10
—Algunos de ustedes han estado mejorando, y eso me entusiasma bastante. Pero hay unos cuantos que siguen igual que meses anteriores. Es aquí donde debo preguntarles: ¿qué es exactamente lo que están buscando aquí? —contempló cada cara larga plantada frente a él— Algunas veces me acuesto en mi cama y no puedo echarme a dormir sin tener que recordar que existen algunas personas que pasan hambre y que sus padres pagan por un milagro. ¿Me captan?
—Mentira —intrépido interrumpió Xiumin—. Ni aunque nos pasemos todo el día comiendo podríamos cambiar nuestra mentalidad. ¿Usted entiende que estamos podridos y no hay esperanza? Usted es de esas personas que cree fervientemente en que existe la recuperación al cien por cien.
—No es una mentira, Xiumin. Todo tiene una razón de ser, y si reciben mi ayuda es porque quiero que sigan con sus vidas. O... —empezó a enfadarse más de lo que evitaba— ¿Acaso no quieren cumplir sus metas? ¿Volverse unos profesionales? ¿Unos padres orgullosos? ¿Acaso creen que un puto desorden alimenticio es todo lo que los define? Porque si es así... —dirigió dardos flamantes a la chica de largos y negros cabellos— Si creen que una maldita enfermedad los caracteriza, son unos seres humanos terriblemente aburridos.
Dahyun bajó su mirada y la chica a su lado causó un estrépito.
—¡¿Trata de ofendernos?! ¡¿Nos está tomando el pelo?! —se exasperó Sandara, saltando de su silla con indignación.
—Yo no ofendo; digo lo que es innegable. Hablo de lo que es cierto y lo que se puede ver a leguas. Y lo que yo veo son a ustedes, varios meses después dentro de este centro de rehabilitación sin haber llegado ni un pelo de cerca al peso ideal.
—No es fácil, doctor —se atrevió a levantar su voz. Dahyun—. Subir de peso es lo que más evitábamos, ¿sabe? Por esas mismas circunstancias llegamos aquí. Todos tenemos nuestros motivos, pero debe compadecerse de nuestros traumas.
—Y eso es lo que hago, Dahyun —le calmó con una voz más apaciguada—, pero por actos como los de hoy... Solo me queda pensar que están aquí para hacer payasadas y continuar con sus rituales de malas costumbres.
Dahyun calló. Sintió que su palabra no cabía debido a los que había hecho antes de subirse a la escala.
—Lo único que quiero que se metan bien en la cabeza es que yo no estoy aquí para ustedes por nada. Yo soy el representante de cada uno, quien se responsabiliza por que los latidos de sus corazones sean acordes y por cada una de las consecuencias que sus acciones reflejan. Todo depende de ustedes; si siguen aquí no es porque están perdidos, significa que realmente están luchando por salir de esta basura.
—Usted siempre tiene razón, doctor —Yoongi alivió un poco más el aura que rodeaba a todos.
—Es porque siempre me guío por las palabras correctas —le sonrió de vuelta, levantándose de su silla y agarrando su maletín—. Antes de retirarme, ¿prometerán esforzarse más? —la mayoría había asentido y otros solamente ignoraron la interacción. Lay estaba abandonando el comedor para llegar a la puerta de entrada de la casa, pero alguien lo detuvo en el lugar— ¿Jungkook?
—¿Podría concederme un favor? —sonó algo fuera de sí, con la respiración atorada por el apuro de llegar a tiempo.
—Solo si tú me concedes uno a mí.
El trato era justo y Jungkook aceptó.
—¿Podría... no hacerle saber a mis padres sobre mi peso hasta el cabo de unos días? Mi... Mi mamá tuvo terapia hace poco y una noticia como esta solo le causará más canas en su cabeza.
—Pues bien —a Jungkook le sorprendió la facilidad con la que accedió a su súplica—. Si así lo quieres... —suspiró y miró por detrás del chico— Ahora déjame que te pida algo. Bueno... Más que un pedido... es un consejo —empezó a bajar su tono para que solo el muchacho y nadie más que el muchacho le escuchase—. Escúchame bien: no te encariñes mucho con los de aquí. En especial con Min Yoongi.
Jungkook enmudeció por unos tortuosos segundos.
—¿Q-Qué dice? ¿Por qué?
—Yoongi no querría que te hablara de esto, pero me veo en la urgencia de quitarme un gran peso que llevo encima.
—Yo no le entiendo —se sinceró el castaño.
—Es complicado, ¿sí? Solo te aconsejo que no te encariñes mucho con él. No será bueno para ninguno de los dos —suspiró y arregló los botones de su camisa—. Ahora me voy. Por favor, sé bueno —le revolvió los cabellos y se fue tan rápido como había llegado.
● ● ●
El quinto día culminó y llegó el sexto. Jungkook despertó de los primeros y aprovechó la bañera antes de que los otros chicos le golpearan la puerta con las vejigas apretadas y el mal aliento impregnado en sus muelas. Se secó el cabello sin la ayuda de Yoongi y se abrigó con lo típico que le obsequiaba su armario: calcetines largos de algodón, pantalones anchos, suéter holgado y un ajado gorro de lana azul marino. Llegó a la mesa del comedor y tomó asiento sin nadie más que él y Hyojin, quien servía los cuencos de granola y yogurt.
—Buenos días.
—Oh, me sorprendiste —risueña se acomodó un mechón de cabello tras la oreja—. Qué tempranero estás hoy —bromeó simpática—. Buenos días.
—¿Cómo puede amanecer con tantas energías todos los días?
—Porque siempre despierto con el recuerdo de mi gato —respondió breve, rebosando con granola en cuenco de Jungkook—. No me gusta recordártelo pero... El doctor Zhang aumentó tu ingesta calórica y...
—Solo haga lo que tenga que hacer...
Así la mujer le esparció miel encima del desayuno. Jungkook la veía caer y sentía cómo se le hacía agua la boca. Solo en sus sueños había tenido una mañana así, pensaba que esto era una alucinación. Mas no fue así cuando todos llegaron de una vez a sus asientos de costumbre. Se saludaban y empezaban a degustar la comida. Yoongi le hablaba de vez en cuando, pero Jeon estaba muy atolondrado con las palabras del doctor Lay el día de ayer. Eran tan repetitivas como un sinfín. No pretendía tomarlo como una barbaridad, pero no pudo tomarle el verdadero sentido a su "consejo". ¿Por qué le habría prevenido de esa forma? ¿Acaso era un peligro? ¿Un peligro aún mayor que los números perversos en su cabeza?
—¡Dahyun! —vociferó la voz del altavoz.
Todos saltaron de sus sillas en cuanto ambos adultos a cargo irrumpieron en el comedor, marchando encolerizados e iracundos a la chica.
—Muéstranos tus mangas.
—¡No! —le temblaron las cuerdas vocales.
—¡Levanta las mangas de tu suéter! —le reiteraron.
—¡No...! ¡No hice nada! ¡Ya, déjenme...! —rogó e imploró al ser tironeada por las manos de sus mayores, quienes levantaron sus mangas a la fuerza.
Restos de granola, frutos secos, miel y yogurt gotearon de estas y terminaron en el piso.
Dahyun sollozó tan alto que los corazones de sus amigos se apretaron increíblemente. Odiaban ver a la más pequeña en esas circunstancias, era muy lamentable de ver. La chica se deshizo de su abrigo en acto de exasperación y desesperada corrió escaleras arriba, con los enfermeros pisándole los talones.
Esa mañana todos sintieron un gélido vacío. Un infortunio.
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