Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

17

Entraron al gran supermercado y la primera cosa que Jungkook hizo fue exhalar profundo. Miró cada rincón del lugar y todo su vasto espacio. La cantidad de gente fue lo que menos le importó. Estaba dispuesto a correr por todos los pasillos y marcar nuevas huellas en sus recuerdos.

—¿Ahora qué?

Jungkook miró al expectante Taehyung y le brindó una sonrisa que él no pudo traducir, mas le pareció ser una llena de emoción. El castaño le tomó del codo y casi tropieza por la aspereza. Sin embargo, las risas de este le contuvieron cualquier tipo de queja que afanaba por escapar de su boca. A Taehyung le gustó el sonido de esas risas.

Jungkook se arrimó a un carrito de supermercado y terminó por sentarse dentro.

—Vamos, ¡impúlsame! 

Taehyung parpadeó desconcertado, pero después de cerciorarse que ningún guardia les interceptara, le consintió.

Las piernas del pecoso empezaron a correr y las ruedas del carro giraban con avidez. Vigorosos intentaban esconder sus carcajadas y las personas alrededor los fulminaban con ridiculez, pero a ellos no les afectaba. Jungkook originaba una montonera de productos y artículos dentro del carrito. Taehyung se inquietaba con el pensamiento de ser pillados en plena travesura. Sin embargo, las palabras de quietud del castaño le apaciguaron en demasía. Percibió un alivio tremendo, que llevó a ambos tornar su facha de inofensivos e ingenuos, a unos descarados y desfachatados.

Iniciaron a temblar de la risa y la barriga les dolía cuando las pequeñas ruedas emitieron un chillido provocado por la cantidad de peso que acarreaban encima, así que decidieron detenerse. Jungkook bajó del carrito y el otro le ayudó a abandonarlo, afirmando los costados de su enjuto cuerpo en caso de que cayera. 

—Bueno, Taehyung —se frotó las palmas de sus manos y sonrió malicioso—. Es hora de mi pasatiempo favorito... No tan favorito. 

Jungkook le alzaba las cejas con diablura y Taehyung no sabía porqué. El castaño había jalado de su mano y, dejando atrás el carro y lo demás, corrieron por los resbalosos pasillos hasta arribar al indicado. Al menos esperado. 

—¿Dulces?

Jungkook le asintió efusivo con una sonrisa gigante decorando su rostro.

—Mira esto —tomó una galleta y le dio la vuelta al empaque—. Doscientas treinta y cuatro calorías por porción —se embelesó con la diminuta tabla impresa en el papel—, pero todos saben que serían setecientas dos calorías por el paquete completo. Son tres porciones. Además, sería un total de ciento sesenta gramos de carbohidratos —hablaba sin percatarse de la cara de estupor del chiquillo—. A mi me encantaban estas galletas. Las comía por las tardes cuando mi mamá me recogía del jardín y yo le rogaba por una de estas... Adentro llevan miel, ¿puedes creerlo? —le dirigió una mirada maniática, cegada en fascinación— ¡Miel! La cosa que más repudio ahora... 

—Jungkook... —le detuvo con presura, sin saber las palabras exactas con las que hablarle. Le tomó de un hombro y le observó directo a los ojos marrones— Estás... demente.

Jungkook suspiró y dibujó una sonrisa ladina.

—Taehyung —pronunció su nombre—. Estamos —corrigió. Este parpadeó y terminó por negarse a sí mismo, incrédulo de lo que Jungkook le afirmaba—, no lo niegues.

—No lo hago.

—¿Sabes? —llenó sus pulmones de aire y le miró— No sabes cuánto quería hacer esto. Desahogarme... de todos mis demonios. Necesito saciarlos, y eso es lo que estoy haciendo. ¿Ves? —le tomó de la mano y lo dirigió por los pasillos repletos de delicias— Tú también puedes hacerlo. Se siente increíble.

—¿Esperas que...? —se silenció en cuanto Jungkook soltó suavemente su mano de la suya y comenzó a girar como un torbellino, con los ojos cerrados y la cabeza echada atrás, libertino. Se alejaba girando con tanto alivio que Taehyung sintió envidia, porque él también afanaba con aplacar a su belcebú. Tomó una gran bocanada de aire y se le aproximó— Está bien. Bien... —Jungkook paró de danzar por él y le regaló su franqueza, de loco a loco. 

