20
Día décimo cuarto.
—Oye, amigo.
Jungkook fue despertado por Taehyung y su batalla de almohadas en plena mañana. Ambas camas estaban apegadas a la otra y el dúo de chiquillos se reía de las torpezas. El menor había destapado su delgado cuerpo de las mantas y tanteó con los dedos la pálida almohada con la que siempre dormía. La apretujó de un extremo con su puño y golpeó el torso del pecoso. Este último se estaba poniendo unas calcetas cuando reaccionó. Se adueñó de la almohada que había abandonado antes y se lanzó de un brinco al castaño. Sin embargo, Jungkook ya había planeado una estrategia.
—¡Ya, ya, ya! —suplicó Taehyung, recibiendo un almohadazo en la cara.
Jungkook se le había arrimado encima y le ponía el abultado cojín en todo su rostro, ahogando sus gritos y carcajadas. Kim buscó con sus dedos el interior de la playera de su amigo, topándose con la casi inexistente barriga y empezando a hacer cosquillas.
—¡AY!
Jungkook iba a empezar a llorar cuando Sandara abrió de par en par la puerta de la habitación.
La diversión cesó. La chica escrutaba los cuerpos uno encima de otro, las sonrisas que se habían dibujado en sus bocas, y no quiso envidiarlos. Sin embargo, no podía ocultar el desazón en su semblante ni en su voz.
—El desayuno está listo en diez minutos. Será mejor que se apuren —se cruzó de brazos para irse de allí con la cabeza gacha.
Jungkook se congeló, no movió ni un músculo. Se sintió culpable de estar encima de la persona de la que Sandara había declarado sus sentimientos. No quiso ni imaginarse la cara que pintaba Taehyung bajo él. Aún tenía sus manos por el torso, y le entró un frío repugnante.
—Jungkook —le sintió llamarle. No se sintió preparado para dirigirle una mirada, pero terminó haciéndolo y se sorprendió al verle sonreír ladino—. Quien llegue primero gana.
Así de simple se esfumó el recuerdo tan penoso de ese instante y arrasaron por los pasillos para arribar al baño. El ganador resultó ser Jungkook y Taehyung se quedó plantado en la puerta, esperando por él.
● ● ●
A leguas se notaba que Taehyung iba a pasar su día con Sandara. Jungkook los había dejado ser y no intervino. Luego del bochorno en su habitación, no quería convertirse en otro problema más bajo ese techo. Suficiente tuvo ya en sus primeros días, y un visaje compungido le ornó la cara. Dahyun había notado su gesto y su corazón amable le hizo compañía.
—¿Te parece si escribimos algo? —le ofreció.
—No soy muy bueno con los poemas... No como tú —se rascó su nuca, sintiéndose incompetente para ello.
—No hay que ser bueno en algo para ponerlo en práctica —tuvo completa razón—. Puedes no poseer manos para el violín, pero sí para la guitarra —le guiñó un ojo y le entregó un ajado diario anaranjado.
—¿Tú crees que...?
—Sí —le cortó sonriendo de esquina a esquina. Se le notaba el entusiasmo en sus brillantes ojos, como si estos hubieran sido revitalizados desde el alma—. Puedes escribir un diario de vida, si te complica menos. ¡Mira! Puedes comenzar así —tomó entre sus amarillentas y frágiles manos su propio diario, abriendo la primera página—. Querido Diario: Hoy he llegado de la escuela con un piojo en la cabeza y mi gato me recibió con una rata entre sus colmillos. Además, creo que pisé una caca.
Jungkook no pudo contener su risotada.
—Dios... —mordió su labio para contener su carcajada y suspiró— Creo que sí puedo darle una oportunidad —delineó los bordes del diario con las frías yemas de sus dedos y la chica le alentó imitando a una multitud gritando una victoria—. Intentaré escribir luego de cenar.
—Vale —se sonrosó de excitación y sus mejillas asemejaron ser dos rosados caramelos.
Mientras pasaban las horas, Jungkook sintió un confort acogedor al lado de ella. Dahyun podía ser callada algunas veces, pero cuando alzaba la voz para pronunciar sus palabras, estas resonaban como una loa. Su entonación podía hacerte reír por mero cariño. Era algo súbito e instantáneo.
Dahyun había corrido a su habitación en busca de peluches deshilachados para coser, Jaejoong se había unido con Jungkook y Yoona tejía lo que parecían ser unos guantes. Jungkook no quería pensar en otra cosa que no fuese el hilo y la aguja atravesando el hombro de un oso polar. No tenía ganas de distraerse en el recuerdo de esa mañana. Para un cualquiera, aquello ya hubiera sido un pasado pisado, pero para él era algo indecoroso. Su mente le presentaba el semblante de su madre reaccionando a la escena y unos ojos atestados en lágrimas, y no quería convertirse en la razón de sus pesadumbres.
Algo en él falló y prefirió ignorar, permanecer cauto para todos.
Sandara y Taehyung habían llegado del jardín para cenar. Jungkook tomaba el asiento a un lado del pecoso. Sin embargo, Jungkook sintió como si nadie estuviera a su derecha. Taehyung no le miraba, ni le hablaba. Solo lo hizo cuando llegada la noche subieron a la habitación. Se acomodaron en el tejado y observaron las estrellas una vez más.
—¿Y?
Taehyung titubeó a su pregunta.
—¿"Y" qué? —dudó.
—¿Qué tal vas con Dara? —Jungkook quiso saber.
Se escuchó un pesado suspiró salir de los labios del contrario.
—Jungkook, estamos recién comenzando —se explicó sin ni un rastro de emoción en su voz—. Ella siente algo por mi, lo sé —empezó a bajar su quijada, llegando a quedar cabizbajo frente a Jungkook. Sin embargo, su aura impasible y despreocupada nunca se largó—. Pero yo necesito un tiempo para que esos sentimientos sean recíprocos.
—Entonces... no te gusta.
Taehyung le dio vueltas a lo dicho, y el sonido de Jungkook repitiendo esa oración no abandonó su consciencia. No podía desdeñarse de ella, pues ya la estaba empezando a aceptar muy en lo profundo de su ser. Su voz como ventura, tan lesiva como inoportuna en su vida.
Jungkook era nocivo para él, y Taehyung estaba bien con ello.
—Es linda —fue lo único que dijo.
Pero Jungkook, tú, eres incomparable. Ya no sé qué hacer y me he perdido. Convencido estoy de que aún no he encontrado lo que buscaba.
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