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28

—Este desayuno se ve como un manjar. Kibum, dame las tostadas —el enfermero le obedeció y prosiguió a mantenerse quieto—. Ah. Una delicia... Bueno, ha lo que he venido —se aclaró la garganta y se limpió las palmas de sus manos con algo de gel—. Chicos —recibió la mirada de todos en la mesa—, muchos de ustedes han estado mejorado, pero otros... no. Tenía que decirlo. Siempre digo lo que opino y no me guardo nada. Ustedes lo saben, y también reconocen a quiénes me estoy dirigiendo —pilló la vista de Dahyun, quien anhelaba en desaparecer y esconderse entre las sábanas de su cama con sus miles de peluches deshilachados—. Deben de comprender que subir de peso no es algo malo. En serio. Agarrar más peso que preocupaciones es una de las mejores cosas que pueden hacer aquí. Digo, ¿qué estarían haciendo aquí de todos modos? —mordió una tostada con aguacate y sorbió su taza de té— Sus familias tienen esperanzas en sus intentos de rehabilitación, están pagando una gran cantidad de dinero para que sus hijos vuelvan en sí y regresen a sus vidas habituales, y yo estoy a cargo de hacer eso realidad —otro bocado se echó a la boca, sin importarle que nadie a su alrededor le imitara como tal. No obstante, no aguantó tal embarazo—. Ahora a desayunar, ¿sí? El té se enfriará si no lo beben.

Morosos comenzaron a desayunar. Jungkook se hallaba al lado de Taehyung. Jungkook notaba el temblor en las manos de Dahyun, sus mangas estaban arremangadas de forma obligatoria y se le apreciaba más pálida de lo normal. Su piel amarillenta aparentaba tensarse completamente.  Dahyun estaba nerviosa, y no bastó de unos pocos segundos para que esta saliera huyendo de las miradas de todos.

—¡Dahyun! —el alarido salió de su amigo Jaejoong y le persiguió por las escaleras— ¡Espera! —se escuchó su eco suplicante. 

La casa estaba en un impacto. Jungkook lamentó no ir tras ella como Jaejoong hizo, pero tenía certeza que el chiquillo haría lo mejor para sosegarla y traerla a la realidad. El silencio parecía mortal hasta que Lay tomó la palabra y desequilibró los sentidos de todos allí.

—Dahyun no está bien —afirmó, dejando el desayuno totalmente a parte. Se veía preparando para aquel momento, con Dahyun fuera del paraje—. Ha bajado tres kilos en los últimos días. Semanas —el silencio se transformó en uno letal, casi fatídico, y a Jungkook se lo cortó la respiración. Tal como a Yoona—. Yo... Ah... —se frotó sus sienes y se quitó las gafas— Chicos... Sean honestos y díganme si han visto malas conductas en ella estos últimos días —a Jungkook se le pusieron los pelos de punta. Lay estaba frustrado—. Es de vida o muerte —Yoona no aguantó ni un momento más ahí y se encaminó rápidamente al patio con las lágrimas surcando de sus bellos ojos. 

Jungkook se imaginaba al borde de un precipicio. Quería gritarle al doctor lo que había visto la noche anterior, buscando a Taehyung por la casa. Se afanaría en contar cada detalle de la auto destrucción de la pelinegra, ahora ausente. Deseaba tanto encontrar alguna alternativa para hacer todo bien, pero la imagen de la sonriente Dahyun le nubló los pensamientos. ¿Estaría ella de acuerdo ella con aquella traición? ¿Estaría cometiendo un error colosal al confesarle todo al doctor?

Decidió sellar sus labios, esperar y hablar de una vez con Dahyun. 

●      ●      ●

Había llegado la hora.

—Dahyun.

Estaba ella en su cuarto, sobre la cama con sus estropeados peluches como ella afanaba. 

—¿Qué?

—Necesito una palabra contigo —se sentó frente a ella, al borde del colchón. 

—¿Sobre qué? —temía traer de regreso lo sucedido minutos atrás en la mesa del desayuno y jugueteó con sus dedos en un camaleón de peluche. Estaba a punto de morder su labio inferior.

—Sobre eso —le miró profundo y suspiró—. Eso que haces por las noches —la chica abrió los ojos atónita. La respiración acorde se escapó de su cuerpo y palideció aún más, si es que eso podía ser posible.

—Q-Qué... —lamió sus belfos para aclarar su garganta, intentando mantener cordura— ¿Qué cosas hago por las noches?

—Eso —Jungkook acercó su rostro apesadumbrado y la doblegó con pena—. Abdominales. Ejercicio, Dahyun —le aclaró de una vez—. Estás torturándote por las noches —la pelinegra no habló—. Tú... Quemas calorías con ejercicios durante la noche. Trabajas tan duro para hacerlas desaparecer que... te martirizas. Y-Y... —se pasó las palmas por la cara larga y aguantó el nudo en la garganta— Mira... Escúchame bien, Dahyun —ella no le miraba para nada. Estaba cabizbaja ante él—. Voy a contarle al doctor Zhang.

—¡NO! —un alarido escapó dentro de ella que hizo sobresaltar a Jungkook— No... Yo... —se tragó un sollozo— Mantén eso como un secreto, por favor. Me da mucha vergüenza. 

—Y deberías sentirla —coincidió con decepción en su tono. Dahyun solo asintió—. Entonces haremos esto —carraspeó para traer algo de firmeza a su cuerpo—: si te descubro haciendo eso una vez más, le diré al doctor Zhang. ¿Entendido? —la pelinegra asintió varias veces, infatigable— Bien... Y debes prometer que comerás —ella le miró perpleja—. Comemos para vivir. No vivimos para comer, ¿no? ¿Quieres seguir viviendo o no?

—¡SÍ! —bramó tan fuerte como pudo y se lanzó a los débiles y flacos brazos de Jungkook, como si ese fuera el único punto de refugio en esa casa— ¡SÍ QUIERO...! —sollozó como una pequeña niña, quebrantando el corazón sentimental de Jungkook. Rompiéndolo a él. 

—Comer es importante, Dahyun. P-Por favor, compréndelo...

Ella rió.

—Lo dice el anoréxico que se espanta por una barra de chocolate a media noche —sonrió cómplice.

Jungkook tembló.

—¿Q-Qué? ¿Cómo lo... supiste? —atónito recordó la barra aquella que le había obsequiado Min Yoongi en noches pasadas. 

—Taehyung me lo contó.

Jungkook se paralizó. 

—Pero... Yo no le conté...

—Pero él te vio —alzó su quijada, olvidando el rastro de sus lágrimas en las mejillas y borrándolas—, desde el tejado. En el patio. 

Oh.

●      ●      ●

Las lágrimas de Dahyun no habían desaparecido del todo, y en cuanto bajó por las escaleras junto a Jungkook, Jaejoong lo notó.

—Hey —le propinó un empujón al huesudo hombro de Jungkook—. Dahyun está llorando —Jungkook no articuló palabra— ¿Por qué? —la cara del rubio estaba ardiendo— ¿Qué le has hecho? 

—Jaejoong, no —pronunció la chica—. Estoy bien.

Pero el puño de Jaejoong no aguantó y se estrelló contra el pómulo del castaño. 

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