Como pequeños mocosos revoltosos y vivarachos registraron cada paquete de manjares que se les apeteció, tomándolos como si estos fuesen la llave a una edén prohibido. Bisbiseaban números por sus lenguas y reían al traer de vuelta recuerdos que cada dulce producía en ellos. Hostigaban a las cámaras que le echaban un ojo asesino y nunca detuvieron aquel ciclo. Se sentían ebrios sin haber probado gota del brebaje. Era como si nadie estuviese a sus alrededores, y soñaron con vivir los restos de sus años en ese lugar. Un infierno y un cielo. 

—Buenas tardes, ¿necesitan ayuda?

Se sobresaltaron cuando alguien les habló mientras ponían sus narices en los etiquetados nutricionales de una crema de maní. Era un empleado.

—A-Ah. No —avisó Jungkook, agitando sus manos para aparentar normalidad—. No, no. Estamos bien. De hecho, ya conseguimos lo que queríamos. Ya nos vamos —le dio una última sonrisa y se apoderó rápidamente de la mano de Taehyung, jalándola para correr lejos de ahí y marcharse del lugar.

Se subieron con prisa a la bicicleta, jurando que tras de ellos iba una docena de policías siguiendo sus espaldas y murieron de risa como nunca antes. Ni en la vida de Jungkook ni en la de Taehyung hubo una risotada tan mayúscula como las que acababan de experimentar. Su camino no hubo final de estas y bajaron para entrar en un centro comercial. Se introdujeron en una gran tienda de ropa y se divirtieron escogiendo cientos de prendas para probarse sin siquiera pagar una moneda. Se colocaron un arco iris en sus cuerpos y tejidos inasequibles, onerosos y ostentosos. 

Luego de ser amonestados por superiores, escaparon como pisar en un suelo ardiente en flamas. Caminaron hasta un pequeño puesto donde una humilde anciana vendía sus artesanías. Entre ellas, hubo unas que llamaron la atención a Taehyung, y sacando unos pocos billetes de su bolsillo pagó por dos pulseras a juego. Jungkook se sintió adulado y muy inmerecido de aquella modestia, de aquel gesto tan significativo. Admitió enrojecer un poco.

Al notar la hora en el reloj decidieron hacer una parada para comer algo que pagarían ambos. Querían fingir ser otra persona por unos minutos y disfrutar de un gigante helado para dos. 

—Tú —Taehyung le apuntó con su cuchara— contaste cómo fue que llegaste aquí —probó un bocado del helado de frutilla—, pero no te conozco en lo absoluto —confesó con la boca llena y sus codos en la mesa.

—¿Y qué quieres saber? —se cruzó de brazos sobre la misma mesa, enfrentando al pecoso con una ceja alzada.

—No lo sé —con las mejillas repletas de helado le regaló la curva línea de sus labios—. Todo. 

—Todo, eh.

—Mira. Hagamos esto —dejó de comer para comenzar a explicar acompañado de sus manos— Jugaremos a preguntas y respuestas. Cada bocado significará una respuesta. ¿Te parece?

—Me parece.

No llevaron la cuenta de los minutos que duraron en ese lugar, perdurando. El helado se les había acabado pero las preguntas seguían disparadas. Habrían gozado ahí todo un día de no ser por un mesero, quien avisó que la tienda cerraría.

Ya en la bici vuelta al centro, Taehyung habló.

—¿Y? —le preguntó al chico tras su espalda— ¿Alegré tu día?

—No sabes cuánto —expresó Jungkook, agarrando los hombros de Taehyung y derritiéndose de gusto con el viento en su cara—. Y te doy las gracias... La ida de Yoongi me hirió un poco...

—¿Le temes a algo, Jungkook?

La pregunta le tomó desprevenido, pero se las ingenió para sincerarse y confesar. Testificar a su corazón.

—Sí —respondió—. Temo caer.

Taehyung detuvo el pedaleo en un paso de peatón y le miró por encima de su hombro.

—Entonces —le miró con tan suave como seda— me aseguraré de que no caigas.

Jungkook, al igual que el pecoso, sintió su rostro acalorarse y sentía unas ganas tremendas de apartarse de la conexión entre sus ojos. Pero simplemente no pudo, se le fue imposible. Algo entre ellos fue difícil de romper.

—¿Entonces saldremos juntos de esta? —lanzó aquella pregunta, la misma que le dirigió a Min Yoongi antes de que le rompiera sus esperanzas en mil pedazos. 

Taehyung lo escrutó por un momento, y le sonrió.

—Lo juro. 

Al crepúsculo, apegaron sus camas una contra la otra en la estrecha habitación. Jungkook cayó dormido luego de charlar ameno con Taehyung, abrigado entre la calidez de las cobijas. 

Sin embargo, Taehyung fue el último en dormirse esa noche.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro