoso sacó como pudo su teléfono celular y reprodujo una canción de la época anterior. Escuchó al risueño Jungkook y se complació—. ¿Cómo es que sabes mis gustos musicales?

—Soy una persona muy perceptiva —alzó juguetón las cejas aunque el otro no pudiera verle de frente—. A todo esto... ¿A dónde vamos?

—Mmm... —disimuló el tono pensador— No lo sé. A donde sea. Lo único que sí sé es que quiero tomar el camino largo contigo devuelta a casa. Quiero que nos perdamos para pasar más tiempo juntos.

Jungkook fue totalmente cabal y sin pelos en la lengua, y no supo cuánta dicha fluyó en el pecho de Taehyung escuchando ello. 

Luego de unos minutos arribaron a una colina verde, donde una banda de palomas se fueron escurriendo lejos de las primeras pisadas de la pareja. Habían dejado la bicicleta tendida en el césped y las espaldas de los dos colisionaron con el verde suelo. Suspiraron al notar una pacificadora brisa pasar a llevarles el orden en sus cabellos, despeinándolos.

—Oh, Jungkook... —Taehyung exhaló mirando las nubes— Me gusta estar... así. Aquí... Juntos —llevaba una sonrisa boba consigo—. Me hace olvidarme hasta de mi nombre —se giró a verlo y lo halló perdido en sus pecas. Por poco se iba a terminar sonrojando de no ser por las refrescantes brisas.

—Entonces te lo voy a recordar. 

El delgado índice de Jungkook se fue a parar en los belfos de Kim, donde comenzó a dibujar sutilmente cada letra de su nombre. Sus ojos se fijaban en los labios entre abiertos del mayor, y este solo pudo perderse en los gestos de su rostro tan concentrado. Lo tenía loco. 

—Ki... m... —empezó a deletrear su propio nombre mientras los roces de Jungkook continuaban— Ta... e... hyung...

—Sí —orgulloso sonrió.

—Sí...

Volvieron a admirar las figuras en las nubes arriba, muy arriba en lo alto del cielo. Se escuchaba la carretera metros por debajo de ellos y uno que otro canto de pájaro. 

—Me gustaría construir una cabaña justo aquí para nosotros dos, para vivir —soltó el menor con los párpados descansando.

—Estando contigo me conformo hasta con una choza.

Recibió un empujón del castaño y rieron. Jungkook se había abalanzado demasiado a Taehyung y terminaron por rodar en el césped húmedo que les caló las ropas, ensuciándolos. Y justo cuando Jungkook decidió por besarle toda la boca, le rugieron las tripas.

—Eso te pasa por no comerte todo el puré —le molestó el mayor. De a poco se enderezó para ir a buscar algo en su mochila, a un lado de la bicicleta. Trotó hasta arrodillarse frente al castaño y le tendió lo que parecía ser una lata de bebida.

—Gracias —la recibió sin mucho barullo. 

Se sentaron como debían y bebieron soda hasta eructar y volver a carcajear. 

Jungkook tragaba hasta acabarla, y se acomodó cerca de Taehyung para merodear en su cercanía.

—A todo esto, ¿cuántas calorías crees que tenía esa lata?

—Ah. Ya empezaste con tus numeritos

—No lo digo... tan en serio —su manera de decirlo fue titubeante. 

—Mira. Piensa en esto —se le acercó a rozar narices. Lo fulminó por un breve segundo y lo besó por primera vez en el día. No fue muy profundo, pero sí muy dulce. Tanto como para perturbar la quietud—: cada caloría cuenta como uno de mis besos.

—¿A-Ah...? —se trastornó por un segundo— Un beso tuyo.

—Sí. Un beso. Cien besos. Ochocientos, mil quinientos, dos mil... —le fue tentando con su sola cercanía— Así querrás muchos más besos —le sonrió con galanteo, sabiendo exactamente lo que provocaba en el otro. 

—Pues... Me parece tentador, así que voy a aceptar. Creo... —se había mordido el labio inferior sin siquiera darse cuenta. 

—Bien.

—Bien...

Estaban tan cerca que no se resistieron a probar otra vez las cerezas de sus belfos. Taehyung había entreabierto su boca y Jungkook le lamió una de sus preciosas perlas algo inseguro, pero esta se esfumó cuando el pecoso obligó a la quijada de Jungkook a darle más acceso a su interior, allí donde yacía su entusiasmada lengua. Y empezaron a degustarse, sintiendo el gusto a la frutilla de la soda. Les era embriagador hasta que Jungkook se apartó para estornudar en su antebrazo.

—Abrígate. Vamos —ayudó al menor a levantarse del pasto y llegaron a la bici—, aquí está tu chaleco y tu gorro —lo sacudió antes de entregárselo.

—Gracias —se vistió—. Suelo ser muy friolento. 

—Oh... Lo sé. Créeme.

Se estaba escondiendo el sol y le faltaba poco al crepúsculo; por eso las brisas se habían tornado tan gélidas. 

—¿Se estará haciendo muy tarde? Ni siquiera quiero ver el reloj.

—Deberíamos aprovechar estas últimas horas, hay algo que tenemos pendiente. Algo... raro —Taehyung se rascó la cabeza.

—¿No estarás hablando de...?

Del bolsillo de su chaleco sacó un pequeño pedazo de papel y lo desdobló, resultando ser aquel papel que encontraron en su habitación días atrás. Este contaba con un tipo de dirección inusual, resaltando el nombre de lo que parecía ser una tienda noctívaga.

—Expresso-Esso, 2727...

¿Qué pretendían con eso?

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