12
Jungkook salió del baño refrescado y bastante abrigado, con sus largas prendas. Se fue al comedor para iniciar el día con otro desayuno desafiante y distinto a los demás. Mientras los otros degustaban de sus tostadas, a Jungkook le habían duplicado la porción de siempre. Había tomado un sorbo de su chocolate caliente y sus ojos chocaron con los del pecoso. Al parecer le ha de estarle mirando por un largo tiempo porque, al regalarle una sonrisa, terminó por bajar la mirada. De seguro había recordado su encuentro fuera del baño.
A Jungkook le estaba causando algo de gracia, aunque no conociera al muchacho.
La mesa se sentía diferente. Faltaba Dahyun y Jaejoong. Estos seguían en el hospital y preocupaban a toda la casa por su partida. Desgraciada era la mesa sin las burlas del rubio y las ocurrencias de la chiquilla. Se les extrañaba hasta el punto de no parar de mencionar sus nombres.
Por la tarde habían formado un círculo en el césped y se sentaron a hablar sobre lo más reciente bajo el techo de ese centro.
—¿Cómo es que nadie nunca se percató de las mangas de Dahyun?
—Tú eres su amiga, Yoona. Deberías haberlo sabido —punteó Sandara.
—Si hubiera estado al tanto, ella ya no estaría cometiendo esas cosas —alejó la culpabilidad dentro de sí, a pesar de no tener ni una migaja de ello.
—Te creemos —le apaciguó Yoongi, quien se encontraba a su izquierda.
—Vamos, ¿por qué estás tan disgustada? —reclamó Xiumin a Dara.
—No lo estoy. Ni que estuviera en mi periodo, lo cual se me hace gracioso porque no me ha llegado en todo un año —se rió de sí misma mientras hizo ojos ciegos a las caras estupefactas de los otros—. Trolas.
—Eso me parece serio —Jungkook no se guardó su inquietud.
—Y lo es, de hecho —ella respondió flemática, como si nada le incordiara. Hasta que Xiumin volvió a hablar.
—Pensé que íbamos a buscar una solución a los malos hábitos de Dahyun, no que nos entrometeríamos en tus mierdas.
El silencio se tornó sepulcral y la muchacha le disparó con su mirada.
—Exagerado. No seas tan impaciente, que tenemos todo el día —se hastió de él—. Además, hablas como si trataras de comenzar una riña. Estúpido.
—Estúpida. Sabes muy bien porqué.
Nadie se atrevía a intervenir. No estaban al tanto de cuánto rencor y antipatía yacía alejándolos de extremo a extremo. Se desafiaban con las miradas, como si compitieran por quién ser el principal asesino del suspenso.
—Me tienes hasta el colmo.
—¿Por qué? —inquirió él con brazos cruzados y expectante junto a sus cejas arqueadas.
—Porque siempre me tratas de mocosa. Soy una entrometida para ti. ¡Una fisgona! —comenzaba a inflar el pecho para intimidar con su prepotencia y ensañas— Crees que porque llegaste antes que yo a esta pocilga eres un superior cuando, la verdad, es que ello te hace más enfermo. ¡Más ido!
—Continúa pues —desinteresó.
—Eres un insufrible. Haces lo que quieres porque ya no tienes nada de esperanzas en ti. Haces incumbir a otros en tus atrocidades. ¡Y no me lo niegues! —con ello logró poner nervioso al chico—. ¡Porque yo sé muy bien lo que hicieron la noche que saliste con Taehyung!
—Cállate —se levantó de un salto.
—¡Díselo, Taehyung! ¡Díselo en la cara! —el nombrado se mantuvo impasible, como si ni una de las maldiciones le afectaran a la sesera. Era increíble— ¡Asume que Xiumin hizo eso!
—¿¡Eso qué!? —se turbó Yoona, sintiéndose empequeñecer.
—¡Eso pues! —vociferó Dara— ¡Que trajeron alcohol la noche que salieron juntos! —todos estaban atónitos a la veracidad que salía de la boca de Sandara. Xiumin no movía ni un músculo, pero por dentro guardaba una rabia ensordecedora que ardía por la chica. Esta se estaba parando también y caminaba provocadora a él. Le estaba provocando a su manera y logró que él le apartara su mirada— Xiumin. Es un alcohoréxico.
Xiumin no resistió la voz de Dara en su cabeza y se marchó lejos de allí. Nadie se arriesgaba a tomar la palabra o calmar las llamas que dejaron flamantes de cólera e ira en el sitio. Dara permanecía adusta hasta que Taehyung osó en alzar la voz.
—¿Cómo te enteraste?
—¿Por qué le ayudaste? —protestó ella.
—Hicimos un trato. Él y yo... —se rascó el cuello por la incomodidad de la verdad confesada— Yo no abriría la boca si le ayudaba y él guardaría un secreto por mí a cambio.
No solo Dara le quedó mirando con desaprobación; Yoongi se enfureció y tomó brusco de la muñeca a Jungkook, levantándose de imprevisto.
—Vámonos —gruñó. Jungkook intentó detenerle para obtener explicaciones, pero solo resultó un manojo de tartamudeos y tropiezos hasta la habitación. Yoongi cerró de un portazo la puerta y se sentó en el borde de su cama, harto.
—Yoongi, ¿qué está pasando? —se sentó en el piso para encontrarse sin óbice con los ojos del amigo— Siento que están escondiendo cosas a nosotros.
—Óyeme. Mejor no me preguntes nada sobre lo que acaba de pasar, porque no sé mucho de estas personas; sin importar cuántos meses he estado aquí. Tampoco es como si quisiera enterarme. Yo no me involucro en lo que no me servirá de nada saber.
—Eso es... —Jungkook mordió su labio y decidió no objetar nada en su contra— cierto. Pero... Lo dices así de fácil porque sabes que una vez que salgas de aquí, olvidarás todo —Yoongi le observó pasmado al escucharle—. Olvidarás a todos...
Un suspiro escapó del mayor y no lo negó.
—Tienes razón.
Jungkook se preguntaba cómo el corazón de Yoongi se podía imitar tan similar a una roca en ese instante. ¿Acaso no cabían los sentimientos en él? ¿No tenía más espacio en su corazón para lo que cree valioso? O era, tal vez, que ni siquiera tomaba en cuenta lo que expresaban los demás. Solamente procuraba por él mismo.
Jungkook se lamentó por él; la indignación no alcanzó a dominarle. Sin embargo, no fue herido.
—Pero yo quiero que me recuerdes —le dijo sin pelos en la lengua—. No quiero que me olvides, porque tú fuiste mi primer amigo aquí.
Yoongi levantó una ceja y se le acercó a la cara, enternecido.
—Entonces has que no me olvide de ti.
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