18
—¡Jungkook! ¡Taehyung! —una voz femenina les susurró para despertarlos— ¡Arriba...! ¡Vamos!
—¿Qué...? —somnoliento gimió Jungkook— Taehyung... —sacudió y zarandeó suavemente el cuerpo a su derecha— Dara está aquí...
—¿Y? —ronco respondió.
—Saben que aún sigo aquí, ¿no? —la chica se cruzó de brazos con el ceño fruncido y dispuesta a irse— Solo apresúrense a ponerse unas pantuflas y entrar silenciosos en la habitación de Dahyun. Está de cumpleaños.
Una vez cerrada la puerta, ambos muchachos se miraron y supieron que debían apurarse si querían sorprenderla antes de que esta despertara.
Jungkook vio como el pecoso cogía una playera y un par de calcetas, y decidió imitarle. Esta vez no tuvo un par de calcetas del mismo color, por lo que se abstuvo de darle mucha importancia y se los probó sin más. El dúo no demoró ni un minuto en vestirse y de puntillas fueron corriendo a la habitación vecina, donde descubrieron a toda la muchedumbre de la casa reunida alrededor de la cama de la pelinegra. Intentaban prender diecisiete velas con cautela.
—Jungkook, Taehyung. ¡Vengan aquí! —pidió la mejor amiga de Dahyun, Yoona, con una sonrisa tremenda y brillante. Los chicos juraban que estaba a punto de ponerse a brincar de la emoción.
Los dos muchachos se acoplaron a los demás y vieron cómo la enfermera meneaba el hombro de la menor de todos. Estaban todos expectantes al abrir de sus párpados, y fue todo un dilema cuando estos por fin saludaron a la mañana.
Todos le cantaron un feliz cumpleaños, le acercaban el pastel con diecisiete velas coloridas y la pelinegra no aguantó las lágrimas de exaltación. Todos y cada uno de los que se encontraban entre las cuatro paredes le regalaron un abrazo, limpiando el rastro de felices lágrimas en sus mejillas.
—¡Hora del mejor desayuno!
Esta vez se reunieron todos en la larga mesa, sin olvidar a los paramédicos. Cada uno disfrutaba de un trozo de pastel y compartían risas. Dahyun no paraba de agradecer el día de hoy.
—Ustedes... —suspiraba con una sonrisa imposible de borrar— De verdad los amaré hasta el final de mis días. Les agradezco infinitamente. Estos son los mejores diecisiete que pude haber imaginado. Bueno... No exactamente en un centro de rehabilitación, pero saben a lo que me refiero —todos rieron con gracia, compadeciéndola.
Jungkook no dejaba de quitarle la mirada de encima. No pudo olvidarse de las palabras que una vez le dijo el doctor Zhang. En ese mismo momento veía a esa escuálida chiquilla degustando de un gran trozo de torta. No podía desviar su vista de la poca carne en sus mejillas, su amarillenta tez, sus violáceos párpados, su delgado cuello... Sus notables clavículas podían conservar agua en los huecos que preservaban; sus brazos y piernas se asemejaban a las ramas de un árbol sin hojas; y su cabello era largo, pero no abundante. De seguro amanecía con cabellos desperdigados por su blanca almohada, y abandonaban su cabeza en cuanto se peinaba. El día que había regresado de la clínica vestía una camiseta apegada al cuerpo, al igual que sus calzas. Jungkook rememoraba el impacto que le había causado al verla. Nunca iba a admitirlo como el doctor Lay, pero hubo un efecto en él que le gritaba "perdida".
Nadie podría entender cuánta bonanza había en el pecho de Jungkook en ese momento. No sabrían nunca cuánto contento surgió en su corazón al verla comer feliz un simple trozo de pastel; lo que para unos puede ser un premio, pero para otros una represalia. Un castigo.
—¿Saben? —comentaba la menor con la boca llena— Siento que podría comerme toda una tarta yo sola —rió tapando sus labios con una servilleta—, pero solo por el respeto de compartir con ustedes, no lo hago.
Podría comerse eso. Y el mundo entero.
Pasadas las horas, Dara animó a todos a decorar las paredes y los muebles para originar una pequeña celebración, donde reproducirían música y probarían bocadillos en la mesa. Y por más que algunos se opusieran a la idea de comer, la decisión de la cumpleañera fue la decisiva. Todo por hacerla feliz.
Jaejoong y Dahyun se preocuparon de hacer unos cupcakes, Dara y Yoona preparaban jugo, y Jungkook junto a Taehyung intentaban hacer galletas. La tranquilidad se iba perdiendo cuando una guerra de comida se inició por los aires. Muchos acabaron en polvos dulces y chispas de chocolates.
Al finalizar con los aperitivos, las habitaciones se alegraron con globos coloridos y recortes de gatitos por todos lados. No hubo rincón pálido. Muchos se distraían con la pelinegra girando como propia bailarina teatral, girando sin rumbo y asimilándose a un cisne del lago. Mas la admiraban con ternura y sus bocas se mantuvieron cerradas para ver aquella escena que no se apreciaba todos los días: Dahyun eufórica.
—Pongamos un poco de música, ¿sí? —la muchacha se aproximó a la radio y colocó Bad To The Bone, comenzando a bailar un twist descuidado y gracioso— ¡Vamos! —chilló, corriendo al rubio Jaejoong que sostenía unas tijeras y jalándolo para comenzar a danzar. Él había enrojecido al instante.
De a poco se fueron olvidando de las decoraciones que faltaban y se unieron a la pequeña pista de baile. Nadie sabía bailar perfectamente pero, tal como la muchacha eufórica se lanzó a moverse, siguieron la corriente de su alegría inconmensurable.
Taehyung se fijaba en cómo el delgado cuerpo de Jungkook se movía; sus caderas iban de allá para acá, las piernas vacilaban de vez en cuando, sus manos se alzaban al cielo y su rostro dibujaba una templanza envidiable. Taehyung no sabía el porqué, pero cierto era que no podía dejar de mirarlo. Había algo en él. Algo irresistible que le hacía hesitar.
Inesperadamente, la canción cambió a otra más lenta y todos se miraron. Sin embargo, el pecoso no había dejado de observar el perfil del castaño ni un segundo, y este lo notó. Las luces de la habitación se tornaron opacas. Los cuerpos se empezaban a apegar tímidos, pero no los de ellos. Ambos chicos se limitaban a mirarse dubitativos, separados por una fina línea entre el deseo de una cercanía y un afán de sus reflejos.
La paciencia estaba a segundos de ser extinguida con un Taehyung decidido a pedirle un baile a su compañero de cuarto, pero no surgió.
—¿Taehyung? —se oyó a sus espaldas— Baila conmigo, por favor —le sonrieron.
Era Dara.
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